miércoles, 9 de mayo de 2007

F/F


Aunque parezca mentira o una curiosidad insólita, hasta hace unos pocos días no sabía de la existencia de la palabra fan-fic, ni tenía la más remota idea de lo que pudiese significar o consistir. Y todo a raíz de cierto libro que anda circulando por la ciudad, cuyos comerciantes aseguran se trataría del séptimo libro que daría fin a la saga de historias de Harry Potter, cuya autora es la británica Joanne Kathleen Rowling (Jotaká para los amigos), una de mis escritoras favoritas durante estos últimos meses.

Sobre el punto en cuestión, ya una página especializada en el tema se ha dado abasto en aclarar que el último libro de Rowling (Harry Potter and the Deathly Hallows) aún no se encuentra oficialmente a la venta en idioma español y que la obra titulada Harry Potter y la Sombra de la Serpiente (que sorprendentemente ya está a la venta en varias ciudades latinoamericanas), se trataría de una novela espuria elaborada como pasatiempo por una fanática "potteriana" y que bajo ninguna circunstancia intentó comercializar su trabajo, tal como presuntamente lo vienen llevando a cabo ajenas e inescrupulosas manos.

Al punto. Este desconocido hábito (para mí) de "tomar prestados" personajes de ficción y escribir sobre ellos todo lo que se nos ocurra, se denomina fan fic (una mejor e ilustrativa idea de lo que consiste este "novedoso" género, puede encontrarse en la definición que ofrece Wikipedia). Y buscando precisamente empaparme más sobre el tema, fue que me topé con una interesante historia de tinte slash* (cuya autora Elenis, ya lo ha publicado en su propia página web) la cual transcribo y comparto a continuación. Espero sea de su completo agrado y la disfruten tanto como yo.


* sírvase enterarse de la definición del informadísimo Wikipedia.


* * *


Amanecía en Hogwarts un cálido día de verano. En particular, el día que acababan las clases. Aquella tarde, todos los alumnos harían las maletas para marcharse a la mañana siguiente a sus respectivas casas. La noche anterior había reinado un clima de juerga y distensión muy típico de los días previos a las vacaciones, y todo hacía pensar que dicho ambiente no iba a cambiar el último día en el colegio; se gastarían bromas, habría llorosas despedidas y grajeas de todos los sabores, quizá alguna confesión de amor.

Sin embargo, ese día..., ese día había algo extraño, Harry Potter pensó. Se incorporó en la cama, soñoliento, y trató de averiguar qué era lo que le hacía distinto al día anterior.
Pronto lo descubrió: era gay. Se relajó al comprobar que, por tanto, su estado eufórico no tenía nada que ver con tener que encontrarse con los Dursley en menos de treinta horas. Pero aun así, se preocupó un poco, porque desconocía los recovecos de su nueva sexualidad. Estuvo cavilando unos minutos, hasta que finalmente resolvió que ser gay era maravilloso, moderno y sensual, y por tanto lo único que casaba con un héroe como él, tan valiente y atrevido. Sería toda una aventura -mejor que las chorradas que solía vivir- descubrir las excelencias de ser homosexual. Así que Harry se levantó con una sonrisa en la boca.

Era temprano, y Seamus Finnigan, Dean Thomas y Neville Longbottom todavía dormían. La cama de Ron, por contra, estaba vacía, con las cortinas descorridas. Harry se encaminó al pequeño aseo contiguo a la habitación para lavarse y ponerse la capa (bañarse era algo que sólo hacían los prefectos, o sea, la gentuza no digna de su alcurnia), pero nada más abrió la puerta, encontró allí a su amigo. Ron tenía la cabeza metida en el water y emitía un sonido gutural de arcadas que a Harry le puso los pelos de punta.

- ¿Qué haces, Ron? -preguntó en voz baja.

Ron se volvió y le miró como si fuera el mismo Voldemort. Estaba muy pálido; el labio inferior le temblaba. Harry reparó en que tenía abierta la camisa del pijama, y pensó en lo sexy que podía resultar un Weasley recién levantado, con el rojo cabello revuelto. Pero antes de que pudiera decir nada, Ron le espetó:

- Anochecenémuchísimomeencuentrofatal -sorbió, se levantó y caminó hacia Harry-. NomemolestesahoravoyarevisarmisapuntesdeHistoria.

Pasó hacia su lado sin rozarle un centímetro. Harry se quedó sorprendido, no sólo por el hecho de que Ron se mostrara tan seco con él (él, tan bueno, tan valiente y tan listo, a quien sus mejores amigos debían amor y obediencia), sino porque Ron no se había puesto a revisar apuntes desde que le conoció, y de eso ya hacía muchísimo tiempo. Se encogió de hombros y pensó que era su problema.

Se lavó y vistió, y por primera vez en su vida consideró la posibilidad de tejer unos puños bordados a los extremos de las mangas de su capa. Después salió del baño atusándose el pelo -el pelo moreno alborotado era lo más sexy para un gay que se preciara-, y comprobó que Ron estaba llevando a la práctica lo que había dicho. Neville estaba alimentando a Trevor, Dean no se encontraba en su cama, y de la de Seamus salían una serie de ruidos obscenos que llamaron a Harry la atención. No obstante, como no era curioso, tomó su mochila y se marchó de allí cerrando delicadamente la puerta.

Fue en busca de aquella persona a quien sólo hacía caso cuando Ron le ignoraba deliberadamente, o cuando quería pasar el rato, o cuando necesitaba aprobar un examen: Hermione Granger. Consciente de que era probable que aún estuviese en el dormitorio de las chicas, decidió esperarla en la sala común. Ésta se encontraba casi vacía, con excepción de un par de figuras que se daban el lote apasionadamente sobre un sofá. Al acercarse más, comprobó que se trataba de Lavender Brown y Parvati Patil..., no, Parvati no. ¡Padma! Carraspeó y se dirigió a ellas:

- Lavender -dijo con voz acusadora-. Padma no puede entrar aquí. Ella es de Ravenclaw.

Lavender gruñó y le miró con un ojo, mientras el otro seguía recorriendo el cuerpo de Padma de forma lasciva.

- Ya sé que es de Ravenclaw, Harry -logró decir entre los besos-. Pero ¿qué más da? Tú has infringido bastante más reglas que yo.

Padma no dijo nada. Se limitó a tratar de levantar el faldón de la capa de Lavender mediante un hechizo; Lavender rió y la detuvo. Harry intentó recordar si existía algún héroe que, además, fuese chivato. No encontró ninguno, así que pensó que ser chivato no era una característica típica de los héroes, y decidió dejarlas en paz. Preguntó:

- ¿Habéis visto a Hermione?
- Sí -respondió de nuevo Lavender a duras penas-. Me dijo que se iba... mmmmm, Padma... cuando nos levantamos, ella me dijo que iba... a la biblioteca.
-Vale, gracias -dijo Harry, y se encaminó hacia allá.

No le costó trabajo encontrar a Hermione. Era la única que podía estar allí a esas horas. Harry observó cómo hojeaba ejemplar tras ejemplar, casi enterrada bajo una pila de libros tres veces más grande que ella misma. Parecía concentrada al cien por cien en su trabajo, y eso que acababan de pasar los exámenes finales.

- ¿Qué haces? -dijo.
- ¡Oh... Harry! -respondió ella-. Nada, sólo intentaba documentarme un poco.

Harry paseó la mano por el dorso de un libro.

- ¿De qué va tu investigación esta vez? ¿Los derechos de las veelas en su consideración de mujeres objeto?
- No -contestó Hermione-. Verás, Harry, de pronto siento un interés desmesurado hacia ciertos temas que... bueno, nunca antes había sentido. -Harry levantó el libro. Se llamaba Homo. Cogió uno aún más gordo, que resultó ser Comportamiento sexual de la mujer por Alfred Kinsey. -Estoy fascinada por todo lo relacionado con la homosexualidad. -Harry asintió, algo absorto, mientras hojeaba un volumen titulado Manual de sexo lésbico II.- En particular por el lesbianismo -aseguró Hermione, que se mordía el labio. Harry dirigió una mirada ávida a la enciclopedia Mil años de magia gay y clavó la vista en sus ojos.

- ¿Y a qué se debe ese súbito interés? -preguntó suavemente.
- Bueno -Hermione parecía nerviosa-. Soy lesbiana, Harry.
- ¡Vaya!, ya somos dos.
- ¿Eres lesbiano?
- No, soy gay.
- ¡Ah!

