lunes, 31 de julio de 2006

Borderline


Mentira,
que lo bueno algún día se acaba
es mentira.
Que el adiós es volver a nacer
es mentira.
Que tus ojos se olvidan,
que la fe es como un barco
tirado en la orilla,
juro que es mentira.

"Mentira"
- Gilberto Santa Rosa


Habían pasado exactamente siete días desde la última vez que supe algo de Diego. Siete días desde aquella tarde en que él mismo se encargó de comunicarme su inefable noticia. Y la verdad, hasta ese momento, no sabía cómo diantres reaccionar. ¿Debería de sentirme acaso furibundo? ¿Exigirle explicaciones? ¿Buscarle para hablar frente a frente sobre el tema? La verdad, nada de ello me nacía, pero... lamentablemente tampoco podía sentirme tranquilo e impasible -aún así hubiese querido-, como si nada hubiese ocurrido.

Mas, ¿por qué debería de sentirme sorprendido o inquieto ante esta situación? ¿Acaso desde la primera vez que lo conocí, Diego no cesaba de repetir su absurda letanía de "querer conseguir flaca" a como dé lugar, de que estaba cansado de estar solo, mientras "todos" sus amigos contaban tener amigas o enamoradas con quienes pasar el rato, exhibiéndolas como trofeo de guerra ante la tribu? Aún recordaba que una de sus primeras llamadas a mi casa, obedecía a la sencilla razón de comunicarme lo solo e impotente que se sentía, al notar en ese mismo momento, desde la ventana de su habitación, a varias parejitas en románticas situaciones, dando vueltas por su calle y entristeciendo una vez más sus grises días.

"No lo tomes a mal, tú eres un pata de putamadre, pero... no es lo mismo que estar con una flaca pues", me dijo alguna vez. ¿Cómo carajo podía decir eso, si jamás antes había estado con alguna? ¿Cómo podía llegar a semejante conclusión él, si yo a mis años ya había conocido más de una horrenda traición perpetrada por el mal llamado sexo débil? ¿Cómo podía Diego desear tan ilusamente estar con alguna chica, si por otro lado, cada día que pasaba, yo no dejaba de enterarme de hartos casos de parejitas que conocí muy de cerca y que terminaban su relación de lo más mal, por diversos problemas que enfrentaban (en su mayoría, causados más por "ella" que por "él")? Por otro lado, es cierto que hace mucho tiempo renuncié a la idea de probar siquiera salir con alguna chica, pero aún así... de haber existido ese remotísimo deseo o posibilidad en mí, y ante tanta experiencia negativa desfilando ante mis ojos durante estos últimos años, pues no me entusiasmaba nadita la idea de querer conseguir novia, enamorada, agarre, pantalla, finta o lo que fuere. Toco madera y Dios me libre por el resto de mi existencia.

Lamentablemente, Diego nunca lo entendió así. Ya sea por ignorancia, vehemencia adolescente o por pura curiosidad, siempre tuvo fija la idea de conseguir enamorada de una forma u otra. A pesar de que estos últimos meses, ya había terminado yo por comprender, que entre los dos quizás jamás existiría algo más que una simple y curiosa amistad. Amistad que por momentos presentaba ciertos visos y expresiones netamente gays, bajo manifiestos y conversaciones poco usuales entre dos muchachos que admiten ser simplemente amigos cercanos, pero de ahí nada más. Sin embargo, a pesar de estos antecedentes, jamás hubo intención por parte suya de querer cambiar las cosas. Así de pronto, estos últimos meses la suerte de ambos hubiera dado un giro sorpresivamente positivo, luego de confesarle torpemente parte de mis sentimientos, el año que pasó.

