domingo, 27 de noviembre de 2005

Juát!!!

Cambiando por un momento de tema, he decidido en esta ocasión responder una encuesta (sí, otra encuesta) que encontré en una revista de estos lares. Para quienes no viven en Lima, les diré que los "derechos reservados" de este interrogatorio pertenecen a una publicación chismosona dedicada exclusivamente a la farándula local (Magaly Te Ve se llama la revista en cuestión). Y si bien es cierto que estas preguntas son única y exclusivamente dirigidas a populares luminarias del mundo del espectáculo... pues como que en estos momentos ayudaría mucho a oxigenar este rincón, que de un tiempo a esta parte se ha tornado "algo" diegocéntrico.

Y bueh... este interrogatorio no me pareció tan incisivo, sorprendente, ni nada del otro mundo, pero ayuda a pasar el rato creo yo. Espero en el mejor de los casos que también los entretenga mientras lo escudriñan. Ahí les va.

¿Cuál es tu mayor atractivo?
Ja, ja ja... comenzamos con las preguntas capciosas. Creo que mis ojos, al menos eso me dijeron alguna vez.

¿En que te gustaría reencarnarte?
En una linda y genial canción pop.

¿Qué es lo peor que has hecho en una borrachera?
A ver... la más fuerte de todas pasó en el 94 ó 95 creo. Me la pasé libando y bailando salsa como loco toda la tarde con reverendas desconocidas, pero lo más feo ocurrió camino a casa: la pasé vomitando en una combi llena de gente (¡qué roche!).

¿Cuál es el regalo más huachafo* que te han hecho?
No sé si llamarlo huachafo, pero una vez me regalaron un CD original (mi regalo ideal, dicho sea de paso) de un disco de Queen (Queen II) hace unos años atrás. En toda mi vida lo habré oído unas tres veces, nada más.

¿Cuál es el piropo más original que te han dicho?
Me lo dijeron ayer: "Eres un enviado de Dios".

¿Cuál fue el mejor día de tu vida?
Uno de los más fuertes candidatos sería la primera vez que asistí al Matsuri con Diego (sí, ya estaba demorando mucho sin mencionarlo ¿no?).

¿Cuál fue el peor día de tu vida?
¿El peor? La verdad que no lo he pensado, he tenido varios días malos, eso sí. Pero aunque suene curioso, en estos momentos no recuerdo alguno.

¿En que lugar jamás harías el amor?
Casi en todos los lugares donde lo he hecho hasta la fecha.

¿Con quien te gustaría tener un romance?
Consuma lo que el Perú produce: cada vez que lo veo en pantallas, Carlos Cornejo me despierta el animal que llevo dentro.

¿Qué harías con el dinero, si te sacaras la lotería?
Pago mis deudas, las de mi familia, los colmaría de las comodidades que en algún momento se privaron. Y ahorrar pan para mayo.

¿Dos libros que llevarías en un viaje?
Uno de Isabel Allende y otro autobiográfico de algún "pintoresco" personaje de la farándula peruana.

¿Qué parte del cuerpo le ves primero a un hombre?
Siempre los veo de la cintura para arriba. En serio.

¿Con que slogan te venderías?
No lo dudes, elígeme.

¿A que le tienes miedo?
A la soledad absoluta.

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* Huachafo (sust.) persona cursi, ridícula (sust. huachafería, acto huachafo), según la web
Jergas de Habla Hispana (Perú)

domingo, 13 de noviembre de 2005

Trago Amargo (En Diez Sorbos)

I

Me siento mal. Terriblemente mal. Incluso anoche he tratado de dormir tal como siempre, pero como un castigo divino me he despertado cada veinte minutos y con el sueño espantado. Y por más que lo intentase, sencillamente no podía descansar. De alguna forma u otra volvían nuevamente estos malditos pensamientos que me asaltaron anoche y que me impulsan a escribir en estos momentos.

Maldito Diego (sí... él para variar). Todo comenzó exactamente hace siete días, cuando después de cuatro meses y medio, vía messenger resolvió cortar su distanciamiento conmigo y "decidió" que las cosas volvieran a ser como antes. No puedo negar que tal idea me pareció buena Y sobretodo de que partiera de él mismo, bajo ninguna presión o intervención de mi parte. Hasta allí, todo ok.

Cuando horas más tarde de aquel chat, hace una semana nos volvimos a encontrar personalmente luego de tanto tiempo, la cosa fue sorprendente. Para variar, llegando tarde a la cita (algo nada fuera de lo normal en él) pero asombrosamente con unos ánimos y actitudes de lo más naturales para conmigo. Aquel mocoso que un par de meses atrás me había pedido nos distanciemos por el bien de los dos, que decía sentir miedo y hasta asco de mi presencia, definitivamente no era el mismo al que tenía al frente en ese momento. Incluso hasta me abrazó como siempre, tanto cuando nos encontramos como cuando nos despedimos, poco más de media hora después.

