martes, 20 de setiembre de 2005

Una Raya Más Al Tigre

Me ha agradado mucho leer la preocupación de quienes se toman la molestia de leerme respecto a mi estado de salud (thank u Antonino!) y respecto al plano afectivo también (idem thanx Serginho). La verdad creo que fue algo que le di más importancia de la debida, pero bueno... en ese momento me parecía de lo peor que justo el día en que tenía una cita previamente pactada (y esperada ansiosamente por quien escribe) ocurriese ese pequeño percance que nunca antes me había sucedido. Afortunadamente la cosa no pasó a mayores y al pasar de uno o dos días, la cosa esa (ampolla, hinchazón, divieso o lo que fuese) que me brotó tan de pronto e impertinentemente en la encía, tal como apareció se esfumó.

Pero bueno, tampoco la cosa era para tanto. Algunos bienintencionados amigos lectores como Daniel o Lobito (a propósito, congratulations por su entrevista maestro) de pronto me comentan que en lo que respecta a mi situación con Vicente, debería tener un poquito más de dignidad y mantenerme firme en no llamarle, buscarle o escribirle. Obvio de que tienen toda la razón del mundo: estarle rogando a alguien para que te vea puede convertirse en los más deleznable que alguien puede hacerle a otra persona en la vida. La vaina aquí es que curiosamente el buen Vicente hasta la fecha jamás se ha dignado a decirme que lo deje de buscar, llamar o escribir. Es decir, si le jodiera la paciencia el hecho de que yo lo ande fastidiando para encontrarnos, ya hace rato que me lo hubiera hecho saber, pues según él, para nada tiene pelos en la lengua como para decírmelo de una buena vez. Y muy por el contrario, jura y rejura que sí, que tiene harta disposición e intención para encontrarnos próximamente, pero que las circunstancias le son tan adversas que hasta la fecha y luego de más de tres meses en medio de tales avatares, esto aún no ha podido concretarse.

A lo que iba. ¿Qué puede impulsar a un hombre a mentir de esa forma (si es que efectivamente lo esta haciendo, claro está)? Es decir, si a mí una persona me cansa de estarle soportando su terquedad e insistencia para encontrarse conmigo, pues lo más lógico sería hacerle ver que sencillamente deje de joderme la paciencia de una buena vez, que lo único que esta consiguiendo es el efecto contrario de no querer volver a verlo nunca más. Y si esta misma persona me preguntase sobre el por qué de mi cambio de actitud, pues le diría las razones sin tapujos o roches, de eso ni vuelta que darle. Pero ¿para qué complicarse la vida -digo yo- en estar engañando, creando falsos intereses y expectativas en los demás, si verdaderamente ya no queremos volver a verlos más o porque sencillamente ya se perdió el interés que existía entre ambos anteriormente?

Eso es lo que precisamente no termina de cuadrarme en Vicente. Como bien predijo la encantadora y solícita Isabella (aunque al parecer más pudo su femenina intuición y su sentido común que sus artilugios), ese mismo lunes en que quedé para encontrarme con Vicente, éste se disculpó por teléfono cancelando nuevamente nuestra tantas veces pactada cita, pues el delicado estado de salud del familiar que me comentó pudo más que los planes que tenía previstos para ese día. En conclusión, naca la pirinaca. Una vez más, postergación hasta nuevo aviso. Cosa que por cierto, ya no me sorprendió.

Más que la indignación, se me vino a la cabeza la abrumadora duda de por qué alguien tan centrado y maduro como (se supone que puede ser) Vicente se prestase al jueguito de ver la cara de estúpido a alguien y postergar una y otra vez un nuevo encuentro. ¿Tenía sentido seguir en ese plan? O mejor dicho ¿acaso le gustaba la idea de dejarme plantado una y otra vez? ¿Por qué nunca decirme de una buena vez que sencillamente no quiere volver a verme más, que pienso es lo más lógico que un hombre de su edad haría en su lugar? (Bueno... de cualquier edad, pensándolo bien) La verdad y hasta ese momento no le encontré sentido al jueguito este.