"Si fueras una flaca, las cosas serían diferentes", me respondió entre risas nerviosas en aquella ocasión. Como si el hecho de ser tan varón como él, fuese alguna dificultad o impedimento para cultivar un sentimiento tan noble hacia alguien tan especial y diferente. Precisamente meses atrás, él me había confesado que "sospechaba" que algo así estaba ocurriendo conmigo. Bueno, yo tampoco me había esmerado mucho en ocultarlo pero... ¿por qué entonces no cumplió con su promesa de no querer volver a verme nunca más, de no querer seguir siendo una "dependencia psicológica" el uno para con el otro, de desaparecer de mi vida y poder así "crecer como personas"? ¿Por qué tomar este episodio como si nunca hubiera ocurrido? ¿Por qué pasar por alto algo tan serio y alimentar (¿involuntariamente?) mis esperanzas una vez más?

Quizás el complicado en todo esto siempre fui yo. Quizás sencillamente Diego tomó tal situación a la ligera y me vio siempre como el "buen amigo" con quien pasar el rato, hasta encontrar "alguien" mejor. Aunque luego de aquel bochornoso incidente de mi declaración (y que al poco tiempo justifiqué estúpidamente como "producto de una mente confundida"), sus palabras me seguían sonando por momentos tímidas, por momentos con una convicción plena en lo que sentía, como de quien no tiene nada que ocultar de ahora en adelante (¿no se supone que quién debería de sentirse "liberado" -por llamarlo de alguna forma-, después de todo, sería yo y no él?). ¿Qué se supone que debe responderme el amigo, al que meses atrás le confesé que me gusta? ¿Es natural acaso, que me responda cosas como que para él "soy un enviado del cielo", y "que a mi lado se siente como realmente es en realidad, sin necesidad de aparentar algo que no es?" ¿Son esas respuestas apropiadas, en contextos como estos? Al respecto, todo esto seguía (y sigue) siendo muy confuso para mí, la verdad.

Debo confesar que siempre quise ser yo el primero que le diera una noticia como ésta a Diego. De pronto y luego de una de nuestras tantas discusiones, a las semanas comunicarle ansiosamente al seco, de frente y sin anestesia, que estaba saliendo con alguien. Y sobre todo, un buen día que se dignase a llamarme por teléfono para solicitar vernos, responderle con todo el desparpajo del mundo que sencillamente eso no podía ser, porque el tiempo que pasaba con mi pareja no me daba abasto para atender otra de sus niñerías. En parte, algo así ocurrió cuando un año atrás salí con el maduro y delicioso Vicente, pero... ¿con qué tino podría decirle a Diego, que yo estaba saliendo con un tipo treinta años mayor, que bien podía ser mi padre? Y aparte de ello, aún así se lo hubiese querido contar -con toda la malicia y revancha del mundo-, era imposible hacérselo saber, pues en ese mismo momento estábamos algo distanciados por una que otra desavenencia, de esas que siempre nos han separado al uno del otro durante estos últimos cuatro años. Además -quizás lo más importante- ¿cómo podía decirle así de plano, que estaba saliendo CON OTRO HOMBRE? Hubiese sido harto complicado de mi parte -aparte de negligente- jugar con ese tema. Digamos que él no aceptaría de buenas a primeras el hecho de que yo estuviera saliendo con otro varón, imagino que por su chata comprensión que tiene sobre ciertas cosas de la vida. Además... ¿de qué me hubiese servido tratar de celarle con algo así? Capaz hasta lo hubiese traumado. O peor aún; de enterarse, a lo mejor le hubiese dado lo mismo.

Ya comenté anteriormente que lo ocurrido entre Vicente y yo, no pasó de ser una fugaz (pero riquísima) relación de amantes. Cuestión de dos meses, más o menos... nada de qué jactarse o presumir ante los demás, así hubiera sido ante Diego. Pero como por ese entonces, habían pasado varios meses desde la última vez que nos vimos, le comenté escuetamente por correo que estaba saliendo con alguien, pero que lamentablemente la relación no había resultado como esperaba. Diego supuso erróneamente, que de quien yo hablaba se trataba de alguna chica, y digamos que por "desidia", dejé que así lo creyera. Y contra lo que esperaba, en ningún momento sentí algo de celos de su parte. Mi sosa estratagema no había dado los resultados que esperaba, aunque afortunadamente, la táctica del "corazón desvalido" después de una dolorosa ruptura, había sorteado victoriosamente la barrera que nos había distanciado por varios meses, uniéndonos muy fuertemente una vez más.

