lunes, 4 de mayo de 2009

Canto de LOCO (diez años después) - II

Sinceramente no sé cuándo continuaré este post... tengo la mejor de las intenciones de concluirlo, pero hasta entonces, adjunto un video que de hecho, figurará como un documento ilustrativo del tema que deseo tocar... a continuación:

martes, 17 de febrero de 2009

Canto de LOCO (diez años después) - I

El sábado 31 de octubre de 1998 fue la noche de un día difícil. Por la mañana, mi mascota visitaba al veterinario por última vez... y pasado el mediodía, era yo el encargado de cavarle una fosa en el jardín de la casa para su eterno descanso. No me hallaba entonces con el mejor de los ánimos cuando poco antes de la medianoche, prendí la tele tratando de despejar la mente de abatidos recuerdos y toda esa onda depre que arrastra consigo la pérdida de un inolvidable "miembro" de la familia.

Tras el zapping de rigor, ya nada me sorprendía. Ochentitantos canales de cable y ninguno ofrecía una interesante alternativa para pasar el rato: películas que en general nunca llamaron mi atención (y menos sí semana tras semana venían repitiéndolas incontable número de veces), novísimos canales dirigidos a un "público exclusivo" (del tipo: cómo decorar las macetas de casa en mil diferentes estilos, o cómo hacer más apetecible y vistoso un dietético guiso de 50 gramos) rayaban más como guasa de mal gusto que como una alternativa seria a considerar. Y bueno, la vida animal silvestre -y su desagradable paso por la carnívora cadena alimenticia- no me parecía lo más apropiado de sintonizar en esos momentos. Lamentablemente, ya por esos días MTV (tal vez el único canal que despertaba mi interés aquellos años) mostraba escalofriantes síntomas de que las cosas iban de mal en peor: la aplastante difusión de bandas latinas y sus novísimas propuestas en el rock & pop alternativo, poco a poco empezaban a desaparecer. Los shows Unplugged de indiscutible manufactura, comenzaban ya a malbaratearse tras la llegada de churretas mediáticas como Shakira, Alejandro Sanz o Diego Torres (¡!), y por su alguna vez digna pantalla comenzaban a transmitirse no sólo videos de Ricardo Arjona, Paulina Rubio, La Oreja de Van Gogh y demás adefesios... sino que su programación empezaba a infestarse de extraños programas -realitys que le llaman, cada cual más estúpido que el otro- que tristemente empezaban a ganar terreno, pasando a convertirse en una moda endémica de la cadena (distintivo que por desgracia ostenta hasta el día de hoy).

Con un canal menos que contar y presentando los demás poco atractivas alternativas, tal parecía que esa noche estaba condenado a ir a la cama antes de la medianoche. Sin embargo, grande sería mi sorpresa cuando de pronto mi insumiso zapping se detuvo en una extraña imagen. Un cuadro que más bien recordaba a una risueña postal navideña. Parecía una animación hecha a base de cartulinas de colores y recortadas de tal forma, que daban vida a lo que parecía ser un pueblo cubierto de nieve por todas partes, con pequeñas figuras redondas retozando rígidamente en pantallas, enfundados en gruesos ropajes y con movimientos que los mostraban a medio camino entre la torpeza y la ternura. Pero lo más bizarro de este cuadro no era sólo su animación, sino la temática de su episodio: tres niños que discutían sobre la "homosexualidad" de la mascota de uno de ellos (un perro de nombre "Sparkie"), las airadas opiniones de los adultos del pueblo sobre tan controversial tema -un homofóbico maestro de la escuela primaria donde estudiaban, un cocinero sibarita de inoportunos comentarios eróticos y amigo cercano de los pequeños... ¡hasta un tipo abiertamente gay autodenominado "Gran Pato Al"!- y que además culminaba con un mensaje, haciendo un llamado a la tolerancia y comprensión ante las diversas opciones sexuales que se presentan entre todos los seres de este mundo (sean estos humanos o mascotas).

No cabía duda. Lo que tenía ante mi pantalla no era otra bobería más. Era completamente diferente a todo lo demás con lo que me había topado antes. Sarcástico, mordaz, inteligente, divertido y hasta subversivo (¡con moraleja incluída!): todo bajo la exacta dosis de simple, "dulce" y encantadora estética. Se trataba indudablemente de South Park (programa que sentaría un hito en lo que a animación y programas-orientados-a-público-adulto se refiere). Y el canal por el que había caído en ese momento, era el novísimo -para mí y para muchos de ése entonces- LOCOMOTION.

Cuentan las crónicas que LOCOMOTION inició su transmisión en Latinoamérica a finales de 1996. Y como tantos canales más de aquellos años, el público que perseguía era inicialmente infantil. Algo así como un canal de perfil "retro", mostrando en vitrina dibujos clásicos del siglo pasado y que hasta el día de hoy siguen manteniendo un público cautivo en pantallas. Animados como Cool McCool, Félix El Gato (el popular show de la década de los 80s, no la lisérgica versión que Cartoon Network se empeñó en transmitir a mediados de los 90s) y El Show de Rocky & Bullwinkle, desfilaron por su programación de lunes a domingo durante las 24 horas del día, probablemente con la finalidad de capturar un público infantil (y no tan infantil) que buscaba una opción diferente ante la fuerte competencia que en aquel entonces desfilaba en las parrillas de programación de otros canales de cable. Idea ciertamente válida, si tomamos en cuenta que por aquellos años los dibujos infantiles "de moda" eran visualmente horrendos y grotescos, de estética notoriamente feísta y matices cromáticos por demás insufribles (como la ya mencionada nueva versión de Félix El Gato, La Vaca y el Pollito, Bob Esponja, Rugrats y otras "genialidades").

Al parecer esta idea no rindió los frutos esperados, y poco después la programación de LOCOMOTION amplió el espectro de su público objetivo. Ya no sólo se dirigiría a un público infantil (que, valgan verdades, cada vez disfrutaba de más alternativas con otros canales que, con sólo agregar a su nombre oficial la palabrita KIDS capturaban una mayor audiencia), sino que además decidieron contar con el insospechado público adulto (aquellos que simpatizaban con un humor pródigo en gags, sátiras y demás referentes al mundo cotidiano, como el de Los Simpson, por ejemplo) y que de pronto, podrían conquistar si además se les acercaba a la exploración del insólito mundo de la animación. Vaya uno a saber si esta jugada fue premeditamente estudiada, o simplemente una salida momentánea hasta un próximo (y esta vez rentable) relanzamiento de la estación. Pero lo cierto es que, dicha programación marcaría dramáticamente el destino del canal: para bien, según la mayoría -me incluyo- o para mal -según otros-, quienes veían cómo sus clásicos dibujos favoritos poco a poco comenzaban a perder protagonismo, para dar a paso a cortometrajes de animación cada vez más enigmáticos, excéntricos y hasta cierto punto censurables.

Y como señalé líneas arriba, este cambio de programación en LOCOMOTION -a la sazón, el que quedó en la retina de muchos de sus televidentes-, fue lo que marcó la esencia misma del canal. Ese espíritu crítico, travieso y mordaz, deslizado sorprendentemente bajo el formato de animación, es el que muchos de nosotros recordamos bajo cierta nostalgia y no poco orgullo de haberlo disfrutado por buen tiempo desde la comodidad de nuestro hogar; sin contar además con el enorme placer de impactar nuestros sentidos con "la mejor animación del planeta" a cualquier hora del día. Imágenes que marcarían nuestras vidas como un punto y aparte, un antes y un después, un de aquí en adelante. Y es que, LOCOMOTION marcó un referente en la historia de la televisión por cable. Un canal que inevitablemente se hallaba destinado a alterar el curso de muchas de nuestras vidas -y que sólo quienes lo gozamos plenamente comprenderán a lo que me refiero-, con resultados tan disímiles como inimaginables. Probablemente, hasta el día de hoy.


Debo sincerarme que en su momento, no me consideré un fan de LOCOMOTION. Y es que, cuando recién noté que aparecía como un canal más en la tele, no me detuve mucho en su propuesta. Era cierto que presentaba esos dibujos animados antiguos -de esos que "nunca pasarán de moda"- y que de alguna forma gozaban de mi simpatía. Pero también mostraba "extraños" cortos animados (cada cual más estrambótico) que al comienzo sólo invitaban a una modorra de antología. Pero poco a poco, empecé a notar que no todas las animaciones presentadas eran necesariamente sosas, complejas o absurdas. El concepto mostrado insistentemente en su programación no era el de un canal que presentaba "dibujitos" que, entre programa y programa, pasaba extravagancias animadas en plan de relleno. LOCOMOTION se autoproclamaba el mejor canal de animación y lo demostraba una y otra vez, con una programación que cada vez se tornaba más interesante. Allí estaban las terapias del Doctor Katz -bajo un formato proyectado al límite de la epilepsia-, las experiencias de El Cabezón (The Head) que parecía arrancado de una historieta subterránea, las aventuras en masilla de esa telenovela animada de corte (demasiado) adulto llamada Crapston Villas, las desventuras de un desafortunado crítico de cine en The Critic (que incluso superaba en cuotas de humor a los recalentados The Simpson), las disparatadas aventuras de aquel par icono del humor negro (con guiños a la animación de Tex Avery en los 50's) conocidos como Ren y Stimpy... en fin. La lista continúa, y más de uno que se encuentre leyendo está página podría agregar mejor que yo, una mejor y detallada selección.