Pero también me detuve a ver por otro lado. ¿Y si de verdad el tipo estaba tan, pero tan piña que justo cada día que planificaba algo para los dos, de pronto aparecía y/o sucedía algún imprevisto que de pronto jodiera todo y no le quedaba otra que postergar todo lo planeado una vez más? No es que yo sea -o quiera hacerme- el ingenuo a estas alturas. Tantas veces aplazar algo huele más que sospechoso, pero... ¿y si hay algo detrás de todo esto? Algo que yo no sepa pero que sea un motivo tan fuerte como para que de la noche a la mañana todo entre los dos hubiese cambiado tan de repente... pues desde que lo conozco nunca antes se había comportado así.

A los días de haber ocurrido este incidente, y luego de haberle manifestado mi pesar por el delicado estado de salud que se encontraba el familiar suyo, recibo un email de su parte contándome que las cosas estaban ya más calmadas y que se encuentra aprovechando el poco tiempo disponible que le queda para solucionar unos asuntos que dejó pendiente a causa de este imprevisto. Le respondí entonces que ojalá todo le salga tal como espera y que Dios mediante, la buena estrella nos acompañe para encontrarnos pronto alguuuuuuuuuuun día y conversar como dos buenos amigos que -al fin y al cabo- intentamos serlo. ¿Y saben? Les comento algo, despues de todo, esta situación no hace que me jale los pelos, para nada. Si Vicente quiere que volvamos a vernos, pues bien por él. No muero porque eso suceda. Además estos últimos días como que han estado ocurriéndome otras cosas digamos más "relevantes" como para seguir preocupándome por si un tipo inventa o no mil y un mentiras para evadirme porque no tiene la suficiente sangre en la cara como para decirme que no desea verme más (y ojo, que el de tener "las cuentas claras desde un principio" siempre fue cosa de él).

Vaya uno a saber por fin con qué clase de locos nos encontramos cada día. Si al menos manejase con el mismo aplomo otras cosas en mi vida (¿aló Diego?). Ufffff...

miércoles, 7 de setiembre de 2005

Daría El Alma Por Saber Qué Piensas

Me odio por lo que voy a escribir ahora, pero no lo puedo evitar.

La lógica, la razón, el sentido común... TODO me dice que lo más inteligente es seguir adelante y dar vuelta a la página, pero sencillamente no lo puedo aplicar.

Han pasado más de diez semanas (doce para ser exactos) y no sé absolutamente nada de Diego. Doce semanas en que mi mente ha vagado en un sinfín de especulaciones, arribó a mil conclusiones, anheló otras tantas soluciones... pero nada. Y la verdad, he actuado de forma tan minimal al respecto de lo que en realidad me hubiese gustado hacer. Durante todo este tiempo sólo atiné a enviarle un par de mails concisos, pero sin llegar al consabido empalago que pudiese causarle ahora algún mensaje mío. En uno de ellos, en cortas líneas le presenté mis sinceras disculpas si acaso mis últimas declaraciones pudiesen haberle causado algún daño y puntualizando que para nada deseaba perder su amistad.

Sabía en aquella oportunidad que arriesgaba el todo por el todo. Y la verdad, me encontraba preparado para lo que fuere. Poco más de un mes que se había desatado la bomba (ver los últimos párrafos del post "I Want You"). Alguna vez, no hace mucho tiempo, recibí una llamada suya espetándome por ese entonces -y ante unas circunstancias algo diferentes a las actuales- que "no lo buscara más y que lo dejase en paz". Que los estudios y sabrá Dios qué otras cosas más lo mantendrían muy ocupado y que mi obsesión por él comenzaban a serle algo preocupante. Hoy por hoy, me esperaba tarde o temprano alguna respuesta similar. Una llamada o un mail que manifestara cómo se sentía. Y de antemano comprendía que de hacerlo, no sería de la mejor manera, más que probable que hiciese uso de su acostumbrado hablar algo soez y que muy concisamente destacaría con un "vete a la mierda y no me jodas más".

Sin embargo, nada de eso ocurrió. Sencillamente, no contestó.

Por aquel entonces, cada vez que me conectaba a la red, me volvía un manojo de nervios al imaginar que en cualquier momento encontraría alguna respuesta de Diego. O que a lo mejor lo encontraría en el messenger y con la peor respuesta que pudiera recibir de su parte: que me olvide para siempre de él, que me odia y aborrece con toda el alma y que fui lo peor que pudo sucederle en la vida. Mis temores en aquellos días eran abrumadoramente fundados, sobre todo porque de alguna forma conozco su forma de actuar y podía percibir que no me equivocaba.