Curiosamente, la última vez que nos vimos las caras en lo que va del año, Diego escuchó -de boca de un tercero- un comentario que interpretó algo así como que yo estaría saliendo con una nueva tipa. En ese preciso momento, como sana curiosidad supongo, me preguntó si efectivamente eso era verdad. La escena me pareció graciosamente halagadora, así que inteligentemente le respondí que eso se lo comentaría más tarde, cuando estuviésemos en un lugar lo suficientemente adecuado y privado para contárselo. Se trató de una muletilla, un recurso que respondí sin pensar ni darle importancia, aparte de que dudaba mucho que, a estas alturas del partido, Diego siguiera pensando que me aún me interesaban las chicas, tanto como para salir con alguna. Y lo que es peor, que no le compartiera a él tamaña exclusiva. Lo más sorprendente es que, a las dos o tres horas de aquel incidente, nuevamente insistió en saber de quién se trataba la susodicha con quien supuestamente me encontraba saliendo. ¿Celos a la vista, acaso?

Me encantó que tal idea lo intrigase y le carcomiese el cerebro (si es que alguna vez fue así, claro). Pero no me parecía justo que precisamente en ese momento que nos llevábamos tan, pero tan bien, surgiese de pronto la sombra de una duda que amenazara nuestra perfecta felicidad. Le aclaré que la tipa no existía, que todo se trataba de una broma, un malentendido o algo así. Aunque no estoy seguro si también le dije que los asuntos de mi vida privada no me gusta comentárselos mucho (por varias y comprensibles razones que no vienen al caso acotar ahora). Con todo, hasta hace cinco meses atrás, todo parecía indicar que entre Diego y yo, no había nada que pudiese separarnos de ahora en adelante. ¿Qué más podía suceder, si al parecer lo peor ya había pasado? Si Diego sutilmente había reconocido y aceptado mis sentimientos hacia él; si a pesar de estos reveses que pudiese ocasionar este asunto, seguía insistiéndome que las cosas entre los dos no habían cambiado; si seguía regalándome sus mejores palabras para expresar el significado de mi presencia en su vida; si hasta yo mismo le había confiado –no con poca presunción- que todas las dificultades que nuestra "relación" había sorteado triunfalmente estos últimos cuatro años, habían servido para unirnos mucho más, y que de ahora en adelante era prácticamente imposible que nuevamente algo nos volviera a separar...

Bien dicen que no se debe cantar victoria antes de tiempo. ¿Verdad?


* * *



A siete días de sentirme tan extraño por la declaración de Diego, no podía estar tan conforme. Obvio de que no podía hacer nada. Es más, ni pensaba hacerlo siquiera, pero... igual me sentía inquieto, no podía estar tan tranquilo en mi casa, cruzado de brazos, como si nada, mientras imaginaba que lo que Diego podría estar haciendo en ese preciso momento... y yo tan lejos, sin tener un sólo amigo a quien comentarle este dilema. Y para colmo de males, tampoco tenía otra ocupación en qué distraer mi mente -¡malditas vacaciones!-, y evitar así de pensar en el susodicho una y otra vez. De pronto me asaltaban imágenes suyas, junto a la tipa con quien decía estar, caminando por ahí, de la mano, abrazados, besándose. Cosechando inmerecidamente la tipa ésa, todos los frutos que me costaron cuatro años de duro esfuerzo y sacrificio el sembrar, cultivar y cuidar. Me sentía pues, después de todo, enormemente vejado y sobre todo, atormentado.