Hermione se puso contenta.

- ¡Qué bien! -dijo-. Ya creía ser la única. He pasado aquí más de una hora, leyendo como loca. Creo que debo prepararme para todas las posibilidades que me ofrezca mi opción sexual. Como sabes, opino que el estudio sirve de mucho en la vida. ¿Tú has buscado información sobre el asunto?
- No, ni pienso hacerlo -"la sinceridad, aunque dolorosa, es digna de los héroes", pensó Harry -. Prefiero vivir, Hermione, no encerrarme en la biblioteca. -automáticamente se felicitó a sí mismo, la frase era realmente preciosa.

Ella meneó la cabeza de un lado a otro.

- Así nunca llegarás a nada. ¿Cómo que Ron no está contigo? ¿Os habéis peleado?
- No, se ha quedado en el dormitorio. Por cierto, ¿cómo vas a decírselo?

Hermione se quedó callada. Por lo visto, había olvidado completamente que estaba saliendo con Ron. Harry no estaba seguro de que una lesbiana no pudiera salir con chicos, pero no le parecía que la cosa quedara bien en cualquier caso. Por otra parte, Ron no era la típica persona que se tomara esos asuntos a la ligera... Hermione, pensó, iba a tener la cosa un tanto cruda. Por supuesto, él apoyaría a Ron si se enfadaba con ella. Después de todo, era el único que le importaba. Y estaba bueno.

- No lo sé -confesó Hermione-. Algo se me ocurrirá, espero.
- Más te vale -corroboró Harry-. ¿Vamos a desayunar? Ya va siendo hora.

Ambos bajaron al Gran Comedor. Cogidos del brazo, porque una vez visto lo visto, no les importaba extender un poco sus confianzas sin que Harry pensase que Hermione tenía un interés desmedido en él. Una vez allí, se quedaron un tanto sorprendidos al ver la decoración del lugar: cielo lluvioso (¿en junio?), candelabros rosas y arco iris. Muchos arco iris, dispuestos por toda la enorme sala, de la misma forma que hacía unos días se había forrado el comedor con los colores de Slytherin. Sí, Slytherin había ganado la Copa de las Casas... Era toda una vergüenza para Gryffindor, pero tanto Ron como Hermione le habían dicho a Harry que estaban hartos de pertenecer a la Casa de los Guays, así que el sentimiento "godriquista" de ambos no había sufrido demasiado con la victoria de los de Slytherin. A Harry, para ser sinceros, le daba igual si Gryffindor ganaba o no, mientras él siguiera pasando por el héroe humilde y puro que era.

- ¿Qué es esto? -preguntó Hermione, y repitió la pregunta cuando vio pasar a Alicia Spinnet y Angelina Johnson. Pero ellas no le hicieron ningún caso. Iban de la mano, riéndose por lo bajo y con caras de haber subido al cielo, y se sentaron a la mesa muy juntas.

Harry entornó los ojos. Lo cierto era que el comedor presentaba un aspecto ligeramente diferente que otras veces. No era sólo por los estridentes arco iris, o porque los de Slytherin pareciesen haberse integrado en una dinámica más global, en vez de formar su habitual círculo cerrado; los alumnos que iban llegando parecían... alegres. Exceptuando unos cuantos que miraban a izquierda y derecha con estupor, la gente mostraba sonrisas de oreja a oreja y hablaba sin parar. Hablaba y besaba, como constató Harry. Por ejemplo, Justin Finch-Fletchley estaba muy ocupado comiéndole la boca a otro chico de Hufflepuff, Ernie, quien sentado en su regazo le hacía señas de triunfo a un amigo. Colin Creevey intentaba alcanzar la misma dinámica con un jovencito de su curso. Incluso Millicent Bulstrode parecía perseguir el mismo objetivo tonteando ostensiblemente con Pansy Parkinson, que sin embargo permanecía agarrada a la cintura de una de sus compañeras de Slytherin ("las chicas tontas", como las llamaba Ron, o "las niñas pijas" según Hermione).

Vio a Cho Chang en la mesa de Ravenclaw, y le invadió un profundo sentimiento de alivio al comprobar que ya no se quería morir cuando los brillantes ojos negros de la chica escudriñaban en su dirección. Por fin se había librado de esos instintos suicidas que tan mal le quedaban a un héroe satisfecho de sí mismo. Sin embargo, aún sentía una profunda admiración por el encanto de Cho, y se sorprendió un poco cuando comprobó que lo estaba luciendo exclusivamente para... una chica de largo cabello rubio y atractivo indiscutible, que se hallaba sentada a su lado.

- Oye -dio un codazo a Hermione, turbado-. ¿A ti te habían dicho que iba a venir Fleur Delacour?
- ¿Fleur Delacour? -repitió Hermione-. ¿A qué te refieres? Si es una broma...

Pero Harry señaló hacia la mesa, y a su amiga no le quedó más remedio que creerle. Se quedó con el ceño fruncido y la boca abierta de par en par, viendo cómo la cañón de Hogwarts se enrollaba con la cañón de Beauxbatons. Ambas estaban vestidas con capas oscuras, y Fleur lucía una llamativa pulsera. Abría y cerraba su boca roja sobre los labios cetrinos de Cho. Era un espectáculo interesante, Harry pensó, pero Hermione -pese a su nuevo lesbianismo- parecía algo enfadada.

- Pues no sé que ve en ella -dijo al fin-. Vamos, una chica como Cho, que podría tener a quien quisiera con sólo proponérselo...
- ¿Te siguen sin hacer efecto las veelas?
- Ella no -gruñó Hermione-. Déjalo, Harry, vamos a sentarnos.

Tomaron asiento al lado de otra parejita y automáticamente aparecieron los manjares en la mesa. Todo el desayuno consistía en frutas selectas y bollos dulzones, que Harry acabó encontrando demasiado empalagosos. Habría dado lo que fuera por una buena tostada. Sin embargo, cuando recordó que era gay, se esforzó por acabarse toda la comida del plato y se limpió la boca con muy buenos modales. A su lado, Hermione no encontraba pegas; devoraba los bollos con avidez.

En el momento en que Harry dejaba sus cubiertos formando una perfecta X, vio a Ron que se acercaba a ellos con pasos apresurados. Tenía muy mala cara; Harry se preguntó qué le pasaría.

- Hola -saludó Ron, y se inclinó para estrellar un rudo beso en los labios de Hermione-. No sabía que era tan tarde. Me muero de hambre.

Hermione se limpió la boca, y Harry imaginó que no era sólo por las migas.

- No queda mucho, pero ven, siéntate -dijo con amabilidad.
- ¿Qué tal Historia? -preguntó Harry. Ron hizo un gesto vago mientras elegía una silla. La capa que llevaba no estaba abotonada del todo, de modo que un trozo de carne asomaba por el escote. Ron tenía un pecho blanco y tierno; Harry hizo un esfuerzo por recordar las veces que se habían desnudado juntos. Sí, él era alto y esbelto, pero su cuerpo aún tenía el aspecto de un niño grande. Usaba calcetines de lana. Calzoncillos blancos...

De pronto, Harry fue consciente de que la mecánica estaba funcionando en su cuerpo. Trató de impedirlo, pero era demasiado tarde. Se encogió cuanto pudo, puso un brazo de través sobre su vientre y se regañó a sí mismo, pero se disculpó asegurándose que no estaba acostumbrado a aquellas reacciones. Ron le miró; él se puso algo colorado. Fue a decir algo, pero entonces Dumbledore se levantó de la mesa de profesores y alzó una mano pidiendo silencio.

- ¡Hogwarts! -comenzó, una vez los alumnos se hubieron medio callado-. Hoy es vuestro último día de curso. Mañana volveréis a vuestros hogares, libres ya de la presión de los exámenes, con la seguridad de que sois un poco mayores. Como este año daba la casualidad de que el último día que pasaríais aquí coincidía con una celebración del mundo muggle que personalmente comparto... -Dumbledore sonrió mientras se oía algún abucheo procedente de la mesa de Slytherin-. Los profesores y yo decidimos que podíamos divertirnos un poco. Así que es mi placer informaros de que esta tarde habrá una fiesta, baile incluido.

Sorprendidos, los alumnos intercambiaron murmullos y aplaudieron. Ron, Hermione y Harry también; nadie se esperaba aquello.

