domingo, 24 de diciembre de 2006

Un Cuento De Navidad

A Harlock, cómplice de esta insólita aventura

Eran poco más de las dos de la tarde de aquel 24 de diciembre. No había nada más que hacer por los pasillos del lugar, de no saber que en ese mismo momento, Roger se encontraba trabajando en su oficina. Ante tales circunstancias entonces, la tentación de espiarlo subrepticiamente una vez más, no se haría esperar. Me asomé lo más silenciosamente posible hacia la puerta de ese departamento en el que supuestamente lo hallaría. Y no me equivoqué, pues desde su pequeña ventana, pude observarlo con detenimiento. Se hallaba exactamente de espaldas (¡Dios, qué espalda!) sentado en su escritorio, trabajando muy concentrado mientras no dejaba de observar la pantalla de su computador. Creo que en aquel momento, aún así hubiese irrumpido en su oficina armando un tremendo escándalo, difícilmente habría robado en algo su atención.

Sé que Roger es una persona tremendamente lacónica. Es más. Siempre se autodefine como un hombre de pocas palabras, lo cual muchos interpretan (equivocadamente, según él) como un tremendo gesto de arrogancia y altivez. Bueno, con lo irresistible y apuesto que es, de seguro que cada cinco minutos no deja de toparse con cretinos (as) de toda especie que intentan abordarlo buscando cualquier tipo de acercamiento. Ergo, razones no le faltan para comportarse tan fría e indiferentemente ante cualquier otro mortal.

El furtivamente observarlo trabajando en sus labores, acrecentaba mi morbo cada vez más. Quería acercarme a él, conversarle, ganar su confianza... y quién sabe. Con un poco de suerte, recibir un día de éstos un delicioso abrazo de su parte, impregnando en mí ese rico aroma suyo de macho que siempre conservo en la memoria. Que cuando me vea, sonría de par en par y me pregunte cómo estoy. Que siquiera una vez en la vida se interese algo por mí. Y que cuando nuestros cuerpos se encuentren circunstancialmente apegados, muy juntos uno del otro, poder percibir la densidad y turgencias de cada milímetro de sus piel, a merced de que él también pueda advertir el trémulo palpitar de todo mi ser, por sólo tenerlo al lado mío.

Este sueño imposible, salvaje deseo y lacerante perversión, puede más que cualquier aprensión, atreviéndome entonces a invadir su oficina, sin llamar a la puerta para anunciarle mi ingreso. No tengo idea de cómo tomará este atrevimiento, sin embargo poco me importa. Supongo que en el camino algo se me ocurrirá, pues lo que más deseo en ese momento es divisarlo lo más cerca posible, aunque sea por unos breves segundos, antes de que lo poco que conservo de dignidad me obligue a abandonar el lugar y no vuelva a osar acercarme (¡ni con el pensamiento!) a un dios tan regio como él.

Ingreso pues a la oficina y me dirijo exactamente a un escritorio, contiguo y algo apartado de donde se encuentra trabajando ahora. Él por su parte, ni intenta siquiera volver la mirada hacia aquel intruso que acaba de irrumpir en su aislado ambiente laboral. Aprovecho entonces para seguir observando, examinándolo minuciosamente y con aguda vehemencia. Como si de pronto, me invadiera un absurdo e inmenso temor de que en cualquier momento, unas inmensas manos me cojan de hombros y me arranquen del lugar, como si en territorio prohibido o vedado me hallase.

Seguí contemplándolo. Llevaba puesto esos lentes suyos tan característicos y que no mellaban para nada en su encantador atractivo. Lucía el cabello ordenado, algo alterado producto del stress y las labores del día seguramente. Sus rebosantes y carnosas mejillas lucían más estimulantes que nunca, pues podía divisarse en ellas incipientes y gruesas cerdas de copiosa barba que inevitablemente a estas horas de la tarde comenzaban a aparecerle, y que de seguro muy temprano había afeitado. Sus dedos algo gruesos, que una y otra vez golpeaban las teclas del computador, seguían despertando mi incontenible lascivia. Imaginé entonces la gloria que debía sentirse al ser explorado y acariciado por aquellas velludas (y seguramente ásperas) manos. Y no sólo eso, pues la prenda que llevaba puesta (una camiseta color blanco, manga corta) dejaba al descubierto sus robustos y aceptablemente lanudos brazos. Las ganas de abalanzarme hacia él, eran pues ya demasiado evidentes.

"Hola", respondo tímida y sorpresivamente, luego que de súbito Roger desviase la vista desde su monitor hacia donde yo me hallaba, notándole una (muy) ceñuda extrañeza en su mirada. Levanta en algo la cabeza, observándome con cierto desdén. Como si mi presencia no mellara en absoluto su grandiosa omnipresencia dentro de la oficina.

- Entré porque quería sacar unos papeles... aparte de que pensaba imprimir unos documentos que necesito más tarde, antes de irme y que cierren todo... -continué justificándome.

Casi sin notarlo, ya Roger había vuelto la mirada hacia el trabajo en el que se encontraba inmerso segundos antes. Continuaba observando la pantalla del computador, como si de pronto me hubiese vuelto invisible y ya no hubiese nada interesante que observar. Me sentí un mísero insecto.

- ¿Cuándo vas a terminar con la compu..? Tengo que hacer unas impresiones y quisiera saber cuánto tiempo te va a tomar lo que estás haciendo.
- ¿Estas apurado? -me preguntó con cierto tono amedrentador.
- No, la verdad no mucho. Pero quisiera saber de todos modos, para terminar mis cosas y volver más tarde... para hacerlas con calma.

Parecía sentirse fastidiado de sólo escucharme. Golpeó con ambas manos su escritorio, haciendo un lado el teclado y dispuesto a abandonar la silla en donde se hallaba apoltronado.

- ¡No no no! No te estoy pidiendo que te vayas... sólo quería saber si vas a demorar mucho, cosa que regreso luego y te dejo trabajar tranquilo -intenté disculparme.
- Qué cosa quieres imprimir... -refunfuñó muy seriamente.

Sentí como si todas mis explicaciones las hubiese expresado un mimo. O peor aún, como si cualquier palabra mía no pudiese ser advertida por sus masticables oídos de dios.

- Es poca cosa la verdad... termina nomás tu trabajo -respondí-. Yo puedo darme una vuelta por ahí, hasta que acabes y ya. Así que normal hombre, no te angusties...

Roger se acercaba más a mí. Noté entonces que vestía uno de esos bolsudos pantalones térmicos color rojo, de esos que se usan en temperaturas extremadamente frías. Algo curioso si tomamos en cuenta que en esta temporada de verano, abrigarse así resulta por demás absurdo. Mas el gélido ambiente que se respiraba en el recinto, producto del aire acondicionado (a temperatura mínima), me hacía comprender el motivo por el cual vestía así. Lamenté no tenerlo tan cerca con alguna otra prenda menos holgada, como un pantalón de vestir o unos jeans (vaqueros) que dejen poco a la imaginación... contemplando más torneadamente su gruesa contextura, sobre todo de la cintura para abajo. Su amplio tórax que cada vez se acercaba más -apenas cubierto por aquella clara y delgada prenda suya-, aceleraba más mi palpitar. Noté entonces que las manos comenzaban a sudarme y que los latidos en mi pecho martilleaban con más violencia. Dejé escapar un tímido y ahogado suspiro, lo más imperceptiblemente posible.

Y antes que los nervios continúen traicionándome, raudamente cogí una carpeta que convenientemente estaba sobre mi escritorio. Me aferré entonces a ella, como un náufrago lo hubiese hecho ante su tabla de salvación en medio del océano. Roger la observó con poca atención y luego de ofrecérsela, se dispuso a revisar de su contenido. Examinaba con cierto interés hoja por hoja, mientras -esta vez sí- escuchaba mis explicaciones.

- Hay algunas cosas que debo corregir todavía, por eso debo volver a hacer algunos detalles que faltan... no me tomará mucho tiempo, así que... no sé si prefieres que espere que termines tú, o me dejas acabar a mí antes...
- Mmmmm... ahorita estoy trabajando prácticamente contra el tiempo. Mañana a primera hora, toda la diagramación que estoy haciendo, debe estar ya lista. No sé a qué hora voy a terminar la verdad... pero por lo que leo, lo que vas a imprimir de este folder está bien. No veo por qué tendrías que corregirlo, si todo está en orden... no es necesario que lo tengas que volver a hacer.
- Sí pues, yo también pienso lo mismo... pero ya sabes cómo es esta cuestión. Cuando hice la chamba y se la mostré a los que la supervisan, me dijeron que tenía que pulir algunos detalles que faltan. A mí también me chocó un poco quedarme más tarde que el resto y volver a terminar con todas estas hojas... pensé que no había nadie cuando me dijeron que podía trabajar en esta oficina.
- Siempre me quedo los sábados un poco más tarde que el resto. Para el mediodía ya no hay nadie más aquí, salvo yo. Pero esta vez, todo esto de las fiestas me ha quitado un poco de tiempo y tengo ahora que recuperarlo como sea, así me quede toda la tarde... e incluso la noche.
- Asumadreee... ¡Eso sí que es responsabilidad! -exclamé con cierta sorna.

Algo forzado, Roger intento reír por mi comentario.

- Vete nomás Ponticel. Va a ser en balde que te quedes a esperar que acabe con la diagramación. Si todo lo que tienes en ese folder ya lo tienes grabado y lo has enviado a mi correo...
- Ajá...
- ...entonces no tienes de qué preocuparte. Cuando termine de hacer mi chamba, chequeo tu nota. Y si hay algo que corregir, lo termino yo... pero la verdad, no hay nada más que añadirle. De todos modos le daré una revisada más tarde.

Me apenó sentir en su voz un evidente tono de despedida. "Vete nomás Ponticel". Cuánto hubiese dado porque me llamase por mi nombre... y no de otra forma tan impersonal.

- De todos modos, también vine a ordenar unas cosas de la oficina antes de irme -comenté, aún esperanzado en quedarme unos minutos más.
- ¿Ah sí? ¿cuáles? ¿vas a trabajar necesariamente con la impresora?
- Noooo... se trata de papelitos que siempre dejo desordenados en mi escritorio y que es mejor que los organice ahora, porque el lunes no me daré tiempo. -mentí.
- Ahhhh... bueno, igual. Pero, por tu nota no te preocupes... yo lo chequearé antes de terminar con esto -puntualizó antes de dar la media vuelta y dirigirse a su lugar.

Y mientras Roger se alejaba a trabajar con su computadora (pudiendo así divisar la amplia complexión dorsal de su voluptuosa anatomía), pensé que bien valía la pena inventar cualquier pretexto absurdo, con tal de compartir con este inalcanzable ejemplar una misma habitación... así sea completamente separados, vestidos y ubicados cada uno en su respectivo y alejado escritorio.


* * *


- ¿Y qué tal las fiestas? ¿cómo la vas a pasar? ¿en familia? ¿todo bacán...? -le pregunté, tratando de romper la gélida monotonía que gobernaba nuestros respectivos quehaceres.
- Ahí... con la familia... como debe de ser. -contestaba él, sin dejar de mirar su monitor.