Pero no, ninguna respuesta suya.

Pasaron pues los días, llegando así a los dos meses de estar incomunicados. Aún me moría de nervios cada vez que me conectaba a la web, pues no perdía las esperanzas de que a lo mejor fuese él quien ahora se manifestase. Por lógica debió hacerlo... aunque sea con cualquier estupidez. Pero algo, algún mensaje suyo, saber qué diantres estaba haciendo. Si estaba bien o por el contrario si la estaba pasando mal, si lo que le dije lo afectó terriblemente o si sencillamente hizo todo a un lado y continuó con su vida de lo más normal. Pero igual, seguía sin recibir respuesta alguna de su parte.

Siempre odié el Hi-5. Más que odiarlo, me parece un absurdo desperdicio de tiempo. Y cuando saqué el mío, no lo hice por seguir una moda, o porque no tenía nada que hacer, ni mucho menos por curioso. Un día, el buen Diego me envió una invitación para sacar mi perfil de participante. Y todo hubiese quedado allí nomás, de no ser porque en aquel entonces fue él quien me pidió que le publicara un testimonial.

Con el perdón de quienes opinen lo contrario, pero cada día que pasa me convenzo mucho más de que todo lo que se publica en un testimonial de esos, son palabras que trascenderán única y exclusivamente en la pantalla del computador y nada más. Que del 100% de tipos que te agregan o publican palabras bonitas sobre ti, diciendo cosas como que nunca te olvidarán, que eres la mejor persona del planeta, que no quieren perderte por nada del mundo y otras leseras más, acaso habrá que tomar en serio a menos del 10% que escribe tanta tarugada junta. Sin embargo eso poco importó a Diego y con todo, me instó a que publicase un mensaje para él.

Me consuela en algo la idea que a la fecha, todavía conserve mi mensaje en sus testimoniales, pero tampoco como para alegrarme mucho. Pueda que no sepa cómo funciona del todo la basura del Hi-5 y no sepa cómo eliminarlo. Pueda que le convenga coleccionar más mensajes que hablen a su favor. Pueda que sencillamente halla olvidado que alguna vez le escribí cosas que en ese momento me salían del corazón. O pueda sencillamente que no le importe lo que alguna vez le escribí allí y que lo mismo le da conservar ese puto testimonial que eliminarlo. Como ven, hay varias probabilidades... sabrá Dios cuál será la correcta.

Cuando hace unos días visité su Hi-5, buscando lo que fue mi añejo testimonial, me di con la sorpresa de encontrar (como nunca) nuevas imágenes suyas. En todas ellas acompañado de sus compañeros de la universidad. En parte fue grato verlo en fotos actualizadas (recuérdese que no lo he vuelto a encontrar personalmente desde finales de febrero de este año), al menos se le veía feliz en cada una de las nuevas imágenes que había colocado. Sin embargo me apenó que en ninguna de ellas se encontrase alguna foto juntos, él y yo. Aunque suene egoísta, necio o hasta ridículo escribirlo, pero la verdad encarar tal realidad me deprimió profundamente.

La tristeza me invadía una vez más (como ya es costumbre en estos últimos meses) cada vez que revisaba mi correo personal y charlaba con mis contactos (cada vez más ocupados y/o alejados como para saber cómo están). Pero todo eso me importaba poco, pues el email que me hubiese gustado recibir, o el único contacto que me hubiese alegrado ver en línea y que restableciese mi alma al cuerpo con solo saludarme aunque sea por unos minutos, sencillamente nunca volvió a aparecer.

Haciendo entonces uso de un escuálido valor, un buen día me armé de él y tembloroso como un párvulo en su primer día de clases, me animé a mandarle un mensaje de texto a su celular. Ni disculpas, ni pedidos, ni nada. Apenas una corta frase salida de una canción como para que sobreentendiera de quién provenía el mensaje. Obvio, no lograba nada extraordinario con hacer eso, pero más pudo el deseo de comunicarme con él aunque sea de esa forma, antes de volver a intentar enviar un mail sin la certeza de saber que al menos se tomaría la molestia de abrirlo, mucho menos de leerlo de principio a fin.

El mensaje de texto era claro: a pesar del tiempo y la distancia, no lo había olvidado.