- Esta vez no tenéis que traer pareja, aunque por supuesto, podéis hacerlo si es vuestro deseo -continuó Dumbledore-. El o los alumnos que encuentren algo muy preciado que está escondido en los terrenos del colegio, recibirán un premio especial. Sólo os daré una pista: es pequeño y todo el mundo sabe que lo adoro. En la fiesta actuará el grupo Las Nimbus Se Lo Montan Solas... (Profesora McGonagall, deje a la señora Pomfrey, ya habrá tiempo luego), como iba diciendo, actuará ese grupo, y tendremos también una coreografía dirigida por la señorita Delacour. ¿Señorita Delacour?

Cho Chang dio unos golpecitos en el hombro de la medio veela, quien levantó la cabeza y saludó a todo el mundo con una sonrisa fría.

- Fleur Delacour se ha aparecido expresamente en Hogwarts para participar en nuestra fiesta -anunció el venerable mago-. Y ha tenido la amabilidad de preparar un número especialmente para nosotros. En fin, sin otro particular (¡Minerva, por favor!), espero que lo paséis bien... Ah, se me olvidaba comentarlo: hemos convocado un pequeño hechizo inofensivo sobre el colegio... Nada serio... Sólo era para que pudiéseis gozar de la celebración con verdadera ilusión. Espero que todos estéis complacidos, y que podáis atender a las clases de hoy. ¡Tened buen día!

Dumbledore se volvió a sentar. La mayoría de los profesores ya estaba recogiendo sus cosas, aunque McGonagall seguía con la mano sobre los hombros -o un poco más abajo- de la señora Pomfrey. La profesora Trelawney las miró y movió la cabeza. "Esto no va a salir bien, nonono", dijo en un tono perfectamente audible.

- Me pregunto qué hechizo habrán lanzado -dijo Harry, mientras se colocaba al hombro su mochila.
- Podemos investigar -propuso Hermione-. Hagrid debe saber algo...

Ron murmuró algo incomprensible.

- ¿Qué? -preguntó Harry.
- He dicho maricas -gruñó Ron-. Maricas. Maricas. ¡Miradlos! Estamos rodeados de maricas.

Harry y Hermione observaron a su alrededor, pero no vieron nada fuera de lo común, o al menos nada que justificara el tono escandalizado de Ron. Quizás era cierto que no se habían esperado aquel ambiente a la hora de levantarse, pero se sentían bastante a gusto en él.

- ¿Te refieres a esas dulces, excitantes parejitas de chica-chica? -preguntó Hermione, que se había quedado con la vista fija en Hannah Abbott y Parvati Patil.
- ¡Hermione! -se quejó Ron-. Harry, ¿entiendes tú lo que quiero decir? Es asqueroso. Menos mal que sólo es por hoy.
- ¿Qué? -dijo Harry, a la vez que desviaba los ojos de Dean y Seamus, que habían bajado tarde y se estaban acabando los restos del desayuno, no sin llevar de cuando en cuando el tenedor a la boca del otro.
- Oh -dijo Ron, y sus ojos brillaban de furia-. Por lo visto, Harry, tú no has visto lo que yo ahí arriba. Dean grita y Seamus gime. Asqueroso. Bien, hasta que no tengáis un poco de sentido común no me vengáis a buscar, quedaos con vuestros amigos maricones y tortilleras -y dicho esto, se cargó la cartera a la espalda y se alejó de ellos, con la cabeza muy tiesa.
- ¡Es un homófobo! -dijo Hermione dolida-. Nunca me hubiera esperado esto de él.
- Mmm -comentó Harry, que todavía tenía en la mente el aspecto del trasero de Ron, o lo que había podido ver con esa maldita capa. Si tan sólo se la levantase...
- ¿Crees de verdad que el hechizo ha sido ése? ¿Volvernos a todos gays?
- ¿De qué hablas, Granger? -dijo detrás de ellos una voz que arrastraba las palabras-. Tu voz suena cada vez peor. Quizá deberías comprarte un esclarificador, aunque supongo que con tus padres muggles, sólo te dará para hacer gárgaras de menta.

Hermione y Harry se volvieron al instante. Draco Malfoy, su mortal enemigo, estaba allí, flanqueado por los enormes Crabbe y Goyle. Draco era un chico delgado, de bello rostro afilado ("muy bello", como constató Harry) y cabello rubio platino. Su túnica, al igual que su peinado, estaba impecable.

- Draco, vete a tomar por culo -dijo Hermione, privada ese día de la censura usual, y Harry estuvo a punto de ofrecerse voluntario.
- Qué fuerte, no digas más que me das miedo, Granger -respondió Draco con desprecio-. Potter, tu amiguita debería contener su lengua, a no ser que quiera conservarla fresca para utilizarla con Fleur Delacour o con cualquiera de las otras. ¿Te gustaría, Granger?

Si Draco esperaba una negativa, se vio seriamente frustrado, porque Hermione se embarulló con las palabras y acabó roja como un tomate.

- Draco -dijo Harry-. ¿No notas hoy un ambiente distinto? ¿No sientes como si algo... cambiase dentro de ti? -comenzaba a pensar que, después de todo, tenía razón aquel poema que decía que los Slytherins eran los más sexys de todas las casas.

Draco Malfoy levantó una ceja y observó a Harry con recelo. Esbozó una sonrisa.

- ¿Qué diablos dices de cambiar, Potter? ¿Y desde cuándo te diriges a mí de esa manera?
- Bueno -dijo Harry, a quien comenzaba a guiarle en línea recta aquello que se estaba volviendo a despertar entre sus piernas-. Hemos sido enemigos mucho tiempo, ¿no? Quiero decir, que tú seas de Slytherin, un jodido elitista mimado hijo de un mortífago, un chuloputas y un creído, y que encima odies a mis dos mejores amigos, no es razón para que tú y yo sigamos distanciados, ¿verdad? Después de todo, somos luz (brillante y pura luz) y oscuridad. Nos complementamos muy bien.

Draco se quedó sorprendido. Después rompió a reír, coreado por Crabbe y Goyle.

- ¡Potter, a veces eres tan gracioso! ¿Qué es lo que has pensado de mí? O mejor dicho... ¿de mí y de ti?

Harry no supo qué contestar.

- Lo siento mucho, pero tengo que ir a clase. Retuércete de pasión, pequeño, mientras yo estoy fuera -dijo Draco, y le lanzó un beso a Harry, lo que provocó una nueva oleada de risas en sus amigos. Y en Pansy Parkinson, que como siempre, observaba la escena junto a las Niñas Pijas.

Hermione y Harry fueron a clase en silencio. Harry ardía de rabia.

- Seguro que también tiene el hechizo, y sólo hace eso para disimular -intentó consolarle Hermione.
- ¡No! -aulló Harry, que siempre contestaba del mismo modo cuando alguien le hacía arrumacos. Era cosa del orgullo de los héroes-. ¡Y deja ya esa tontería de que me he vuelto gay por un hechizo! Esas cosas sólo pasan en los cuentos.



La mañana fue muy aburrida. Harry había pensado que la "celebración" a la que se refería Dumbledore animaría las clases, o que los profesores les dejarían tiempo libre por ser el último día; pero no ocurrió ni lo uno ni lo otro. En clase de Historia, dieron la caza de brujas lesbianas y sus costumbres rituales en el siglo XIX. En Herbología, la profesora Sprout -que parecía un tanto frustrada- les enseñó la reproducción asexual por gemación. En Transformaciones, una animada (¡más que nunca!) profesora McGonagall les mostró cómo había que hacer para convertir un simple zapato en un complejo objeto sexual (que, en la opinión de Harry, sólo podían usar las chicas, pues a él le daba grima la sola idea de meterse aquello).

- ¡Muy bien, muy bien! -dijo la profesora McGonagall, mientras se comía el juguete de Parvati Patil con los ojos. Era dos pulgadas más grandes de lo normal-. Pero no le has puesto correas. Las correas son indispensables para atárselo, si se desea tener sexo lésbico. De todas formas, parece que funciona muy bien... ¿alguien podría probarlo para comprobarlo? Una chica, por favor.

Pero los ruegos de la profesora no fueron atendidos por ninguna de las compañeras de la clase de Harry, demasiado ocupadas en sus propios asuntos. Al final de la hora McGonagall les pidió sus objetos transformados ("para evaluarlos", aseguró) y salió disparada con ellos hacia la enfermería. Hermione fue practicando con la varita mientras caminaban hacia la siguiente clase, Adivinación, hasta que se despidió de Harry en la puerta. Para entonces, había convertido unos diez candelabros en juguetes de forma parecida.