Por lo corta de su respuesta, parecía que no deseaba continuar conversación alguna, tal vez por la labor en la que se hallaba inmerso... o más exacta y seguramente por el hecho de que yo también intentara sumarme tan ingenuamente a la larga fila de pavazos que pretendieron alguna vez granjearse su confianza, fracasando aparatosamente en el intento.

- Ah vaya... bien. Eso es bueno... pasarla con los viejitos... ésta es una fiesta familiar, así tiene que ser -respondí-. Uno nunca sabe cuándo será la última navidad que pasemos todos, al lado de nuestros seres queridos...

Transcurrieron varios fulminantes y castigadores segundos antes que Roger volviese a pronunciar una palabra.

- Voy a llevar a mi señora y a mi hijo a la casa de mis papás, a pasarla todos juntos allá...
- Ah, qué bonito... mejor todavía. -respondí, tratando de celebrar su "genial" ocurrencia (que dicho sea de paso, no me entusiasmó en absoluto).

Sabía que Roger era casado. Desgraciadamente, cuando lo conocí -hacía unos dos o tres años atrás-, las circunstancias eran completamente diferentes. Él, hombre guapísimo y soltero (ignorándole por ése entonces si tenía novia o compromiso alguno). ¿Y yo? Bueno... perdiendo el tiempo junto a un "amigo" para el cual únicamente tenía ojos (¿les digo de quién se trataba?). No obstante, cuando Roger apareció en mi camino y desde el segundo mismo que noté su presencia por primera vez, no dejé de admirar y contemplarle día tras día, sea bajo cualquier circunstancia o momento en que tuviese la dicha de topármelo por los corredores de la universidad. Mas, dada mi condición por aquellos días, de hombre-embabosado-por-un-mocoso-tarado-e-inmaduro, hizo desechar por completo la idea de indagar más sobre él o intentar llamar su atención.

Repentinamente al año siguiente de conocerlo, me sorprendo con la noticia de que Roger engrosaba la fila de los casados. El hecho me descorazonó profundamente (sobre todo al ver por foto a la mujer con quien de ahora en adelante compartiría su lecho). Peor aún, cuando a poco menos de nueve meses después, la tipa en cuestión alumbrase a quién sería su primogénito, al cual no tardaron en llamar "consensualmente" David (las lenguas viperinas decían que tal idea pertenecía exclusivamente a la tipa). Y tal como suele ocurrir con todo progenitor primerizo, tal acontecimiento lo había idiotizado más que nunca.

- Ya debe de estar crecida tu criaturita ¿no? La otra vez me pareció ver una foto de un bebito bien lindo cerca a tu escritorio ¿era de David? -pregunté lo más afable posible.
- Ehhhhm... sí. Era de él. Ya va a cumplir dos añitos el próximo año...
- Ah manya... qué bonito.

Al hablar sobre su vástago, cambió completamente de actitud. De pronto, lo sentí más amable y risueño al referirse de él.

- Se ve bien lindo mi angelito. Y no lo digo porque sea su padre ah, pero cada día que pasa, mi hijo se pone más y más guapito. Es un sol... Davy y mi esposa son lo mejor que tengo en la vida... mi enano me ha salido tan lindo como su mamá...

¡Putamadre! Ya tenía que mencionarme a la tipeja ésa de su señora. Aunque nunca la conocí en persona, tuve la (mala) fortuna de verla en más de una imprudente instantánea por ahí... y la verdad, francamente me parecía un ENORME DESPERDICIO que una mujer tan "poco agraciada" como su cónyuge, tuviese por marido a un hombre tan atractivo, tan guapo, tan viril y estimulante como Roger. Una y otra vez no dejaba de preguntarme qué coño le habría visto un papasote como él a una mujer tan... tan... ¡¡diablos!! ¡¡Tan FEA, por Dios!! ¡¿Qué mierda estaba pasando en el mundo, carajo?!

- Seguramente... pero como aún no tengo la suerte de conocer a la señora "de Solís", no puedo hablar mucho al respecto. -respondí, tratando de sonar halagador ante algo tan improbable de halagar.
- Mi esposa es una mujer muy bella. Para mí lo es y mucho. Con eso me basta y sobra, así el resto del mundo me diga lo contrario.
- Debe ser. Por algo es tu señora ¿no?
- Así es.
- Pero la foto de la que te hablo, de tu pequeñito... debe ser de tiempo atrás. Ahí se le ve bien chiquito... no llegaba ni al año casi.

Repentinamente, Roger abre una gaveta de su escritorio. Busca en su contenido, entre varios papeles refundidos, algo que segundos después se dispone a enseñarme.

- Esta es la foto que seguramente viste de mi Davy ¿no?
- Aja... claro.

Inmediatamente me puse de pie, abandoné mi apartado lugar y me acerque a su escritorio. Él me enseñaba muy orgulloso aquella imagen y contaba las circunstancias en que dicha fotografía fue tomada, mientras yo prefería reparar en la mano derecha con que la sostenía. Observé detenidamente sus gruesos dedos, que de alguna forma delataban la robustez de su complexión física. Allí estaba yo, a solas y cerca de aquel hombre por quién más de una vez confesé -ante un buen número de ciber-amigos-, un tremenda y encendida morbosidad sexual. Sutilmente intenté colocarme detrás suyo, mientras él seguía contándome más acerca de su hijo y de aquella latosa imagen suya.

Observé su cabello lacio y algo entrecano, que lo hacía verse tan maduro e irresistible. Sus gruesos brazos y los notorios vellos que parcialmente cubrían su clara piel -acentuando aún más esta perversa peculiaridad suya-, me tenían en vilo. Sentí entonces unas enormes ganas de colocar mis manos sobre sus desnudas extremidades y restregarme en ellas una y otra vez, mientras mis labios explorasen cada centímetro de ese tentador cuello, hasta llegar al pabellón de sus orejas. Y sólo allí, detenerme para comenzar a mordisquear intensamente de esos deliciosos cartílagos, haciéndole disfrutar como ninguna otra persona en toda su aburrida existencia

- ...salió bien bonita la foto después de todo ¿no? Mi cuñada, que casi todas las que toma le salen tan mal... en esta foto se esmeró como nunca y mi Davicito salió tan regio como siempre, una preciosidad.... Es la única foto de él que tengo acá. Quería ponerle un cuadro para colocarlo sobre el escritorio, pero no me he dado tiempo aún. Se ve muy lindo ¿verdad?
- Sí, muy bonito. -respondí mientras mi morbo, ya fuera de control, se enfrascaba en lo excitante que habría resultado deleitarme de todas sus carnales y maravillosas embestidas, al momento de concebir al mocoso ése.

Y en ése instante, sólo por aquella única vez, lamenté no haber venido al mundo en otras favorables "condiciones". Pues sólo así, bajo aquella disparatada posibilidad, hubiese podido complacer los paternales anhelos de este guapísimo hombre: pariéndole un hijo (de hecho, muchísimo más guapo que el susodicho David) y que desafortunadamente hoy por hoy, lo había engendrado junto a una inmerecida (y fea, muy fea) mujer.


* * *


- ¿Y por qué el traje de bombero, ah? -pregunté minutos después, luego de que ambos ya alejados, retomásemos nuestras respectivas labores y escritorios.
- ¿Traje de bombero...? ¿cuál traje de...? ¿de qué bombero...?
- Los pantalones...- respondí, señalando sus piernas.
- Ahhhhh... éste buzo... pero no es de bombero pues. Es del último viaje que hice este año... no sé si te llegaste a enterar...

Claro que lo sabía. De Roger conocía absolutamente todos sus pasos. Y si bien es cierto que él era muy discreto en todas sus actividades, igual me las ingeniaba en buscar más y más información que me diese algún alcance de lo que se encontraba haciendo. Y efectivamente, el último viaje que realizó fuera del país, fue hacia unas gélidas tierras que lo obligaban a usar una ropa especialmente confeccionada para soportar tan frías temperaturas. Esas imágenes suyas en medio de la nieve y que secretamente había capturado de internet, lo mostraban incontroladamente seductor. Tan perturbador y excitante, que aún así se mostrase tan arropado en esos bolsudos trajes, igual despertaban mi lascivia, haciendo trabajar mi imaginación a mil por hora

- Cuando viajé la última vez, nos dieron estas ropas especiales para combatir el frío de allá. Eran este pantalón y una casaca gruesa que también traje ahora, pero la dejé en mi casillero.
- ¿Y para qué has venido con todo esto hoy? ¿estás con mucho frío o qué?
- Noo... imagínate. Con este calor, qué frío voy a tener. Los traje para la actividad que hubo en la mañana. Por cierto, tú no estuviste aquí a las nueve ¿no?
- Ahhhh... ¿te refieres a la vaina ésa de navidad? Noooooo... yo llegué hace un par de horas más o menos... la verdad me había olvidado que iban a hacer eso.
- Ajá, la entrega e intercambios de regalos con la gente del taller. Inicialmente iba a ser sólo una reunión entre todos los chicos, pero por ahí a alguien se le ocurrió que una persona podía venir disfrazada de "Papa Noel" a amenizar un poco la cosa. Y como no había otro gordito disponible...
- ¡Noooo...! ¡No me digas! ¡¿Acaso tú hiciste de Papa Noel?! -pregunté sorprendido.
- ¿Acaso conoces a otro gordito de cien kilos por acá?
- Ja ja ja ja... pucha... ¡Cómo pude perderme eso! ¡Roger Solís haciendo de Papa Noel ante toda la gente del taller! ¡Cómo no llegué más temprano...! ¡Miérrrrcoles! -me reproché una y otra vez..
- Hay que levantarse más temprano pues...
- Pucha... pero el otro año serás fijo también ¿no? Esa sí no me la pierdo, así tenga que participar del intercambio de regalos también.
- ¿Y por qué no participaste ahora?
- Ummmhhh... no me gusta mucho esa cuestión, la verdad. Estar regalando cosas a gente que no conoces y que ellos también hagan lo mismo conmigo, sólo por compromiso, pucha... puede sonar sobrado, pero no va conmigo.
- Deberías animarte a participar. Es bien divertido y la gente se conoce más y mejor.
- Bueno, sí te animas a disfrazarte de Papa Noel la próxima vez, me apunto como sea.
- Pues el otro año, quién sabe. Lo de ahora me lo propuso una chica del taller: Incluso llamó a mi casa bien temprano... antes de salir para acá, pues ya se había conseguido el gorrito y la barba, sólo faltaba el traje. Y como me hizo acordar de este uniforme rojo, pues mucha diferencia no hay con el que viste Papa Noel. Faltaba el cinturón negro nomás... porque lo demás ya estaba.
- Incluyendo la pancita... je je je.
- Si pues, incluyendo la pancita. -repitió algo resignado.

¿Por qué quienes se ven tan encantadoramente gorditos, se acomplejan tanto con su peso, digo yo?