El resultado fue el mismo: su tan efectivamente dolorosa indiferencia.

Cierto, mentiría si dijese que paso todo el tiempo pensando en él (aunque a muchos les cueste creerlo). Realizo mis actividades cotidianas, trato de concentrar mi mente en muchas cosas que no me lo recuerden y algunas veces lo consigo. Pero cuando me atrapa la melancolía nocturna justo antes de irme a la cama, de pronto me envuelve la maldita incertidumbre de saber qué cosa estará haciendo él, si pensará en mí siquiera en algún momento, o si a lo mejor está esperando de mí la palabra adecuada como para que se digne a responderme algún día. La verdad, me cuesta entender que una magnifica relación tan simbiótica como la que sostuvimos Diego y yo en algún momento, de pronto la mande al tacho por la estúpida intransigencia suya de no querer manifestarse en lo absoluto. Y lo que es peor, sin siquiera haber permitido defenderme de todas las monstruosas ideas que seguramente esté pensando sobre mí. De verdad me cuesta creer, me cuesta entender, me cuesta esperar... sólo sé que lo único claro es que él ha llegado a formar una parte importante de mi vida. Que es especial para mí, quizás lo mejor que me haya ocurrido en la vida, y hasta mucho más importante que haberlo tenido como pareja, pues si bien nunca llegamos a serlo, nuestra química dependiente fue única. Fue mi alegría de estar vivo, la sonrisa que nunca antes había dibujado en mi rostro, la satisfacción de sentirme maravillosamente complementado, el sobrecargado orgasmo platónico de solo verlo y tenerlo tan cerca mío, el afortunado cariño de recibir tan privilegiadas confianzas de su parte, negadas al común de los mortales. ¿Fuiste así solo conmigo, querido Diego? ¿Te comportaste así sólo por mí? Y fuere como fuere, luego de tanto deleite ¿es justo que ahora reciba únicamente tu indiferencia? ¿Cambiarás tu actitud para conmigo en algún momento? Dime por Dios, qué tengo que hacer para acabar con el martirio de no tenerte cerca, o por lo menos de no saber alguna noticia tuya.

domingo, 4 de setiembre de 2005

Tantas Veces Vicente

Tal parece que este domingo no ha sido mi día de suerte. Desde el arranque, ni bien desperté, voy al baño, me miro al espejo y reviso mis dientes, pues desde que me levanté de la cama tenía la extraña sensación de tener algún resto de comida o algo parecido por ahí. Grande sería mi sorpresa cuando veo que precisamente al lado de uno de mis dientes inferiores (precisamente en una de las encías) surgía una hinchazón terriblemente escandalosa que quién sabe cómo pudo originarse tan de la noche a la mañana. Parece una ampolla, un chupo, una cosa horrorosa inflamada entre mis dientes y que da una incomoda sensación de tener algo extraño alojado ahí.

Mientras lamento que precisamente hoy se le haya ocurrido aparecer al quiste y joderme la boca, me dirijo a una botica cercana a consultar qué mierda puede ser eso -cosa que por cierto, nunca antes me había aparecido-. Y mientras me encamino a sacarme la duda de una buena vez, por momentos comienzo a temer lo peor.

El encargado del establecimiento me dice que esa hinchazón es normal, propia de una encía irritada por algún alimento alto en grasas, o bien producto de un muy enérgico cepillado dental. ¿Qué hacer? Lo típico, tomar un desinflamatorio que baje el terrible aspecto que tiene la ampolla y otro medicamento que prevenga alguna posterior infección. Y la verdad no soy muy amigo de consumir pastillas sólo por un quítame-esta-paja. Afortunadamente, cuando busco una segunda opinión (casera), ésta me dice casi lo mismo, que se trata de una hinchazón nada del otro jueves, que no se me ocurra manipularla y que un poco de algodón entre la encía y los labios por unas horas, desinflamará de un momento a otro mi tragedia del día.