¿Y qué decir de los demás dibujos? ¿Qué hay de aquellos "clásicos" que gozaba buena cantidad de décadas en antigüedad y que comenzaban a "dejarse de lado"? Pues bien, a mi modesto parecer creo que nunca ocurrió tal cosa. Las animaciones de vieja guardia continuaron rotando en la programación de LOCOMOTION, al punto que los mismos programadores del canal no se les ocurrió mejor idea que incluirlos en ingeniosas pautas comerciales, "declarando" lo bien que se sentían dentro de este canal. Así veíamos a personalidades "veteranas" en el mundo de la animación, confesando en pantallas lo felices que se encontraban de formar parte del mundo (¿o universo?) LOCOMOTION, así como también soltando una que otra jocosa "infidencia" que vivían tras bambalinas. Estrellas de la talla de Félix El Gato, Popeye El Marino y Bullwinkle el alce, desfilaban entre cada programa con comentarios de muy buen tino, originalidad y simpatía, que muchos celebrábamos con más de una sonrisa cada vez que nos los topábamos en pantallas. Y esa extraña convivencia entre dibujos -con toques naif- del pasado, excéntricas animaciones de todas las décadas (sea esta en papel, masilla o digital), y la extravagante e incensurable temática de los dibujos del presente, encajaba extraordinariamente con la oferta de LOCOMOTION: la más completa muestra posible del mundo de la animación. Epígonos como Locotomía (segmento donde se transmitían cortos animados y trabajos experimentales de indiscutible calidad mundial) y Retromotion (espacio que daba lugar a clásicos como Betty Boop, Beetle Bailey y Hagar El Horrible en formato de treinta minutos a una hora) bien podían resumir los límites -si es que alguna vez tuvo alguno- que abarcaba su programación. ¡Si hasta olvidadas series de animé como Cliffhanger y El Barón Rojo (Red Baron) encajaron perfectamente durante su transmisión!

LOCOMOTION dejaba entonces de ser en una simple opción más en la aburrida lista de canales de cable, para convertirse en un complejo y excitante universo a aquellos quienes era imposible no dejarse atrapar por las infinitas alternativas del mundo de la animación provenientes de diferentes ciudades de Latinoamérica, Estados Unidos, Europa... y hasta del mismísimo Japón. Insospechada iniciativa que pocos años después terminaría por fagocitar la excelente programación de esta extraordinaria estación.


Otra de las cosas novedosas del canal, era la aparición de una suerte de anfitrión que, entre programa y programa o durante los cortes comerciales, hacía de las suyas con sus trastornados comentarios. Loco era una animación computarizada en 3D que asemejaba a un desequilibrado mental, recluido en una suerte de manicomio tapiado de acolchonadas paredes en tono verdoso, y que por momentos daba la escalofriante impresión de hallarse abandonado a su suerte en pleno espacio exterior. Nunca se nos explicó la historia de este "loco", ni cómo apareció allí; mas por sus fachas asemejaba a un muñeco hecho de trapos, cuasi inofensivo, y que por momentos soltaba declaraciones algo descabelladas, rayando incluso con lo sedicioso. Y casi siempre al finalizar su pequeño discurso, lo hacía bajo una sonrisa entre sarcástica y tétrica... que por momentos recordaba al terrible bozal que ocultaba las tenebrosas fauces del mismísimo Hannibal Lecter.


Pero Loco no era tan peligroso. Se trataba simplemente de la mascota del canal, con una personalidad tan inocua que hasta su propio juguete portaba (una diminuto muñeco que no era otra cosa que una versión más pequeña de él mismo, hecha también de trapos) de nombre Loquito, a quien muchas veces dirigía sus locuaces ideas en voz alta, sin importarle que lo escuchase alguien más (la pregunta cae de madura: ¿habría alguien más en aquel sórdido lugar que pudiese oír semejantes monólogos?). Sin embargo, la idea de popularizar una "mascota" o "host" que posicione en todo momento la imagen y logo del canal no era tan desquiciada después de todo. Hasta tomábamos con buen humor algunas "anécdotas" relatadas por este extravagante personaje, contándonos en un par de minutos -y bajo un inocultable acento caribeño- sus insólitas experiencias al lado de otras figuras vinculadas al canal, como el no menos famoso Doctor Katz, o alguno que otro gamberro de la pandilla South Park.

Y precisamente en South Park es que me detengo de manera muy especial. Originaria de Estados Unidos (gracias a la dupla Trey Parker-Matt Stone), este programa presentaba -a modo de precaria animación y guiones irreverentes- las extrañas correrías de un grupo de niños en un olvidado pueblo del estado de Colorado, cuyo nombre sea acaso el de más amplia recordación en estos últimos diez años. Las polémicas situaciones que presentaba cada uno de sus capítulos (de perfil irreal y grosero, y que debido a su contenido nadie debía ver) quizá hubiese ocasionado que ningún canal de cable en Latinoamérica -muchos de ellos por ese entonces, con una "honorable" reputación que sostener- acariciara la remota posibilidad de incluirlo en su programación. O peor aún, luego de dar aquel temerario primer paso, confiar que tal idea funcionase en un público tan... digamos conservador, como suele ser gran parte de nuestros países al sur de EEUU. Ningún canal de cable convencional, de esos que hasta el día de hoy existen en nuestra aburrida y globalizada televisión, lo hubiese intentado. Nadie, excepto uno.

Lo interesante de LOCOMOTION era que, al arriesgarse a transmitir un programa de contenido tan "fuerte" como South Park, no lo lograría de forma tan sencilla. Como tampoco lo fue -imagino- el trabajo de su adaptación al idioma español. Generalmente, en casos de "lenguaje explícito", muchas empresas de doblaje de voz adecuan algunas palabras o diálogos, para que el producto final no resulte tan chocante y obtenga una mayor aceptación en el mercado (tal y como lo han venido haciendo por bastantes años las empresas de doblaje mexicano, reconocidos líderes de este rubro). Cosa algo difícil en el caso de South Park, pues las situaciones y diálogos de alto calibre, así como las palabras soeces utilizadas en cada episodio, eran parte de su leit movit. ¿Cómo hacer entonces, para adaptarlo al español de Latinoamérica sin sacrificar ni mutilar su contenido? Aquí es donde la cosa ya no me queda tan clara y agradeceré algún comentario de algún lector que ilustre mejor lo que realmente ocurrió.

Por aquellos años, la sede administrativa de LOCOMOTION se encontraba en Estados Unidos (más exactamente en Miami) y lo más probable es que ocurrieran tres cosas: 1) Contaron con los servicios de una empresa de doblaje en dicha ciudad, 2) Se optó por doblar el programa en Venezuela (donde existe una fuerte competencia alternativa ante las obtusas políticas del doblaje mexicano), o 3) El doblaje estaría a cargo de los propios locutores del canal. En cualquiera de los casos, es válido considerar que algunas voces que participaron en esta tarea ya las habíamos escuchado en otros interesantes trabajos de doblaje hechos en el país del joropo (entre animados, documentales y varias telenovelas brasileñas). Por tanto, el matiz de acento neutro utilizado en South Park era fresco, novedoso y con tremendo atractivo para quienes escuchamos estas singulares voces por primera vez. Y lo interesante de todo esto, es que muchas de éstas voces que escuchábamos en cada episodio de South Park, también las oíamos locutando en otros spots comerciales de LOCOMOTION. Así teníamos por ejemplo, la voz de "Chef" rebotando en varias cuñas del canal o anunciando el horario de otros programas, o del mismísimo "Maestro Garrison" dictándonos los pasos para realizar una buena animación entre las tandas comerciales (por cierto, ¿alguien tiene más datos sobre estos buenísimos actores de voz?), dándonos por momentos la fortuita impresión de que South Park era una manufactura propia del canal.

Y es que ¿quién no sintió esa familiaridad al ver alguno de los episodios de South Park transmitidos desde LOCOMOTION? ¿Quién no reparo que, efectivamente, LOCOMOTION era el merecido y natural hogar de South Park? ¿Quién no disfrutó con los episodios de sus primera temporadas -a mi modesto juicio, LAS MEJORES- transmitidas en este canal? Ahí están por ejemplo: la venida del anticristo y su padre Lucifer al desconcertado poblado, la catastrófica batalla contra Mecha-Streisand al invadir la ciudad, la lucha contra los zombies en la noche de Halloween (y con un divertidísimo "Chef" parodiando la coreografía de Thriller), el revuelo causado por la llegada de la nueva Miss Ellen o por la visita de la misma Kathie Lee Gifford, el arribo por error de un niño etíope bautizado por la pandilla como "Paco El Flaco", la visita navideña del entrañable Señor Mojón, o el episodio doble -y con suspenso- sobre quién era el verdadero padre de "Eric Cartman" (por cierto, ¿por qué diantres cambiaron después su estupenda voz de aquellas temporadas? ¡¡¡ERA GENIAL!!!).

En LOCOMOTION, cada dibujo, cada serie, cada nueva animación transmitida era una vuelta de tuerca exacta en su dinámica programación. Y ahora, South Park se transformaba en otro identificativo más, en el inseparable y necesario caballito de batalla para continuar a la vanguardia televisiva, convirtiéndose desde ese momento en una tenaz y perfecta alternativa ante la soporífera competencia de canales de entretenimiento que (no) existían. Y ninguno de quienes gozábamos con este sorprendente y excepcional catálogo de programación, reparamos por un maldito segundo siquiera, que el final estaba más cerca de lo que alguna vez sospechamos...

viernes, 26 de diciembre de 2008

Till We Ain't Strangers Anymore


Hola extraño:

Lo que se estila al comienzo de este tipo de cartas es preguntar cómo estás, qué tal te fue, si todo anda ok... en fin. En otras circunstancias, tal vez te lo preguntaría, pero no quiero hacerte sentir más importante que, como seguramente te has ya de sentir por estos días.