Ante tales circunstancias, no podía sentirme tranquilo. Así que salí de casa, rumbo a conectarme a internet, para saber qué novedades. Sobre todo enterarme si por lo menos Diego se había dignado a escribirme algún correo e informarme -¡lo que fuera!- sobre esta penosa situación. Quizás todo se trataba de una sucia argucia de su parte para hacerme sentir mal, luego de la última discusión que tuvimos meses atrás (conjetura que no tomé muy en cuenta, por ser algo disparatada, pero en fin). A lo mejor me habría escrito para pactar alguna probable cita y explicarme más detalladamente de qué se trataba todo esto, o qué se yo. Mi cabeza no dejaba de bombardearme un torbellino de ideas locas sobre lo que pudiese estar sucediendo con todo esto. También sabía que no era el mejor de los remedios indagar más sobre el tema, pero mi exacerbación pudo más. Y decidido a aclarar este punto, me conecté una vez más a la red.

Cuando entré al messenger, recordé la última indicación de Diego, siete días atrás: "...cambié de correo, porque el otro parece que me lo hackearon... te doy el nuevo..." En aquel momento, no me interesó pedírselo pues me parecía que ya no tenía sentido seguir buscando alguna comunicación con él; por tanto, no lo agregué a mi lista de contactos. A su vez, al conectarme, el sistema no me notificó anuncio alguno sobre un "nuevo" contacto que me hubiese agregado a su lista, o que me solicitara una petición de agregarlo a la mía. No me sorprendió, la verdad. Si estos últimos cuatro meses Diego no se había tomado la molestia de enviarme un puto mail comunicándome de su cambio de correo (descortesía que raya en lo grosero, valgan verdades), ¿por qué entonces tendría que hacerlo ahora, si precisamente sus últimas palabras fueron "cualquier cosa, un fonazo..."? Es decir, que muy despectivamente me indicaba que si quería buscar algún contacto con él, entonces debería ser yo quien tomase la iniciativa de llamarle por teléfono (¿por qué no podía hacerlo él, digo yo? ¿Por qué no despedirse con alguna otra frase diplomáticamente correcta, como "cualquier cosa nos estamos comunicando", "te llamo uno de estos días", un simple "hablamos", o algo por el estilo?). ¿Era esto acaso parte un sutil y diabólico plan de provocación, de alguna revancha o desquite acaso? Mi mente no dejaba de especular mil y un argumentos, que desafortunadamente poco ayudaban a alcanzar mi sosiego.

Tan ensimismado estaba en estos pensamientos, cuando de pronto y sin anunciarse, una ventanita apareció en mi pantalla, con un amistoso saludo.

- Hey

Era él. No sé cómo su nuevo correo se había agregado a mi lista de contactos sin notificármelo (pues de haberlo hecho, obvio que le hubiese denegado el acceso), pero ahí estaba. Justo aquel, a quien estaba -y a su vez "no estaba"- esperando.

- Hola señor -volvió a escribir-.
- Holas, qué tal. Justo te iba a mandar un mensaje de texto, fíjate tú.

Era cierto, minutos atrás estaba conversándole someramente a uno de mis esporádicos contactos del messenger (sin tanto detalle, obviamente), que me encontraba algo frikeado por esta situación. La amiga en cuestión, acababa de aconsejarme que lo mejor para mi "ex-pareja y yo" era que nos volviéramos a ver personalmente, para aclarar de alguna forma las cosas. Y a los pocos minutos, Diego había entrado al Messenger, en el preciso momento que estaba dispuesto a enviarle un mensaje de texto a su celular (no tengo dignidad ¿verdad?).

- ¿Cómo estás? ¿Bien? -pregunté.
- Si. Mi celu está cagado, ya cumplió su añejo uso sin cagarse...
- Ja ja ja... o sea, hubiera sido en balde... bueno, ya estás acá...

Me sentía nervioso. Una vez más, mi corazón me martilleaba el pecho terriblemente. Como casi todas las veces en que Diego y yo conversamos por la red, en determinadas -y hasta críticas- situaciones.

