lunes, 1 de enero de 2007

Dueño Gris

Son las dos de la mañana de este primer día del 2007. Y como la gran mayoría de veces, me encuentro en casa, junto a mi familia. Expresándonos mutuamente los mejores deseos para los próximos doce meses que se avecinan, con mucha fe de que las cosas irán mucho mejor para todos y sin la más mínima idea sobre qué sorpresas realmente nos depararán los siguientes trescientos sesenta y cinco días. Y como suele suceder en estos casos, es mejor que cada uno de nosotros devele estos nuevos sucesos y desafíos a su debido momento. No queda más entonces, que empezar este nuevo año con el optimismo en alto y las mejores propósitos para alcanzar todo lo que nos hemos trazado.

Sin embargo, ahora no me siento tan jubiloso como debería de estarlo ante estas fiestas. Más bien, diría que me siento algo fatigado, agotado por el trajín del día, la energía desgastada durante la mañana, por la tarde, e incluso horas antes... Quizás la disculpa exacta no la tenga precisamente en la punta de la lengua, sin embargo lo cierto es que me siento exhausto. Y como casi siempre ocurre en estas fechas, opto por despedirme de todo el mundo en casa, dirigiéndome al dormitorio y dispuesto a rendirme ante los brazos de Morfeo. Total, a fin de cuentas se trata de una noche más. Ni más ni menos.

Siempre soñé pasar la última noche del año en el lugar más apartado de todos. Lejos del bullicio y la juerga, del olor a humo asfixiante de las calles, y del licor y el gentío que por esas horas surge por doquier. Nada más alejado de cómo preferiría pasar un 31 de diciembre. Y es que mi noche ideal de último año siempre la he imaginado en un lugar solitario, lejos del mundanal ruido, descontaminándome absolutamente de todo. En un campo quizás, junto a una cabaña donde guarecerme y pasar tranquilamente la noche. Y minutos antes de las doce, salir de allí, recostarme en la hierba y mirar las estrellas junto a una persona de la cual me sienta muy orgulloso de tener a mi lado en ese momento. Y al vivir los primeros segundos del nuevo año, tomarnos de la mano, observarnos en fracciones de segundo infinito y leer en nuestros ojos -sin mencionar palabra alguna- los mejores deseos que recíprocamente anhelamos para los dos.

No voy a detenerme aquí en el hecho de que este acariciado sueño (otra vez) no se ha podido cumplir. Tampoco en que aproximadamente un año atrás, una volátil promesa me aseguraba disfrutar de este fin de año junto a alguien que en su momento quise muchísimo y que ahora no pasa de ser un grato recuerdo, cada vez más difuso y lejano. Mucho menos quiero redundar que en estos últimos años no he dejado de cruzarme -cada vez con más frecuencia- con sujetos y acontecimiento poco gratos... y que desafortunadamente, aquellos poquísimos momentos y personajes que me hicieron sentir muy, pero muy feliz, hoy no están conmigo. Y lo que es peor, que cada día que pasa los percibo cada vez tan distantes a mí, que dudo mucho que hoy por hoy les haga falta mi compañía, o siquiera les interese saber si me encuentro bien, o si existe la remota esperanza de volver a vernos acaso en alguna otra oportunidad.

No voy a mencionar nombres, pero quiero que se entienda que no hablo necesariamente de una sola persona en particular. Mas, si estos golpes que me ha dado la vida en estos últimos doce meses no hubiesen ocurrido antes, quizás ahora estaría escribiendo muy plañideramente de lo injusta que ésta ha sido conmigo durante todo este tiempo. Afortunadamente, sé que no es así. Este pequeños tropiezos del destino, los asumo como una experiencia más que aprender. Que quizás sucedieron porque aún no es el momento de dar el gran salto hacia la otra orilla, donde se encuentra esa felicidad que aún se hace esperar. O como diría huachafamente una pitonisa de estos lares, que las cosas suceden de tal manera pues "mientras más oscura sea la noche, más brillante será el amanecer".

Volviendo de las ramas, prosigo entonces. Siendo poco más de las dos de la mañana, ingreso a mi dormitorio dispuesto a descansar. Pero antes, me detengo en un disco de OBK sobre mi cama, que curiosamente horas antes estuve buscando y que nunca me di tiempo de escuchar desde el día que lo conseguí, hace ya uno, dos (o incluso tres) años atrás.

No soy precisamente un fan acérrimo de este grupo, pero esta noche qué más da escucharlo por unos minutos antes de dormir. Enciendo entonces mi reproductor personal, me coloco los auriculares y decido prestarle oído a los temas. De antemano conozco el particular estilo que prima en la música de estos españoles, aunque no sé mucho sobre alguna canción en particular (salvo "Oculta Realidad", todo un himno para quienes por fin optaron por salir del closet). Y temas van, temas vienen, trato de conciliar el sueño... hasta que escucho una canción nueva para mí, sobre todo por sentirla agradable, dulce y muy especial.