Esa tarde hablamos -habló más él, mejor dicho- de cualquier estupidez, nada en particular. La verdad que yo me moría de nervios de que algo malo pasase. No sé, quizás que en algún momento se comportase algo perturbado conmigo... ustedes entienden. Después de mi "declaración", obviamente las cosas no podían ser las mismas, ni mucho menos pensé que esto podría sobrellevarse tan normalmente, como si nunca hubiese ocurrido. Cosa que sorprendentemente Diego hizo. Sencillamente para él, todo esto fue como si nunca hubiese sucedido y nuestra cita no paso de ser una de las tantas que alguna vez sostuvimos, como en nuestros mejores tiempos. Y la verdad, no quise arruinarla tocando el espinoso tema que nos separó meses atrás.

Para no hacerla larga, les diré que acabando nuestra cita ese domingo -sin conversar de un tema verdaderamente relevante que transmitir en estas líneas- y antes de despedirnos, una vez más me preguntó si la próxima semana contaba con mi presencia en el Matsuri de este sábado 12. Le expresé mis dudas (¡carajo, en ese momento tenía dudas hasta de donde estaba yo parado!). No sabía qué decir, sobre todo por los prejuicios (míos, valga la aclaración) de que todavía pudiese acarrear mi presencia, ya sea por lo que le dije alguna vez, o yo mismo... o qué se yo. La situación era confusa y la verdad no sabía qué responder.

Con tono algo suplicante, Diego comentó:

"Vamos, ve. Por favor..."

Mierda. Ahora sí que las cosas estaban más confusas... pero ¿cómo podía negarme ante un pedido así, de quien más de una vez me robó el sueño y hasta me hizo conocer uno de los sentimientos más sublimes que pueden existir en el universo? En ese momento, tomé pues mi decisión, aunque guardé la respuesta junto a mi compostura, sellando el final de este encuentro con un tibio abrazo de despedida y sobre todo, con una esperanzadora perspectiva hacia el futuro.


II

Durante los próximos siete días la duda no dejaba de corroerme. Sí, ya sé. Sueno como disco rayado, pero no me pueden culpar. Ustedes no saben muchas cosas que han pasado entre Diego y yo durante estos últimos tres años. Como cuando mi fijación por él fue tan fuerte que no había día en la semana en que no me comunicara con él -ya sea por teléfono o cualquier otro medio- acordando la habitual y correspondiente cita de rigor. Ni qué decir cuando en algún momento por su parte, él me consideraba en TODO. Cada vez que se sentía mal anímicamente o algo malo le ocurría, pues no dudaba un segundo en llamarme para que esté a su lado y mandar juntos al carajo a toda esa gente y malas vibras que sólo nos amargaban la existencia y muy por el contrario, alegrábamos nuestros breves y valiosos momentos juntos, única y exclusivamente con la presencia y apoyo incondicional del uno al otro.

La cosa se volvió tan adictiva que creo que en algún momento sobrepasé la raya y obviamente ello lo perturbó. De pronto un buen día me di cuenta que yo cumplía más con él, que él conmigo. Cada vez que me necesitaba, presto yo acudía a su llamado, sin embargo pocas o nulas veces ocurría lo mismo cuando de alguna forma yo lo necesitaba. Ello me enervó y en un momento dado se lo hice saber.

Para no alargar la historia tanto, les diré que esa actitud desigual y el hecho de que yo se lo haga notar, le incomodó. Y muy por el contrario comenzó a distanciarse más de mí, pues por momentos mis actitudes "le hacían sentir algo de miedo", recordándome que "solo éramos amigos, nada más" y no otra cosa que pudiese parecer "algo raro". Su respuesta me chocó, me hirvió la sangre. No pude evitar sentirme ofendido y hasta me parecía injusto que hiciera ese deslinde, sobre todo porque con eso disimulaba su grandísima falta de dejarme a la deriva en los momentos que me hubiese gustado tenerlo a mi lado, apoyándome.

¿Resultado? Diego decidió cortar por lo sano y ante mis justificadas aprensiones, un buen día hasta se atrevió responderme al teléfono espetándome de que no lo busque, lo llame o le escriba nunca más. Touché.

Claro, tiempo después reconsideró su decisión, aunque deba aclarar que durante todo ese tiempo en que nos mantuvimos distanciados (unos seis meses aproximadamente) de nada valieron mis e-mails, llamadas, visitas a su universidad o lo que fuere. Su actitud fue incólume. Sencillamente no quiso volver a saber de mí, según él porque la situación entre los dos le parecía que se estaba tornando medio "extraña" y que por ello prefería cortar por lo sano.

Sólo queda agregar que por ese entonces, fueron los seis meses más desgraciados de mi existencia.