* * *


- Oye ¿y la barbita de San Nicolás? ¿ya se la llevaron, o la tienes ahí todavía?
- Todo está en mi casillero. Cuando acabó la reunión y todos se fueron, guardé todo ahí, para terminar con la diagramación y luego ya irme a la casa.
- Ahhhh... ¿y no me la puedes mostrar? Digo, para verla junto con la gorra..

Roger titubeó un poco. Dejó de trabajar en su computadora, tomo unas llaves de un cajón y se dispuso a abrir un casillero metálico, que se encontraba a unos cuantos metros de donde nos situábamos. Regresó a su ubicación, trayendo consigo una blanca y lanosa barba artificial, así como también una abultada prenda roja, de la misma tonalidad que el pantalón que llevaba puesto. Se trataba de la casaca que me había hablado momentos antes.

- Esta es la ropa que improvisamos en la mañana para hacer de Papa Noel. La casaca la tuve puesta un buen rato y me asfixiaba un montón. En uno de sus bolsillos está la gorrita también. -contaba mientras me alcanzaba los trajes.
- Asumadre.. ¡cómo pesa esta cuestión...!
- ¡Claro! Si con esto tienes que soportar varios grados bajo cero, durante todo el día que te encuentres en la nieve o guarecido de ella.
- Imagino.
- Y ya. Ten un rato esto mientras termino mi trabajo... me he distraído mucho conversando y aún no acabo con la diagramación.
- Okey okey... deja probarme esto un toque.

Luego de colocarme aquellas barbas mas el gorro y al no tener un espejo en donde observarme, una vez más importuné a Roger.

- ¿Tienes espejo?
- Nop. No tengo espejo...
- Pucha ¿y ahora? ¿dónde me podré ver?
- No tengo nada Ponticel. Ni siquiera ropa para cambiarme. Le dije a mi esposa que empaquetara en una bolsa una camisa y pantalón para usarlos después de la reunión con los chicos del taller, pero por el apuro dejé el paquete en casa. Así que ya puedes imaginarte cómo me he estado achicharrando desde temprano. Al menos el aire acondicionado acá, me refresca un poco...
- Sí... ya me di cuenta, con todo el frío que se siente en el ambiente.
- ¿Te molesta?
- No, para nada.

La curiosidad, la malicia y el morbo inspiraron a que se me ocurriese una brillantísima idea.

- Oye, Roger... ¿no te molestas si te pido algo? No te tomará mucho tiempo...
- Qué cosa... -respondía, sin despegar los ojos de su trabajo.
- Esteeeee... ¿podrías ponerte las barbas y la casaca para saber cómo te veías de Papa Noel?
- Ponticel... ya te dije que estoy ocupado.
- Un ratito nomás... no te tomará mucho tiempo. Es más, te pones como Papa Noel, el gorrito y la barba, nada más... y ya no te vuelvo a fastidiar. Por último... si quieres, después me voy de acá y ya no vuelvo a molestarte.
- Olvídalo, no hago el ridículo dos veces el mismo día. ¿Crees que me gusta vestir de viejo panzón rojo, para que se me note más chancho todavía? Lo siento, muchacho. Tengo además cosas más importantes que hacer ahora.
- Ya pues... no seas malo. Además, acuérdate que estamos en navidad. Si quieres, después de esto, puedes pedirme cualquier cosa y me comprometo desde ya a cumplir contigo -rogué, mientras le ofrecía las falsas barbas y la gorra.
- Pucha Ponticel, ya estás bien grande para estar pidiendo estas niñerías ¿no?
- Por favor... ya pues... no te tomará mucho tiempo. -insistí.

Desvió su mirada hacia mí. Suspiró como si le hubiesen encomendado una hercúlea faena.

- Todo sea por la navidad, Ponticel. Y espero valores el tiempo que estoy perdiendo por estar haciéndote caso... -sentenció.
- ¡Biennn...! De hecho, cualquier cosa que necesites broder... cualquier cosa que me pidas, puedes desde ya contar conmigo. -aclamé entusiasmado, mientras cruzaban por mi cabeza imágenes de Roger forzándome a tomar parte de sus lujuriosos instintos (y por consiguiente, de los míos también).


* * *


- Ya está. Ahora sí... ¿contento? -decía él. De pie y al frente mío, con todos los accesorios encima que lo hacían verse como un encantador Santa Claus. Parecía sentirse incómodo, mientras trataba de apartar de sus labios la blanca y copiosa lana de barbas que ahogaban aún más su voz.
- Te ves bien Roger. No sé por qué tanto complejo con esto disfrazarse de Papa Noel. ¡Cómo no tengo una cámara ahoritita para tomarte una foto ya...!
- Felizmente no tenían una tampoco en la mañana. Todos los chicos estaban fastidiándome por esta cuestión... un rato puedo soportarte eso. Pero más de una hora, la verdad que irrita.
- ¡Bah...! No les hagas caso. Créeme que has sido la elección perfecta para esta caracterización. Así hubiesen otros chicos en el taller digamos... mas de tu talla. Igual, tú eras el indicado para llevar con mucho aplomo este traje. Te lo digo en serio.
- Claro, como a ti nunca te han dicho "¡eh, gordo... panzón...! ¡por qué te has cenado ya a Rodolfo, si todavía no son las doce...!"

No pude evitar carcajearme por su comentario.

- Es que debes tener correa, Roger. La gente es así de jodida y siempre lo será... y si no tienes aguante para este tipo de bromas, ya perdiste.
- Bueno bueno... ¡ya! -aplaudió varias veces-. Terminó la función... tengo que terminar mi trabajo y ya llevo más de media hora hablando sin hacer nada.

Cuando ya se disponía a quitarse el gorro y arrancarse las falsas barbas, le interrumpí.

- Aún no has terminado, San Nicolás. Te faltó un detalle más...
- ¿De qué hablas? -preguntó intrigado.
- El "jo jo jo", pues.
- ¡Oye Ponticel, no friegues! Ya me puse esta vaina para que me dejes trabajar en paz y ahora quieres que también me comporte como payaso de navidad. ¿No quieres que te siente en una de mis rodillas también?

"No sería mala idea", pensé.

- No te sulfures hombre. Total, ya hiciste lo mismo en la mañana. Qué te cuesta entonces hacer de Papa Noel un ratito más. Para ver lo que me perdí por no venir más temprano.
- ¡No, no y no! ¡Se acabó! Apúrate más bien en dejar tus cosas en orden, ya para que te vayas. Tengo que terminar mi chamba y ni bien acabe, cierro todo y no regreso hasta el lunes a primera hora. Así que si te olvidas de algo, mala suerte porque nadie más te va a atender hasta la próxima semana.
- ¿Qué, el portero no está? ¿tampoco la gente de limpieza?
- No. Todos ya se han ido y hoy soy el encargado de tener todo en orden, antes de cerrar y volver el lunes a primera hora a trabajar. Por eso debo acabar cuanto antes la diagramación, no pienso quedarme toda la tarde en esta nota... y por tu culpa me estoy retrasando aún más.
- Nah... ¿retrasando? Si tú eres un lobo en esto de trabajar diagramaciones con la compu. Lo que pasa es que me estas floreando para que me vaya y no te friegue con esto de ponerte los trajes de Papa Noel.
- También. Igual, ya me viste haciendo el ridículo. Así que te agradecería si cumples con lo tuyo y me dejas trabajar...
- Esta bien.

Guarde algunos papeles en la gaveta de mi escritorio. Noté que Roger había regresado a su puesto sin quitarse la gorra ni las barbas. Se le veía cómico.

- Entonces... ¿ni un "jo jo jo"? -rogué por última vez.

Roger giro su silla hacia mí y con las piernas algo abiertas (que lo hacían verse mucho más viril que nunca) ensayó una desganada carcajada navideña.

- No. Así no. Tiene que ser de pie y con más entusiasmo. ¿O quieres que deje de creer que Papa Noel existe? -le increpé.

Y cerrando los ojos, como tratando de hallar la poca paciencia que aún conservaba, Roger se dispuso a ponerse de pie.


* * *


- ¡JO JO JO JO! ¡FELIZ NAVIDAD PONTICEL! ¡Y POR TU SANTA MADRECITA, YA NO ME JODAS MAS! -exclamó fuerte y mordaz, con ambas manos colocadas en su amplio abdomen, mientras impostaba la voz mucho más grave que de costumbre.
- ¡Ése es el San Nicolás que yo conozco! ¡De verdad existes! ¡No lo puedo creer! -exclamé bastante emocionado.

El entusiasmo se me escapó entonces de las manos, al punto de abalanzarme hacia él, abrazándolo muy efusivamente.

- ¡Ya ya ya ya...! Tampoco te pongas en plan de hacer tus payasadas también... -respondió, tratando de zafarse de mí.
- ¡Ups...! Sorry, sorry... lo siento. Es que tú sabes, la emoción... -me disculpé torpemente, mientras sentía en ese mismo instante un calor intenso en mis mejillas.
- Ya, ahora sí. Déjame trabajar porfa... y cuando salgas, no te olvides de cerrar bien la puerta ¿si?

Me quede de pie, inmóvil. Apenas había notado que Roger me estaba hablando.

- Ahora qué te pasa... ¿vas a seguir interrumpiendo mi trabajo toda la tarde, o qué? -me cuestionaba él, antes de intentar regresar a su escritorio.
- No, no es eso.
- ¿Entonces? ¿por qué sigues ahí paradote, observándome como si fuese un fenómeno? ¿te gusta fregarme, no?
- No, no es eso. -repetí sin notarlo, lo más serio posible.
- ¿Entonces?

Avancé un par de pasos hacia él. Temí por las próximas palabras que salieran de mis labios.

- No sé si decírtelo, o si tomarás a mal lo que pienso... por eso no estoy seguro de comentártelo.
- ¡Maldita sea Ponticel...! ¡qué miércoles quieres ahora! Ahora si ya me estás haciendo perder la paciencia...

Me acerqué medio paso más.

- Te lo diré entonces...

Divisé bajo la lanuda gorra, ambas cejas suyas levantándose impacientes.

- ¿Y?
- Pues... que... eres el Papa Noel más precioso que he visto en toda mi vida -le confesé bajo una tímida y (aún más) ahogada voz.

Roger quedó completamente estólido. Durante los primeros y brevísimos segundos que le tomó asimilar semejante confesión, había asumido una pétrea rigidez. Era pues, el momento preciso para actuar.

Me acerqué aún más hacia él. Y teniendo sus labios a unos pocos centímetros de los míos, me atreví a coger sus mejillas con ambas manos, asiéndolo fuertemente contra mí y estampándole de esta forma un violento y apasionado beso. Él por su parte, mansamente permitió que mis labios mojaran los suyos, mientras las pelusillas de su postiza barba cosquilleaban mi nariz.

Para cuando todo terminó, sentí que debía decir algo antes de retirarme.

- Siempre me han excitado los papanoeles... lamento el exabrupto. -me disculpé.

Cuando di la media vuelta y me disponía a abrir la puerta de la oficina, unas palabras me detuvieron.

