sábado, 15 de octubre de 2005

La Hele-Encuesta

Visitando uno de mis blogs favoritos (el de Claudia, curiosamente conocida también como Helefanta) me di con la sorpresa de que en uno de sus (no tan) recientes post, elaboró una suerte de encuesta para ser desarrollada (al parecer) por un grupo de ciber-lectores que cumplieran ciertos requisitos. La verdad, ignoro hasta la fecha si cumplo o no con tales requisitos y muy por el contrario, me tomé la libertad de responder dicho interrogatorio. Y no contento con eso además, hoy cometo la osadía de reproducirlo a continuación.

La idea de este cuestionario -como bien lo dice su autora- es responder sobre "curiosidades que surgen en este universo intercambiante de imágenes y palabras" en el que habitamos todos los bloggers. Ocurrencia que celebro e impulso, dicho sea de paso.

Hecho pues el aclare concerniente a todos los derechos de (su) autor(a), insto a todos aquellos que lean este cuestionario a que se tomen la molestia de responderlo en sus respectivos blogs, ya que siempre es bueno conocer un poquito más acerca de quienes estamos detrás de ellos. ¿O acaso no es ese también el propósito de todos los que tenemos un weblog colgado en el ciberespacio?

Finalmente (y no por ello, menos importante) aprovecho la oportunidad para enviar desde aquí un afectuoso saludo a Claudita, cuyo blog hasta la fecha sigue despertándome más de una curiosidad.

Los dejo pues a continuación, con la famosa Hele-Encuesta.

01.- ¿Qué relación tienen en común los dos blogs que administras? (* esta pregunta es elaborada por el propio administrador del blog y puede referirse tanto a él como a su propio blog)
Luego de formularme esta interrogante, recién caigo en que ambos blogs, en sus respectivos títulos hacen alusión al tiempo. Y mientras uno hace un viaje por el pasado y todo el tiempo transcurrido (bajo el irónico título de El Futuro Se Fue), este otro hace hincapié en el día a día, en el presente mismo.

02.- ¿Desde cuándo te gusta tu blog?

Creo que a partir del tercer post para adelante. Lo hace ver más consistente.

03.- ¿Qué es lo que más te gusta del hecho que lo comenten?
Los consejos, el afecto expresado en cada una de sus palabras y que lo sigan con interés.

04.- ¿Qué te hace linkear a una persona?
La empatía, el hecho de que me dejen pegado al "qué ocurrirá después"

05.- Si fueras un asesino a sueldo ¿Cuál sería tu alias?
No lo he pensado como para un asesino, pero creo que Ramiego no suena mal.

06.- ¿Cuál ha sido el comentario más lindo que te han dejado?
Varios, sería injusto señalarlos. Pienso que todos los que se han tomado la molestia de visitar, leer y comentar algo, merecen tanto mi retribución como mi más completa gratitud.

07.- ¿Qué post te ha hecho decir "je, cómo postee eso?"
Aún no lo publico, pero ya lo tengo en mente.

08.- ¿Cuál es tu post favorito? ¿Y el más criticado, comentado, elogiado?
Aunque no lo escribí con la intención de que me quedase como "para la foto", pero creo que "I Want You" (de mi otro blog) es el que por momentos me asombra, tanto por su extensión como por su elevada carga de honestidad al haber expresado de esa forma mis sentimientos más reservados y sobre todo, ante un arriesgado número de anónimos espectadores. Precisamente, sobre este mismo post, por ahí alguien dijo -en onda algo sarcástica, supongo- que le parecía digno de una novela made in Televisa o algo por el estilo. La verdad, no lo consideré tanto como crítica negativa, si hasta suavecito y casi casi como un elogio me pareció de que pensaran algo así.

09.- Si fueras presidente por un día ¿qué harías con los spammers?
Desaparecerlos, obvio. Aunque no se me ocurre cómo.

10.- ¿Alguna vez has posteado como anónimo para hacer una broma?
Alguna vez. Pero como broma, no tanto.

11.- Si reencarnaras en un spammer automático ¿qué dirían tus mensajes?
No me leas, elimíname.

12.- ¿Te has sentido platónicamente atraído a alguien por su blog?
Sí. Son los riesgos que se corren al ser blogger/ciber-lector.

13.- ¿Alguien se ha sentido platónicamente atraído hacia ti por tu blog?
No lo sé. Eso tendrían que responderlo otras personas creo.

14.- ¿Qué te haría cerrar tu blog?
El vivir (y publicar posteriormente) un final plenamente feliz.

15.- Si te encontraras en una botella a un genio ¿qué poderes especiales le pedirías para tu blog?
Tanto como especiales, no lo sé. Pero si me gustaría disponer de un servidor donde cada uno de quienes me visiten, descarguen gratuitamente y sin límites la música a la que hago alusión en mis comentarios.

16.- ¿Qué buscas en los blogs de otros?
Vivencias, conocer un poco más de otros puntos de vista respecto a determinadas situaciones que como seres humanos experimentamos.

17.- ¿Qué hace que no te agrade un blog?
El egocentrismo, la banalidad, la autocompasión en su más decadente expresión.