III

Las dudas me asaltaban. Poco más de un año después, las cosas ya no eran como antes. ¿Qué amenaza de "sentimientos raros" podían existir ahora entre los dos, si abiertamente en junio de este año, en un arrebato de ira, por fin y de una buena vez le dije al mocoso éste de que me gustaba? Me cagaba de miedo cuando lo hice, pero en honor a la verdad, ya estaba harto de que las cosas se manejasen así, con el maldito fantasma de "Mauricio El Gay Pervertido" rondándonos y amenazando en cualquier momento nuestra cada vez más alicaída relación amical. Si Diego quería distanciarse de mí, pues que lo haga por una buena razón, por algo que por último era verdad. Así con ello arruine todo y mande al diablo también estos últimos tres años juntos: una colección de preciosos momentos como también de tragos amargos y terribles sinsabores.

Y cuando se lo dije (cobardemente por messenger, creo que jamás lo hubiera hecho en persona) supongo que eso lo espantó. Habría entrado en shock, se traumatizó o quizás le pareció lo peor que hubiera podido esperar de mí. Y después de ello, muy temerosamente se despidió, cortó muy solemnemente toda comunicación conmigo, al parecer de forma perenne. No volví a tener contacto o noticia alguna de su parte desde aquel 17 de junio... hasta hace siete días, este domingo 6 de noviembre.

Fue durante este periodo cuando me escribió una sucinta carta a comienzos de septiembre, explicándome que no sabía qué decirme, que se encontraba aturdido sobretodo por haberle confesado algo tan delicado:

"...Bien sabes lo mucho que te agradezco por todo el tiempo que me has prestado, horas de estudio, paciencia, entre otras cosas. Y de que te estimo, te estimo; pero me perturba lo que me dijiste esa última vez acerca de la afinidad medio fuera de lo normal que tuviste conmigo (sabes de lo que hablo). La verdad me da miedo y hasta asco también, porque lo intuí alguna vez. Por eso me alejé una vez de ti y lo hago ahora porque en todo el sentido de la palabra me da miedo. Más te digo lo siguiente, no quiero ser para ti tal vez una dependencia psicológica, ni quiero que tu seas una para mí. Así que pienso que como hemos decidido está bien, de esta forma los dos podremos crecer como personas..."

Obvio que este mensaje tenía un sabor a despedida. Por ahí que uno que otro amigo me dijo que la cosa era ya definitiva. Que no guardase esperanzas, que lo más normal era pensar de que Diego ya no volvería a acercarse a mí nunca más y que deje de esperanzarme en quimeras. Eso quizás fue lo que más me descorazonaba y cada día que pasaba me encontraba más y más seguro de que efectivamente, ya no volvería a saber más de él.

Fue por eso que su reaparición me tomó de sorpresa. Más aún cuando comentó a grosso modo de que quería que las cosas volvieran a ser como antes, como si nada hubiese pasado.

¡Quien lo hubiera creído!


IV

Estos últimos siete días las cosas marchaban de forma inusitada. Jamás pensé que pudiese vivir una situación así. De pronto tenía a Diego como si nada, encontrándomelo por messenger un par de veces, hablándome muy tranquilamente y sondeando si contaba -sí o sí- con mi presencia para el Matsuri del día sábado. Parecía que de todas formas este chico estaba realmente interesado en que yo asistiera a la fiestecita en cuestión. Afortunadamente y con los pies en la tierra, le contesté que , que era muy probable que acuda y que bueno... que no coma ansias, que no valía de nada ser impetuoso y a esperar tranquilamente el bendito sábado.

En un momento dado no pude evitar el preguntarle cómo tan de la noche a la mañana había cambiado de actitud y prácticamente me exigía que lo acompañase al Matsuri, si meses atrás me había escrito cosas no tan optimistas que digamos. Respondió algo así como que durante todo este tiempo que nos conocemos, yo había sido muy bueno con él, que estos últimos meses me extrañó y que sentía la necesidad de que las cosas volvieran a ser como antes. Robó mis palabras y agregó algo así como que prefirió tomar mi última "declaración" como producto de una mente confundida. Que no valía la pena echar por la borda algo tan bueno como nuestra amistad y bueno... a seguir para adelante.

Vaya actitud, la verdad me sorprendió. Quizás hasta me dio un poquito de esperanzas al respecto, aunque no me encontraba tan seguro de volver a sentir lo mismo por Diego. Esa actitud tan amistosa me despertaba algo de sospecha y hasta por momentos me aterraba, sobre todo por venir de quien viene: del mismo mocoso que cuando más de una vez me hacía tocar las nubes, no tardaba en alcanzarme un pesadísimo yunque para hacerme caer aparatosamente y estrellarme al piso hecho una grandísima mierda.

¿Sexto sentido que le dicen?


V

Sábado 12 de noviembre, 3:00 pm. Una llamada telefónica. La primera de Diego desde... ya no recuerdo cuánto tiempo la verdad. Supongo que la última fue cuando acordamos para irnos a un balneario al sur de Lima a finales de febrero de este año. Quién diría que ahora sería yo el que respondería de manera casi "rutinaria" tal llamada, cuando meses e incluso años atrás, por esperar una fucking llamada suya oré, supliqué, maldije y hasta sollocé. Los tiempos cambian, qué duda cabe.