- ¿Sólo los papanoeles o particularmente éste papanoel que besaste? -preguntó.

Volví la mirada hacia él.

- Los papanoeles me han gustado desde siempre. Pero a decir verdad, tú me gustas mucho más.

Roger me observó de pies a cabeza. Hizo un leve gesto indicando que me acercara hacia él. Y al hacerlo, percibí cierta serenidad en su voz

- Hay que tener agallas para hacer lo que hiciste ¿sabías?
- Si. Y te pido disculpas si esto te...
- Acércate -me interrumpió-. Más, hombre... más. ¿O tienes miedo acaso? ¿crees que voy a hacerte daño? -hablaba más pausadamente, intentando quizás tranquilizarme.

Volví nerviosamente hacia la ubicación donde minutos antes alcancé a robarle ese furtivo beso.

- Siempre supe que yo te gustaba -comentó mientras miraba directamente mis ojos-, sólo que nunca pensé que te atrevieras a hacer esto. O lo que es más increíble, que yo accediera a que lo hicieras.
- ¿Ah sí?
- Aja. ¿Y sabes algo más? Nunca me hubiese imaginado poder disfrutar de algo así.
- ¿Nunca te ha besado otro hombre?
- La verdad, no...

Bajé la cabeza.

- ... pero más de una vez deseé que eso ocurriera. ¿Tú lo disfrutaste, Ponticel?
- Si, fue lo mejor que pudo haberme sucedido en mucho tiempo.
- ¿Y te excitó?
- Si.
- ¿Bastante?
- Si.
- ¿Aún ahora?
- Si.
- A mí también.

Cogió una de mis manos y la colocó muy por debajo de su cintura. Sentí una cálida y crecida turgencia dentro de su pantalón.

- ¿Lo notas? ¿Crees ahora que te digo la verdad?

Mi corazón galopaba. Sentía que podía explotar en cualquier momento.

- Dime ¿de veras te gusto Ponticel? ¿te gusto mucho?
- Sí... me encantas huevón.
- Vamos, no me llames así... llámame por mi nombre. O como me dicen en la cama: "hairy".
- Sí hairy... como quieras. -susurraba en su cuello, mientras lo despojaba de esas incomodas barbas blancas que cubrían la viril aspereza de sus mejillas.

Sentí entonces sus manos recorrer mi espalda. Ni corto ni perezoso, intente luego desenfundarlo de la pesadísima casaca que llevaba puesta. Y al fracasar torpemente en mi intento, Roger colaboró en terminar de quitársela. Mis manos escapaban de mí voluntad y muy temblorosas ellas, cogieron el borde inferior de su camiseta hasta elevarlo por los aires lo más posible; terminando así de descubrir su desnudo pecho, tan abundante de copiosos y lacios vellos que me despertaban una lascivia casi antropófaga. Colmé entonces aquel campo soñado de su piel con incontables besos, ardientes caricias, lamidas intensas y efusivos mordiscos. Y con cierto temor de despertar de este fantástico sueño.

- Espera... espera... -decía él, con voz suave y más encendido a causa de mi éxtasis.- Detente un rato... déjame asegurarme antes.

Me quedé de pie, con el cabello completamente revuelto. Contemplando cómo se alejaba por unos segundos aquel codiciado macho que increíblemente había accedido a ser devorado por la enfebrecida pasión que había despertado en mí, desde el primer momento en que lo vi.

Sigilosamente Roger abrió la puerta de la oficina. Asomó la cabeza de un lado a otro, cuidando de toparse en el pasillo con algún intruso o visitante indeseable. Y al no encontrar a nadie alrededor, cerró la puerta. Esta vez, convenientemente asegurada por dentro.

- La llave principal y de todo el edificio la tengo yo. Y nadie más volverá por acá hasta el lunes...- comentó mientras sonreía con picardía.

No había más que darle la razón, pues se respiraba un silencio absoluto en el lugar.

- ¿Dónde estábamos? ¡Ah si...! El niño Ponticel que quería conocer a Papa Noel ¿verdad?

Sonreí. De seguro, tan maliciosamente como él en ese instante

- Deja que este viejo del polo norte se siente un rato, para poder atenderte mejor muchacho. Dime ¿te has portado bien durante todo este año?
- No... nunca suelo portarme bien.
- Pues hasta ahora conmigo te estás portando muy bien. Ahora hazme un favor y apaga los interruptores de luz... creo que será mejor así.

Luego, toda la oficina oscureció, siendo iluminada únicamente por el haz emitido desde el monitor de la computadora aún encendida de Roger.

- Bueno niño Ponticel, qué es lo que quieres para esta navidad...

Volví entonces la mirada hacia él. Se encontraba sentado, con las piernas convenientemente separadas y ambas manos sobre los muslos. Aún en la penumbra podía distinguir ese amplio y velludo torso, su grande y esponjoso vientre, el varonil y oscuro pelambre cubriendo casi toda su piel, el grosor de esos manos y dedos que minutos antes exploraron afanosamente mi espalda, su entrecano cabello algo desordenado por despojarse de aquel pintoresco gorro de navidad (pero más aún, al ser revuelto tan ávidamente por mis dedos), provocando que lo escudriñara detenidamente de la cabeza a los pies, cual fiera dispuesta a atacar a su presa en cualquier momento. Roger comprendió perfectamente mis intenciones e hizo un gesto para acercármele aún más.

- Ponte lo más cómodo posible... ¿o acaso no quieres continuar? -preguntó.

Me acerqué aún más, colocándome luego de hinojos. Dispuesto a devorar aquel amplio y exquisito torso, completamente descubierto sólo para mí. Y mientras besaba una y otra vez ese enorme y rígido pecho suyo -bañado ahora de una deliciosa y embriagante mezcla de colonia y sudor-, gozaba al mismo tiempo del sublime hormigueo que provocaban sus cuantiosos vellos en mis labios, lengua y mejillas. Mis manos no cesaban de amasar descontroladamente aquel osuno tórax, durante cada divino segundo. Y así, escuchando los deliciosos jadeos de mi hombre, de pronto me detuve en seco.

- ¿Qué pasa? ¿por qué te detienes? -preguntó extrañado.

Observé por última vez su excitante figura. Me placía imaginar que de alguna forma, mi interrupción lo torturaba. Entonces, más violentamente que nunca, me abalancé hacia sus labios, probando con mayor éxito del sabor de su aliento. Sentí claramente su lengua invadiendo vorazmente mi boca.

- Besas riquísimo ¿te lo han dicho antes? -alcanzó a susurrarme en una pausa.

No respondí. Mis manos se deslizaban lentamente por su cuello, pecho y vientre... hasta sentir el incómodo elástico que sujetaba sus caderas. Sus manos acariciaban dócilmente mi cabello, mientras aquella maliciosa sonrisa suya parecía leer por completo mis pensamientos.

Lentamente, empecé a tirar del elástico que aún lo ceñía a su pantalón...

sábado, 30 de setiembre de 2006

De La Ficción Al Mundo Real

Al entrañable Josega

Para nadie es una sorpresa el hecho que las llamadas series (dramas) o comedias (sit-comedies) son un formato televisivo que a través de diversos acontecimientos concebidos por sus propios creadores, buscan capturar el interés de un público cada vez más cautivo por las intrigas o desenlaces de tan ocurrentes programas, emitidos a montones por la inefable caja boba. Mas ¿se han dado cuenta, de que existen casos en que paradójicamente la vida misma pareciera empecinarse en emular a este formato cargado de ficción, que precisamente busca reflejar situaciones propias del mundo real en que vivimos?

Me explico. Más de una serie o comedia televisiva (puntualmente las norteamericanas) al momento de alcanzar un relativo éxito y popularidad entre el público, de pronto sufren forzosas transformaciones... y no precisamente por libre albedrío de alguno de sus cerebros creativos, sino más bien por necesidad. Sucede que al alcanzar este producto televisado cierta notoriedad, de pronto a alguna(s) de sus figuras protagonistas la fama se les sube a la cabeza, comportándose de manera peligrosamente frívola -ya sea para llamar la atención de sus fans, de los medios, o de los mismos productores para quienes trabajan-, con el único objetivo de elevar sus bonos y ser reconocidos como las estrellas absolutas que -según imaginan- han alcanzado ser. Claro que también hay otros miembros del elenco, que por circunstancias ajenas (llámese escándalos, complicaciones u otras crisis personales) se ven obligados a abandonar el programa, dejando un hondo vacío, muchas veces difícil de suplir.

Ejemplos de los que hago mención, hay de sobra. Ahí tenemos quizás uno de los más polémicos, el de Three's Company. Comedia que se distinguió por tener entre sus más exitosas temporadas, la participación co-protagonica de Suzanne Somers ("Chrissy Snow"). Desafortunadamente, luego de alcanzar súbitamente la tan ansiada fama y notoriedad, desacuerdos económicos entre la estrella y sus directivos la obligaron a rescindir de su contrato y abandonar el programa, tras miles de protestas y corazones destrozados de sus fans. Y para subsanar este impredecible impasse, los creativos guionistas de dicha serie, no tuvieron mejor idea que "justificar" la ausencia en pantallas de la blonda actriz, limitando en un comienzo sus participaciones a unos pocos minutos al final del programa (por un supuesto "viaje" que el personaje de Somers intempestivamente habría realizado para "atender a su madre enferma"), para finalmente dejar de mencionarse a la ocurrente Chrissie en pantallas, bajo cualquier circunstancia... dando paso a una "prima" ("Cindy Snow", interpretado por Jenilee Harrison) que precisamente llegó a la ciudad para ¡oh sorpresa!, ocupar el vacío que había dejado la irremplazable caracterización que catapultó al estrellato a la carismática Suzanne.

Otro ejemplo, quizás no tan grato, es el de la recordada Dana Plato ("Kimberly Drummond") en Diff'rent Strokes. La popularidad de dicha serie fue tan alta, que todos los miembros jóvenes del elenco cayeron bajo la vorágine de fama, siendo quizás la bella Dana, la menos afortunada de todos. La dulce Kimberly, tan aplicada, tan noble, tan hermosa e inocente, se encontraba en la vida real sumida bajo los terribles efectos del estrellato, al punto que desordenes sentimentales afectaron seriamente su trabajo: un buen día sorprendió a todos en el plató con la noticia de que estaba embarazada. Menudo problema en que se encontraba, pues su contrato no contemplaba en absoluto una circunstancia como ésa, muy aparte de que en aquel momento resultaba imposible presentar en pantallas a la adolescente, tierna y responsable Kimberly... ¡gestando! Los guionistas del programa no se hicieron rollos, sencillamente inventaron para el personaje de la Plato un viaje a Francia (sin fecha de retorno) hasta que las cosas se calmaran un poco. Obviamente, Dana fue separada de la serie y pasó mucho tiempo para que volviera a ser readmitida, mas ya no bajo su rol co-protagónico, sino como eventual estrella invitada. Mientras tanto, lejos ya de las luces de los reflectores y ante la situación de encontrarse tan repentinamente como una desempleada más, a la infortunada actriz no se le ocurrió idea más nefasta que dedicarse a realizar filmes pornos de ínfima categoría (noticia que resultó la comidilla de la prensa de aquel entonces). Finalmente, la vida de Dana se apagó misteriosamente hace unos cuantos años, debido a los excesos de drogas en los que había caído.