La profesora Trelawney se encontró seriamente molesta por el comportamiento de sus alumnas predilectas, Lavender y Parvati. Lavender parecía haber pensado que Padma y Parvati se parecían demasiado, al menos físicamente, y su flirteo con su amiga resultaba tan evidente que hasta Dean y Seamus dejaron sus juegos para observarlas. Harry miró a Ron. Estaba en un rincón, solo y con la nariz pegada a la bola de cristal, mientras que la profesora Trelawney predecía catástrofes, desengaños y ETS varias para quienes tuvieran sexo en los próximos días. Tuvo ganas de hablar con él, pero se contuvo; él era el héroe, y su amigo-vasallo debía aceptarle tal como fuera. No podía ponerse a su nivel.

La última clase del día era Pociones. Los alumnos de Gryffindor y Slytherin fueron a la mazmorra de Snape, pero allí se encontraron con el profesor Flitwick, quien les informó de que Snape se hallaba indispuesto y no podía atenderles. Más adelante se enteraron de que Snape estaba en desacuerdo con las ideas de Dumbledore sobre determinadas fiestas muggles, y que había tomado una poción de su inventiva para evitar los efectos del hechizo que Dumbledore había lanzado sobre Hogwarts. Pero dicha poción, por lo visto, había entrado en conflicto con ciertos sentimientos escondidos en lo más recóndito de Snape -algunos les ponían nombre: James Potter, Lockhart, Lupin-, lo que había causado que el profesor se descompusiera y se encerrara en su despacho, clamando que no quería ver a nadie. En cualquier caso, Harry y los demás Gryffindors estaban contentos de no tener que ver la ganchuda nariz de Snape aquel día, no así como un amplio grupo de chicos de Slytherin, que parecían desilusionados. Uno apretaba contra su pecho un osito negro con una serpiente enroscada, y otro miraba con desolación una tarjeta que llevaba estampada un gran corazón.

Hermione y Harry pasaron el tiempo que quedaba en la biblioteca (para disgusto de Harry, que comenzaba a echar seriamente a Ron de menos) y luego fueron a comer. Se sentaron enfrente de Ginny, que como siempre se sonrojó. Sólo que esta vez a Harry le dio la sensación de que no era él quien provocaba esa reacción en la chica.

- ¿Sabes si alguien ha encontrado la cosa esa tan preciada? -preguntó Hermione.
- No. No tengo ni idea -respondió Ginny-. Pero creo que no. Malfoy y sus amigos están buscándolo. También Cho y esa chica de Beauxbatons..., pero como no saben siquiera qué es...
- Pequeño, y Dumbledore lo adora -meditó Hermione.
- Dumbledore estaba últimamente obsesionado por la música -aseguró Harry, recordando la última vez que había visitado el despacho del director-. Hacía cantar a Fawkes todo el rato. Apuesto a que tiene algo que ver con eso.
- Bueno Harry, tú sueles apostar mucho y pocas veces se cumple -metió cuchara Seamus, que estaba sentado cerca.
- ¡Calla! -dijo Harry con aspereza-. ¿Dónde está Ron?

Ginny señaló al extremo más alejado de la mesa.

- Allí -dijo-. Está enfadado.

Ron comía en silencio, medio tapado por su pelo rojo, con tanta rabia que dejaba caer en el mantel la mitad de cada cucharada que se llevaba a la boca.

- ¿Más todavía? -Hermione hizo girar los ojos-. ¿Qué ha pasado ahora? ¿Neville ha intentado ligar con él?
- No... Es que ha visto eso -Ginny se ruborizó de nuevo, e hizo un gesto en dirección al otro lado.

Harry miró, pero entre tantas dulzuras no pudo distinguir nada especial. Mucho chico guapo de Gryffindor, sí... De pronto Hermione le tiró de la manga. Tenía que ser muy fuerte, se dijo, o Hermione no se comportaría así. Entonces lo vio. Era un cuadro muy tierno, muy interesante y también algo excitante, pero sin duda alguna no apropiado para niños, a su modo de ver. Lee Jordan estaba en medio, como un sandwich, y los gemelos parecían tener desde luego más interés en él -y en el otro Weasley- que en la comida. No cabía duda de por qué el conservador Ron se había molestado.

- ¡Twincest! -siseó Harry-. Qué mentes más pervertidas tienen algunos.
- Bueno, supongo que estaban demasiado unidos -dijo Ginny-. Nunca se separaban el uno del otro. Pensaban igual... tenían los mismos gustos... Y supongo que tampoco podían dejar aparte a Lee Jordan. Se había convertido en su amigo del alma.
- Uf -dijo Hermione, moviendo la cabeza-. Desde luego, lo está disfrutando. No sé. El único twincest que me resultaría sexy es el de Padma y Parvati.

Harry arrugó la nariz. En ese momento, Angelina Johnson y Alicia Spinnet, que se sentaban delante de los gemelos y Lee, dejaron escapar algo parecido a un ruido ahogado de disgusto. Ginny, Hermione y Harry observaron y comprobaron que sus bocas estaban pegadas, de forma que no podían separarse. Fred y George, aún abrazados a Lee, se reían y bromeaban sobre el asunto. Fred dijo que se les pasaría en tres minutos, contados con reloj.

- Bueno, aun con el fluff romántico les queda algo de su carácter inicial -comentó Hermione, y Ginny la miró con tal dulzura que Harry llegó a preguntarse si no estaría estorbando.

Terminaron de comer en silencio. Hermione y Ginny se echaban vistazos cada vez más descarados, y cuando Hermione extendió la mano para coger la nata (había fresas, todo un lujo para Hogwarts), Ginny puso la suya sobre la de la joven bruja. "Tranquila, yo te la alcanzo", pudo escuchar Harry; Hermione le dedicó una sonrisa. Al poco tiempo, las dos chicas estaban mirándose la una a la otra con ternura. Harry, que se estaba aburriendo bastante con el tema, vio que estaban coloradas, y al levantar ligeramente el mantel observó que había más actividad debajo de la mesa que encima. "Genial", se dijo, "ahora están haciendo piececitos. Sin Hermione, ¿qué voy a ser? ¿Un héroe solitario? Bueno, no está tan mal... Pero ¡no!, yo soy Harry Potter, El Niño Que Vivió. Tengo derecho a tener admiradores, quiero decir amigos".

Volvió a mirar a Ron. Parecía tan abandonado; se secaba los ojos con el dorso de la muñeca. Y seguía siendo sexy. Harry se levantó decidido.

- Hermione -dijo-. Voy a buscar a Ron. No podemos seguir enfadados con él.
- ¿Uh? -preguntó Hermione, momentáneamente distraída de su magreo pedal-. Harry, tú eres siempre el que no quiere reconciliarse...
- Me da igual -aseguró, y se encaminó hacia su viejo amigo.

Hermione suspiró y lo detuvo:

- Harry, espera, voy contigo.
- No, si no hace falta que vengas, no sé si te has dado cuenta en todo este tiempo de que no podrías importarme menos... -Harry se calló, porque se percató de que estaba siendo demasiado sincero.
- Ya lo sé -dijo Hermione furiosa-. Pero mira, Ron a mí sí me importa, y después de todo sigue siendo mi novio.

Y dicho esto, se encaminó hacia el chico pelirrojo. Ginny llamó la atención de Harry:

- ¿Es verdad lo de que aún es su novio? -dijo, incrédula.
- En teoría, sí -respondió Harry. Ginny pareció desencantada ("¿Por qué tuve que nacer la última?").

Harry se volvió hacia Ron. Hermione se había sentado a su lado, al final de una mesa casi vacía, y le hablaba en voz baja. Ron negaba testarudamente con la cabeza y en varias ocasiones trató de ignorarla. Harry captó las palabras ("inmoral", "contra natura" y "vicioso"). Ron se ponía más y más rojo. Finalmente Hermione, harta, gritó:

- ¡¡¡¡NO SEAS GILIPOLLAS, QUE A TI TE PONE HARRY COMO AL QUE MÁS!!!!

Varios chicos de Hufflepuff y Gryffindor, que aún pululaban por el comedor, dieron su aprobación al respecto. La cara de Ron adquirió entonces un tono más intenso que su cabello. Después de eso, pareció volverse dócil como un corderito. No pasó mucho tiempo antes de que Hermione lo trajera de la mano.