Bueno, hace ya bastante tiempo me prometí a mí mismo no volver a escribirte uno de mis "clásicos" mails, porque... supongo que te aburrirán por lo extensos que son, porque la mayoría de veces redundan en lo mismo y también porque... a mí tampoco me nacía escribirte en estos últimos meses. Digamos que, algo así como que contigo ya tiré la toalla. ¿Para qué chucha esmerarme en escribirte usando un montón de palabras bacanes dedicadas especialmente a ti, si precisamente lo más probable es que, cuando las leas, no te signifiquen nada? Y claro, tampoco es que te encuentres en la obligación de sentir algo especial por cada línea que yo te dedique, pero... es inevitable no respirar tu insensibilidad hacia mí durante todo este tiempo.

¡Ahhh...! ¡Quién diría que hace exactamente doce meses atrás, gozábamos de la mejor relación que en su momento pudimos tener! Ya sabías lo que sentía por ti, te alejaste un tiempo, te arrejuntaste con una tipa de esas que abundan en juergas a la vuelta de la esquina, te separaste de ella, volviste a escribirme dándome tu nuevo número telefónico y preguntando por el mío, mandabas mensajitos de texto a mi celular -algo melosos pero halagadores al fin- haciendo parecer que a pesar de todo, yo seguía siendo parte importante en tu vida, y que no querías que eso cambiase para nada en nuestra singular... amistad.

Allí estábamos los dos, nuevamente juntos. Tú llamando a mi cel preguntando cuándo nos volveríamos a encontrar de nuevo, y yo esperando cautelosamente que ello ocurriera. Bien podrían testimoniarlo esas salidas nocturnas que proponías a la salida de la universidad, las extensas caminatas por solitarias -y por qué no decirlo, románticas- calles, las conversaciones extensas en despoblados parques a tan altas horas de la noche, a solas tú y yo, esa riquísima fragancia que nunca olvidas de llevar en tu piel cada vez que sales a alguna parte, el tóxico aroma del cigarro que lamentablemente no quieres dejar aún -pero cuyo olor no deja de volverte más irresistible-, los detalles que tenías a bien invitarme cada vez que nos perdíamos juntos -el refresco, las galletas, el helado, la limonada frozen o lo que sea que me invitaste en Starbucks la última vez-, las largas tertulias en las banquetas de esos favoritos parques tuyos -¡y tan pegados el uno al otro, por Dios!-, tu sonrisa a medio camino entre inocente y pendenciara, que por momentos me hacía entender que sabías me seguía cagando por ti, pues la cara de cojudo que seguramente yo tenía en ese momento era una prueba más que evidente.

Agradezco pues, todas esos inolvidables momentos y además esas "extrañas" muestras cariño porque... ¿no habías olvidado que hacía un par de años atrás te dije que me gustabas, verdad? Quizá no lo hice correctamente porque... bueno, no sé si comprenderás pero, si para mandarse a una flaca la cosa es algo difícil, imagínate el doble, el triple, o la N potencia que puede resultar mandarse así, a la prepo, a otro pata... digamos tan infantil, tan inocente, tan babas, tan huevas... que sigue soñando con sus dibujitos de manga y anime, que tiene como bandera al superhéroe de un juego de video -y que yo en tu lugar y a tu edad, me daría un poco de roche lucirme así ante mis demás patas-. Pero ¿qué chucha podía hacer? Yo no elegí sentir eso por ti, sencillamente nació y... si bien es cierto que pocas veces intente desterrar ese sentimiento de mi corazón, sencillamente no pude.

Infla tu ego compadre. En todos estos años, jamás hubo día que no pensara en ti. Imaginaba qué estarías haciendo, cómo la estarías pasando, si ya tendrías un tiempo libre para llamar a mi casa y preguntar por mí para volver a salir juntos. ¡Carajo, me sentía como si volviera a tener 15 años! Y es que, esas llamadas tuyas, ese interés hacia mí, esas salidas juntos, esa sensación de "extrañarte" cada vez que pasaban más días sin saber de ti... dime tú ¿es algo que se puede controlar? ¿Existe algún interruptor en nuestro organismo que "administre" esa sensación, o que la podamos extirpar de nuestro corazón y empezar de la nada, como las huevas?

La comparación es necia, pero la suelto para que te hagas una idea. ¿Alguna vez te has enamorado... pero de verdad? Claro, si yo fuera uno de tus amiguitos-huevas, de seguro me responderías que sí. Que tuviste una flaca en tu haber -bajo un inevitable tufillo de orgullo- y que sabes lo que se siente estar templado de verdad. Si cuñao, tan enamorado estabas que -según versión salida de tu propia boca- la comadre ésa, tu ex, te botó por otro pata cuando se dio cuenta que tú no mostrabas el suficiente interés hacia ella, y peor... que en su pelada cara mostrabas más atención por otras tipas (¡!) que se te cruzaban.

Bueno pues, te diré lo que es sentirse templado, según mi experiencia -que no es poca, dados los años que ya me manejo en esta vida-. Cuando te fijas en alguien, si bien el físico es importante (por cierto, los osos albinos son mi debilidad, ¿sabías?), también cuenta lo interior: su forma de desenvolverse, su personalidad, sus pensamientos, su espíritu y todas esas chorradas que de seguro deben de parecerte ridículas, pero que aunque no lo creas, tienen mucho de verdad. Y eso fue precisamente lo que me gustó de ti: ese aire de niño eterno, sin malicia, con ese hálito de ternura, que no desea ni hace mal a nadie, con esa abierta ignorancia a cómo es el mundo real, con la inocultable carcasa que te muestra como un muchachito correcto, virgen, imposible de imaginarte calentón al lado de una mujer en la cama, incapaz de darse un pajazo por una calata de imágenes porno, el indeleble perfil de "niño Goyito" que a más de una estúpida -de esas que no te cansas de soltar que "te gustan"- les parecerá aborrecible, pero que yo considero una de las cualidades más interesantes que se pueda encontrar en un mozuelo de tu edad. En pocas palabras, todo un chico de su casa, de pies a cabeza.

Esa actitud tan innata y natural en ti, fue lo que me convenció de considerarte como pata. Y cuando te conocí, a la segunda semana de haber platicado contigo por primera vez, de pronto me abriste tu corazón, contándome -en ese entonces- que los idiotas esos de tu colegio te jodían la paciencia por tus fachas y tu forma de ser... ¡Mierda! Tenía ante mis ojos una joya de persona... y que se sentía infeliz por no ser aceptado por unos mocosos cojudos que se alucinaban pendejeretes malditos y con más calle. ¡Carajo, el mundo está de cabeza verdaderamente! Un pata tan noble como tú, no tendría por que avergonzarse al no rebajarse en comportarse como un piraña cagón de esos, lo digo en serio. Y cuando tiempo después, comenzaste a abrirte más, contándome tus paltas, tus miedos, tus sueños... putamadre, yo te escuchaba como quien atiende esmeradamente a una criatura de ocho años. Y es que sonabas tan infantil (cosa que tomo aquí como una virtud), tan dulce, tan niño, tan tú mismo... ¿Cómo podía censurar tus pensamientos? ¿Cómo decirte que me sonabas recontra tierno y que poco a poco, empezabas a ilusionarme más? Nuestras salidas de ese entonces comenzaban a hacerme sentir especial, me emocionaba un montón con la idea de volverte a ver, de planificar una salida a escondidas de nuestros padres, de faltar tal vez un día a clases para encontrarnos y pasar toda la tarde juntos, caminando, hablando, recostados como un par de vagos en la banqueta de un parque. Si, seguramente si estás leyendo esto ahora, debes sentirte asqueado de lo que te digo, pero... es lo que comenzaba a sentir por ti y es la pura verdad. ¿Para qué maquillarlo a estas alturas? Sería tonto, ¿no?

Y bueno, te decía lo que es sentirse enamorado de verdad (o al menos lo más aproximado a eso). En esos primeros años -infla tu ego nuevamente- mi universo giraba en torno a ti. Todo lo que hacía o dejaba de hacer, lo acomodaba a tus actividades y quehaceres, a las salidas que quisieras tener conmigo o las llamadas telefónicas -insistentes de mi parte por aquellos días- que me hacían sentir más unido a ti. No existió nadie más en ese momento -hombre o mujer- que capturase mi atención como tú. Mi familia, mis antiguos amigos, mis estudios y otros intereses personales los fui dejando de lado, porque en ese momento lo más importante eras tú y si he de serte franco, en aquellos años no tuve ojos para nadie más.

Dime tú, ¿cómo no conmoverme contigo? ¿Cómo podía ser imperturbable a tus palabras, si en cada nuevo encuentro me contabas tantas cosas personales? Alegrías, tristezas, triunfos, fracasos, risas, lágrimas... tantos memorables momentos en todos estos años desde que nos conocemos, que tendría que haber sido una roca para que todo ello no despertara por ti siquiera la más mínima simpatía. ¡Y para colmo de males, me seguías contando que "esa gente de mierda" -vale decir, ya tus compañeros de universidad- no te querían considerar en su círculo de amistades. ¡Vaya hijos de puta! ¿Y quien carajo se podría interesar en querer juntarse con atorrantes como esos a pavonearse como idiota por los pasillos de tu facultad? ¡Sólo tú, huevón cabeza dura!