Un ejemplo menos dramático, pero tan maldito como los anteriores, es el que merece comentarse acerca de una de mis actrices favoritas: Shannen Doherty, quien será recordada hasta el final de sus días como "Brenda Walsh", de la serie Beverly Hills 90210. Mientras que en pantallas, la azarosa vida sentimental de la simpática Brenda era seguida e imitada por miles de televidentes (bajo la adolescente moraleja de rigor) y la popularidad del programa iba cada vez en aumento, se dice que tras bambalinas la Doherty hacía la vida de cuadritos a muchos compañeros de elenco. Y durante los últimos años de su participación en el programa, no había mes en el que la estrella no estuviera involucrada en algún escándalo: riñas en discotecas u otros lugares públicos, ataques a periodistas y paparazzis con los que se topaba por doquier, problemas con sus coyunturales parejas sentimentales que rayaban incluso en agresiones físicas... Y ni decir que todo ello repercutió en su desempeño televisivo, pues los demás miembros del programa se quejaban por sus tardanzas e incumplimientos a la hora de grabar, retrasando no sólo la labor de sus compañeros de elenco, sino además de quienes trabajaban detrás de cámaras.

Spelling Entertainment se hartó de tantos problemas que esta "chica mala" les causaba y optaron por lo más fácil, separarla de la serie con una "salida creativa" casi perfecta: un viaje a Londres en donde Brenda habría de perfeccionar las dotes histriónicas que había descubierto ¡oh sorpresa! durante los últimos episodios en los que participó.
Y la nueva temporada en la que se prescindió de los servicios de Shannen, sorprendió a todos con la aparición de "Valery Malone" (interpretado por Tiffani-Amber Thiessen), hija de una familia amiga de los Walsh (padres de Brenda), cuyo padre víctima de las terribles deudas financieras por las que atravesaba, decide poner punto final a su existencia de manera trágica. ¿Resultado? La "prima" Val voló hasta la ciudad de los "generosos" Walsh a vivir con ellos por tiempo indefinido. Y como sarcástica guasa del destino (o de los guionistas creativos, en este caso), la nueva huésped terminó ocupando la habitación de la alejada Brenda, vistiendo sus mismas ropas, luciendo a veces hasta sus mismos peinados... y hasta flirteando con el mismísimo ex-novio de la engreída de los Walsh (irremplazable la dupla Shannen Doherty/Luke Perry, química que por más cambios forzosos que sufrió el programa desde aquel momento, jamás se volvería a repetir). Claro que Valery no se comparaba para nada con Brenda. Mientras que por un lado el personaje de la inigualable Shannen era algo conflictivo, con problemas y complicaciones como todo el mundo, ofrecía siempre un toque positivo que destacar: un buen corazón, con altas dosis de generosidad y responsabilidad (algo sarcástico, si tomamos en cuenta la no tan buena reputación que la Doherty había ganado en los tabloides durante los últimos años); por otro lado el personaje de Tiffany era todo lo contrario: egoísta, malvada, ambiciosa, interesada, adicta... una bitch en todo el sentido de la palabra (por cierto, algunos mordaces imaginan que tal papel fue inspirado en la conducta de Shannen, tal cual era en la vida real). Sin embargo, por más malditisimo que quisieron imprimir a aquella nueva caracterización que pretendía suplir el vacío de Brenda Walsh, pienso a título personal que el nivel del programa decayó terriblemente, al punto que dejó de concitarme interés desde ese momento y hasta el día de hoy ni sé cómo diablos acabaron dicha serie (sé que Thiessen continuó en el programa un tiempo más, pero luego de unos años también lo abandonó).

[Dato curioso #1: En el doblaje al español transmitido en Latinoamérica -hecho en México- a Valery Malone se le considera "prima" de Brenda, como si existiese una relación consanguínea entre ambas. Sin embargo en los diálogos originales sólo se menciona que la única relación existente entre la familia Malone y los Walsh era únicamente de una amistad cercana.]

Sin embargo, a pesar de todos los problemas por los que atravesó Shannen Doherty anteriormente, el mismísimo Aaron Spelling le otorgó una segunda oportunidad, al participar años después, de un nuevo proyecto llamado Charmed
(tres hermanas brujas que viven en pleno siglo XXI, combatiendo a demonios y otras fuerzas del mal, siempre ayudando a otros seres humanos). Mas, la mala racha (¿o mala costumbre?) persiguió a la actriz y luego de unos años, se vio obligada nuevamente a abandonar el programa (se dice, por las mismas razones de indisciplina y conflictos de egos al disputar más protagonismo respecto a sus demás compañeras de la serie). Claro que la forma en que optaron por "desaparecer" a su personaje ("Prue Halliwell") fue de lo más polémica. Los fans más acérrimos podrían dar fe de ello, pues según se afirma, la "muerte" que le inventaron a la más inolvidable de estas brujas, cae en muchísimas contradicciones, si tomamos en cuenta las facultades y poderes que su personaje decía poseer. Pero eso, a la hora de desaparecer a un actor o una actriz de una serie, es lo de menos. Y si hay una muerte definitiva que libre a los productores de volver a trabajar con una estrella problemática, pues mejor. Una pena en todo caso, por los fans de Shannen, quienes vemos de forma cada vez más esporádica, su presencia en nuestras pantallas.

[Dato curioso #2: No deja de extrañar el apellido utilizado para el personaje de "Prue". El mismo que en la vida real dispone otra no menos famosa artista:
Geri Halliwell, conocidísima y controvertida ex-Spice Girl, que dejó a sus demás compañeras con los crespos hechos tras abandonar el lucrativo proyecto musical que las llevó a la fama. Según los fans, "Ginger Spice" era el alma del grupo, la imagen... ¡el todo! A tal punto que, tras su retirada y al no hallar algún idóneo "reemplazo", la carrera musical de las otrora "chicas picantes" comenzaría a desmoronarse. Pero esta historia es otro "cantar".]


* * *



Cuando a los televidentes se nos sorprende con que, de la noche a la mañana uno de los personajes de nuestra serie favorita ya no aparecerá más en pantallas, muchos de nosotros prestamos especial atención al "recurso" o salida que se utiliza para justificar dicho alejamiento y que -por lo menos- dicha ficticia eventualidad resulte medianamente convincente. Hay casos en que, cuando la estrella que interpreta determinado papel decide -en buenos términos- ya no hacerlo más, se opta retirarlo de la trama con todos los honores que se merece. Entonces su personaje tiene la suerte de despedirse de todo el mundo, aún semanas (incluso meses) antes del definitivo adiós. Sobre esos previsibles casos, hay poco o nada que agregar.

Mas cuando la despedida es intempestiva (como los polémicos casos de Suzanne Sommers, Dana Plato o Shannen Doherty), los guionistas no le dan muchas vueltas al asunto, justificando en la ficción una salida de apenas dos líneas. Y poco importa si dicha excusa resulta lo suficientemente válida para ser tomada en cuenta como verosímil: un viaje a Paris, Londres, o a cualquier otro lugar del mundo... por la razón más absurda, humanitaria o ambiciosa que sea. Bastó sencillamente que esa "idea loca" se cruzara por la cabeza de nuestro "héroe" (o "heroína"), para que de pronto y de la noche a la mañana, éste decida abandonar todo y hacer su vida lejos de aquellas personas con las cuales disfrutó de incontables momentos de alegría, tristeza, esperanza, decepción... y tantas otras experiencias más.

Un personaje, ahora ausente. Pero que antaño fue considerado un pilar fundamental de la historia que nos compartía semana tras semana. Personaje entrañable, absoluto, firme e inamovible, que de pronto decide decirnos adiós, sin más ni más. Bajo un pretexto que nos puede sonar a la excusa más estúpida que pudo habérsele ocurrido a algún aprendiz de guionista, pero que sin otra alternativa debemos de "aceptar", para terminar de comprender que aquella persona que veíamos en pantallas y cuya presencia iluminaba aún más nuestro programa favorito, no volverá a aparecer. Probablemente ya nunca más.

Resulta pues paradójico que en el mundo real en que vivimos, de pronto nos encontremos en una situación parecida (por no decir escandalosamente idéntica). ¿No les parece que por momentos, nuestras propias vidas comienzan a tornarse tan similares a estas historias televisadas? A algunos quizás les ajuste mejor el formato de comedia, a otros tantos les parecerá que viven una telenovela. Pero a la gran mayoría imagino que nos calza perfectamente el drama como "género" de nuestra propia existencia. Con actores y actrices principales, secundarios, extras, apariciones especiales, en fin. Y sobre todo, con personajes que en determinado momento consideramos como fijos e irreemplazables, que imaginamos nos acompañarían por siempre (o casi siempre) hasta el final de nuestra "historia".

Sin embargo, la gran "superproducción" de nuestras vidas, tampoco escapa de salvar contratiempos. Y como toda serie, varias veces se ve en la penosa necesidad de prescindir de algunos "personajes" con los cuales compartimos de incomparables momentos. De aquellos que en muchas ocasiones consideramos como figuras sólidas, importantes, casi protagónicas, pero que desafortunadamente con o sin nuestro consentimiento, igual nos dicen adiós. Muchas veces de forma intempestiva, inexplicable e insospechada. O lo que es peor, deciden alejarse de nuestro "programa" en el preciso momento en que los considerábamos más compenetrados que nunca. Y desafortunadamente a diferencia de la ficción, en el mundo real no tenemos la potestad de exigir a "guionista creativo" alguno de inventarnos un final lo medianamente digno y verosímil para despedir como se merece al entrañable "co-protagonista" que acompañó buena parte de nuestras vivencias.

Y tal como sucede en televisión, cuando se decide desaparecer a un determinado personaje, cuyo intérprete viene causando más de un dolor de cabeza a sus directivos y se decide por inventarle una disparatada y poco imaginativa salida, pues en la vida real también encontramos que muchas de nuestras "inamovibles" estrellas también deciden alejarse de nuestro "elenco" de forma tan torpe como inexplicable. ¡Tal cual se le hubiese ocurrido al guionista menos iluminado del planeta!



* * *



Debo confesar que siempre sentí una especial predilección por la parejita Brenda Walsh/Dylan McKay. Y es que, muy aparte de que sus respectivos intérpretes derrochaban en la ficción un encanto muy bien conjugado (valgan verdades, hacían muy buena pareja en pantallas), sus personajes enfrentaban además dificultades por las que atraviesan la mayoría de parejas en el mundo real. Dificultades y conflictos que muchas veces surgían de ellos mismos y que pocas parejas hubiesen podido salvar. Quienes han visto 90210, podrán hacerse una idea de lo que me refiero: discusiones, peleas, despedidas (algunas de ellas bajo el amenazante rótulo de "definitivas"), separaciones (con la obligada aparición de un tercero -o tercera- dispuesto a vulnerar cualquier vínculo sentimental de la parejita en cuestión) y otros interminables etcéteras que omito para no extenderme más. E ignoro si quienes concibieron los entretelones entre Brenda y Dylan, lo hicieron con el propósito de alargar la historia y sacarle provecho al máximo, pero lo cierto es que el producto les resultó de lo más verosímil y auténtico.