"Vas a ir ¿no? Yo iré más o menos a eso de las 5.30 porque voy a recoger a unos amigos antes... por fin, llegó el día... washoi... washoi..." fue su curiosa declaración telefónica.

Quien llegó, poco antes de esa hora al AELU (lugar donde se celebra el Matsuri) fui yo. Cuando entré al lugar, no pude evitar desviar la mirada una y otra vez tratando de ubicar a Diego. No lo puedo negar señores, en ese momento me sentía tan feliz la verdad, que si me lo hubiese cruzado en ese instante, no dudaba en abalanzarme hacia él y abrazarlo muy fuertemente... hasta de levantarlo, girando juntos e infinitamente, tal y como suelen hacerlo las parejas en las series o comedias cursis que se ven en el cine y en la tele. Busqué y busqué... más no lo hallé. "Vaya, ya llegará" pensé. Me entristecí del hecho de que esa emoción inicial se apagara algo por este percance, pero no permití que ello me amilanara, mucho menos que arruine esta fiesta. Una fiesta que en algún momento consideramos Diego y yo como algo nuestro, como si fuese nuestro cumpleaños simultáneo, nuestra ceremonia secreta, nuestra fiesta cómplice... y media hora de tardanza no podía arruinar esta gran noche. ¿Nuestra? gran noche.


VI

Habría pasado casi una hora desde que llegué y ni rastros de Diego. No pude evitar entonces llamar a su celular y preguntar dónde diantres se encontraba. La muchedumbre cada vez se hacía más numerosa y me jodía la idea de saber que a lo mejor Diego ya estuviese dentro del AELU y que sencillamente no nos podíamos encontrar por estar en plan de buscarnos el uno al otro en medio de tanto gentío.

"Todavía no llego, voy a demorar un poquito porque recién estoy pasando por unos amigos. Dime ¿hay mucha gente ya?"

Pregunta estúpida. Eran más de las seis de la tarde, el ambiente comenzaba a oscurecerse y por ende era más difícil ubicar a alguien en estas circunstancias. La gente no cesaba de abarrotar los ambientes del local cada vez más. No podía evitar sentirme más frustrado. Regresé entonces al lugar donde se celebraba el espectáculo no sin seguir buscando con la mirada y de cuando en cuando algún rastro de Diego o de uno de sus amigos con los que algunas veces me crucé en años anteriores, pues era lógico que si veía a alguno de ellos, de hecho que podía darme razón de donde se encontraban reunidos todos.

La verdad, no podía disfrutar del espectáculo, pues cada vez me encontraba más intranquilo. Salí de mi asiento una y otra vez tratando de ubicar a Diego. Sé que él no es bueno buscando a la gente en medio de tanta muchedumbre, ni mucho menos posee de visión "a largo alcance". Yo tampoco tengo vista de lince, pero no podía quedarme de brazos cruzados y continué mi búsqueda recorriendo cada una de las estancias del inmenso AELU, pues sabía que tarde o temprano Diego no tardaría en aparecer.

Entre las siete ú ocho de la noche aproximadamente y luego de varios intentos por seguir buscándolo entre la muchedumbre, por fin lo encontré. Estaba de espaldas conversando con una parejita. No me sorprendió encontrarlo comiendo, mucho menos que estuviese acompañado de una chica. He tenido la suerte de conocer a una amiga suya en este mismo evento años atrás, muy buena onda y que para nada era una amenaza. Además, vamos... esta noche era una noche diferente. Por fin Diego había llegado y no dudaría en saludarme y "comenzar" la noche oficialmente.

"Ella es una amiga de la universidad, permíteme presentártela..."

Mierda, a esta cojuda no la conocía.

"Y él es mi amigo que también es de la universidad..." concluyó.

Observé a los dos, estudiando sobre todo a la maldita guarra. La típica ridícula que con celular en mano, hace/recibe llamadas o lee los mensajes de texto de sus "múltiples" amigos que en ese preciso momento le están enviando y que le da ese inconfundible aire de muchacha estúpida y superficial.

Luego de las presentaciones de rigor, me sentí como un invitado de piedra. Por su lado, hablando de lo más felices y tranquilos ellos tres, sobretodo Diego y la tipeja en cuestión. Parecía como si yo estuviese pintado en ese grupo. Y mientras la ridícula amiga de Diego llamaba por su celular a Dios sabe quién, comentando que tenía poco tiempo para quedarse en la fiesta (¡lárgate pues cojuda!), el amigo de Diego explicaba algo risueño que la tardanza en haber llegado al AELU se debía a que la muy insensata "no sabía qué ropa ponerse" y eso los llevó a demorarse más de la cuenta (¡!).

"¿Ya no hay asientos disponibles para ver el espectáculo no?" preguntó Diego.

"Claro pues imbecil, si te demoras un culo por esperar a esta babosa de mierda, qué esperabas" me dieron ganas de escupirle como respuesta. Me mordí la lengua y apenas hice un gesto negativo con la cabeza.