Gira el disco en el track correspondiente a "Cielo Gris" y automáticamente disfruto de una transmisión de envolvente sosiego, paz y mucha tranquilidad. Su melodía hasta invita a imaginar que de pronto, de ahora en adelante, todo puede resultar mejor. Mi mente recuerda entonces aquel simpático hombre maduro a quien dos o tres horas antes, decidí visitar en su casa para desearle los mejores deseos en este nuevo 2007. Un señor que conocí circunstancialmente aproximadamente hace dos años, y que debo reconocer que me atrae. Y aprovechando la licencia que nos otorga estas fechas, busqué su dirección en la guía telefónica, intuyendo que una sorpresiva visita mía podría adoptarla muy amablemente. Y a pesar de no tener la certeza de que él sienta interés por mí (lo más probable es que no sea así) igual, al escuchar este tema de OBK lo recuerdo intensamente: sus gruesos brazos, su complexión robusta, el paso de los años que ha dejado interesantes huellas en él (como las sugestivas canas asomadas en su grueso cabello y bigotes), la camisa y pantalón que vestía al momento de recibirme en su casa... y la alegre sorpresa dibujada en su rostro, al advertir que alguien como yo se hubiese arriesgado a visitarle para saludarlo en esta fecha tan especial.

Por los años que lleva encima, este hombre bien podría ser mi padre. Pero también es de dominio virtual mi predilección hacia los hombres maduros (fueros que nunca debí dejar de lado, dicho sea de paso). También noto que las circunstancias que rodean mi visita hace casi improbable un acercamiento más cercano entre los dos, siquiera casual (pues se trata de un hombre casado). Sin embargo, esta noche no me interesa ver esos detalles. Recuerdo entonces las palabras que comentó momentos antes de despedirme de él, mientras rodeaba su cuerpo con mis brazos en saludable gesto de afecto y deseándole lo mejor para estos próximos doce meses. "La mejor sorpresa que he podido recibir hoy es su visita, mi joven amigo" reveló. Su abrazo resultó algo tímido y el mío también, pues creo es el primero que nos hemos dado en todo este tiempo. Hecho que meses atrás hubiese resultado muy remoto, pero que ahora era algo real. También algo frío, apocado y distante, pero que debido a la coyuntura del momento era algo enteramente comprensible.

"Abrázame, dame calor / quiero sentir tu corazón..." recita un fragmento de la canción. E imagino al inusitado nuevo amigo que he ganado en estos días, ahora conmigo, en este preciso instante. Apenas días atrás he averiguado su nombre y hoy sueño que lo tengo en mi cama, desnudo y muy sonriente. Pero más que deseo, siento un enorme afecto y cariño de solo disfrutarlo al lado mío (tan enorme como su gruesa complexión). Sentir su piel rozando la mía, la aspereza de sus manos acariciando mis brazos mientras me aprisiona suavemente entre los suyos. Percibiendo el susurro de su grave voz tras mi oído y repitiendo esa frase suya que no deja de sonar en mi cabeza una y otra vez. "La mejor sorpresa que he podido recibir hoy..." Y más que el deseo intenso de tener sexo con él, disfruto más del hecho de tenerlo junto a mí, como si comprendiera a la perfección mis deseos, reflejados tan fielmente en la lírica de "Cielo Gris".

No se trató de un sueño. Tampoco de una fantasía encendida, de esas que frecuentemente me asaltan. Sencillamente fue una pequeña divagación que duró lo que tarda en reproducirse esta canción. Nada del otro mundo, que no valiese la pena destacar... salvo que se trató de algo muy tierno y especial. Y qué mejor manera de iniciar este nuevo año que imaginando un momento así, tan lleno de afecto, cariño y ternura muy profundos junto a alguien tan fortuito como particular, del cual ojalá el destino me reserve alguna próxima noche. Así se trate de una absurda quimera, pero qué importa. Igual, lo más importante es empezar este 2007 con la mejor de las vibras y quién sabe, tal vez este insospechado delirio se trate de una señal de lo que este nuevo año ofrecerá.

Y no por dejarlo al final, deja de ser menos importante Aprovecho en desearles un muy feliz Año Nuevo a todos ustedes, mis amigos. Aunque algo tardío, pero espero sinceramente que estas dos fiestas de fin de año las hayan disfrutado de la mejor manera junto a todos los seres que aman. Y una cosa más: no duden que estos próximos doce meses, el 99.99% de nuestros sueños se convertirán en realidad.

Un fuerte abrazo de oso a todos y cada uno de quienes me han acompañado desde la primera publicación hasta ésta, que ahora se encuentran leyendo. Sin duda, ustedes son la razón fundamental de que continúe existiendo escribiendo hasta el día de hoy.

Nos leemos pronto.