Lamentablemente la cosa no quedaba allí. Poco a poco comenzabas también a confesarme que te gustaban algunas tipitas de tu facultad, y que serías capaz de hacer cualquier cosa para que alguna de ellas te devolviera el saludo, o por lo menos aceptara a que le cargaras sus libros. Obviamente, los celos comenzaban a invadirme ante cada comentario de esos. Por un lado yo, conservándome como virgen perpetua -por propia voluntad, es bueno aclararlo- hasta que por misericordia divina te fijaras en mí; y tú por el otro... preguntándome cómo hacerle para que una de esas tipejas te tome en cuenta (cholo, ¿es que te fijas en ciegas acaso? ¿no te das cuenta que en verdad, no tendrías que mover un puto dedo para que más de una flaca con un cerebro de verdad note cuan especial eres? ¿por qué chucha te encaprichas en simplonas corrientes a quienes tus notables cualidades les importa un soberano carajo?). El acabose llegó el día que nos encontramos a finales de año -hace ya tres o cuatro-, cuando llegaste con un pequeño ramo de flores (¡glup!) y contándome que más tarde te irías a ver a una de esas comadres... a regalarle tal presente porque esa tipa te gustaba.

¡Ay broder! Si yo hubiese sido una flaca, y un pata como tú me salía con un presente como ése... créeme que -luego del desmayo de rigor-, le chupaba eso mismo que estarás imaginando, allí mismo, sin roche, delante de todo el mundo... por lo feliz que me habría hecho sentir que alguien tan especial, se tomara a bien tener un gesto tan lindo -y tan desactualizado como romántico- por alguien como yo. Pero no, pues. ¿Qué hizo la cuchufleta ésa cuando recibió tu regalo? Imagino la escena: su cacharro de mamona (porque no me vas a negar que se maneja un caramelo de esos) con un gesto de fiasco, agradeciéndote con un desinflado "thanx" e inmediatamente soltando esa invariable palabrita "¡next!". Bromas aparte, la alunada esa -sorry cholo que me exprese así de tu amiga, pero sinceramente es lo mínimo que merece de mi parte, por comportarse tan bitch con alguien a quien quise mucho- tuvo la desfachatez de decirte que no quería nada contigo... porque le gustaba otro (de seguro tan corrientoso y mediocre como ella). ¡Qué hija de...! Bueno, su mamá no tendrá la culpa de haber parido una joyita así... pero si hubiera sido mi hermana menor ¡carajo que la jalaba de las mechas hasta la ducha, la bañaba en agua fría para que se le quite lo chuchumeca y calentona... y a punta de cachetadones la dejaba como caballo fino, por tratar tan mal a "un muñequito tan dulce" (según opinó de ti alguna vez mi compadre) como lo eres tú.

Pero bueno, la cosa no fue así y por esos días tuve que comerme muchos sapos y culebras ante cada nueva actitud estúpida de tu parte. Que te cortabas las venas por una fulana, que no dejabas de pensar en mengana, que la otra estaba ahora con un idiota que no te llegaba ni a los talones... y bla bla bla. Hasta que un día me mandé con todo y te dije que me gustabas, que me daban unos celos tremendos cuando me contabas esas cosas. Y sí, falto decir con todas sus letritas que ME CAGABA POR TI. Así, sin anestesia... pero bueno, en ese momento no pude soltar completo mi rollo, y apenas mi declaración sonó como un tímido y desinflado manifiesto de mis sentimientos ante un mocoso indolente a quien le llegaba al huevo hacerme un lado, por causa de unas tipejas francamente tan cagonas -si es que me las describiste tan fielmente cuando me contabas de ellas y que estoy seguro no habrás exagerado en nada-, igual ello fue motivo suficiente para que, escandalizado por sentir algo tan "nauseabundo" por ti, preferiste cortar cualquier tipo de conexión conmigo.

No voy a entrar en detalles de lo que viví durante esos meses de angustia en que, por voluntad propia, decidiste separarte de mí (pues ya explayé ese rollo en otra parte alguna vez), salvo que en todo ese tiempo me sentí miserable. No saber absolutamente nada de ti, era el peor castigo que podía recibir. Recuerdo que un día, tratando de cambiar las cosas, llamé a tu cel o a tu casa, preguntando si podía verte siquiera un momento, así sea por cualquier excusa cojuda que se me ocurriera ese momento... Pero tú, firme e incólume, soltabas cualquier lesera para evitar verme. Y eso... putamadre, me hacía sentir peor. Quizá en esa etapa pasé una de las peores depresiones de mi vida, y lo que fue peor, sin tener una sola alma a quien confesarle la causa de mi aflicción. Inicialmente me di al abandono de todo: la universidad me llegaba al huevo, jalé varios cursos por no asistir a clases (pues no tenía ganas ni de levantarme de la cama), quizá hasta a un paso de la expulsión total a causa de mis lamentables promedios académicos... pero igual, nada de eso me importaba.

Infla tu ego una vez más. Cada vez que salía a la calle, te creía ver por todas partes y escuchaba tu cándida voz en cualquier improbable lugar. Con la desesperanza a cuestas y envidiando a aquellas parejitas con las que me topaba. Regresando a casa con el anhelo inútil de contestar alguna llamada tuya por querer verme otra vez. Encerrándome en mi cuarto a escuchar las canciones más tristes que pudiera encontrar... E intentando llenar ese enorme vacío que dejaste en mi vida bajo furtivos y ajenos encuentros sexuales que, al culminar, me dejaban pensando aún más en ti, preguntándome qué te encontrarías haciendo en ese preciso instante... y que de sólo pensar que ya no te volvería a ver jamás, reincidía a sentirme tremendamente infeliz.

¿Es eso sentirse verdaderamente enamorado? ¿Eso fue lo que sentiste alguna vez por alguien, cuando seguramente cuentas por ahí que te sentiste realmente templado por alguien? Quizá ni tu ni yo tengamos la respuesta correcta. Pero en mi caso, una cosa si la tuve clara. Pasado algunos meses, me di cuenta que... de nada valía seguir insistiendo en lo mismo. De nada valía exponer mi vida, mis logros, mis alcances... si es que todo ello a ti te importaba un reverendo carajo. Cuando noté que en todo ese tiempo no te tomaste el trabajo de llamar o escribirme un miserable email (a diferencia mía, que no dejaba de abrumarte con mensajes torpes, expresando cuánto te extrañaba), era porque sencillamente yo no te importaba. Así me parase de cabeza, me jalara los pelos o hiciera lo que hiciera... sencillamente, para ti eso era lo de menos. Y claro, ello me dolía más. Pero tampoco dejaba de ser una gran verdad. Quizá te interesé alguna vez, pero no lo suficiente como para mandarte y responder que querías verme nuevamente, o decir sinceramente que me extrañabas y todo eso. Fue entonces cuando comprendí que nadie puede obligar a una persona a sentir lo que el otro desea (¡carajo, inventé la pólvora!). Y con esa consigna en mi cabeza, poco a poco intenté desterrarte de mi mente y corazón... o al menos eso pretendí. Y como intento, creo que era un buen primer paso para salir de ese hoyo en el que me encontraba, a causa de esa enorme depresión motivada por tu indolencia.

Ya pasados esos cinco o seis meses, volvimos a retomar contacto -valga la aclaración, por iniciativa tuya- y las cosas comenzaron a caminar "como antes". O al menos eso creí percibir en un comienzo. Bajo la promesa impuesta de tu parte, de nunca mencionar el tema nuevamente (eso de expresar que me gustabas y todo eso, no dejaba de hacerte sentir miedo y asco, según me lo contaste por mail, ¿recuerdas?). Pero como ninguno de los dos prometió enmendar sus respectivos errores, nuevamente caímos en alguna discusión cojuda por mis inoportunos celos o tu falta de atención hacia mí (¡carajo, era imposible no dejar de sentirme así!), nos "peleamos" y no volvimos a saber uno del otro por varios meses. Esa vez fui yo el que estaba cansado de ti, que me llegaba al trozo el poco interés que yo podía despertar en ti por cosas tan ridículas que ya ni me acuerdo en verdad, pero que igual me jodían. Ya no quería saber nada de ti, por lo menos en varios meses... pues estaba seguro que, tal y como la vez anterior, un buen día encontraría en mi bandeja de entrada un mail reconciliador de tu parte, dejando entrever implícitamente -aunque no con esas palabras- que te hice harta falta en todo ese tiempo. Que tu vida sin mí -como apoyo infaltable- era superflua, vacía... y que no esperabas las horas de comunicarte conmigo por teléfono para volver a vernos, máximo en una hora o dos. Grande fue mi sorpresa cuando las cosas no ocurrieron exactamente así.

Cuando hablamos por messenger, luego tantos meses incomunicados, dime ¿me contaste que tenías enamorada, como una advertencia a mis sentimientos? ¿Lo hiciste para que te felicitara, como bien lo hubieran hecho tus otros amigos babas? ¿Soltaste esa aclaración, casi al principio de tu conversa, acaso porque querías vengarte de mí, a sabiendas que me seguías gustando? ¿O simplemente contaste eso sin pensar, como haces casi todo en la vida? Vaya uno a saber por qué lo hiciste, sólo tú. Algunos amigos míos especulaban con ese hecho. Me decían que en tu veintiúnica conversación por messenger de aquel día, no dejabas de girarla en torno a la condenada tipa con quien salías, con la única intención de estregarme en la cara tu nueva condición. Que querías demostrarme que ahora le importabas a alguien más. Que hace tiempo yo había dejado de ser parte importante en tu universo, que mis celos, berrinches y demás huevadas te hinchaban las pelotas y por fin habías encontrado a tu media naranja, y que de ahora en adelante las cosas se conducirían de otro modo. Todo se resumía quizá a las dos últimas líneas de aquella conversación. ¿Cuándo salimos nuevamente para conversar? te pregunté ingenuamente. Y tú: Tal vez la siguiente semana... porque tengo que salir con mi flaquita.