Me apenaba el hecho de que precisamente me ocurriese este percance justo hoy domingo, cuando ya había quedado para verme con Vicente. Bueno, Vicente es el amigo que comenté en el post anterior. Es un señor algo maduro y que mal que bien ha llegado a formar parte de mi vida. Lo conocí si mal no recuerdo por marzo de este año en respuesta a un anuncio que envié en uno de esos tantos groups que pululan por la red. Un día se me ocurrió postear allí (como muy pocas veces) un mensaje para conocer hombres maduros, mayores de 35 años que estén interesados en mantener amistad con alguien de mi edad y caracteristicas. No detallaré aquí el por qué de mi empatía por los hombres maduros (especialmente de 40 años para arriba), entre otras cosas, porque me parece una pregunta tan necia que me la han hecho ya tantas veces... y además no viene para nada al caso responderla ahora.

Volviendo a Vicente, cuando lo conocí, pues me alegró mucho que alguien como él fuese el que se animara a responder mi mensaje. Es un hombre maduro, ya entrando a la base seis, muy bien conservado. Y hasta donde sé, es separado y sus hijos (ya mayores) viven independientemente de él, forjándose su futuro. Aparte de que vive solo y eso es una gran ventaja, tal como descubrí tiempo después.

Al comienzo nos llevábamos de maravillas. Poco a poco y cuando comenzamos a tenernos mas confianza, resultaba delicioso encontrarme con él cada vez que me largaba de la universidad para volar directamente a sus brazos. Y bueno, debo reconocer que con Vicente, recién aprendí a besar (aparte de que -modestia aparte- me jura que lo hago muy bien). La verdad no puedo negar lo bien que la pasábamos cada vez que se me ocurría escaparme e ir a buscarlo. Y más riquísima aún la sensación de cómplice culpabilidad cuando en alguna ocasión fugaba de las fauces de la agobiante rutina académica (léase pera, vaca, no ir a clases...) sólo para esperar como loco, llamarlo por teléfono y decirle que me moría de ganas de verlo. Y tal parecía que también Vicente sentía lo mismo, pues ni corto ni perezoso me daba la bendición para ir raudo a su encuentro y pasar una maravillosa tarde juntos.

La verdad, no me esperaba que todo ocurriese tan rápido. Hace unos meses atrás me encontraba en el dilema de no saber qué hacer porque un personaje como Diego me tenía en vilo debido a su inmadura conducta... y de pronto, en un abrir y cerrar de ojos me encontraba en la cama con un hombre maduro y excelente complemento sexual que -de una forma u otra- tenía yo a mi disposición. No podía considerarme entonces poco menos que afortunado ¿verdad?

Y sí, como todo en esta vida, esta situación era demasiado buena para ser verdad (o por lo menos para que durase mucho tiempo). Luego de vivir dos intensos meses juntos en estas citas furtivas, de pronto algo cambió. Un buen día Vicente dejó de sentirme imprescindible y comenzó a reparar en pretextos que impedían concretar algún próximo encuentro. La verdad que eso me chocó. Cierto que nunca llegamos a formalizarnos sentimentalmente de forma alguna (nos gustábamos y punto, nada más ni nada menos), pero que de pronto y súbitamente te corten esta (deliciosa) rutina para hacerte de lado de formas digamos no tan convencionales (aducía entre otras cosas: el trabajo, los cursos de capacitación que se le había ocurrido tomar por esos días, la visita de amigos, familiares y demás, etc), pues la verdad sentía que con todo eso, me estaba viendo la cara de idiota. Y más de una vez se lo hice saber -tanto por teléfono como por mail- que si lo que en realidad ocurría con él era que no quería volver a verme más, pues que me lo haga saber directamente y punto, pues las reglas del juego (propuestas por él mismo, dicho sea de paso) eran claras: si queríamos seguir juntos y sin problemas, no habría por qué engañarnos ni contarnos mentiras. Él, muy seguro de si mismo, juró y rejuró que tan sólo era víctima de las adversas circunstancias y que yo me hacía muchos problemas por algo que sólo existía en mi cabeza, pues aún seguía interesado en mí.

Sin embargo, pasaron dos meses más desde la última vez que estuvimos juntos y la situación seguía siendo la misma. Sus actividades le impedían darse un tiempo para mí y la verdad eso me resintió más. No había pasado mucho desde que Diego había decidido decirme adiós (y al parecer) para siempre. Tampoco me encontraba preparado para que además Vicente me hiciese también de lado. Y todo por unas estúpidas actividades. ¿Acaso no podía acomodar un par de horas en su agenda para mí? Así continuase recalcándome que a pesar de las circunstancias aún yo le seguía importando, me pareció demasiado cínico de su parte tan objetable actitud suya.