- Ya está -dijo con una sonrisa-. Pide perdón, Ron.
- Sssientohabersidotanborde -murmuró el mago en tono apenas audible-. A partir de ahora, intentaré abrirme de mente. Y soy... soy...
- Gay -le ayudó Hermione con un susurro.
- Gay -musitó Ron. Tras esto, pareció relajarse un poco. Tomó aire y fue capaz de mirar a Harry a la cara.
- Magnífico -dijo Hermione, y se puso de puntillas para darle un sonoro beso en la mejilla-. Ahora creo que debes saber la verdad, Ron. Yo soy lesbiana.
- No me digas -Ron puso los ojos en blanco-. Por un momento casi llegué a creerme que las miradas que le lanzabas a mi hermana el verano pasado eran puro cariño fraternal.
- ¿El verano pasado? -preguntó Hermione, extrañada.
- En cualquier caso -dijo Ron, y apretó la mano de ella entre las suyas-. ¿Esto significa el final de nuestro gran amor?
- Puesss... creo que no se puede hacer nada por evitarlo, Ron -dijo Hermione, y acarició con tristeza la cara de su ex novio-. Pero yo siempre te querré, aunque sea de manera platónica, recuérdalo.
- Éramos la pareja perfecta... -se quejó Ron, y besó aquella otra mano.
- Pero Ron, ¿qué somos nosotros, una sola pareja hetero interesante, frente a todas las maravillas del slash? ¿No merecemos ser sacrificados en aras de un bien mayor? -dijo Hermione, angustiada.
- Sí..., claro que sí- le dio Ron la razón. Ambos se echaron una mirada que rivalizaba con las de los mejores pairings slasheros.
- ¡Ejem! -llamó Harry la atención-. Bueno, ya que estamos poniendo las cosas en claro, me gustaría decir que también soy gay. De los buenos, los llenos de glamour, cicatriz incluida -dijo, y se levantó un poco el pelo para que sus amigos la viesen.
-¿Y tú, Ginny? -preguntó Hermione-. ¿Eres lesbiana?

La hermana pequeña de Ron estaba escribiendo algo en una servilleta. Al notar que se dirigían a ella, se sobresaltó e hizo desaparecer la pluma mediante un hechizo. Le entregó la servilleta a Hermione.

- Lee esto y después me dices lo que tú crees -dijo, y salió corriendo como alma que lleva el diablo, a la vez que gritaba algo que sonaba como "¡Hermione Granger está como un tren!".

El rostro de Hermione volvió a adquirir una tonalidad rosácea mientras leía lo que Ginny había escrito. Ron estiró el cuello.

- ¿Qué es, Hermione?
- Leedlo si queréis -Hermione les pasó bruscamente la servilleta-. Me voy. No me busquéis en toda la tarde, nos veremos en la fiesta.
- No irás a estudiar, ¿verdad? -se escandalizó Ron.
- Voy a orientar hacia otro lado mis investigaciones -Hermione babeaba con anticipación-. Lo dicho. Hasta luego.

Se marchó, probando el encantamiento que McGonagall les había enseñado: "¿Cómo era? ¿Cunnifellatio? No, no, cunnilinguae. Sí, eso, cunnilinguae". Ron soltó un profundo suspiro de cansancio cuando leyó el poema de Ginny:


Tiene los ojos marrones como excrementos de gato,
y el pelo enmarañado como las ramas de árbol.
Quisiera que fuera mía, porque de todos es la favorita,
la chica más empollona lista, diestra y hábil con la varita.

(Hermione, estaré en el cuarto de baño de Myrtle... No creo que un fantasma se escandalice por nada, y tampoco puede ser considerado voyeurismo, porque está muerta)


- ¡Pero esto es una vulgar copia de aquello que me escribió a mí en segundo! -se quejó Harry, herido en su orgullo.
- Mi hermana sigue mostrando el mismo talento y delicadeza para la poesía que siempre -se burló Ron, y lanzó la servilleta lejos-. Excrementos de gato... algún día tendré que decirle que esas comparaciones no son románticas. En fin, con Hermione sí le ha funcionado. ¿Qué hacemos ahora, Harry?

Harry se percató de que se había quedado a solas con Ron. Y nunca mejor dicho, porque el Gran Comedor se hallaba completamente desierto.

Si no hubiera llevado gafas, la pasión de su mirada habría deslumbrado a Ron. Las palabras de Hermione, "que a ti te pone Harry como al que más", le retumbaban en los oídos. Ron le devolvió la mirada tímidamente. Tímido era aún más sexy, Harry pensó.

- ¿Qué crees tú que podemos hacer? -dijo, y el último verbo fue prácticamente un jadeo ronco.
- Bueno -contestó Ron, y se frotó la barbilla-. Podríamos buscar ese algo maravilloso, a ver si lo encontramos. Con nuestra habitual fortuna... Tú te llevarás los honores y yo me quedaré al margen como siempre, pero ya lo tengo asumido.
- ¿Sólo eso? -preguntó Harry decepcionado.

Ron se encogió de hombros. Al ver que Harry extendía las manos hacia él, se puso nervioso.

- Es-escucha, Harry, no estoy preparado para esto. Aún no tengo tan asumida mi homosexualidad. ¡Que me dejes, joder! -se enfadó-. Mira, vamos a buscar la cosa esa y no se hable más. Después ya veremos, ¿vale?

Harry tuvo que ceder. Ron y él caminaron por el hall, discutiendo dónde podría encontrarse; no tenía ningún sentido ponerse a buscar por el primer lugar de Hogwarts que se les ocurriera. Eso si no consideraban que "la cosa" podía estar en Hogsmeade o sus afueras... No, Dumbledore se había referido exclusivamente a los terrenos del colegio.

- Dices que ha de ser algo relacionado con la música -meditó Ron-. ¿Qué puede producir música aquí?
- Los gramófonos, Snape cuando se ducha, las sirenas...
- ¡Eso es! -gritó Ron-. ¡Las sirenas! Harry, probablemente a lo que se refiere Dumbledore es a un niño tritón. ¡Por eso decía lo de "es pequeño"! ¡Y lo adora, porque Dumbledore sabe comunicarse con las sirenas!
- Pero ésa no es razón suficiente, Ron -dijo Harry. Su amigo frunció el ceño.
- ¿Y tú qué sabrás de las correrías de Dumbledore? A lo mejor no es tan bueno como lo pintan... Yo voto por que nos acerquemos al lago y al menos echemos un vistazo. Además, hace calor. ¿Tienes branquialgas o algo parecido?
- No -respondió Harry.
- Bueno, ya nos inventaremos algún hechizo con latinajos. ¡Venga, date prisa! No querrás que Malfoy lo encuentre antes que nosotros.

Ron echó a andar hacia el enorme lago de Hogwarts, seguido por Harry, a quien no le hacía ninguna gracia la idea de volver a bucear allí. En las profundidades vivía un pulpo gigante, además de grindylows y unas sirenas que nada tenían que ver con las representaciones tradicionales; eran criaturas grotescas, de pelo verde y brillantes ojos amarillos. Harry sintió un escalofrío al pensar en la última (y única) vez que se había metido en el lago, para salvar a Ron... Sí, si es que él era tan bondadoso, tan capaz, tan noble, tan...

-¡Harry!

Los pensamientos de Harry se desvanecieron y se dio cuenta de que estaba frente al lago. Ron miraba la superficie del agua con recelo, como si esperase ver a un sirenito surgiendo de pronto de ella. Después, con un suspiro, comenzó a desabrocharse la capa.

- ¿Qué haces? -preguntó Harry.
- Habrá que zambullirse para buscar, ¿no? No quiero mojarme la única capa limpia que me queda.
- Oh, sisisisisisí- dijo Harry, cuyas partes bajas recobraban súbitamente la alegría de aquella mañana-. Espera, que te ayudo.

Pero no bien hubo posado sus manos en Ron, un tremendo grito rasgó el aire. Oyeron chapoteo unos metros más allá, y a una voz clara gritar "¡Relaxo!". Después de eso, hubo gruñidos y más chapoteos. Ron y Harry, consciente de sus deberes de héroe, corrieron hacia ese sitio. Vieron cómo Fleur Delacour trataba de liberarse de un par de sirenas que pretendían arrastrarla hacia el fondo, mientras que Cho Chang les lanzaba hechizos que apenas servían de nada, pues las sirenas eran criaturas muy lujuriosas. Y más aún si la que se les ponía delante era en parte veela, como ocurría en ese caso.

- ¡Quetejodanunpocus! -chilló Harry, apuntando a la sirena de la izquierda.
- ¡Sueltaalatiabuenus! -aulló Ron.