Si la primera vez mi depresión había llegado hasta el fondo, ahora sencillamente ya no existía profundidad. Me sentí doble, triple, cuádruple... infinitamente traicionado. Imaginarte al lado de otra tipa, esta vez como tu enamorada, tu primera enamorada -esa oficial que tanto perseguiste desde que te conocí- era el dolor más grande que alguna vez imaginé soportar. Fue horrible, broder. Saberte de otra, imaginar que gozarías con ella de mil y un momentos que lamentablemente ya no compartirías conmigo... Carajo, ¿es necesario entrar en detalles de cómo me sentía? Si te es difícil comprender y lo quieres saber... en pocas palabras: IRREMEDIABLEMENTE RECONTRA CAGADO.

Los dementores no dejaban de dar vueltas en mi cabeza una y otra vez. Pensaba mil y un cosas en torno a ti, en lo bien que la pasarías junto a ella, en los momentos lindos que comenzarían a compartir... y créeme que varias veces rogué al Ser Supremo que, si yo iba a sufrir tan tremendamente por todo esto, pues que al menos fuera por causa de alguien que en verdad te mereciera: una chica de buen corazón que te comprendiese, que te ofrezca ese apoyo que tanto necesitabas, que escuche tenazmente todas las inquietudes que quisieras contarle, y que por lo menos tuviese la cuarta parte de atenciones -y eso ya es decir bastante- que yo tuve contigo, pues cuando así lo hice fue porque obviamente todo eso me salía desde lo más profundo del bobo, de forma sincera, natural, y sin esperar nada a cambio (¿o es que acaso lo dudaste alguna vez?). Que esa flaca que ahora estaba contigo, tuviese un corazón de oro, que te correspondiese de verdad, que no se burlara de ti, que te ayudase a desarrollarte como persona -pues siempre supe que eras un diamante en bruto al que solo faltaba pulir un poquito-, y que manejase una enorme paciencia para comprenderte, para quererte, para amarte y que desinteresadamente lo diese todo por ti.

[¡Por la polla de Mark Davies! Acabo de asomarme por el balcón de mi casa y ¿...acaso viajabas en un taxi que hace unos minutos acaba de pasar por la puerta de mi casa? O me estoy volviendo loco, o juraría que acabo de verte hace segundos, apoyado en la ventana derecha de ese vehículo, con la mirada perdida en la calle que da hacia a mi casa. ¿Te has dejado una barbita estilo candado y otra vez has afeitado tus velludos brazos, grandísimo hijo de la Luna? ¿Te vi realmente hace unos instantes, o es que estaré perdiendo de nuevo la razón por tu causa, maldita sea? En fin, este pequeño impasse acaba de tensionarme lo suficiente como para seguir escribiendo este post, que sinceramente no esperaba continuar hoy.]

Lamentablemente -y digo esto porque, por una parte me apenó cuando me enteré- me equivoqué. Tuviste un poco iluminado tino en escoger a esa comadre como girlfriend... a pesar que durante todo el tiempo que estuvieron juntos -medio año, aproximadamente- apenas recibí noticias tuyas. Ya no estábamos peleados, pero igual ya no te nacía volver a saber de mí. Ya no escribías, mucho menos llamabas (cosa que vanamente esperé aquellos días) y en verdad imaginé que ya no te hacía falta para nada. Pasaron varios fines de semana, feriados largos, interminables vacaciones... y nunca te diste un maldito minuto en escribirme, contando que tal vez te gustaría verme pronto. Obviamente supuse que la relación entre ustedes andaba de lo mejor, cosa que me ponía más infeliz, pero que igual... ello servía para sobreponerme y continuar adelante. El mundo no se acabaría por tu ausencia, mi buen amigo. Mucho menos por la partida -quizá sin retorno- de alguien que jamás me dio el más pequeño indicio que pudiese corresponder mis "retorcidos" sentimientos.

Pero como te decía, cuando por esas cosas extrañas del destino -o de los messengers que no sabemos manejar bien- te readmití en mi lista de contactos y de pronto volvimos a comunicarnos por chat, casi un año después. Y no pasaron muchos segundos para que tú mismo soltaras esa noticia que a pesar de todo, me interesaba saber. Sí pues, me peleé con mi enamorada y ya no estamos más juntos, o algo así fue lo que comentaste aquella vez, sin siquiera habértelo preguntado... y poco después eras tú mismo el que proponías volver a vernos un día de estos. ¿Qué mierda estaba pasando aquí?

Okey, recapitulemos. Estuviste de maravillas seis meses "desaparecido del mundo" con la fulana esa, luego se pelearon, terminaron, y pasaron otros seis meses más para volver a conversar tú y yo por internet. Y de pronto, en medio de la conversa, te colocas el cartelito-advertencia: "ojo, por si acaso ya no tengo enamorada, así que ¿cuándo nos vemos de nuevo?". Sí, precisamente a mí, que hacía un par de años atrás te había confesado que me gustabas. ¿Acaso te habías olvidado que me cagaba por ti? ¿Qué se supone que imaginabas me había ocurrido durante ese tiempo hasta este momento? ¿Que ya se me había pasado la ventolera y que ahora podíamos vernos como las huevas, como si nada hubiera pasado? Bien, hagamos de lado esas preguntas o pasémoslas por alto, y respóndeme entonces sólo esta: ¿por qué esperaste hasta terminar con tu enamorada, para recién tener los cojones y proponer vernos nuevamente? O sea broder, de por sí esta situación es algo poco normal de mi parte, lo sé... pero carajo, tú también aportas tu cuota de "extravagancias" -por decir lo menos- en esta situación.

En fin, luego de eso, me escribiste nuevamente al correo, soltando todo ese rollo que habían hackeado el tuyo y que tenías otro, que tu nuevo número celular era el bla bla bla y el de tu casa el bla bla bla... y que te enviara mis números para llamarme y salir juntos uno de estos días. Creo que no pasaron ni cuarenta y ocho horas, desde que me atreví a responder a tu correo y recapacitar sobre si hice lo correcto o no... cuando después de año y medio distanciados, volví a escuchar nuevamente tu voz por el hilo telefónico gracias a una grata llamada que tuviste a bien hacer a mi celular. Y no habían pasado ni treinta minutos desde que finalizó tu llamada... y ya estábamos nuevamente juntos, en plena calle, en uno de los supermercados esos, que antaño escogíamos para encontrarnos... por aquellos lejanos días que inconfesablemente me cagaba por ti y no dejaba de pensarte, desde los primeros rayos del sol hasta las tibias y largas noches en que oraba al Ser Supremo para que te acordaras de mí. Claro, en ese años nunca fuiste de nadie, eras un chico que jamás había ofrecido un abrazo de amor, un beso o una caricia apasionada a otra persona... pero ahora era diferente. Eras el EX de alguien, el que ya fue, el que en su reciente pasado regaló muestras de afecto que alguna vez consideré exclusivamente para mí: un tibio y fuerte abrazo, una furtiva llamada telefónica a altas horas de la noche, una que otra salida al cine, al café, al parque... mas caricias, besos y otras expresiones amorosas que nunca pude disfrutar de ti en todos estos años que nos conocemos, pero que tú ya habías regalado a alguien más que en ese instante ya estaba harta de ti y te había dejado solo. En camino a nuestro encuentro, no dejaban de asaltarme las dudas. ¿Aún la amarías? ¿La extrañarías, a pesar de haber terminado vuestra relación hacía seis meses atrás? ¿Me hablarías de ella, así no me interesara saberlo? Por eso, cuando aquella noche te divisé a lo lejos, ya no pude verte como ese "algo" mío, que tiempo atrás cuando me reconocía a algunos metros de distancia, corría hacia mí para darme un fuerte y riquísimo abrazo de oso, impregnando en mi ropa todo ese exquisito aroma tuyo que disfrutaba rodease todo mi cuerpo, tal y como siempre quise que ocurriera. Esos abrazos que, te confieso hoy, me arrechaban un culo, pero que no sé si lo notaste en todas esas veces que ambos los disfrutamos.