Y es que una relación de pareja en el mundo real, no es precisamente un lecho de rosas. No consiste solamente en paseos en la playa, saliditas de la mano, besitos y abrazos frente los amigos, ni otras cursilerías de ésas. Todo ello es parte de una demostración de afecto, pero obviamente no lo es todo. Yo no amo más a un hombre o a una mujer sólo por tenerla más tiempo de la mano durante los días en que nos vemos. Mucho menos por la cantidad de veces que hacemos el amor, o por los regalos que doy, ni por las atenciones que recibo. Una relación de pareja basa su fortaleza precisamente en todas las dificultades que enfrenta y que supera con éxito. También basa su solidez en reconocer que en todo momento -sea éste bueno o malo- esa otra persona que amas no te olvida, muy a pesar de que a lo mejor hayan existido circunstancias fuertes por las cuales ahora te encuentres separado -o separada- de ella. Conviene también analizar que durante todo el tiempo que han estado juntos y luego de haber atravesado mil y un peripecias, ambos concuerden en que aquello que todavía los sigue uniendo, sigue fuerte e indisoluble como el primer día. Por más discusiones, rupturas temporales, algún atisbo de infidelidad por ahí -ojo, hablo en singular-, o el hecho incluso de haber intentado salir con otras personas durante estos delicados momentos de separación; las acciones hablan por sí solas, aceptando que él (o ella) sigue en tu corazón y efectivamente, nunca dejó de estar allí.

Y tal como sucede en la realidad, con tantos ingredientes que a los guionistas se les ocurrió aderezar el romance entre Brenda y Dylan (de aproximadamente cuatro ininterrumpidos años de duración), pues el resultado les quedó súper convincente. Y estoy seguro que la gran mayoría de televidentes -me incluyo- hubiesen preferido que al final, la parejita en cuestión acabara este idilio rumbo al altar. Sin embargo, los conflictos laborales anteriormente mencionados, impidieron seguir exponiendo -y explotando- más tópicos de esta compleja e interesante relación. El alejamiento de Doherty del programa devino a que Brenda y Dylan debían de separarse por última vez, tras la discutible decisión de ella de seguir sus estudios de teatro en Londres "sólo" por unos cuantos meses (que al final resultó siendo permanente). Paradójico resulta entonces que, tras mil y un dificultades por los que atravesó esta tormentosa relación, de pronto deba culminarse por un pretexto tan tonto como jalado de los pelos que... lamentablemente parecía salido del mismísimo mundo real. ¿O es que acaso un viaje a un destino tan lejano no llegó a arruinarnos el pastel siquiera una vez en la vida?

Lamentablemente en este caso, al guionista no había otra que... a regañadientes, darle la razón.



* * *


Sobre los reemplazos de los que hace recurso la televisión para ocupar el vacío de algunas figuras no hay mucho que decir. Hasta el momento, los que he visto no me convencen del todo. ¿Podía reemplazar una Tiffani-Amber Thiessen o una Rose Jane McGowan a Shannen Doherty? ¿O una desconocida Jenilee Harrison a Suzanne Somers? ¿O un anónimo crío llamado Danny Cooksey a una bellísima Dana Plato? ¿O tantos otros ejemplos más que muchos de ustedes conocerán mejor que yo? Según el mundo de la caja boba, pues tiene que ser así. Ha de mostrarse lo que vende, lo que resulte marketeramente óptimo, lo que borre a como dé lugar la imagen, el carisma, la esencia de aquel personaje anterior con el cual ya no se podrá contar más. Y afortunadamente por ese lado, el mundo real es más flexible; no nos impone a alguien que necesariamente tenga que ocupar (y borrar) el lugar de aquel otro "personaje" que nos acompañó por tanto tiempo y que hoy por hoy seguimos extrañando, quizás subrepticiamente. En el mundo real no se nos obliga a callar el nombre de aquella persona que probablemente ya no volveremos a ver más. Podemos mencionarla, recordarla, mirar su fotografía, extrañarla, imaginar qué estará haciendo en este preciso momento. Y sobre todo, guardar la secreta esperanza de que nuestra entrañable "estrella", tarde o temprano regresará a nuestro lado.

La última escena entre Brenda y Dylan me parece sinceramente genial. Quizás la perfilaron con la intención de que en algún momento Shannen Doherty volvería al programa -probablemente a mediano plazo-, o quizás fue sólo una feliz coincidencia. Lo cierto es que, aquel último acto resume en pocos minutos lo que efectivamente habría de significar esta historia de amor, nefastamente interrumpida por rencillas ajenas a la ficción. En ella, se ve a Brenda visitando a Dylan por última vez, para declararle muy honestamente que nunca dejó de amarlo y que jamás dejará de hacerlo, como una suerte de advertencia ante el inminente viaje que amenaza separarlos una vez más. "No me iré para siempre... dame algo para regresar" agrega ella, y acto seguido lo ciñe ansiosamente entre sus brazos, culminando el momento en un apasionado beso que sugiere consumarse en algo más, mientras la toma de esta escena se eleva lentamente sobre los amantes, hasta perderse en el vacío del aposento donde se encuentran.


Una despedida que no parece tal. Una escena que sugiere un pequeño escollo no tan difícil de superar esta vez. Un adiós sin la más mínima sospecha de que tal vez resulte el último. Un encuentro final, quizás el definitivo. O tan sólo el insospechado preámbulo de tiempos difíciles e inimaginables por venir. Tal y como suele ocurrir en nuestro paradójico, incomprensible y desconcertante mundo real.


* * *


Permitiéndome la ligereza, concluyo de esta forma. Si mi relación con Diego fuese llevada a las pantallas de televisión y que por motivos -obviamente- ajenos a mi voluntad tuviese que ponerle fin, me gustaría agregarle algunos detalles. Como por ejemplo, inventarle a "Diego" (el personaje) un motivo mucho más noble (que el presentado en el mundo real) que lo obligara a separarse -por tiempo indeterminado- del inseparable cómplice que lo acompañó durante estos últimos cuatro años. Quizá un viaje por razones de estudios o familiares, alguna beca universitaria o una oportunidad de trabajo en el extranjero quedaría mucho mejor como circunstancia para justificar el exabrupto final entre "Mauricio Ponticel" y "Diego Mardones" (cuyo "actor" intérprete precipitaría su salida de la "serie", alegando sentirse bastante incómodo al encarnar a un personaje de comportamiento inicialmente ambiguo, pero cuya marcada tendencia gay -especially during his final season- motivaría un descontento que le forzaba a no continuar en el programa). Con un último episodio de temporada (que convenientemente titularía "Sin Restricciones") en donde "Diego" tendría participación. Y una última escena junto a "Mauricio" que definitivamente resultaría tan insospechada como inimaginable. Sin un adiós de por medio o circunstancia alguna que sugiera que muy probablemente ya no volverían a encontrarse más. Con un diálogo final tan implícitamente explícito, que resuma en unas cuantas palabras y momentos, lo vivido juntos desde el comienzo hasta ese presunto final. Con una certeza y seguridad que haría pensar que dicha separación sería cuestión de horas, días... semanas a lo mucho. Y sin la más leve sombra que apunte de aquel romántico momento un último encuentro (quizás final) entre ellos dos.

El guión de mis vivencias, desafortunadamente aún no lo termino de leer. Mucho menos tengo idea de cómo acabará la historia entre "Diego" y "Mauricio". De lo contrario, quizás me sentiría más tranquilo y con la convicción de ver las cosas de un modo sosegadamente diferente. Mas, si existiese un Guionista Supremo o un Aaron Spelling que supervise el teje y maneje de esta historia, me gustaría sugerirle que si ha de desechar un personaje tan entrañable como "Diego" de la "serie" en la que me encuentro inmerso, pues ojalá que se decida pronto por un reemplazo interesante. Ni tan puto como Rose Jane McGowan versión gay (¡puaj!), ni tan disparatado como un clon o un "Diego II" pululando por ahí. Y si se me diese la facultad de poder elegir al nuevo responsable de mis desvaríos, definitivamente escogería a un cuerototote tipo Matt Destruction (de The Hives), o de porte similar al inabordable (e inalcanzable) Roger. O bueno ya, como última chance -pero no menos importante- que sea como el precioso ejemplar cuya foto me alcanzaron hace unos días y que les comparto a continuación.

Total, quien pide al cielo y pide poco...

miércoles, 20 de setiembre de 2006

After Shave


Habían pasado poco más de dos semanas desde aquella noche que vi a Diego en aquel gimnasio. Y esa misma tarde en que nuevamente nos volveríamos a encontrar, me sentía realmente furioso. Eran poco más de las 3.30 de la tarde cuando por segunda vez y en menos de 15 minutos, regresaba con dirección hacia su casa. Pude divisarlo desde una prudente distancia al pie de su puerta, con la mirada perdida, tratando de encontrar algo que seguramente le diese algún indicio sobre mí. Y al advertir por fin mi presencia, intentó recibirme ensayando una sonrisa en su aún somnoliento rostro.

- Hola.
- Hola. -contesté ásperamente.
- Oye, disculpa ¿sí? Te juro que no fue mi intención que pasara esto. Anoche me quedé estudiando toda la madrugada para mi clase de hoy, y cuando llegué hace un par de horas a mi casa, me ganó el cansancio... -decía él con voz amodorrada, mientras frotaba su rostro con las manos.
- Huevón, te pasaste... Te llamé temprano para recordarte que hoy pasaría por ti a las tres y me dijiste que normal. Y cuando vengo acá, me quedo tocando la puerta, el timbre, las ventanas... haciendo un escándalo del carajo. ¡Y nadie me atendía! Hasta el guachimán del frente y todos tus vecinos se han ganado que he estado haciendo tremenda bulla para que me atiendan... y nadie contestaba. Incluso me dije, "a este huevón le ha pasado algo..."
- Sí, lo sé... Sorry ¿sí?
- ¡Y nadie! ¡Nadie contestaba! ¡¿Acaso no hay alguien en tu casa para que atienda la puerta... o qué?!
- Seeeh... está la empleada. Pero ahora ella está en la tercera planta, en la terraza. Y desde allí no se puede escuchar nada...
- Pero huevón, tú sabías que yo iba a llegar a las tres a tu casa. Tres treinta, más tardar...
- Ajá. Pero ya te dije...
- ... Y he tenido que irme de acá, al ver que nadie ha salido a atenderme... a buscar un teléfono en la bodega más cercana, que de cercana no tiene nada porque está como a tres cuadras a la espalda, para llamarte al cel... sino, igual seguías durmiendo.
- Ya muchacho, te dije que lo siento... me quedé dormido y no fue mi intención que gastaras tu luca de más en llamarme... ¿Pasas?