Dio resultado. Las sirenas soltaron un rugido de dolor y dejaron libre a Fleur, que nadó hasta la orilla. Allí la recogió Cho, la abrazó y la tumbó sobre la hierba. Fleur tenía cortes y heridas por todo el cuerpo, y su pelo plateado parecía verde de tantas algas que tenía encima.

- Muchísimas "ggacias"- jadeó Fleur -. Os "daguía" un beso, "pego cgueo" que hoy no "pgocede".
- Estábamos buscando el ser preciado de Dumbledore -gimió Cho-. Pensamos que podría ser un pequeño tritón, o una criatura marina... Por lo visto, nos hemos equivocado de medio a medio.
- ¿Por qué? -preguntó Ron.
- Bajé con el casco-"bugbuja" a la "mogada" de las "siguenas" -explicó Fleur-. "Follag", follan más que los humanos, a su "manega", "pego" sólo se "guepgoducen pog" huevos. De ellos salen ya adultos. ¡Nunca nos habían explicado eso!
- Y sin embargo, casi me la violan -dijo Cho, y apuntó a las heridas de Fleur-. Curo, curo y curo -su acción trajo una sonrisa a los labios de la francesa.
- Me "cugan" más tus besos, ma chérie -susurró, y la atrajo hacia sí. Harry estuvo a punto de sugerir marcharse, pero Ron parecía irritado.
- Os está bien empleado. ¡Tritones y sirenas! ¿Quién podría pensar en tritones pequeñajos y sirenas pariendo? No hace falta ser Hermione para saber que las sirenas se reproducen por huevos. Si después de todo, son como pescadillas.
- ¿Vendréis a la fiesta? -preguntó Cho Chang, ignorando los comentarios hirientes de Ron.
- Claro -aseguró Harry.
- He "pguepagado" un "númego" bastante bueno -Fleur se sentó y empezó a quitarse las algas del pelo-. Supongo que "gustagá". Va "acogde" con el día. "Kgum" iba a "venig" también a "haceg" una "demostgación" de quidditch, "pego" se "fgactugó" una "piegna" en el último momento.
- Vaya, lo siento -dijo Harry-. ¿Mantienes contacto con Krum? -recordó aquellos tiempos de penas y glorias, cuando había vencido a los otros campeones (Durmstrang-Krum, Beauxbatons-Fleur, Hogwarts-Cedric). Él era el mejor, por supuesto.

Fleur pareció algo incómoda.

- Es mi novio -dijo-. "Ahoga" vivimos juntos en "Paguís".
- Oh -sólo pudo articular Harry, mirando alternativamente a Fleur y a Cho.
- ¿Cómo? -Ron se rascó la oreja-. Creo que no entiendo.
- No tienes que "entendeg" nada -dijo Fleur molesta-. "Fgancia" es la "tiega" de los ménages à trois.
- Pero yo ya te he explicado mil veces que lo que quiero es sólo un rollete de verano, Fleur -aseguró Cho-. No tienes que comerte la cabeza con esas cosas.
- ¿Y si "estuviega enamogada"? -se obstinó Fleur.
- ¿Tú?... Bueno, en ese caso, siempre queda Hermi...
- Vámonos, Harry -suplicó Ron con un escalofrío, y Harry le hizo caso.



De vuelta al castillo, no pronunciaron palabra. Ambos iban chafados por aquel primer intento, y se devanaban los sesos intentando pensar en algún otro sitio donde pudiera estar escondido... "eso". ¿Pero qué era "eso"?

- No tiene sentido buscar si ni siquiera sabemos lo que buscamos -se quejó Ron.
- Tenemos que pensar de forma racional y heroica -dijo Harry-. Vamos a ver, Ron. Si tú fueras Dumbledore, ¿a qué instrumento musical tendrías más cariño?
- Una gaita... Como dicen que Dumbledore es un soplagaitas...
- Mmm. Utilicemos la lógica. ¿En Hogwarts hay alguien que sepa tocar?, la gaita o alguna otra cosa.
- No -dijo Ron-. Claro que...

Se detuvieron. Estaban tan compenetrados, Harry pensó, que incluso tenían telepatía.

- ¡Peeves! -dijeron a la vez.

Ambos sabían que el poltergeist sabía tocar. Nick Casi Decapitado había hecho referencia al asunto, contándoles que cuando a Peeves le dio por ser artista itinerante, todo el mundo echó la culpa de los chirridos a los fantasmas, los habituales torturadores de los vivos. Nadie pensaba que aquellos sonidos pudieran venir de un simple poltergeist.

Fueron a buscarle, pero Peeves tenía la maldita manía de aparecer cuando no se le necesitaba y desaparecer justo cuando era requerido. Tanto Ron como Harry estaban convencidos de que Peeves era la clave; pequeño y muy querido por Dumbledore, tanto que el director permitía su estancia en Hogwarts, pese a la oposición de la mayoría del colegio. Finalmente se encontraron con Filch y éste les orientó de mala gana: tercer piso, torreta oriental, me acaba de ensuciar la alfombra de la sala.

Ron y Harry fueron hacia allá. No obstante, cuando todavía no habían llegado, oyeron un sonido HORROROSO que provenía del lugar hacia donde se dirigían. Se pararon en seco y se miraron; o era el verdadero retorno de Lord Voldemort, o la búsqueda de Peeves no parecía tan buena idea de repente. Estaban todavía dudando, cuando la puerta de una sala se abrió y de allí salieron Malfoy, Crabbe y Goyle.

- ¡Corred! -aullaba Malfoy, con el rostro desencajado y las manos en los oídos. Sus amigos no parecían necesitar su permiso para ello. Tras ellos iba Peeves, tocando algo que parecía una especie de violín desvencijado. Se reía de forma macabra.
- ¿Con que queréis oírme tocar, pequeños? ¿Con que soy el niño bonito de Dumbledore? ¡Ah, siento la sangre de artista correr por mis venas! Aunque esperad un momento, no tengo venas... ¡da igual!, ¡siento la inspiración recorrer todo mi flotante y tenebroso cuerpo de poltergeist!

Draco Malfoy, Ron Weasley, Crabbe, Goyle y Harry Potter no habían corrido tanto en toda su vida. Ni siquiera cuando, en el laberinto, la Copa de los tres magos le llamaba como la miel a las moscas, se dijo Harry a sí mismo. Volaron literalmente por las escaleras y los pasillos, y no se detuvieron hasta que se encontraron en un lugar desierto, detrás de una puerta con rejas entornada. La "música" de Peeves se oía ya muy lejana.

- Vaya -gimió Ron, y se deslizó hasta el suelo.
- Eso ha sido... mortal -Draco se sopló el flequillo rubio y se pasó la mano por la frente.
- ¿Pensábais que Peeves era "la cosa"? -preguntó Harry.

Draco se apartó un poco de él. Como si de repente se hubiera dado cuenta de lo cerca que estaban.

- Al menos se me ocurren más ideas que a ti, Potter -dijo. Y lo miró con ojos entrecerrados, con esos ojos entrecerrados Slytherinianos que a Harry le volvían loco por momentos.
- No lo creo -intervino Ron-. Nosotros también íbamos tras Peeves.
- ¿Sí? -dijo Draco, incrédulo-. En cualquier caso, ya da igual, Weasley. No creo que Dumbledore, por muy imbécil que sea, elija eso para regalarse los oídos.

Se quedaron en silencio. Estaban en una parte del castillo que conocían muy bien, pero que nunca se habían parado a explorar; era el descansillo que daba entrada a las mazmorras, en una de las cuales impartía clase el profesor Severus Snape.

Una de las baldosas estaba algo desvencijada. Parecía no encajar bien en el suelo, como si hubiese algo que la hiciese sobresalir. Crabbe y Harry lo notaron al mismo tiempo, y Crabbe dio con el pie a la baldosa. Al notar que había algo que crujía debajo, Ron y Goyle se agacharon para levantar la piedra. Ésta se elevó poco a poco; Harry extendió la mano.

- ¡Un disco! -dijo, pero Malfoy era más listo:
- ¡Accio! -dijo, y el CD voló a sus manos.

Draco lo examinó cuidadosamente, mientras empalidecía de forma gradual.

- No me lo puedo creer -dijo-. Simplemente, no me lo puedo creer...
- ¿Qué pasa? -preguntó Goyle-. ¿Es tecno o algo por el estilo?
- ¡Un muggle! -chilló Draco, y les mostró el disco-. ¡Hemos estado empleando nuestro tiempo..., todo el día... para buscar el compact de un jodido muggle, sólo porque le gusta a un vejete chiflado!