Por eso, cuando te vi esa noche me mostré indiferente. No porque lo hubiese ensayado, sino porque sentía que esta vez las circunstancias eran otras. Tus labios ya no eran puros, ya conocían el sabor de un beso, y eso no me hacía sentir muy bien que digamos. Además no quería quedar como el cabrejos que se siente feliz de ver a su amor imposible, porque por fin había acabado con su mostra. Igual me quisiste abrazar y me dejé mansamente, comentaste lo cambiado que según tú me encontrabas desde la última vez que nos vimos, y hasta te preguntabas por qué habría ocurrido (no podría darte una respuesta exacta, pero imagino que por los mares de lágrimas, la depre, las incontables pajas a tu nombre, los polvorines... algunos buenazos, otros no tanto, etc etc etc). Pocas horas después me preguntabas qué había sido de aquellos cuentos que alguna vez te comenté que escribía y relataban "nuestra historia". Por aquellos días -de mi primera depresión-, me ayudó mucho tener un blog en el cual volcaba todas mis penas e inquietudes (cosa que jamás se me hubiera ocurrido contarte antes) y que poco a poco había dado forma en relatos de lo que nos pasaba a los dos. Una especie de diario personal narrado como seudonovela, con esas pequeñas anécdotas que vivimos y que... muchos de los que lo leyeron aquí, lo siguieron semana tras semana, mes tras mes, cosechando inesperadas y positivas críticas. Escribirlo para mí, fue como una suerte de terapia (que por cierto, lo recomiendo a todos aquellos que estén pasando por una fuerte depresión, ¡ayuda como no tienen idea!) y me sirvió para sobrellevar mi situación de la mejor manera. Pero... ¿estarías preparado para leer siquiera un sólo párrafo de estas "escabrosas" líneas? Hasta ese momento pensé que no, y no imaginaba la idea de compartirte uno sólo de esos escritos, pues supuse que era la peor idea que pudiera ocurrírseme. Te dije que quizá uno de estos días te compartiría algo de esos textos, mientras pensaba que quizá una buena alternativa sería alterar el contenido de ciertas partes "no tan convenientes", para luego imprimirlas y mostrártelas el día que tuviese los suficientes cojones de hacerlo.

La cosa fue que, luego de ese encuentro una noche de julio del 2007, de pronto te volviste detallista, pues parecía que volvías a interesarte por mí. Las llamadas, los mails, los mensajitos al cel, los regalitos (o ya, bueno.. el Círculo de Transmutación ése, que nunca entendí del todo por qué me lo regalaste), las saliditas nocturnas -otra vez- a esos parques, como si compartiéramos algo que nunca perdimos... todo eso empezó de nuevo. Tener noticias tuyas se convertía en una rutina de por lo menos tres veces por semana, y uno de los mejores cumpleaños que tuve en mi vida fue aquel en el que me invitaste a tomar un lonche en ese ficho y estrafalario café llamado Starbucks. ¡Coño! De pronto te comportabas con detalles que pocas veces te había visto. Prácticamente te desconocía, a comparación de esos meses en que no apareciste un carajo en mi vida. Y lo bueno de todo esto es que, ya no me cagaba tanto por ti (bueno, al menos no tanto como en esas épocas en que casi me tiraba del puente por llamar tu atención), pero igual me gustaba estar contigo y pasarla bien, juntos. Los dos, a solas, en el café, en el parque, en la calle... y tú apoyado en mis hombros y caminando de lo más feliz a mi lado. Sí, ya sé que esos gestos no tienen nada que ver con las mariconadas que tanto aborreces, o que hipotéticamente te estuvieras templando de mí. Pero... putamadre, si en esos días te hubieras atrevido a pedir mi mano, palabra que te presentaba a mis viejos como mi dorima oficial y que se joda el mundo si no les parece.

Ya era una costumbre leer un mensaje tuyo en mi cel cada semana. Que querías verme otra vez esta noche después de clases, que si tenía tiempo un día de estos para volver a encontrarnos, que ya debíamos pactar una cita inmediatamente después de los exámenes finales, que te disculpe por no haberte manifestado en mi cel estos últimos doce días porque no tenías saldo para llamarme. ¡Por la reparimpampú...! Yo no te pedía una puta explicación por no reportarte conmigo, pero igual me soltabas toda tu lista de actividades, como si sintieras cometer una enorme falta por no saber de ti más de siete días. Y déjame decirte algo: si con actitudes como esas no se disculpa un enamorado ante su pareja, pues no sé cómo diantres se maneja una relación y por tanto soy un ignorante de mierda.

Y ojo, valga siempre la aclaración: recuerda que todos estos gestos los tuviste con alguien que tiempo atrás te había confesado que le gustabas. ¿Sabías entonces muy bien lo que estabas haciendo, maldito condenado? ¿O es que te gustaba jugar con fuego conmigo?

Bueno pues, todo marchaba sobre ruedas aquellos no tan lejanos días. Llamabas, escribías, nos veíamos... y todo siempre bajo iniciativa tuya. No se me ocurría proponerte nada antes porque, temía -dada la experiencia anterior- que si bajaba la guardia y comenzaba a obsesionarme contigo, todo ese rollo nefasto volvería a ocurrir. Por eso nunca te llamé en esos días, nunca te busqué... porque tú solito venías a mi encuentro y... ¡putamadre! Eso me halagaba como no tienes idea... hasta que pasó lo inevitable.

No fue una chica esta vez la que nos separó, sino mi ego. De pronto me asaltó el valor para compartirte lo que había escrito en mi blog, que tantas buenas críticas había recibido por parte de varios amigos lectores. Y es más, con quienes tuve la suerte de conversar personalmente sobre el tema, hasta me animaban para escribir algo sobre ellos mismos en algún episodio, lo que fuere... para luego, al subirlo a la red, leyeran extasiados bajo mi habitual redacción, lo que se me hubiese ocurrido acerca de estos curiosos admiradores. Mi pequeño ego, mas las tremendas ganas de compartirte mis experiencias, fueron las responsables de compartirte mi blog y su correspondiente lectura (la cual por cierto, no sé si llegaste a leer del todo), sin saber que esto terminaría por llevarlo todo al mismismo carajo.

Quizá no fue una buena idea hacerte leer algunos episodios, pero si he de ser franco, no me arrepiento de habértelos mostrado. Te los enseñé, porque quería saber tu opinión acerca de todo lo que había escrito, teniéndote a ti como protagonista (y que más de uno de mis fieles lectores envidiaba en ocupar tu lugar en mis historias), si es que había exagerado en los hechos, en describirte lo más fielmente posible, en captar tus palabras exactas, en no perder el norte al detallar que eras un chiquillo sencillamente adorable, simpático, atractivo... y con unas enormes ganas de amar y saberse amado. Y mientras varios lectores me comentaban que al escribir sobre ti, lo hacía de forma pulcra e interesante, de pronto tú, la inspiración absoluta de todos mis textos, de mis aprensiones, de mis temores y anhelos... Tú, el mismo "angelito dulce" (otra expresión robada de mi compadre), me decía que todo estaba muy bien, muy chévere... pero lo que allí relataba, te parecía por lo menos asqueroso. Que te sorprendía que despertase en ti tantos sentimientos turbadores, que no pensabas enterarte de tantas cosas que ni imaginabas yo sentía -en ese entonces- por ti. Supongo que te habrás sentido frikeado, palteado... y otra vez la mula al trigo, te desapareciste y ya no supe más de ti.

Bueno, me lo esperaba. Sabía que luego de leer algo de mi cosecha, no recibiría precisamente el premio Pulitzer o las palmas honoríficas de tus manos. Pero si algo me enseñó el tiempo fue que, lo mejor que se podía hacer en estos casos, era sencillamente esperar a que las aguas se calmen. A que asimilaras las cosas... además, ¡por Dios! Tampoco es que hubiera escrito depravaciones repugnantes en mi blog (¿o si?). Aún recuerdo lo turbadora que te resultó la siguiente frase: ...deseando una vez más tu cuerpo, querer asirlo contra el mío y abrazarte deliciosamente por detrás. De sólo recordarlo, no puedo evitar sonreír. ¿Qué imaginabas cuando leíste ese fragmento? ¿Cómo interpretaste aquella escena que tanta paltas te había generado? Quizá debí ser menos explícito al momento de redactarla... o acomodarla para que entiendas de mejor manera lo que quería expresar de ti, evitando así jocosas (mal)interpretaciones.

Te escandalizaste por mis textos y estabas en tu derecho. Quizá si alguien hubiera escrito cosas semejantes sobre mí y las hubiera compartido en un blog, lo mínimo me hubiese sorprendido. Así que dejé que pasara el tiempo, esperando que las cosas se calmaran, pues estaba seguro que tarde o temprano volvería a tener noticias tuyas. Y no pudiste escoger mejor (¿o peor?) fecha... que el mismísimo 14 de febrero de este año que ya se nos va.

Toma nota: estabas frikeado por mis lascivos relatos, pero no se te pudo ocurrir mejor forma de manifestarte, que "saludarme" por el Día de los Enamorados (y de la amistad, para los más plantas) para saber de mí y... "te mando entonces un abrazo por el día de la amistad". Si cuñao, cómo no. Dos meses desde la última vez que nos vimos personalmente... y esperaste justo una fecha tan "pintoresca" para llamarme al cel. Ahí si entonces, aproveché la ocasión y después de mucho tiempo, me atreví a pedirte que nos viéramos personalmente, minutos más tarde. Creo que comentaste que estabas de paso, porque te ibas al gimnasio... entonces con mayor razón te pedí que accedieras a mi pedido de acompañarte hasta allá, aunque sea para hablar un par de cosas. Y es que en verdad, me encanta verte cuando vistes de buzo ¡grandísimo cabrón!


De más está detallar que cuando te veo haciendo ejercicios te ves tremendamente apetecible (no sé cómo ningún hombre se ha atrevido a mandarse contigo antes, ¡en serio que te ves fuertote!). Me hubiese gustado acompañarte a los vestidores, para ganarme cuando te cambiaras de ropa (por cierto, ¡hubiera sido de putamadre!) pero no era lo adecuado (aunque ojo, ganas no me faltaban). Si me gané en cambio, con un viejo mañosón que no dejaba de despegarte el ojo mientras asolapadamente observaba tus ejercicios en varias máquinas de ese gimnasio. ¡Hijo de puta! Si se hubiera atrevido a tener el más mínimo contacto contigo, te juro que me transformaba mismo Keanu Reaves en Matrix y le sacaba la gramputa a punta de patadas voladoras, por pendejerete y mirón. ¡Qué se habría creído! Intentar coquetearte en mi presencia, como si yo estuviera pintado o no existiera... Felizmente la cosa no dio para más y horas después te acompañé por última vez, caminando hasta tu casa. Un tibio y desganado intento de abrazo fue lo último que recibí de tu parte aquella noche (hasta el día de hoy) y no volví a saber de ti en todo el resto del 2008.