- Te iba a pasar la voz para, bueno... cuando tengas time antes de volver a clases... para salir un toque y charlar –escribí.
- Ah ya, normal. Tal vez la siguiente semana...

"Tal vez". Esa indisposición no auguraba nada bueno.

- ... pero el lunes, porque tengo que salir con mi flaquita

Segunda vez que nos volvíamos a comunicar luego de cinco largos meses, y segunda vez que me menciona a la tipa. Me sentí hecho mierda.

- Como quieras... por mí no hay problema -respondí con cierta indiferencia.
- Ok muchacho, oye ¿y qué novelas?

"Nada, que gracias a ti, una vez más me siento deprimido hasta el carajo. Y para colmo, pareciera que te place hacerme sentir así", fue lo primero que se me cruzo por la cabeza.

- ¿Cómo te fue en el semestre? ¿Pasaste todos tus cursos? -preguntó.
- No tuve problemas la verdad. Veo que tú sí, pero ya me contaste que los superaste...
- Sí, ya los pasé... me faltaba un 15 para aprobar con el susti... alucina, 15. Cholo, la mayor nota que me he sacado en exámenes teóricos desde que ingresé a la universidad.

No se me hizo para nada difícil creer semejante revelación, respondiéndole al momento con un escueto "vaya, me alegra saberlo". Sin embargo, no quería desaprovechar la oportunidad de asegurarme que las cosas entre los dos se encontraban libres de alguna oscura y pasada rencilla, que trocase el rumbo de nuestra "amistad".

- Oye, antes que me olvide... espero que no haya paltas por la discusión de la última vez, ¿no?

Con absoluta ligereza, respondió "Ah, no", para luego cambiar bruscamente de tema, para mi sorpresa.

- Oye franco, dime tú, señor comunicador... para ser paint, esta bien ¿no?

Acto seguido, me envió por el messenger una foto suya, torpemente retocada con el paintbrush de windows.

- Por lo menos, déjame saber que no soy un fracaso en mis inicios de edición digital... estoy hueveando básicamente... ja ja ja ja...

Examiné la imagen. No me pareció prudente comentar lo que me parecía su trabajo, aparte de que sentí que había cosas mucho más importantes que tratar en este valioso momento.

- ¿Puedo decirte algo, hermano? -me atreví a comentar-. Todo este tiempo te he echado de menos bastante... créeme... me juré no volver a discutir contigo, pero pucha... ya vez... espero en todo caso disculpes la estupidez.

Esperé entonces alguna reconfortante respuesta de su parte.

- Así es la vida hombre, ya fue... más bien cholo, qué tal... cuánto me pones de nota ¿11 o 10,5? Ja ja ja ja ja...

¡Mierda! A este tipo le estaba abriendo mi corazón, luego de haber discutido fuertemente meses atrás. ¡Me estaba poniendo virtualmente de hinojos ante él... y me manda al desvío para que opine sobre una estúpida foto suya retocada con absurdos y mal hechos garabatos de colores! ¡Carajo, ya voy recordando por qué paro discutiendo con este huevas!

- No soy bueno poniendo notas -contesté de una buena vez, para llevar la fiesta en paz.
- Je je je je... y como te decía, lo de hace un tiempo ya fue... no hay que darle vueltas al asunto...
- Pues no sé... a veces pienso que he sido duro contigo, que te he querido complicar con mis rollos...
- Ya no importa, ya no te preocupes, ya fue...

Algo me decía que, efectivamente, una vez más, "ya fue".

- Hago muchas idioteces, ¿sabes? Y lo peor es que las hago a las personas que quiero o estimo mucho... y puta, me siento dolido después, por haberle hecho daño a esa gente... ¿entiendes? -continué disculpándome.
- Sí, lo entiendo... como te digo, debes de ver hacia adelante.
- Lo sé, es sólo que... me siento hecho una mierda... si supieras todas las cosas que planeé en mi vida, y como casi todas terminaron por irse al carajo... si tuviese unos cuantos años menos, quizás podría ver las cosas más optimistamente...
- Ya hombre, ya déjate de torturar... no te quedes encerrado en tus recuerdos, ése era mi error antes, si ya la cagaste, la cagaste... pero mira hacia delante, la vida sigue...
- No hay una puta cosa que pueda decir "carajo, esto me salió, esto lo hice y salió bien"... no hay...