En la carátula del CD ponía: Elton John - Love Songs 1995. Malfoy lo agitaba tan rápido que Harry apenas podía verlo, pero aparecía un hombrecito con gafas y traje negro que bien habría podido ser un mago, de no ser porque su foto no se movía, como ocurría con todas en el mundo mágico.

- Al menos es típicamente británico -argumentó Crabbe.
- ¡Hey, yo he escuchado Made in England! -dijo Goyle.
- ¡Sois idiotas los dos! -Draco Malfoy hizo ademán de romper el disco, pero se contuvo-. Bien. Muy bien. Entregaré este CD al viejo y sus amigotes y me llevaré el premio yo solo. Ahí os quedáis.

Draco se dio la vuelta e inició la huida, pero Harry le cortó el paso.

- YO soy el héroe -protestó, con más mala leche de la habitual-. Eso es mío.
- ¡Apártate, Potter! -dijo Draco con aspereza, al tiempo que le apuntaba con la varita.
- No.

Era bravo. Era valiente. Era temerario. Era bobo, porque no le había dado tiempo a sacar la suya.

- ¡Expelliarmus!

Harry dio con sus huesos contra una pared. Entre pajaritos, pudo ver cómo Draco Malfoy se marchaba con el disco. Sin embargo, Ron Weasley -el leal, testarudo y también valiente Weasley, reducido a la categoría de acompañante- consiguió agarrarlo de la capa. Draco se tambaleó y cayó al suelo. El disco salió despedido de su mano; Ron corrió a cogerlo, pero Crabbe y Goyle también, y eran mucho más fuertes que él. Harry podría haberlo ayudado, pero aún no se había recuperado del golpe, y además, estaba entretenido mirando el escote de Draco.

- ¡Harry! -gritó Ron, que se agarraba al disco como si en ello le fuese la vida.

Haciendo un esfuerzo, se pudo de pie.

- ¡Fak! -dijo, apuntando a Goyle-. ¡Fakiutu! -y como su varita era la más poderosa, que no en vano la pluma de fénix procedía de la cola de Fawkes, logró aturdir a sus dos enemigos. Draco también había levantado la varita, pero ésta se había descascarillado con el golpe y no funcionaba bien. Draco sopló sobre ella y le dio cuerda.
- Mierda...

Harry no se dejó impresionar.

- ¡Pagarás por esto, Malfoy! -dijo-. Por quererte apropiar de la gloria que sólo me pertenece a mí..., a mí y a Ron. Por ser tan malvado. Por dejar que te tiren de la capa y se te vea todo el escote. Por ser tan jodidamente, terriblemente, lamentablemente sexy y atreverte a rechazar al mejor de los magos, el famoso Harry Potter, el Niño Que Vivió -con las últimas palabras casi se le saltaron las lágrimas; se estaba emocionando demasiado-. ¿Cómo puede ser que no te haya afectado el hechizo, a ti, que tenías una obsesión insana conmigo, a ti que eres de los personajes más gays que hayan podido crearse nunca en el harryverso?
- ¡Harry! -intervino Ron-. ¿Qué estás diciendo?
- No interrumpas, sidekick -dijo Harry-. Sí, lo reconozco. Tú me gustas, siempre me has gustado, eres mi amigo, me preocupo por ti y no me importaría follarte. Pero él..., él es mi némesis. Él me atrae de una manera que tú no podrías soñar. Es tan hijoputa, tan seductor, tan mortífago en potencia. Me atrae, Ron. Pero no se ha dejado hechizar, y ahora va a pagar por eso.

Draco y Ron permanecieron callados. Se miraron un instante. Draco fue a decir algo, pero no pudo.

- Harry -dijo al final Ron, con suavidad-. ¿No has pensado que a él no le ha afectado el hechizo por la simple razón de que ya era maric... quiero decir, gay?
- ¿Ah, sí? -Harry bajó el brazo y reflexionó-. Pues ahora que lo dices, podría ser. No lo había pensado.

Draco se levantó y se limpió el polvo con dignidad.

- Bien, después de este paréntesis, me gustaría irme -dijo-. ¿Me devuelves el disco, Weasley?
- ¡Nunca! -escupió Ron.
- Espera -dijo Harry-. Espera, Ron. Si de verdad es gay... bueno, creo que podríamos compartir el premio. Después de todo, yo tengo todos los galeones que pudiera soñar, a ti no te afectará ser un poco menos pobre que las ratas, y él viene de una familia de rancio abolengo. En cuanto a los dos adoquines -señaló a Crabbe y Goyle, que roncaban a dúo-, no les importará mucho.
- Yo no quiero compartir el premio con él -Ron levantó el dedo como un niño pequeño-. ¿No te das cuenta, Harry? Es Draco Malfoy, nuestro mortal enemigo. Se supone que le odiamos. Es malo. ¿Por qué íbamos a tenerle en cuenta?
- Weasley -el tono de voz de Draco se había tornado algo más sereno-. Mírame a los ojos.

Ron lo hizo. La expresión de su cara pasó de la ira a la confusión, y de ésta a la sorpresa. Draco desvió la mirada mientras Ron parpadeaba, visiblemente impresionado.

- Ya lo ves -dijo el mortifaguito-. Me odias. Yo te odio a ti, eso es cierto. Pero soy adorable y no puedo evitarlo. Es un don del que incluso mi padre se ha dado cuenta; yo soy adorable, Potter es heroico y tú... eres sexy. Creo que los tres estamos de acuerdo en eso.

Ron y Harry asintieron. Lenta, muy lentamente, Ron fue relajando los nudillos de la mano que sostenía el disco. Miró a Harry. Después miró a Draco. Más lentamente aún, se acercó a Draco y le alargó el CD.

- De acuerdo -gruñó-. Es tuyo.

Draco sonrió, lo que le hizo parecer más adorable todavía.

- Eres muy amable, Weasley. Supongo que tu parte del premio te servirá para que el año que viene no traigas calzones raídos al colegio.
- Que te den por el culo, Malfoy -siseó Ron.
- ¿Lo harías tú, Weasley? -susurró Draco, al tiempo que daba un paso hacia él.
- Nunca... yo... ¡SÍ!

Sorprendido, Harry fue testigo de aquello que jamás había pensado que vería: Ron Weasley y Draco Malfoy engarzándose en uno de los besos más apasionados de la historia de Hogwarts. La tierra tembló, el lago se agitó por un momento, Peeves tocó un alegreto con su violín, mientras las cabelleras roja y platino se entremezclaban. El beso duró unos tres minutos, durante los cuales Harry se limitó a golpear la varita contra su muslo y a pasarse los dedos por el pelo. A los dos minutos y treinta segundos aproximados, escuchó sonido de llanto. Crabbe y Goyle acababan de recobrarse para ver a su Malfoy besando a otro. Se abrazaron y permanecieron consolándose hasta que Ron y Draco terminaron.

- Hmmmmm -murmuró Draco mientras se separaba de Ron con un sonido claro.
- Fiu -gimió Ron, y se colgó de su rostro una sonrisa boba.
- Oye, Ron... -dijo Harry.
- ¿Qué?
-Decías que aún no estabas preparado para estas cosas... Que aún no tenías tan asumida tu homosexualidad...

Ron se rascó la cabeza. Era evidente que no sabía qué decir.

- Bueno, se puede cambiar de opinión, ¿no? -protestó-. De todas formas, que le bese no quiere decir que me lo vaya a tirar ya mismo.
- ¿Ah, no? -dijo Draco, y Harry supo por la mirada de Ron que su casta voluntad sólo tardaría unas horas en quebrarse. Enfadado, se dio la vuelta.
-Será mejor que vayamos a la fiesta -dijo-. Ya es hora.



Aquel 28 de junio fue recordado como uno de los mejores días en el colegio. La fiesta fue todo un éxito, aunque desgraciadamente la mayoría de las personas se hallaban demasiado ocupadas con su lujuria para establecer una buena comunicación. Fleur Delacour se lució como corista; la actuación de sus veelas, que incluía poses orgásmicas y tan sugerentes como algunas que sólo pueden encontrarse en imágenes de libros (o en las mentes de los escritores de fanfic), derrochó aplausos, sobre todo del sector femenino. Hermione, muy a su pesar, no pudo evitar gritarle un "¡maciza!" a Fleur. Incluso muchos chicos sintieron revitalizado su lado heterosexual al ver danzar a las veelas. Entre ellos estaba el ex capitán del equipo de quidditch de Gryffindor, Oliver Wood, que dio grandes muestras de alegría con el espectáculo. Aunque jugaba de reserva en el Puddlemere United, aún no había visto a las mascotas del equipo de Bulgaria en acción, puesto que había llegado tarde al partido el año de los mundiales.