De ahí, nuevamente cero mails, cero llamadas, cero mensajes de texto. Según me confesaste después, ello se debía a que aún te sentías afectado por mis textos (¡Carajo! Tanta vaina por unos relatos que no eran la gran cosa). Y por esas cosas de la vida, nos cruzamos las caras tres meses después, en plena calle: tú con tus amigos... y yo con los "míos". Mi saludo fue frío e indiferente (¿Qué esperabas? Verte al lado de un par de molestos tipos y unas tremendas cuchufletas un sábado por la noche, en plan de "nos vamos de juerga, pásame la botella..." era digno de aplaudir?), pues era lo mínimo que podía sentir después de ver tan triste espectáculo. Tú, en medio de un grupo en el que francamente no encajabas nadita, con la platita que tus viejos te habían dejado en el bolsillo y listo para gastarla en discotecas, porque simplemente te ibas de putas. Y encima las fachosas de mierda esas, ni siquiera te empelotaban una miserable conversación en los breves minutos que nos topamos por aquella avenida. Pero así te gusta vivir pues, eres de los que gasta un huevo de plata en complacer caprichos cojudos de tipejas-corrientes-aprendices-de-copetineras, que de antemano saben muy bien con que huevón cagón pueden pasarla de lo lindo una noche de sábado. Así te gustan pues, que te sangren por cojudo. Tú mismo has bromeado de eso con tus amigos, así que no te piques si te sentiste herido por este comentario. Ráscate nomás y sigue leyendo.

Como que ese hecho me hizo entender que, la gran cosa ya no eres. De pronto, cuando te conocí a tus dieciséis, esas cojudeces se te podían perdonar porque eras el rechazado del colegio, el freak del barrio, el mocoso monse al que las flacas no le dan bola por X, Y, o que sé yo. Pero ya te ibas por los 22, cholo. Y en vez de avanzar, retrocedías. O sea, te verás recontra fuertote o todo lo que quieras, pero... con esa conducta de aniñado huevón, sin nadita de calle o sentido común, puta... le bajas las ganas a cualquiera. En fin, es tu vida y tú mismo sabrás cómo conducirla, si bien o mal... o como un huevas.

Pasaron dos meses más, y en plenas vacaciones de medio año se te ocurre llamarme al cel. No te quise contestar porque la verdad, si quieres que te sea franco, me llega soberanamente al pincho que te acuerdes de mí cada seis meses, sólo por vacaciones. O sea, que cuando estamos en clases, no envías un carajo en mensajes de texto o mails, pero que faltando una semana para volver a la U, de pronto se te ocurre vernos en una hora o dos, en el parquecito de siempre. Eso me parece más como una patética jugada de "último recurso" (¿o me vas a decir que no?): que revisas tooooda tu agenda, jodes a toooodos tus amigos... y cuando ya no tienes a nadie con quien salir y estás más aburrido que nunca en tu casa, entonces recién te acuerdas del don Cojudo ése, que cada vez que llamas (o mejor dicho, que algunos años atrás llamabas) iba corriendo presuroso a tu encuentro. No pues, huevón. Esos tiempos ya fueron. ¿Cuánto me pagas tú por ir a darte el alcance cada vez que te da la gana... y a las quinientas, para variar? Nada, ¿verdad? ¿Cuándo me dijiste que nos viéramos para pasarla juntos, los dos, en un telo o en otro lugar privado, a pasarla de la putamadre y explorando de forma deliciosa nuestros cuerpos? ¿Cuándo me propusiste pasar una noche juntos, solos, los dos, en una cama, uno junto al otro, así sea sólo para conversar, durante toda la noche? ¿Cuándo me diste la más leve esperanza de que, si me portaba bien contigo, me dejarías besar siquiera tu frente o me dejarías acariciar tus manos, tus muslos, o besar tu torso, tu ombligo, y quién sabe... todo lo de más abajo que quisieras que bese, acaricie o pruebe del sabor de tu piel? ¿Nunca me lo sugeriste, verdad? Jamás se te ocurrió desearlo, o siquiera pensarlo. Pues déjame decirte huevas, que jamás dejé de desear ese momento. Momento hipotético e improbable, es verdad. Pero que igual, no me parecía justo que, con varios años de conocerte, jamás me hubieses concedido un privilegio de esos... pero que a esa tipa con la que sólo estuviste cuatro meses, ya le dejabas que te haga a cada rato los golo-golos que le venga en gana... y pa' concha, a tu domicilio.

Volviendo al punto, cuando lamentablemente me pasaron tu llamada, no sabía qué responderte. Accedí en un principio a volver a vernos, pero minutos después, me di cuenta que me era imposible salir de casa. Entonces fui yo quien te mandó un mensaje de texto, sugiriendo que mejor nos viéramos en mi domicilio, con toda tranquilidad y seguridad. Entonces tu cerebro de otaku monse trabajó a mil por hora y de seguro te invadió el miedo de pasarla juntos, a solas, en ese antro de perdición que seguramente imaginas que es mi casa, y entonces respondiste con otro mensaje diciendo que "mejor lo dejábamos para otro día". ¡Cagón de mierda!

Para tu información, oye tú... primor de inteligencia: esa tarde sólo estábamos en casa mi viejo y yo. Por ende, no podía dejarlo a solas, pues él es un hombre ya entrado en años. Y mi idea era, si aceptabas mi propuesta, pasarla juntos tú y yo en el segundo piso, mientras alternadamente podía vigilar los pasos de mi papá en la primera planta. Así que ese cuadro que seguramente imaginaste, en el que al ingresar a mi casa te arrancaba el pantalón y acababa por romperte el culo sin piedad, sólo existió en tu adefesiera imaginación (¿Ya ves? Para eso miras tanto anime, para imaginarte huevadas, nomás). A menos claro, que pienses que mi viejo es un alcahuete de mis perversiones y se hubiese prestado a la cochinada. Pero, acaso era necesario haberte comentado ese detalle por SMS? Decirte algo así como "ven a mi casa sin miedo, porque por si acaso, mi viejo también estará, así que no tienes nada que temer". ¿Era obligado aclararte que, si quería verte en mi casa, tenía que existir alguna "supervisión adulta" que garantice tu seguridad para que te puedas sentir tranquilo? ¿Tan terrible era el concepto que ahora tenías sobre mí? Igual, ¿acaso no fuiste tú mismo, quien hacía doce meses atrás, me llamaste un sábado por la noche para acompañarte en tu casa, pues te habían dejado completamente solo?

Aún recuerdo esa bendita noche. Con toda tu casa a oscuras, salvo la cocina, donde me esperabas con unas viandas, y recontra feliz de pasar un buen rato junto a mí (si, si... imagino que en plan de patas, conversando de esto, de aquello y nada más). Allí estábamos los dos, a solas, cenando juntos, iluminados únicamente por las bombillas de tu cocina. Y más allá, el umbral de la puerta que daba a otras estancias... completamente a oscuras. Divisé tu confortable sala, lista y dispuesta a ser el escenario perfecto para departir un interesante episodio entre tú y yo. Te pregunté si no te preocupaba el hecho que, siendo ya la medianoche casi, tus viejos regresaran y no supieras cómo explicar mi presencia en tu casa. Me respondiste que no, con toda la naturalidad del mundo, que no había ningún problema en explicarles que todo se debía a que me habías invitado a pasar la noche contigo, y que si la ocasión se prolongaba, podía quedarme allí hasta la mañana siguiente.

Aun no podía creer lo que estaba pasando. Los dos allí, solos, en la ocasión perfecta de que ocurriese cualquier cosa entre ambos. Tu mirada cruzándose insistentemente con la mía... y yo volviéndome a derretir como en el pasado por tus ojos de niño travieso, a un pequeñísimo paso de armarme del valor suficiente para tomar tus manos entre las mías y tal vez ensayar un torpe beso en nuestros labios... hasta que sonó mi maldito celular. Esa llamada me obligaba a volver a casa urgentemente, y no me quedó otra que abandonar tan encantadoras circunstancias para ir hasta mi casa volando, por una imprudencia que no viene al caso comentar ahora, pero que lamento mil veces hasta el día de hoy, no haberla previsto en su momento.

Y bueno, ¿acaso no fue idea tuya -sí, tuya- pasarla juntos ese sábado por la noche, en tu mismísima casa, a solas... hasta el día siguiente? De haber ocurrido así, tal vez hubiera compartido tu habitación -que ya me es familiar-, tus pijamas, quizá hasta tu misma cama (¡Coño! ¿Por qué no pudo volver a ocurrir otra invitación como esa, desde aquella vez?) ¿Qué miedo entonces podías tener de mí, si tantas confianzas nos teníamos de un tiempo a esta parte? Sigo pensando en que te haces demasiadas paltas por lo que pudo haberte impresionado de lo que leíste en mi blog, si es que fuese esa la razón de tanto despelote. Ya habían pasado varios meses desde que leíste esos dos o tres episodios... y de pronto te comportabas como si fueras nuevo, como si nunca te hubieras olido que me gustabas, que alguna vez te lo había dicho, que tiempo después me buscaste para seguir viéndonos, y que... pa' concha, esperaste un 14 de Febrero para manifestarte y saludarme por tan huachafa festividad.