"¿Estas molesto" se atrevió a preguntarme por su parte la insolente e igualada ésta, cuya sola presencia me llegaba a la punta del glande.

"No cojuda, me pongo así sólo cuando putas como tú me cagan la noche", pensé mientras se me venía a la cabeza la idea de que, de no haber sido por culpa de esta maldita infeliz, Diego hubiese llegado a la hora acordada y sin ningún problema, como para alcanzar a conseguir los asientos respectivos y disfrutar juntos del espectáculo.

Me revolvió el estómago pensar que Diego no sólo se había tomado el trabajo de buscar (desde muy lejos, al parecer) a la mentecata ésta que trajo al lugar. Y no sólo eso, sino que ni siquiera se haya tomado la molestia de ubicarme, a sabiendas de que con mi llamada telefónica a su celular, sabía que lo estaba esperando en un determinado lugar de la fiesta. O lo que era peor, que le daba lo mismo que yo esté ahí paradote a su lado, esperando siquiera que me pregunte en qué sector del local me encontraba, para ubicarnos juntos (ya, qué importa... que traiga a la horrorosa compañía que arrastraba consigo) y disfrutar del espectáculo.

Pero nada. Su atención la tenía fija en la ridícula ésta. Apenas pude escuchar que la tipeja le comentaba estupideces sobre cosas y gente de su universidad supongo. Y Diego concentrado única y exclusivamente en lo ésta le decía, como si de algún personaje importantísimo se tratase. Bien podía partirme un rayo en ese preciso momento en sus narices y ni cuenta se hubiera dado. Apenas volteó un rato y me compartió un bocado de una melcocha que no sé que era y que por lo visto Diego y la susodicha estaban disfrutando desde que llegaron al lugar, hace ya buen rato. Lo acepté e inmediatamente capté la figura del asunto. Definitivamente en esta escena quien sobraba era yo. Y obviamente hubiera sido ridículo que siguiese como un imbecil parado al lado suyo, cuando cada minuto que pasaba Diego me seguía ignorando escandalosamente.

"Debo volver a mi ubicación. Tengo compañía y no puedo dejarla sola" le dije.

Respondió algo así como que él tampoco podía hacer lo mismo e inmediatamente di media vuelta y me largué de su "grupo". Durante el camino escupí aquel bocado insípido que me había ofrecido por lo amargo que había resultado. Aunque no tanto como la maldita actitud que nuevamente Diego estaba tomando conmigo. Una especialidad que hasta el momento nadie en este mundo ha podido superarle: la de hacerme sentir como una basura absoluta.


VII

Los minutos y las horas pasaban. Había llegado el momento del brindis con el tradicional sake. La verdad, estaba hecho una pinga, maldiciendo mi perra suerte porque una vez más, le había dado gusto al maldito mocoso éste de hacerme sentir mal. Si esto hubiese ocurrido en cualquier otra noche o lugar, la verdad poco o nada me hubiese importado. Pero coño, estábamos hablando del Matsuri. Hasta esa noche, había creído ciegamente que esta era una fiesta especial para él y para mí. Qué mierda.... está bien. Acepto que a lo mejor Diego y yo nunca llegaremos a ser algo. Eso es más que evidente, pero putamadre... esta noche era especial. Siempre ha sido una noche que nos ha acercado más. Que reafirmaba nuestros lazos amicales, cuasi fraternales. Una noche en que nada, absolutamente nada, podía salir mal, salvo la vez en que el año pasado, por oscuros motivos (relativos seguramente a nuestra "tensa" situación de ese entonces, ver trago "II") prefirió no asistir y por mi parte yo cometí el masoquista acto de acudir sólo, y luego del brindis de rigor, lamentádome a mares por su ausencia, no aguanté más. Tomé un teléfono público y lo llamé casi suplicantemente expresándole lo desdichado que me sentía sin su presencia y que en esos momentos me sentía un ser desgraciado, quizás el peor de este planeta, acabando la escena tirado boca arriba en una de los asientos del estadio del AELU mirando el oscuro y frío cielo, bajo los efectos de los varios vasos de sake que había consumido y que amplificaban aún más mi profunda tristeza.

Por un momento pensé que a lo mejor quien estuviese tomando las cosas de forma algo egoísta era yo. Diego había traído a ese par de chicos a la fiesta y bueno, lo más probable era que no podía dejarlos solos a su suerte, en medio de la celebración y sólo para irse conmigo (aunque en años anteriores ya había obrado de esa misma forma con sus otros amigos -los que yo conozco- sólo por el simple hecho de querer perderse conmigo por ahí). El momento del brindis se acercaba y no quería ser yo el inmaduro que arruine la foto, el aguafiestas que siempre echa a perder la navidad. Una vez más, salí de mi asiento y me di el trabajo de ubicarlo, tragándome el orgullo y mal rato que me había hecho pasar momentos antes, para hacer nuestro tradicional brindis y quien sabe, a lo mejor con una fotito de recuerdo por ahí.