Resentido aún por las recientes heridas causadas por Diego, mandé entonces un último mail a Vicente, resumiéndole en pocas líneas que, si sus actividades no le daban tiempo para mí, pues que era más que obvio que éstas le resultaban más importantes que lo que pudiese estar sintiendo yo. Que aquí se acababa todo y que no volviese a tomarme en cuenta nunca más. Y la verdad no creo haber obrado mal en hacérselo saber, aunque sea de una forma tan impersonal como lo es un e-mail (pues debido a sus propias trabas me hacía imposible hacérselo saber en persona).

Pasado un tiempo -para ser exactos en el mes de agosto- no se me ocurrió "mejor" idea que telefonear a Vicente para saber cómo estaba. Es verdad que lo más prudente hubiese sido no haberlo hecho, pero bueno... tenía curiosidad por saber cómo se encontraba y además en ese momento digamos que yo no la pasaba tan bien anímicamente hablando. Aún sentía los estragos del rechazo-abandono de Diego y actualmente Vicente es el único hombre al que le he comentado personalmente parte de este drama privado (ninguno de mis amigos cercanos imaginan siquiera por asomo el vía crucis que me significó sobrellevar esta terrible ausencia). Y valgan verdades, por momentos a Vicente hasta me nace tenerle un afecto como de un hijo hacia su padre. Pero bueno, volviendo al tema, para cuando decidí llamarlo aquella vez, él me respondió de muy buena gana y hasta se alegró de que me hubiese acordado de él. Escuetamente comentaré lo siguiente: dijo que me echaba de menos, que lamentaba mi actitud tan tajante de cortar nuestra relación y que prefirió no responder tan inmediatamente mi último hostil e-mail porque prefirió esperar un tiempo prudente para que se me baje el colerón y poder platicar más calmadamente las cosas.

La verdad que eso no me lo creí tan fácilmente, pero bueno, sí lo había llamado al teléfono, era obvio que sabía a qué cosas me atenía. Para cuando le pregunté si disponía de tiempo para volver a vernos y conversar -entre otras cosas- debido a lo medio depre y sin dirección que me encontraba en esos momentos, me respondió que por lo pronto le resultaba imposible (por lo menos durante ese mes), pues situaciones de índole familiar se lo impedían y que además era más que probable que viajara fuera de Lima para atender estas diligencias.

Lo que me dijo no me sorprendió. Tal parecía que la respuesta de moda de todos era sencillamente decirme NO, ya sea negarse ante cualquier sugerencia o pedido mío o cualquier otra cosa que viniese de mí. No soy paranoico, pero las evidencias hablaban por sí solas. Aparentemente el mundo -o por lo menos aquellos en los cuales pude contar en algún momento- ahora me daban la espalda.

Sin embargo, en esta ocasión Vicente me dio una remota esperanza la cual ¿debería? tomar en cuenta. Que a partir del mes siguiente, cuando se desocupase de todas estas actividades con las que tenía que cumplir, volviese a comunicarme con él para acordar un próximo encuentro. ¿Debería contar con ello una vez más? ¿Faltaba determinación o dignidad de mi parte si volvía a tomarle la palabra? Quizás sí. Lo cierto es que, pasado ese tiempo, cumplido exactamente el día de ayer, se me ocurrió marcar su número nuevamente.

Me hubiese gustado luego de llamarlo volar inmediatamente a su casa, pues las ansias de querer volver a verlo me carcomían cuerpo y alma una y otra vez. Desafortunadamente cuando Vicente contestó mi llamada y ante mi arrojada proposición de querer verlo inmediatamente, respondió que precisamente esa tarde resultaba imposible pues más noche había un partido de fútbol por la televisión (¡!) y no quería perdérselo (si, ese vergonzoso partido Perú-Venezuela cuyo bochornoso resultado no pienso comentar aquí, pues me queda algo de sangre en la cara todavía). Propuso entonces que esperásemos 24 horas más para disfrutar juntos la tarde del domingo. Me apenaba la idea que me dejase de lado (otra vez). Y todo por un estúpido partido de fútbol (¡Hombres! Al carajo con ellos). Pero no podía dejar de excitarme con la idea de volver a pasar una deliciosa tarde juntos, tal y como solíamos hacerlo en nuestros mejores momentos.