"Como por ejemplo, alguna vez haberme fijado en alguien como tú", pensé.

- Por eso, si quieres hacer eso, o sea mira el futuro y pucha… intenta revindicarte. -respondió él.
- No lo sé, no es fácil.
- ¿Y quién dijo que lo era?
- En tu asiento es fácil ver las cosas... tú tienes todo... edad, familia... ¡todo! Nadie te ha negado nada... a mí ahora, en cambio... solo veo cosas negativas a mi alrededor... fui un hijo de p... varias veces que te he tratado mal, que te he jodido, que te he traumado...
- Traumado no tanto, pero si odiado... pero ya hombre, olvídate...

¡Con qué facilidad este muchacho usa la palabra "odio" a veces! Me sorprendía cada vez que la empleaba, pero... ¡un momento! ¿Me ha odiado? ¿Quizás tanto… como dice aquel vals, "que tan sólo se odia lo querido"?

- ¿Me has odiado? -pregunté esperanzado.
- Eso no, pero si me has llegado al pincho, si tendría que ser honesto.

Lástima que estas expresiones sólo queden en imágenes virtuales. Me hubiese encantado que literalmente, esa respuesta suya se hubiese concretado en realidad alguna vez.

- Ja ja ja... te lo preguntaba porque odiar es algo fuerte… o sea, la gente odia cuando le hacen algo bien feo, cuando le ofenden, cuando le hieren en su amor propio y tal... -aclaré.

Me encantaba imaginar haber perturbado los pensamientos de Diego alguna vez. Ello significaba -muy ilusamente, es verdad- que mi presencia debería de significar algo muy fuerte en su vida, y que no mentía para nada cuando alguna vez me confesó lo importante que había llegado a ser para él. De alguna forma entonces, traté de hacerle sentir reconfortado, soltándole una frase tan honesta como cursi, esfumando así cualquier vestigio de rencilla entre ambos.

- En todo caso, me alegra verte feliz y realizado, de haber cumplido lo que querías... de verdad. Creo que eres el único pata, de todos los que tengo, al que le diría esto de una forma tan honesta, ya sea en persona, en messenger o en mail. Y es que lo que te hace feliz a ti, me hace feliz a mí también.

¡Coño! ¿Qué me inspira a escribirle estas chorradas?

- Gracias cholo... han pasado tantas cosas en estos últimos días, en todo este tiempo... en buena hora que todo tranquilo... la vida no ha cambiado mucho...

Sin embargo para mí, desafortunadamente todo parecía indicar lo contrario.

- Yo la verdad, no he pasado por tantas novedades, de ahí que no tenga mucho que contar... estoy asistiendo a mi preparación para confirmarme en diciembre...
- Qué chévere... así que es en diciembre la historia... ¿y hay dinámicas y todo eso?
- Sí, pero por momentos me siento extraño allí... hoy más noche tenía un tono de unos compañeros de la facultad... pero la verdad no sé si ir, no me entusiasma tanto ir allá...
- Pero anda un toque, aunque sea para divertirte un rato...

¡Divertirme...! Huevas de mierda. A estas alturas ¿no sabes que los mejores momentos de alegría que he tenido durante estos últimos años, han sido los que he compartido contigo? ¿No recuerdas acaso tantos buenos y gratísimos momentos, juntos tú y yo? ¿Por qué coño ahora no te entusiasma insistirme como antes, de vernos de acá a un par de horas, en el lugar de siempre, para que me ofrezcas ese delicioso abrazo de oso que hace tanto que no disfruto? ¿No lo sabes acaso? ¿O eres tan feliz con la tipeja ésa de quien tanto te ufanas -que a Dios gracias, no se te ha ocurrido volver a mencionarme más de ella-, que ya no te interesa volver a salir conmigo? ¿Me estás evadiendo acaso? ¿Te estás vengando por el mal rato que te hice pasar hace unos meses? ¡Divertirme...! Su puta indolencia, me hundía al fondo de un sombrío y helado océano durante esta conversación, que perdía el sentido cada vez más.