Tardé en ubicarlos. Al parecer los chicos éstos se perdían de un lugar a otro. Conociendo a Diego, era más que probable que lo encontrase junto a uno de los expendedores de sake. Dicho y hecho, lo hallé junto a uno de ellos, al lado siempre de su amigo, quien mantenía una prudente distancia de los acontecimientos, más no así la susodicha tipeja, quien no cesaba de robar la atención de Diego, contándole sabrá Dios qué otras idioteces más.

Acotación necesaria. Todo esto que estoy contando puede sonar con cierto sabor a celos, de que me arda la idea que una simplona y corriente tipa me robe la atención de Diego o algo por el estilo. La verdad, no me jode la idea de que Diego pierda su tiempo con una tragabolas del montón como la que se tomó la molestia de traer esa noche (con quien por cierto, no pasa nada... ni como para considerarla algo "agraciada"). Lo que SÍ ME JODE es la idea de que ME IGNORASE CASI TODO EL TIEMPO. Que para Diego lo mismo le daba que estuviese al lado suyo, al costado, o de cabeza, que me coma el tigre, haciendo maromas... o lo que fuere. Sencillamente para el muy bastardo lo mismo le daba que yo estuviese paradote ahí como imbecil o de que me esfumase. Apenas me dirigió la palabra un par de veces para brindar. Por compromiso acepté, pero nada más.

Minutos después, la "orden real" de la (no tan) niña fue de querer ir al baño. Obviamente, el galante Diego no podía dejarla sola y la acompañó. Sugirió entonces que yo los siguiera. O mejor dicho, de declararme oficialmente ser su huelepedos particular de la noche, mientras él por su parte cumplía la honorífica misión de ser el huelepedos oficial de su amiguita. No lo toleré y con un gesto, algo fastidiado, le dije que mejor los "esperaba" aquí mismo, donde nos encontrábamos parados en ese instante. Acto seguido, Diego dio media vuelta y desapareció entre la muchedumbre junto a su trouppe.

Volví pues, nuevamente a mi asiento con el hígado hecho puré. Pero recapacité y me repetí a mí mismo que no podía permitir que esta estupidez me arruinara la noche. Continué "disfrutando" del espectáculo de baile y música que se presentaba en ese momento, aunque por momentos me alcanzaba la ira de recordar que este maldito imbecil se había esmerado precisamente una noche tan especial como la de hoy para hacerme sentir así. Como una mierda, una vez más.

Los efectos de los vasos de sake que momentos antes había consumido, comenzaron a surtir su embriagante efecto.


VIII

El ambiente comenzó a disiparse. Ya había ocurrido la exhibición de los mikoshis y poco o nada quedaba por ver ya... Decidí entonces ir al baño a cumplir con las necesidades fisiológicas que obligan la ingesta de licor. Para cuando salí de allí pude observar arriba en el estadio, a ese grupito tan lindo que había convertido esta noche en algo inolvidable. Allí estaban Diego, su amigo y su "simpática" compañera. Para variar, mi adorado binomio prosiguiendo la interminable conversación de horas atrás (creo que el amigo de Diego se habrá sentido igual que yo -de haber aceptado a quedarme con ellos- haciendo de imbecil pintado y mudo testigo de estos vergonzosos acontecimientos). Con el poco valor que aún me ofrecían los vestigios del sake que aún corría por mi organismo, subí a las gradas del estadio exclusivamente a conversar con el miserable en cuestión. Interrumpí su gratísima conversación con la tipa, le hice un gesto para que viniese a donde estaba yo para conversar más privadamente y le vomité por fin esa horrible sensación que tenía atravesado en la garganta desde que lo vi esta maldita noche.

Le increpé acerca de su maldita actitud. Me parecía un absurdo que después de todo este tiempo en que estuvimos separados, fuese él quien me buscase para volver a ser amigos. Y no sólo eso, que una y otra vez, ya sea por messenger o por teléfono, me jodiera con que le diese una respuesta confirmando mi asistencia a este Matsuri. ¿Para que mierda llamó a mi casa preguntando si iría, cuando luego, teniéndome frente a frente, sencillamente me ignoraba y se comportaba de esta forma tan baja conmigo? Putamadre, a esa cojuda de su universidad la ve todos los días. A mí ¿cuántas veces en todo el año me ve? Diego sabía muy bien el significado de esta fiesta para mí, pero eso sencillamente poco le importó a la hora de venir a traer a una tipa con la cual única y exclusivamente mantenía conversación por casi toda la noche. ¿Para eso quería que yo viniera? ¿Para ser testigo de tamaña estupidez? Lo más lógico es pues, pensar que si va a venir con su gente y no tuviese tiempo de conversar conmigo... ¿entonces para que mierda tendría que preguntarme e interesarse en que si yo asistiría también a una fiesta en la cual SE LUCIÓ de ignorarme absolutamente durante toda la noche. ¿El plato frío de la venganza acaso?