Inmediatamente abrió la pequeña reja que daba acceso a la puerta principal de su casa e ingresamos hasta la sala misma, agradable estancia que siempre me gustó por encontrarse adecuadamente arreglada durante todas las ocasiones en que la visité. Acto seguido, nos ubicamos en dos sofás contiguos.

- Pucha hermano, en verdad disculpa. Sé que estás molesto por lo que pasó, pero ya te dije, anoche me quedé estudiando para una práctica que di hoy en la facultad. Si supieras todo lo que tenido que leer en la madrugada para poder dar mi nota... -contaba él, aún entre bostezos.
- Diego, no estoy molesto porque hayas tenido un día ocupado. Es más, yo te llamé temprano en la mañana, preguntándote si estaba bien en buscarte hoy a esta hora. Tú me dijiste que no había problema, por eso vine sin ningún cargo de conciencia en pasar por ti a las tres, puntual. Si me hubieses comentado que tenías algo que hacer, pues lo hubiésemos cambiado para otro día...
- No hermano, está bien... para hoy no tengo ningún problema. Es sólo que pasó esto y me quedé jato. El cansancio me ganó.
- Pero si sabías que yo iba a venir a esta hora y si tan cansado estabas, pues al menos debiste quedarte descansando acá, en la sala.
- Bueno, lo que pasa es que las cosas por aquí están de patas arriba, no están nada tranquilas. Y con tanto ajetreo por acá, mi viejita se quedó descansando en su cuarto y yo me quedé recostado con ella, al lado en su cama...

¡Putamadre! De sólo imaginar tal escena, me pregunté ¿No es él un encanto?

- Bueno, ya. Está bien. Total, ya estamos acá ¿no? -comenté menos enfadado.

A pesar de que Diego confirmaba la presencia de más personas en casa, un silencio absolutamente envidiable parecía demostrarnos lo contrario. Y aproveché unos instantes para observarlo más detenidamente. Vestía un polo blanco, de mangas cortas y largo. Lo suficiente y desafortunadamente largo como para no revelar la viril turgencia situada entre los bolsillos de aquel pantalón de buzo color celeste que llevaba puesto. Calzaba además en sus pies desnudos, unas gastadas sandalias.

- Ah, me olvidaba... -comentó e inmediatamente se puso de pie.

Como obedeciendo una orden hipnótica y previendo lo que iba a suceder, instintivamente hice lo mismo.

- Ven para acá hermano... -susurraba, mientras sus brazos me rodeaban vigorosamente, haciéndome sentir además la piel de su rostro en parte de mi mejilla. Advertí entonces la escena reflejada en un espejo situado detrás nuestro. Y como poquísimas veces, esta vez me atreví a frotar dócilmente su esponjosa y amplia espalda. ¿Habrá notado acaso, que durante esos cortos segundos, su estimulante gesto me había provocado -como en tantas otras veces- cierta "dureza" escondida en mi pantalón? Respuesta que hasta la fecha, solo él puede contestar con seguridad.

Cuando todo acabó y nuevamente volvimos a nuestros asientos, Diego comenzó a comentarme en su acostumbrado y desordenado estilo, lo que había estado ocurriéndole estos últimos días.

- Las clases de verano han comenzado fuerte en la universidad. No he tenido tiempo de nada casi... ni siquiera para llamarte y ver si podíamos volver a vernos... pensé que podría darme un tiempo para hacer lo que teníamos planeado la última vez... ¿recuerdas cuando quedamos para ir al cine? Pues eso tendrá que esperar unos días más... que se arreglen unas cosas acá en la casa primero, que como te dije, andan de patas arriba... espero que entiendas...

Lo observaba detenidamente. Sus ojitos, tras esas gafas de siempre, aún con el rostro algo cansado. Su ondeado cabello, completamente desordenado luego de salir disparado de la cama, sólo para recibirme una vez más. Poco me importaba entonces que nuevamente, sus promesas para volver a salir juntos a cualquier otro sitio -muy aparte de nuestros acostumbrados paseos- quedasen como casi siempre, en buenas intenciones.

- El punto es, que cuando me desocupe algo de esta huevada de clases y si hay tiempo, uno de estos días quedamos y nos vamos al cine como planeamos. Y para cuando todo esto acabe por fin, ya a mediados de febrero, pues ojalá que salga también lo de la playa...

Asentí con la cabeza. Sabía muy bien que en el caso de Diego, muchas de sus promesas eran palabras arrojadas al viento. Me conformé entonces con la idea de que por lo menos, existía un deseo por parte suya de que volviésemos a pasar un buen rato juntos, ya sea en el cine, en la playa o en cualquier otro lugar. Lo importante en todo caso era de que, de alguna forma, sentía que Diego me "pertenecía". Y lo más maravilloso, que todo era por libre albedrío. Sin haber forzado para nada a que las cosas resultaran así. ¿Podía sentirme entonces con derecho a exigirle aún más?

- Ok. Entonces cuando tengas más tiempo, normal. Me pasas la voz y ya vemos qué se hace, lo sabes...
- Claro broder, más bien disculpa por lo que te hice pasar hace un rato... cuando te vi llegar se te veía bien serio, la verdad que me asustaste bastante...
- Ja ja ja... estaba un poco asado, es cierto. Pero no tanto... además ¿qué se supone que te iba a hacer? ¿pegarte o algo así?
- Ja ja ja ja...

Reímos por la ocurrencia. Definitivamente la tensión de hace unos minutos se había esfumado. Me encantaba verlo reír así, tan libre, tan feliz. Y sobre todo, ser yo el responsable de notarlo muy radiante, con esa sonrisa suya tan característica, de oreja a oreja. Si mi relación con Diego alguna vez alcanzó la gloria, éste era precisamente uno de esos momentos.

- Y ahora que estás con el tiempo más apretado ¿cómo haces para seguir yendo al gimnasio? -pregunté.
- Ya no voy. El tiempo no me alcanza. Y con las cosas que están pasado en casa, la verdad que no he tenido cabeza para volver por allá...
- Pucha, qué pena...

Diego seguía charlándome de otras cosas relativas al agitado ritmo que llevaba por esos días. Su familia, sus estudios, su rutina, su hartazgo. Y yo, como fiel confidente, atinaba a oírlo muy atento mientras visualmente devoraba cada centímetro de su estimulante superficie. Su enrevesado y limitado cabello, la copiosa y áspera textura de su mentón y mejillas aún sin afeitar, su grueso abdomen lamentablemente escondido tras aquella delgada prenda que llevaba puesta, su blancos y velludos brazos que... ¡Un momento! ¡Qué miérrrrrrrrrrrrrrrr...coles había pasado?

- ¡Oye! ¡Qué te pasó en los brazos? -le increpé alterado, señalándolos.
- ¡Ahhhhh! Eeeeeeeso... Me los afeité.
- ¡¡¡¡¿¿¿¿QUE TE LOS... AFEITASTE????!!!!
- Ajá. Si. ¿Por qué...? ¿Hice algo malo...? -preguntó temeroso ante mi evidente iracundia.
- Putamadre.... este huevón...

Me sentí devastado. ¡¿Cómo un oso tan delicioso como él, había decidido cometer semejante crimen de RASURAR sus velludos brazos?! ¡¿En qué cabeza, Dios mío...?! ¡¿Cómo chucha podía habérsele ocurrido tremenda insensatez? Me dolía ver en ese momento sus preciosos brazos, antaño viriles, lleno de deliciosos y copiosos vellos en su blanca piel... hoy sonrosada y aún irritada por tal vejamen a su apariencia.

- Estaba harto de esos pelos. Y con este calor, sólo me sofocaban más. Así que hace un par de días agarré el afeitador y me los bajé... je je je...

Mis ojos aún no podían creer lo que estaban viendo. Y la consternación por la que estaba pasando aquel momento, debió de ser tan notoria que Diego mismo trató de romper el silencio que había provocado su inefable conducta.

- Ya hombre... no es para tanto... además, ni que me hubiera depilado permanentemente...

¿Cómo podía decir tan fácilmente que LA CAGADA que había hecho NO ERA LA GRAN COSA? Era un terrible atentado contra todo, contra mí. Era algo tan anormal, tan contranatura... Una tremenda estupidez producto de una demencia temporal seguramente (y ojo, lo digo en serio). Ahora, los riquísimos brazos de Diego sin sus excitantes vellos, se veían inertes, como mutilados, sin vida. Sin ese delicioso encanto que deleitaba mis sentidos cada vez que lo tenía frente a mí. Ahora esos brazos, antaño lanudos y viriles, hoy se veían como los de un "delicadito" más.

- No fue tan fácil la cosa, tuve que rasurarme no sólo brazos, sino también piernas, pecho, estómago...

¡Mierda! No quería seguir oyendo grandísima e infame crueldad. Un oso delicioso... completamente rasurado. Me dieron ganas de gritarle allí mismo, sin importarme si me escuchaban o no su mamá, su empleada o quien fuere que estuviese en su casa aquel momento.

- Puta, Diego... -respondí, tratando de bajar la voz lo más que pudiese evitar- Lo que has hecho... es bien... bien...
- Bien que...

"Bien hijo de puta", pensé instintivamente.

- ¡Que se te ve bien GAY, eso es lo que pasa...! -le solté.
- Ja ja ja... tampoco es para tanto, ah.

Quería sacarle la mierda allí mismo por semejante insolencia. Aún no podía creer que pudiera ser capaz de haber perpetrado "eso".

- Hubieras visto la inmensa ruma inmensa de pelos que me saqué. Pelos y pelos esparcidos por todo el piso de mi cuarto. Supieras que jode ser tan velludo a veces...

Con una mano cubriendo mi boca y aún bajo un gesto de incredulidad, apenas se me ocurrió soltar un comentario más.

- Sólo te faltaron los sobacos, seguramente...
- Ehhhhh... je je je... sep, también me los rasuré. -asintió sonriendo, no sin cierto pudor.

¡Putamadre! Lo que tenía al frente mío aquella tarde no era Diego. Era una queer.


* * *



Minutos más tarde, Diego regresaba a la sala donde nos encontrábamos. Traía algo entre manos.

- Acá están tus fotos. También traje las que nos tomamos en Larcomar para que las veas...

Mi álbum de fotos. No lo veía desde la última vez en que se lo entregué a Diego, aquella tarde post-navideña.

- Perate, perate... déjame ver primero cómo salieron tus fotos de Larcomar...

Observé cada una de aquellas imágenes. La mayoría de ellas mostraban a Diego, al lado únicamente de los adornos navideños que los negocios del lugar acostumbran colocar por estas fiestas. Y tres o cuatro fotos más en las que figuraba quien escribe, ya sea al lado suyo, o sin compañía.

- Me gusta esta foto tuya... por mí fuera, me la llevaría.
- Noooo, ahí salgo muy gordo, ésta está mejor...

Como siempre, las fotos en las que más guapo me parecía lucir él, no eran las mismas que a Diego le agradaban. Y viceversa.