18.- ¿Algo escrito en tu blog te ha traído problemas en la vida real?
Aún no, pero estos últimos días pienso que en cualquier momento ocurrirá.

19.- Si estuvieras a punto de morir ¿de qué trataría tu último post?
Vaya... agradecimientos. Quizás uno que otro consejo y un sincero abrazo final.

20.- ¿Cuántos blogs de los Top 25 no te gustan?
Del único Top que me fío, es el de Policarpo Avendaño (mayor información, hacer clic aquí)

sábado, 8 de octubre de 2005

La Maldita Primavera Ha Llegado

Sábado 8 de octubre. Feriado. Mediodía y el resto de la tarde vislumbrándose con un sol esplendoroso. Pareciera como si el clima se hubiese empecinado en dar la contra a los pronósticos meteorológicos que decían que Lima no volvería a ver la primavera por lo menos hasta mediados de octubre e incluso bien entrado el mes de noviembre.

Los comentarios por estos días parecen consenso. Y no es para menos. "La mañana está paja" me dice un amigo. "La tarde está preciosa ¿te has fijado?" comenta otro más por el msn. "El día está riquísimo, como para salir a dar una vuelta y chelear por ahí" complementa uno más. No me queda más que darles la razón. Durante todos estos últimos meses, los días han estado tan igual como mi estado de ánimo. Nublados, grises, algo húmedos y por momentos tan agobiantes al dejar la sensación de estar viviendo el mismo día una y otra vez. Pero en estos últimos, el clima limeño ha decidido hacer un deslinde. Hasta la madre naturaleza se cansó de ser apática y dio luz a una nueva estación, la primavera. Así es señores, la maldita primavera.

Antes, cada vez que veía estos días "especialmente soleados", inmediatamente mi mente se remontaba a las épocas escolares, donde los chicos y chicas por fin dejábamos de lado esa horrorosa chompa gris que nos obligaban a usar, para dar paso a la frescura de la temporada y aparecernos únicamente con camisa y pantalón (o falda, para las chicas). Y es que también el efecto de la primavera se hacia sentir no solo en la vestimenta, sino también en otras áreas corporales (inevitable no recordar el olor de las "alicias", producto del calor reinante y a la falta de costumbre de algunos de no usar desodorante aún).

También esta época era indicativo de que ya vivíamos los exámenes finales, de que faltaban poco más de nueve semanas (¡nueve largas semanas!) para acabar las clases y dedicarnos por fin el resto del año (y hasta acabar el verano siguiente) a nuestra ocupación favorita: ¡huevear!

Inolvidables épocas en que, con el sol sobre nuestras cabezas, solíamos pasear en bicicleta, comprábamos nuestros marcianos de fruta, visitábamos a la patota para saber qué tal, planificábamos improbables escapes a la playa y soñábamos con la chica ideal que esta vez sí conoceríamos y con quien viviríamos un inolvidable romance de verano. Eran pues otros tiempos, cuando apenas vivíamos los primeros días del resto de nuestras vidas.

Tendría pues más de un motivo para alegrarme al tener nuevamente a ese mismo sol que alumbrara años atrás nuestros adolescentes sueños y esperanzas (con sabor a marciano de fruta). Ya los días no tendrían por qué ser tristes. El sol alumbra cada vez más frecuentemente deliciosas resolanas y más de un amigo me suelta el rollo de que debería aprovechar la tarde y salir a despejar la mente de tanto moho de tristeza acumulado estos últimos meses en el corazón.

La verdad, no es cosa sencilla. Si antes, los días de primavera me remitían a aquellos "años maravillosos" en que los que no tenía ni la más puta idea de lo que verdaderamente es (sobre) vivir y que precisamente, gracias a esa sabia e infantil ignorancia vivía de un pasado simplonamente feliz, ahora las cosas se ven completamente diferentes. Diametralmente.

Ya no soy aquel mocoso casto que pensaba que algún día me casaría y tendría hijos a los cuales engreír. Mucho menos aquel que esperaba cinco o seis años a lo mucho para realizarse profesionalmente y ejercer una carrera que enorgulleciese a la familia. No soy el muchachón que a los 26 años estaría trabajando cómodamente en un empleo rentable y paseándose en su carrito cerca a algún acantilado de Miraflores una tarde cualquiera, disfrutando del sunset junto a una simpática muchacha a la cual todo el mundo adoraría y a pocos meses de matrimoniarnos para cerrar con broche de oro dicha imagen perfecta.

Nada de todo eso que alguna vez imaginé, lo soy hoy por hoy. Absolutamente nada. Y esta maldita primavera me lo recuerda aún más. Sólo, sin pareja, mucho menos con un amigo cerca (pues la mayoría o han fugado del país o de su monótono estilo de vida que de alguna forma compartían conmigo, o sencillamente han fugado de mí). Sólo tengo a este sol tan "alegre" que llena de dicha y algarabía a muchos, pero que sencillamente no termina más que deprimirme aún más.