"¿Sabes? Estoy harto de tus arranques de hembrita despechada" fue lo que más o menos puedo resumir en su "inteligente respuesta". Y Dios sabe que tuve oportunidad de armar una escena de antología en ese momento, pero no quise darle gusto. Aunque pensándolo bien, si había un momento para hacerlo, pues era precisamente ese instante, delante de su par de amigos y embarrándolo de mierda hasta el cuello, echando su tan bien cuidada reputación por los malditos suelos. En pocas palabras, su más cruel pesadilla hecha realidad.

Mas no lo hice. Me di la media vuelta y me largué del lugar. Debo acotar que por unas milésimas de segundo antes, Diego hizo lo mismo y podría jactarse con justa razón de que me dejó con la palabra en la boca.

Maldito sake que aturde nuestros reflejos, carajo.


IX

La fiesta ya estaba por concluir. Para cuando mi fiel (y única) acompañante me pidió que le acompañase un momento a los servicios higiénicos ya todo estaba dicho. Observé por un momento la cima del estadio por donde minutos antes Diego y yo sostuvimos nuestra última conversación. Ya no estaban ni él, ni mucho menos alguno de sus "alegres" acompañantes. Ya poco interesaba volver a encontrarme con él una vez más. Las cosas estaban claras, de eso ni vuelta que darle. Esta era la noche de Diego y la tipa que trajo consigo para la ocasión. Y esto no lo podía cambiar nada, ni siquiera si se hubiese estrellado en ese mismo momento un cometa por nuestras narices.

Pero el destino juega sus pasadas de la forma menos imaginable. Y sin quererlo, ni mucho menos haberlo planeado, de pronto nuevamente nos encontramos todos (sí, todos) juntos. Tomé esto entonces insulsamente como una buena señal... A lo mejor podríamos acabar la fiesta juntos, todos, de la mejor manera. ¿Por qué no?

- ¿Y a donde van? - fue mi ingenua pregunta.
- Mi amiga ya se va y vamos a acompañarla... -respondió Diego.
- Pero regresan ¿no?
- No, ya de acá cada quien para su casa...
- (¡!)

Mierda... grandísima mierda. MALPARIDO DE MIERDA... BASTARDO HIJO DE PUTA...

Se largaron, dejándome con un sabor amargo. Terrible y abrumadoramente frustrado.

¿Alguna duda sobre la actitud olímpicamente desdeñosa que Diego tuvo para conmigo durante toda esta noche?

Sin comentarios.


X

Anoche no he podido dormir. Ni bien llegué a casa cuando acabó todo, me dieron ganas de escribir volcando toda la maldita ira que me provoco esta miserable noche. Mas me ganó el cansancio y opté por ir a la cama, esperando que todo esto se borrase de mi mente por lo menos unas horas, dejando el campo libre a Morfeo. Sin embargo cada media hora despertaba, haciendo casi imposible conciliar el sueño. O bien no podía dormir, o cuando por fin lo hacía, me asaltaban pensamientos de esta funesta noche. Hasta soñé dos o tres veces con el maldito Diego apareciéndose en medio de la muchedumbre de gente de este Matsuri, desplantándome una vez más... no queriéndome hablar, comportándose tan basura como siempre.

Luego de dos o tres veces de despertar de estos malditos sueños, prendí la luz y miro el reloj. Mierda, no eran ni las cuatro de la mañana. Quiero dormir, quiero que se me borré de una maldita vez los recuerdos de esta infausta noche. O lo que es mejor, que se borre de una buena vez la imagen del maldito Diego de mi vida, pero para siempre.

Una vez más, me siento hecho una mierda. Mucho más mierda que nunca. Aunque esto ya no debería de extrañarme la verdad. Espero comprendan y disculpen queridos amigos lectores que me haya extendido demasiado en contar todo esto, pero bueno... este es un trago amargo, muy amargo para quien escribe y la verdad me siento tan solo y miserable que ya ni sé qué pensar o expresar a estas alturas.

Solo espero superar este aciago momento pronto, muy pronto... ojalá que de la mejor manera y de una buena vez.

lunes, 7 de noviembre de 2005

Otra Vez

Hasta que por fin se decidió y regresó. Luego de meses en tensa espera, este domingo 6, pasadas aproximadamente unas horas del mediodía, me sorprendió enterarme de su retorno a través de la red.

Para nadie es un secreto que este regreso era un deseo largamente acariciado por quien escribe, aunque muchos lo considerasen desde una inútil pérdida de tiempo hasta una grandísima aberración. Mas no puedo evitar reconocer que esta reaparición me tomó como un baldazo de agua fría, sobre todo por la forma cómo tiempo atrás decidió desaparecer y mantener un perfil bajo (por no decir inexistente) quizás de manera temporal, quizás permanente.

Pero no, no me refiero al personaje de la semana Alberto Fujimori y su sorpresivo retorno a la palestra pública, sino a nada más ni nada menos que al mismísimo Diego, quien sorpresivamente decidió poner punto final al lúgubre aislamiento al que me tuvo acostumbrado por más de cuatro meses y por fin se atrevió a dirigirme la palabra (previa desbloqueada de su messenger, seguramente) tratando de iniciar una conversación con un tema que sabía muy bien concitaría mi interés.