Y heme aquí, hoy domingo, con las pilas algo bajas por pensar demasiado en la morbosa idea de encontrarme con Vicente y calmar mis ansias haciendo justicia con mi propia mano. Y lo que era peor, el madito furúnculo éste, justo tenía que aparecer hoy para terminar de cagarme la tarde. La verdad es que desde que descubrí la ampolla en mi encía, de arranque me arruinó el entusiasmo pues obviamente este "detalle" sería un impedimento para el encuentro con mi maduro galán. O por lo menos dificultaría en algo disfrutarlo tanto como yo hubiese querido. Sin embargo ya había dado mi palabra de que iría a buscarlo, así que no había marcha atrás. Ya había esperado esta cita desde más de tres meses atrás. Y lo peor que podría ocurrírseme era precisamente llamarle para posponer todo... y sólo porque me había salido un maldito absceso en la boca de apariencia espantosa precisamente hoy y que me hubiese impedido besarlo con toda la pasión caníbal que tengo macerada dentro de mí desde ya buen tiempo atrás. ¡Perra suerte carajo!

Para cuando lo llamé hoy, listo para confirmarle que en una hora más o menos me aparecería por su casa, Vicente algo preocupado me comenta que le resultaría imposible verme hoy, pues se presentaron problemas de salud de un familiar (y van...), pero ofrecía posponer una vez más nuestro encuentro para mañana lunes por la tarde.

La verdad y en vista de las circunstancias, no lamenté tanto que postergara nuestra cita de hoy por la tarde (sobre todo por mi súbito percance). Ojalá nomás que esta maldita hinchazón de la encía me desaparezca mañana de una buena vez. Nunca antes me había aparecido algo tan feo en la boca y fuese lo que fuese, si tenía que aparecerme alguna vez... pues carajo, que lo haga cualquier otro día. ¡¡¡ ...pero no justo el mismo día que tengo un encuentro pendiente con mi lover !!!

Hasta mañana en la tarde, querido Vicente. Ojalá que por fin podamos vernos. De verdad que lo ansío... y espero que tú también.

sábado, 3 de setiembre de 2005

La Vida Después De...

Bueno, para los que me conocen, habrán adivinado que aquí me sería difícil no tratar del tema DIEGO. Y para quienes no saben quien es él, pues bueno, resumiendo... fue un amigo cercanamente especial (lo más próximo a una pareja que he tenido en toda mi vida) el cual tuve la oportunidad de tratar aproximadamente por tres años y bueno... hoy por hoy ya no se encuentra a mi lado porque entre otras cosas, tuve la no tan feliz idea de declararle que sentía por él algo más que una particular amistad.

La verdad, no me arrepiento de habérselo dicho. Es más, hasta me parece la idea más sensata que se me ha ocurrido hacer en estos últimos años. Y es que la cosa entre los dos iba cada vez de mal en peor. Ya no podía verlo con la misma frecuencia de antes y en más de una ocasión le hice saber que yo no merecía que me desplazara de esa forma. Pero bueno, él por su parte me soltaba los repetidos pretextos de siempre que impedían se diese un tiempo para atenderme (llámese la universidad, los exámenes, la familia, los amigos...). Y precisamente la razón fundamental que me empujó a expresarle mis más sinceros sentimientos fue esa: de que me encontraba harto que me relegara a un segundo plano, sobre todo porque a mí nunca se me hubiese ocurrido hacerle lo mismo. Más aún desde el momento en que me di cuenta que para mí, Diego era alguien muy, pero muy especial.

Pero bueno, ya habrá espacio de sobra para tratar ese tema (vía El Futuro Se Fue, obviamente). Lo que me importaba acotar aquí es que, luego de tres años de haber vivido una atormentada relación amical-platónica-no-correspondida pues resulta difícil ver la vida de manera optimista, diferente y sobre todo, de levantarse luego de la caída como si nada hubiese pasado. Cierto, jode la idea de saber que muy probablemente (con énfasis en el MUY) a Diego ya no vuelva a verlo jamás, o que a lo mejor él me odie con todas sus fuerzas por el sólo hecho de "haberlo engañado durante todo este tiempo", o qué sé yo... La verdad no tengo la menor idea de lo que puede estar pensando él de mí en estos momentos (y si es que acaso esté pensando en mí también). Pero lo más previsible es que ya no me quiera ver nunca más. Y bueno, hay que hacerse la idea tarde o temprano de que las cosas pueden resultar así. Y ni modo, pase lo que pase, hay que seguir adelante.