- Más bien, respecto a tus fotos, me tomé el trabajo de intercambiarte algunas en las que salgo yo, por algunas mías en las que sales tú...
- ¿Cómo? -pregunté sorprendido.

Era cierto. Inmediatamente revisé mi álbum de fotos y noté que varias de ellas en las que salía Diego (más precioso que nunca), sencillamente no estaban. Al niño no se le había ocurrido mejor idea que "intercambiarme" aquellas en las que sólo salía él... ¡colocándome en su lugar fotografías suyas, pero en las que no salía él, sólo yo!

- Creo que me parece justo. Total, no creo que te hagan falta fotos donde sólo esté yo...

¡¿Qué tenía este huevón?! Aparte de los vellos, ¿se había rasurado además las neuronas o qué? ¿Qué clase de lógica estaba usando para llegar a una conclusión tan absurda? ¿Perder así nomás tan preciosas instantáneas de Diego... sólo porque sí? Y por último ¿de que me sirven fotos en las que sólo salgo yo, como perro sin dueño... sin nadie al lado mío? Por más narciso que fuera, francamente.

- Oye Dieguito, creo que no me parece lo que has hecho. Para comenzar, esas fotos con las que te quieres quedar son mías, y por más pata mío que seas, no puedes tomarte así nomás la libertad de quedártelas porque sí...
- Pero te las estoy intercambiando... te las estoy canjeando por fotos mías, pero en las que sales sólo tú.
- No es eso Diego. Estas cosas se consultan, no puedes apropiarte de algo que no es tuyo sin siquiera haber consultado. Si querías quedarte con mis fotos, me hubieras avisado y te alcanzaba unas copias para ti.
- Pero... ¿para qué querrías tú unas fotos en las que sólo salgo yo?

"Para darme unos tremendos pajazos todas las mañanas", pensé en espetarle ante tal absurda pregunta.

- Porque forman parte de un lindo recuerdo para mí, por eso. Mira, hagamos algo. Si quieres, te saco unas copias de las fotos con las que pensabas quedarte ¿ok? Tengo los negativos, así que por ese lado no hay problema. Dame unas semanas y solucionamos esto en un dos por tres.
- Esta bien. -respondió desencantado.
- Hasta ese entonces... estas fotitos regresarán a donde pertenecen. -comenté mientras regresaba a mi álbum las fotos que Diego intentaba despojarme. Le entregué a su vez, todas las imágenes suyas por las cuales había intentado hacer su infame "intercambio".

- De acá a unas semanas, te saco las copias que quieras, pero estas fotos valen mucho para mí, de verdad. -le comentaba mientras observaba una de las que más me gustaban. Aquella de la "mirada cautivante, en un interesante gesto entre adusto y sonriente". La misma que cuando vi por vez primera, comprendí que era la mejor fotografía que pude haberle tomado a Diego en toda mi vida.

"Jamás voy a perder esta foto, así me corten los huevos", pensé.


* * *



Media hora más tarde, nos encontrábamos en la custer que nos llevaría al destino de siempre. Él, sentado como siempre al lado de la ventana, observando el desordenado movimiento de las calles por esas horas. Y yo, a su costado, tratando de perder mis pensamientos en cualquier cosa, menos en observarle mucho. En otras ocasiones era una delicia ver sus gruesas piernas enfundadas en el holgado pantalón que llevaba puesto; la inseparable mochila en su regazo, algo sucia y raída por el uso diario; los brazos velludos que celosamente la resguardaban... y que hoy ya no lo eran más. Era un vejamen, una cruel paradoja lo que tenía ante mis ojos aquel momento. Y tal situación no dejaba de hacerme sentir inquieto.

- Qué pasa...
- Nada... no pasa nada. -sonreí.
- Entonces...
- Es sólo que... -miré sus brazos otra vez.
- Ah, eso... putamadre... ¿vas a seguir con eso?
- No no no... es sólo que los veo y me preguntaba...
- Qué cosa.
- Esteeee... ¿tus viejos lo saben? -pregunté aliviado al encontrar una ocurrencia que me salvara el momento.
- Sólo mi viejita. Mi viejo no está en casa por estos días...
- ¿Y qué te dijo ella?
- Nada, se sorprendió un poco, pero nada más.
- ¿No te regañó?
- No. ¿Por qué tendría que hacerlo?
- Por nada, tienes razón. Espérate nomás cuando tu viejo te vea... -comenté con cierto sarcasmo.
- ¿Por qué lo dices? -preguntó risueño.
- Porque si es como me lo pintas... te va a soltar la vela verde. Te va a decir de todo...
- Ja ja ja ja... no creo.
- "¡¿Qué carajo has hecho, hijo mío?! ¡¿Qué 'chicha' te ha picado?! ¿Por qué has hecho semejante estupidez...?"
- Ja ja ja ja...
- "Me voy unos días de casa y ya comienzas a hacer huevadas... segurito que tu amigo ése, el Mauricio... ése te ha convencido para que hagas esto. Ya decía yo... ése tipo nunca me inspiró confianza"
- Ja ja ja ja...
- "Y te has rasurado toditito... hasta los sobacos... Mi hijo varón... Mi orgullo... Mi esperanza... ahora se ve como un vulgar estilista.... un sao más..."
- Ja ja ja... ya párala huevón...
- "No lo puedo creer, un hijo gay... no lo puedo creer... Debí corregirlo cuando podía... ahora ya es demasiado tarde... ¡Qué habré hecho Dios Mío!"
- Ya huevón... ya... - comentaba él, intentando contener las carcajadas.
- "Y olvidate de mi herencia, no verás un centavo de ella jamás... jamás."


* * *



Horas más tarde, en el viaje de regreso, nuevamente Diego y yo compartimos asiento juntos. El cielo veraniego de Lima comenzaba ya a oscurecer. No pasaron muchos minutos para volver a tocar el tema.

- Ya carajo ¿quieres dejar de mirarme los brazos? Putamadre... de haber sabido que me ibas a joder todo el día con esto, no me los hubiese rasurado...

Sonreí.

- Pucha Dieguito... es que es el tema del día. ¿Cómo se te ha podido ocurrir cometer semejante cosa pues? La verdad, jamás hubiera pensado que harías algo así. Y yo que pensaba que el de las ideas raras era yoni....
- Carajo ¿pero qué de extraordinario tiene que me haya rasurado los brazos?
- No sólo los brazos... disculpa. -bromeé.
- Ya, está bien. Brazos, pecho, piernas, barriga...
- Y sobacos, no lo olvides.
- Putamadre, ya basta. -respondió más irritado.
- Bueno muchacho, bromas aparte... sencillamente vayamos por la deducción lógica. No todos los días uno se encuentra con alguien que se depile o rasure todo el cuerpo. Peor si es hombre... o sea, tu sabes que esas cosas están más relacionadas a las hembritas y todo eso ¿no? Sin ofender, claro...
- Seehh... -contestó con cierto aguante.
- Además tú mismo dices que cuando te rasuraste, botaste pelos de pelos en tu cuarto... lo que habrás tenido que barrer para recoger todas esas motas.
- Bueno, no lo recogí yo. Para eso esta la empleada ¿no?
- ¡¿Cómo?! Tus pelos nos los barriste tú, sino... ¿tu empleada?
- Ajá.
- ¿Y no te dio roche que ella lo haga?
- ¿Por qué? Ese es su trabajo ¿no?
- Veste huevón...
- ¿Qué tiene?
- Cuando ella recogió tus pelusas... ¿qué le dijiste?
- Nada. Que barra el piso, nada más.
- Pucha... hartas pelusas que habrá barrido ¿no?
- Si, bastante.
- Pero igual. No sé, yo me hubiese sentido algo palteado que una chica barra mis pelos del cuarto.
- Je je je...
- Claro pues, encima tu le das más chamba de la que ya tiene. Con tanta limpieza que hacer por tu casa y tú: "flaca, barre todos mis pelos por favor... y bien barrido, ah".
- Ja ja ja ja...
- Eso es ser inconsciente, así no juega Perú pues... Además, volviendo a tu "gesta estética", a ver. Dime un solo tipo, uno sólo que se afeite las axilas. Pero hombre, ah. Porque mujeres hay un montón, esas no cuentan.

Touché. El jaque mate perfecto. Sin embargo no pasaron muchos segundos para que Diego soltara su respuesta.

- Ahhhh... a ver... hombres ¿no? Ya está: Christian Meier, Alejandro Sanz, Brad Pitt, Tom Cruise, Ricky Martin...

¡Oh my God! ¡Qué horrendos ejemplos!

- Carajo, tú sí que les para viendo el sobaco a los hombres. No conocía esa oculta faceta tuya. Interesante... -bromeé.

Sonrió. Quiso reírse, pero prefirió voltear la mirada hacía la ventana, tratando de finalizar así nuestra absurda conversación.

- El que calla otorga muchacho... el que calla otorga. -puntualicé.


* * *



Ya en la puerta de su casa y antes de despedirnos, el rostro de Diego se iluminó.

- Ah de veras... antes de que me olvide. Quería pasarte los videos que te dije la otra vez ¿te acuerdas?

Semanas antes, me había comentado acerca de una serie que había coleccionado en devedé. Eran unos discos que supuestamente contenían una interesante historia animada que en esta ocasión Diego quería compartirme. Supongo que se le ocurrió alcanzármelas, como una suerte de retribución ante el gesto de haberle obsequiado los devedés de Chickfactor. Y no tardó mucho en ir por sus discos, hasta entregármelos en mis propias manos.

- Quiero que las veas en los próximos días y de acá a unas semanas me las regresas para comentar qué tal te parecieron, ¿ya?

Asentí con cierto languidez, pues mi fuerte no es precisamente la animación en devedé. Sin embargo recordé que días después de navidad, Diego había "prometido" regalarme unos videos de temática similar (palabra que como podrán imaginar, no alcanzó a cumplir), aún sin sospechar que yo planeaba con antelación mi obsequio navideño. También consideré que en cuanto a prestar sus cosas, Diego es muy celoso. No es de dar ni confiar a cualquiera sus pertenencias. Peor aún si se trata de objetos de culto, como lo son para él sus benditos videos y películas de animación. Consideré entonces lo mucho que significaría para él, el desprenderse de uno (o mejor dicho, de varios) de sus objetos más valiosos, sólo para darme el gusto de visionarlos tranquilamente desde la comodidad de mi lejano hogar. Y ante tal gesto noble de su parte, no me quedó más que agradecerle lo más sinceramente posible. Así los videítos de marras tratasen de aburridas películas animadas, de documentales mormones, del mensaje presidencial o del sermón de las tres horas de los últimos cinco años.

- Muchas gracias muchacho. Prometo que lo veré, ni bien llegue a mi casa más tarde.
- Ok, cuidate.
- Chau.

Luego del último abrazo y antes de alejarme del frontis de su hogar, se me ocurrió agregar algo más.

- Oye, antes que me olvide: cuando quieras volver a "rasurarte"... piénsalo dos veces, ¿si?
- Ja ja ja ja... ya huevón. Chau.