"¿Vas a ir al Matsuri?" fue su ingenua pregunta.

Carajo, un cúmulo de ideas me cruzaron por la cabeza cuando de pronto lo vi tratando de querer conversarme desde su ventana, sobre todo porque en un último mail suyo, aclaraba muy bien que lo más preferible para ambos era dejar de depender sicológicamente el uno del otro, que el haberle dicho que me gustaba lo había frikeado al punto de sentir cierta repugnancia, mucho miedo y que por tanto lo mejor era permanecer alejados el uno del otro, sin visos siquiera de asumir esta decisión como algo temporal o definitivo.

En ese instante pensé -como la mayoría de muchos seguramente- que esa preguntita suya, luego de tanto tiempo se debía definitivamente al descarte. Obvio, "si me dice que va, no voy" o viceversa. Bueno pues, la cosa fue verdaderamente tan sorpresiva que ni siquiera se me ocurrió responder con un "buenas tardes" o "cómo has estado". Putamadre, algo que estuve esperando un huevo de tiempo... y no sabía cómo coño responder, qué mierda decir o cómo carajo actuar para no salir mal parado de la situación.

Al obtener de mí como respuesta cierta indiferencia sobre el tema, no le quedó otra cosa que agregar que por su parte, él sí asistiría. Y no sólo eso, sino que hasta se había atrevido a invitar a algunos amigos de su universidad y que por ello muy gentilmente hacía de mi conocimiento que si casualmente él y yo nos cruzábamos en esta fiesta...

"Sí, ya sé... seguramente 'sí te vi no te conozco' ¿no?"

Nada más alejado de la verdad. Al menos en ese momento Diego trató de ofrecerme la rama de olivo, sugiriéndo que de darse el caso, me una su grupo si es que nos cruzábamos esa noche (¡!).

No sé por qué, pero en ese momento no me pareció muy honesta tal proposición. ¿Cómo podía fiarme de alguien que meses atrás había confesado tenerme miedo, hasta asco... y que ahora, de buenas a primeras sugería que nos volviéramos a encontrar como si nada hubiera pasado? ¿Qué mierda estaba pasando? La verdad todo era algo confuso para mí. ¿Es que acaso se puede cambiar de sentimientos y actitudes tan de la noche a la mañana?

"La verdad estoy pensando en retomar las cosas a como eran antes" fue su respuesta, antes de que yo continuara especulando con respecto a su actitud.

Mierda, eso significaba muchas cosas. Muchas más dudas sobre todo de mi parte respecto a lo que estaba sucediendo realmente. ¿Que si todo el país estaba en ese mismo momento sorprendido por las últimas noticias sobre la llegada de Fujimori a Santiago de Chile? ¿Y a quién le importaba? Diego había decidido comenzar de cero, hacer de lado traumas, ideas y qué se yo qué otras cosas que habrán deambulado por su cabeza en estos últimos meses.

La cosa no era tan simple la verdad. Esto no puede compararse para nada con una relación straight en la que uno de los dos es rechazado por el otro y que después de todo continúan siendo amigos como si nada. No sé si me dejo entender. ¿Es posible "reiniciar" una amistad con Diego, sobretodo luego de haberle declarado tan "temerariamente" de que me gustaba? ¿Sabrá él acaso el riesgo que realmente asume con esta actitud, o es que sencillamente ha optado por el "borrón y cuenta nueva"? ¿No podría ser acaso que se haga el de la "vista gorda" e interiormente él sienta también que...?

¡Jesucristo! Este sí que es un espinoso tema. Escapa de toda lógica e idea que ya me había hecho estos últimos meses. En el sentido común de ambos o en alguna otra parte, debería de estar escrito que Diego ya no volviera a aparecer en mi vida, por lo menos en dos o tres años más; sin embargo él está ahora, aquí, sorprendentemente como si nada... y tratando de sobrellevar (¿o salvar?) una amistad que la verdad ya no tengo idea de lo que es en realidad.

Sinceramente, tampoco quiero arruinar esto, aunque con ello me trague las dudas que tengo al respecto, como por ejemplo qué opina del hecho de que me atraiga alguien como él, qué cosas siente verdaderamente por mí luego de este confuso episodio, qué lo empujó a retomar nuestra peculiar relación, saber si me extrañó con la misma intensidad que yo... o quizás lo más importante, si el asco y miedo que alguna vez declaró sentir por mí se esfumaron cuando descubrió que yo era tan igual que él.

La verdad, me quedo corto en mis divagaciones. Por lo pronto les puedo adelantar que ese mismo domingo en la tarde y luego de nueve largos meses... por fin nos vimos las caras nuevamente.

Ya habrá tiempo y espacio para hablar (o mejor dicho, escribir) al respecto... eso espero.