Y bueno, digamos que al shotear esa invitación a mi casa con mi viejo, "arruiné" nuestra última oportunidad de volver a vernos este 2008, pero no por mi culpa, sino por tus estúpidas aprensiones. Igual, a estas alturas ya me daba lo mismo, y poco a poco comencé a desligarme de ti, de tu presencia, de extrañarte, de pensarte... y comencé mi vida sin contratiempo alguno. Y en estos últimos seis meses, créeme que no me fue tan mal. Me fue bien en la U, salí por ahí con un par de puntas "a pasarla bien" y disfrutando sin problemas de algunos vacilones (y no como antes, cuando después de cada polvorín, me deprimía por no tenerte a mi lado). Y no te lo digo por botarme, pero en este año habré cautivado la atención de un par de corazones... que a decir verdad no me interesan mucho, pero que al menos me hacen ver que hay otros peces en el mar. Y ni decirte de los nuevos amigos que he ganado a la fecha. Parece que poco a poco les he comenzado a caer bien, y ahora hasta se toman la molestia de mandarme mensajes de texto o llamarme al cel, por la sencilla razón de querer verme, salir juntos a conversar y ver qué tal. ¿Que si lo hacen porque yo les gusto y me esperanzo por tener algo con uno de ellos? Es muy prematuro afirmarlo... además que, si bien algunos de ellos están bien simpaticones, a decir verdad les falta algo de carácter. Los noto medio dependientes a sus ideales, su personalidad no es precisamente arrolladora como la tuya... pero te llevan la enorme ventaja de tener los pies bien puestos sobre la tierra. Anyway, siento de alguna forma que ellos me necesitan... y yo también siento necesidad de tenerlos. Y mira tú, después de mucho tiempo que puedo afirmar algo así... más o menos desde la época en que me topé contigo por primera vez.

Hace un mes que tú y yo nos vimos las caras por última vez. Lamentablemente en penosas circunstancias. Todo el día sábado estuviste llamando a mi celular y a mi casa... y sinceramente, no quise responderte porque como ya te dije, no me gusta que te acuerdes de mí sólo para pasar el rato, porque tus otros amigos te han fallado. Y cuando por la noche nos encontramos ya sabes dónde... ¡Carajo! Apenas me sonreíste y me saludaste como si fuese un extraño. Por poco y hasta podría jurar que en ese momento maldijiste que me apareciera en tu delante. Te vi notoriamente incómodo por tenerme frente a frente (¡después de tanto tiempo!) y apenas balbuceaste un par de palabras, para después comentar que te ibas con tus amigos... dejándome parado allí, como un soberano cojudo, y nuevamente con la cabeza hecha un lío porque... ¡Putamadre! ¿Cuándo terminaré de entenderte? Me inquietas por cel, me saludas por el messenger, me llamas, me escribes, me buscas... y cuando por fin nos vemos las caras... de pronto te largas y me abandonas como un perro luego de olfatear su cagada. ¿Puedes decirme grandísimo huevón, por qué mierda te comportas así conmigo? ¿Qué carajo pretendes con todo esto? ¿Por qué coño me buscas, si al parecer sigues sintiendo, no sé... asco, miedo, dudas... cada vez que me tienes enfrente? ¿Por qué me sigues buscando conversación cada vez que me topo contigo por messenger? ¿Por qué pretendes que, luego de esos desplantes tan cagones que has tenido conmigo, me comporte contigo como si nada hubiera pasado, pretendiendo ser los "amiguitos de toda la vida" que según tú, nunca dejamos de ser? ¿Acaso no borraste mis fotos de tu Hi5, donde un año atrás rotulabas con harta pompa, nuestros nombres en los eventos que juntos habíamos compartidos? ¿Acaso ya no recuerdas que en todo este año, no me escribiste un puto mail, contándome siquiera que seguías vivo?

Okey okey... imaginemos por un momento lo siguiente: yo no te intereso, te llega al huevo lo que sentí alguna vez por ti y todo ese rollo que te paltea enormemente. Bien, hagamos memoria: ya no te jodo llamandote al cel, ¿verdad? Hace ya muchas lunas que tampoco llamo a tu casa. Ni siquiera se me ocurrió enviarte un correo misio estos últimos meses, porque en verdad ya no me nace hacerlo. ¿Para qué, si tú seguías tu vida de lo más normal? ¿Para preguntarte por enésima vez, cuándo nos volveríamos a ver, y que otra vez me respondas que no tienes tiempo, que tal vez un día de estos, que estás ocupado con tus estudios y cosas de la facultad... pero que al mismo tiempo no dejas de sentirte feliz por compartir momentos chéveres con tus nuevos amigos? Ya pues, cholo... más claro ni el agua. Tendría que haber sido un patético de mierda para seguir insistiéndote con el mismo rollo. Ya no me cago por ti como antes, físicamente me seguirás gustando... pero qué se le va a hacer, pues. Tú tienes tu vida y yo tengo la mía: entonces lo mejor es dejar las cosas como están.

La pregunta entonces cae de madura: ¿Para que coño me sigues insistiendo, ya sea para conversar por messenger, por cel o por otros medios? ¿Qué carajo te impulsa a seguir fregándome la paciencia? ¿No me dijiste alguna vez que mis mails te stressaban, te aburrían, te sacaban de quicio porque una y otra vez te describían lo mismo? Ya pues, te doy todo ese enorme espacio que tanto anhelaste. Tienes esos amigos -tan monos ellos- con quienes juerguearte, con quienes pasarla bien, con quienes hablar de hembritas -por cierto, ¿qué cosa podrías hablar tú acerca de hembritas, con una gavilla de morbosos machistas?-, de seguro de acá a un tiempo te caerá otra que te empelote y quizá hasta dures más tiempo con ella que con la anterior, viajas a costa de tus viejos a donde te da la gana, consideras a una mancha de puntas que no conozco "tu otra familia" (grado que por primera vez ostenté en tu vida ya varios años y que hoy ya borraste de nuestros recuerdos), y hasta eliminas mis fotos de tu álbum de Hi5. Entonces mocoso huevón, si quieres desaparecer cualquier vestigio de mí, ya sea porque te parezca espeso, porque seas homofóbico o porque sencillamente nunca fui del todo tu tipo, ¿POR QUÉ CARAJO ME SIGUES JODIENDO?

Pongamos las cosas claras: alguna vez me cagué por ti, es cierto. Vivía pintando pajaritos imaginando una hipotética vida juntos. Pero a cinco o seis años desde que todo ese rollo comenzó, ya no pues. Tus actitudes me enferman, me llegan al pincho. Me jode que te comportes como un huevón -mismo perro sin dueño-, rogando a una sarta de pollinos que te acepten como sea en su recua... transformándote para ello en una especie de mutante, algo así como el mocoso-zanahoria-juerguero-borrachoso-de-ventidos-años-que-no-le-importa-nada-y-que-por-cierto-ya-no-es-tan-mocoso. Si te gusta esa vaina, allá tú. Aunque a decir verdad, permíteme decirte que lamento esa actitud tan pobre de espíritu que has tomado para manejar tu existencia. Lo que es yo, sigo mi camino de lo más normal, extrañándote un poco, es verdad.... pero felizmente ya no bajo esos límites patológicos que conociste alguna vez. A lo más, si quieres que sea súper franco, te recuerdo en mis pajazos (¡Si, soy un pajero convicto y confeso... y dudo mucho que no lo seas tú también!), en esos sueños húmedos que por momentos me invaden antes de dormir e imagino tu cuerpo desnudo, recostado a mi lado... mientras alucino con el roce de mis mejillas en tu cuello y hombros, en ese riquísimo y velludo torso (¡tremendo recurso que te manejas!), en besar cada centímetro de tu pálido, amplio y delicioso abdomen. En probar con mi lengua el exquisito hoyuelo que manejas por ombligo, en escudriñar cada milímetro de tu piel y colmarla de toda clase de besos y caricias... complaciéndote en todo, absolutamente todo lo que se te ocurriera pedirme.

Sería bacán que eso ocurriese alguna vez, pero como tampoco me jalo los pelos por que suceda, sigo tranqui nomás. Porque de seguro en estos momentos, debes de estar maquinando alguna estratagema para que una nueva fulana -de esas que tanto te gusta perseguir hasta hacerte perder la dignidad- se interese por ti... si no es que te encuentras viendo otra de tus mongazas películas de anime, dibujando nuevas figuritas de manga para tu fólder, jugando con la computadora esos espantosos games on line, o buscando más información acerca de ese superhéroe favorito tuyo, que cada vez que lo leo en tu nick, no deja de parecerme recontra faltoso para los años que ya te manejas.

En fin, quizá cuando tengas las ideas claras y te animes a conocer mejor las cosas... o a tomarlas más en serio, pues aquí me tienes. No para que me cuentes tus últimas paparruchadas, la de tus "interesantes" amigos, o tus nuevas desventuras junto a las aspirantes a bataclanas esas, que tantas neuronas y plata te hacen perder. Eso hace tiempo que ya me aburrió de ti, y si intentas hacerme perder el tiempo con esos rollos, mejor anda a contárselos a tu ex, que de seguro opinará lo mismo que yo al escuchar ese tipo de babosadas. Si me buscas de nuevo, que sea por algo que verdaderamente valga la pena, que sea recordable, sublime y especial. O que sea para disfrutar únicamente y exclusivamente de ti.

Ojalá captes el mensaje.