- ¿A ti no te ha afectado el hechizo? -le preguntó Lee Jordan al verle tan entusiasmado.
- ¿El hechizo? -Oliver Wood se rió-. El hechizo sólo vuelve del revés lo que no lo está. Pero verás, yo soy capicúa. (Incluso mi dorsal reza: 101) A mí no me pueden reciclar ni volver del revés. Soy completo y perfecto -él parecía muy satisfecho de sí mismo, aunque ningún Gryffindor pareció entender bien a lo que se refería.

Neville, para lástima de Hermione, Ron y Harry, no parecía pasarlo demasiado bien. Les explicó que el día anterior había salido con su abuela a Hogsmeade a tomar un carajillo nocturno, y que había vuelto a Hogwarts pasada la medianoche. Al levantarse a la mañana siguiente, nada parecía estar en su sitio habitual. No entendía una mierda, todo parecía escapársele de las manos aquel día, y por si fuera poco, Ginny -su amor platónico- bebía los vientos por Hermione.
Neville comentó también, no sin un escalofrío, que Percy Weasley le había enviado una lechuza "sólo para saber si se lo estaba pasando bien el 28 de junio, y si querría volverle a ver". Por supuesto que quería volverle a ver, pero... Neville estaba un poco asustado ante el cariz que estaban tomando las cosas. ¿Qué pasaba, en Hogwarts se habían vuelto todos locos de repente? ¿Por qué no podía encontrar una chica, una sola chica, a la que le gustasen los tíos? ¡Nada! Había probado a invitar a Parvati a la fiesta, a Lavender... pero las preferencias de todas iban por otros lados. ¿Qué había hecho de malo? ¿O es que se había puesto una colonia que apestaba?

Mientras Hermione trataba de calmar a Neville, Harry y Ron se sentaron en una mesa y charlaron.

- ¿Estás bien, Harry? -preguntó Ron.
- Psá...
- ¿Qué quiere decir "psá"?
- Quiere decir que me habéis dejado sin nadie. Hermione con Ginny, tú con Draco... ¿quién me queda a mí? ¿Snape?
- No -observó Ron, al girar la cabeza y ver a Snape y el Barón Sanguinario brindando, muy acaramelados. Se suponía que los fantasmas no comían ni bebían, pero a saber qué había puesto Snape en las copas.
- Entonces, ¿quién? ¿Quién?
- Bueno...
- Dilo.
- Está Hagrid.

Harry soltó un profundo gemido. La parte entre sus piernas que había tenido tanta actividad aquel día pareció conforme, pero él era demasiado..., demasiado... demasiado heroico (y demasiado joven) para Hagrid. No obstante...

- Bien, de acuerdo -dijo, y tragando saliva, se levantó.
- ¡Oh, no! -dejó escapar Ron.
- ¿Qué pasa?
- Míralo -un dragoncito pequeño acababa de salir de lo que Ron y Harry habían tomado como un simple huevo de gallina tratado con el hechizo engorgio. Hagrid parecía feliz, apretando al dragón entre sus brazos y besándolo como si de un niño se tratase. Snape y McGonagall le dirigieron una mirada desaprobadora; Dumbledore sonreía.

- Creo que no va a tener tiempo para ti -dijo Ron.

Harry se deprimió. Cuando llegó la hora de bailar, Las Nimbus Se Lo Montan Solas salieron al escenario; Ginny tomó a Hermione con gracia de la cintura y comenzaron un suave movimiento; Draco se acercó a Ron, con la mano extendida en ademán caballeresco, y ambos se abrazaron también. Era muy bonito, muy romanticón y muy digno de fics fluffys, porque Hermione estaba tan guapa como sólo ella sabía ponerse, porque Ginny había dejado de ser "la hermanita pequeña" para convertirse en un verdadero personaje, porque Ron cobraba pleno protagonismo y porque Draco hacía relucir su atractivo como el oro. Pero Harry se aburría soberanamente, tanto que llegó a desear que llegara la hora de irse con los Dursley y no volver a Hogwarts en una larga temporada, porque por primera vez en su vida estaba cuestionándose -de verdad, no con falsas humildades- su condición de héroe.

Al final de la velada, Draco, Ron, Crabbe, Goyle y Harry subieron a la tarima para recibir el premio de manos de Albus Dumbledore. El director recogió su CD de Elton John y lo miró con ojos brillantes, por encima de las gafas de media luna.

- Adoro este CD -dijo-. ¡Camonmiusic! -y los acordes de I guess that's why they call it the blues llenaron el Gran Comedor-. Elton John es uno de mis artistas favoritos del mundo muggle. Sí, muggle, aunque no te guste, Malfoy. También allí tienen grandes cantantes. Bien, ahora vuestro premio.

Entonces hizo una seña con la varita, y del Sombrero Seleccionador -que había depositado sobre la mesa de profesores- comenzó a surgir una figura. Era un hombre, un hombre castaño, con aire lobuno, tan perfecto como sólo pueden ser algunos de los seres que habitan esta tierra. Les miró con sus ojos penetrantes. Harry no podía creer lo que veía.

- ¿Profesor Lupin? -dijo-. ¿Es realmente usted?

Lupin dejó caer la negra capa que llevaba. Bajo ella, sólo había unos calzoncillos tarzanescos y un cuerpo bien proporcionado. El comedor se llenó de ovaciones, pero Remus Lupin le guiñó un ojo sólo a Harry.

- Feliz día, Harry -dijo-. Sirius te envía recuerdos.

Todos parecían haber olvidado que aquel hombre era un licántropo que estuvo en su momento acusado de proteger a un asesino; también había sido su profesor, el señor Lupin, con el que más habían aprendido. Y desde luego, no conocían aquella faceta de Lupin. Su encanto, que rebasaba el de Draco, aumentaba en curva exponencial a medida que bailaba. Bailó para Draco, para Ron, para Crabbe y Goyle y, por supuesto, también para Harry. Todos quedaron rendidos a sus pies. Harry pensó que se quería morir cuando Lupin acercó su cuerpo sudoroso al suyo y le dedicó un beso especial en la frente, y después llegó a la conclusión de que, en fin, ser un héroe bobo tenía sus cosas buenas, como chupar páginas gracias a otros. Y las gracias de otros no eran comparables a nada...

- Profesor Dumbledore -Harry llamó la atención del director cuando la fiesta comenzaba a decaer-. Dígame, ¿le costó mucho hacer este hechizo? Quiero decir, me gusta ser homosexual. ¿Cómo hizo para "convertir" a todo Hogwarts en un mismo día?

Dumbledore se mesó la barba y rió.

- ¿Homosexuales? ¿Quién ha dicho eso?

Harry se sintió descolocado.

- Bueno, obviamente... -señaló a las parejas del Gran Comedor, pero Dumbledore le interrumpió.
- Ya, es cierto. Pero Harry, para mí eso es secundario. Si quieres, puedes pensar que el hechizo era para volveros homosexuales por un día -dijo el mago-. Pero a lo mejor prefieres creer otra cosa: que yo sólo os hice alegres por un día. El cómo no importa. Por otra parte, no sé por qué has pensado que la mayoría del colegio no podría tener tendencias gays, sabiendo que aquí se cuecen cantidad de habas.

Dumbledore hizo ademán de retirarse. Harry le retuvo:

- ¡O... oiga! Una última pregunta: ¿por qué Remus Lupin? ¿Y si la que hubiese encontrado el disco fuera una chica?

Dumbledore hizo un gesto gracioso.

- ¡Vamos, Harry! ¿Quién se resistiría a Remus? ¿No te acabo de decir que eso es secundario?



Aquella noche, todo Hogwarts dormía en paz; algunos más, otros menos, pero bueno. Algunos acababan de caer rendidos, mientras que otros llevaban un buen tiempo en brazos de Morfeo. Unos habían tenido sexo salvaje, otros sexo romántico, un par se había contentado con alguna que otra paja. Pero todos dormían a gusto, sintiéndose felices por un día, viviendo cada momento del presente... sin pensar en lo que ocurriría (en el) mañana.