No hace mucho, a raíz de estos tristes acontecimientos, se me dio por buscar la forma de sacármelo de la cabeza. Y que mejor que buscando a otra persona que ayude a olvidar al ingrato éste, pero... o soy muy quedado para estos menesteres o no tengo mucha suerte para esos casos, más lo cierto es que hasta el momento no encontré (vía contacto personal) a alguien siquiera minúsculamente interesante como para considerar, o por lo menos tratar de entablar una amistad en la cual pueda compartirse intereses comunes o por lo menos algo de comprensión. A lo mucho he podido encontrar -y sin mucho esfuerzo- lo que casi siempre está a la vuelta de la esquina: sexo sin compromiso. Y la verdad, no soy muy partidario de esas cosas (muy al margen de la cuestión del SIDA y otras enfermedades), sobre todo porque a la larga esta alternativa te deja una sensación de vacío y desdicha mucho peor que por la que te encontrabas antes.

Lo bueno de este tipo de encuentros -al menos para mí- es que te hacen ver de una manera clara y contundente que para nada son la solución a tus problemas. Y muy por el contrario pueden hasta complicarte más las cosas. Pueda que me anime a contar en los próximos días lo que me ocurrió no hace mucho con un tipo con el cual decidí salir y ver qué pasaba... y si bien es cierto que durante buena parte de nuestro encuentro la pasamos bien, después me di cuenta que este tipo de cosas a lo "choque y fuga" no son para mí. Para nada.

Por lo pronto, hoy hablé por teléfono con un amigo especial, el cual no he tenido la oportunidad de volver a ver desde su último cumpleaños en mayo de este año. Tenemos la suerte de llevarnos muy bien (sí, en el plano íntimo también). Y para serles franco, me siento de lo más tranquilo y relajado estando a su lado. Ojalá nomás que con él las cosas no se pospongan como en otras tantas ocasiones (y que luego me dejaban tan empinchado al punto de haberlo mandado a la mierda por sus tan frecuentes desplantes).

Lo necesito, sé que debo verlo. Ojalá él sienta lo mismo y la pasemos bien mañana domingo. Deséenme suerte.

jueves, 1 de setiembre de 2005

¿Otro Más?

¿Cómo? ¿Otro blog? Pero si apenas puede con uno... es lo que pensarán ahora muchos seguramente. Cierto, mantener la periodicidad de un blog no es cosa sencilla, mucho menos darse abasto de escribir como uno quisiera, sobre todo si se tiene el tiempo en contra y además de otras tantas actividades paralelas que joden nuestros planes. Pero bueno, el impulso que motiva el nacimiento de este nuevo blog es que... como la mayoría de los que he tenido el gusto de deleitarme visitándolos, Un Día Es Un Día pretende ser diferente, más cotidiano y menos ceremonioso que El Futuro Se Fue. Lo cual no indica por cierto, que abandone uno por prestarle mas atención al otro y viceversa (bueno, al menos eso espero).

A mi primer blog (al cual tengo mucho cariño y agradezco infinitamente a todos y cada uno de los que se han tomado la molestia de visitar, comentar y re-comentar; vaya para todos ustedes un fuerte abrazo desde aquí, queridos amigos) ya le tengo trazado los puntos que ha de tratar. Y muy por el contrario, en este otro blog pretenderé dar cabida a temas que son imposibles de comentar en el otro sitio, ya sea por falta de espacio, o porque se encuentren fuera de contexto, o porque su contenido no vaya tan acorde con lo comentado anteriormente. Quién sabe y hasta me anime a contar cositas algo subidas de tono que me han estado ocurriendo estos últimos días (advertidos están). Es más, aquí la cosa será -pienso yo- con detalles mucho más cotidianos, menos extensos y hasta por donde veo, bajo ningún contexto predeterminado. Sencillamente reflejaré aquí lo que me ocurra durante los próximos días, de manera más directa, concisa y casual. Así que hasta el cierre de esta publicación no tengo ni la más puta idea de lo que postearé aquí durante los próximos días.

Deséenme suerte amigos bloggers, y... aquí vamos otra vez.

Atte.

Mauricio