Sí, este maldito sol que me remite a aquellos días felices que viví hasta hace poco, un par de años atrás a esos paseos por Plaza San Miguel y sus alrededores. La brisa fresca de la tarde bañando mi rostro mientras cerraba los ojos y esperaba la milagrosa aparición de alguien que en su momento y sin siquiera imaginarlo, me hizo conocer de un sentimiento tan desconocido como especial. Este mismo sol, aquel mismo sol que nos acompañaba a los dos, varios sábados por la mañana de expedición a Larcomar, observando el mar y sorprendiéndonos paralelamente por su vasta inmensidad. O por las caminatas en las calles de San Isidro sin tener yo idea a dónde nos dirigíamos al final. Ese sol tan radiante que nos recordaba que las vacaciones apenas comenzaban, que siempre existía una próxima semana para volver a vernos, que la última fiesta del Matsuri estuvo de la putamadre, que por nada del mundo nos podríamos perder la del próximo año y que era una pena que faltase poco menos de un año ("tanto tiempo") para volver a asistir.

Maldito sol que me recuerda a tantas promesas incumplidas. A que no debía dejarme llevar tan fácilmente por alguien a quien apenas había conocido un par de meses atrás. Pero, qué diablos. ¿Acaso no dicen que sólo se vive una vez? ¿Qué de malo podía pasar para que todo entre los dos se echase a perder? ¿Acaso él no me había repetido más de una vez que me quería, que no quería separarse de mí por nada de este mundo, que pensaba en cada momento en lo que podría yo estar haciendo cada vez que me recordaba? ¿Acaso no me llamaba a casa por teléfono tantas veces para pedirme -e incluso rogarme- que estuviese a su lado en sus momentos más difíciles?

Si carajo, este maldito sol fue testigo de tantos encuentros furtivos aún a riesgo de desobedecer a sus padres. Un sol que en su momento marcaba para mí el inicio de una nueva era de la cual no tenía idea absoluta de cómo se conduciría, mucho menos de cómo iría a acabar. Un maldito sol cuyo reflejo incendiaba tanto el capó de los coches como la desgreñada alfombra negra en que se convertía la avenida La Marina aquellas tardes, hiriendo además nuestros ojos cada vez que la cruzábamos y que muchas veces anunciaba el preludio de otra temporal, pero inevitable despedida.

Un sol del carajo que bajaba su intensidad cuando poco antes del atardecer nos deteníamos en una esquina cercana y de pronto, frente a frente nuestras miradas sabían lo que debía ocurrir. Ni recuerdo como empezó aquella extraña costumbre. Creo haberla iniciado yo cuando en una de mis primeras visitas, cercanos los dos a aquella misma esquina, no pude controlar mis deseos y de pronto lo abracé tan efusivamente como nunca antes lo había hecho por alguien. En fin, creo que así comenzó... pero lo cierto es que ya se nos había vuelto una costumbre. Esa misma esquina, ese mismo sol, ambos testigos tantas veces de tan inocentes muestras de cariño. Mis abrazos algo sudados... y los suyos bañados además de una inconfundible fragancia for men. Silencioso yo, para evitar traicionar más mis emociones. Expresivo él, contándome mientras sentía su energía y calor alrededor mío, lo mucho que me quería, lo que comenzaría a extrañarme hasta nuevamente volvernos a encontrar... y hasta de pedirme que lo abrazase una y otra vez más, para alegría de los dos.

Hoy, este maldito sol también indica que se nos va el año. Y que también se nos vienen estas fiestas que para individuos como nosotros es una maldición, pues nos remite a tomar en cuenta quienes se "acuerdan" de nosotros. O lo que es peor, quienes ya no quieren recordarnos.

Estos meses que se nos vienen serán de felicidad para muchos, incluso para aquellos que pensaban como yo, hace buen tiempo atrás, que la vida era poco más que sueños esperando ser cumplidos. Hoy por hoy, esta temporada primaveral -y por lo menos hasta fines de este año que se nos va-, poco de terapéutico tendrá para quien esto escribe. Acabo de enterarme la fecha del próximo Matsuri (12 de noviembre) y no pudo ocurrírsele caer en un peor momento. Me encuentro pues ante el dilema de asistir y dejarme abatir por los recuerdos que esta fiesta arrastra consigo (sobre todo la de una irreparable ausencia difícil de superar hasta hoy), o de no ir y lamentar en casa lo que pudo haber sido un buen fin de semana recordando tan grato ambiente y lo que comenzó a significar en mi vida desde hace unos años atrás.

Lo que fuere, el reloj está corriendo y el calendario avanza ya en cuenta regresiva. Poco más de treinta días. Treinta días en que, si me voy a la Luna hasta esa fecha, o pase lo que pase por último, viviré una vez más esta singular y endémica tristeza que ha venido acompañándome estos últimos meses y que ya se encuentra decidida a quedarse (por lo visto) un buen tiempo más.

Y este maldito sol, que no deja de aparecerse, tal como en aquella primera o segunda ocasión en que ambos caímos juntos al AELU un sábado por la tarde y que sin querer marcaría por lo menos una de nuestras vidas.

Hoy ese maldito sol ha vuelto.

Hoy, esa muda y solitaria esquina sigue allí.

Hoy, el importuno Matsuri volverá.

Pero maldita sea...

Hoy, él ya no está aquí.