- No es mi estilo, nunca he sido de ir a fiestas. Soy un ser solitario por naturaleza...

"Ahora más que nunca", hubiese agregado verazmente.

- Bueno, pero de todos modos, deberías socializar un poco más con la gente.
- En ese sentido no soy como tú, nunca me he desesperado por ir a una fiesta...
- Ah, bueno...

Ese deseo insano de Diego de querer figurar en un grupo y socializar con cada pelmazo de persona, era algo que nunca pude comprender. Parecía que jamás se daba su lugar, arriesgándose una y otra vez en perseguir al "grupito" de chicos y chicas, tratando de convertirse en el alma de la fiesta, a costa de que los muy bellacos se burlasen de él y le diesen más de una patada en el culo por su tan ingenua osadía. Y ni hablar de las ocasiones en que las tipejas ésas por quienes se "interesaba", no se quedaban atrás y le jugaban otras perradas similares. Y que por causa de todo ello, Dieguito no tardara en buscar alivio y protección en Don Cojudo -¿quién más, si no?- que lo esperaba casi siempre con los brazos abiertos. Y encima, con entrega a domicilio. Patético, ¿verdad?

No resistí la tentación y de una forma, se lo hice ver:

- Nunca he entendido esa vehemencia tuya de ir a como dé lugar a una fiesta de la universidad, o algo por el estilo. Yo a tu edad, jamás me comporté así... en fin.
- Ya bueno, cada uno con su rollo.

Al rato, Diego cambió de tema, pues al parecer tenía otra cosa más que decirme:

- No sé si te lo comenté, pero me compre mi mp4 vía internet.

Sí, lo recuerdo. Me presumiste que entre tus últimas adquisiciones, producto de la propinita que te dejan en casa, te compraste un aparatito de esos. Y no sólo eso, sino que también me alardeaste en ese mismo momento -como si de un juguete nuevo se tratase-, de que también tenías enamorada. Curioso que ambas "cosas" me las exhibas al mismo nivel, ¿verdad?

- Yo quisiera a mediano plazo, irme a vivir solo... o bueno, intentar si me sale algo escribiendo en un diario y ver qué tal... -respondí con reacio interés ante tal novedad suya.
- Franco, me comentaste que de repente harías algo en un periódico importante...
- Eso fue hace tiempo... ¿sufres acaso de lagunas mentales? ja ja ja ja... veamos que pasa el otro semestre. Si de algo hay que defenderse en la vida, y si más adelante alguien quiera pagarme por las cosas que escribo, pues ¿por que no intentarlo?
- Está bien pues... más bien, me gustaría que empezaras a ver alguna otra seriecilla, de aquellas que te presté la última vez...

¡Cómo olvidarlo! La última discusión que tuvimos se debía entre otras cosas, a la sencilla razón de que al niño se le había ocurrido prestarme unos devedés (que nunca se las pedí, aclarando, por ser de justicia), que a las tres semanas me estaba cargoseando para que se las devuelva, como si estuviese enfrentándose a un vil cabeceador más, de los tantos que le habrán hecho esa malsana jugada seguramente. Sentí una enorme decepción que tuviese ese concepto de mí, al punto que a la tercera insufrible insistencia suya, me obligó a dejar sus benditos adefesios en la puerta de su casa y en manos de su empleada, pues no quería volver a cruzármelo cara a cara, luego de tan bochornoso incidente.

Al poco rato, no pude evitar la tentación de mostrarle una foto mía, capturada hace unos días con una webcam.

- Ésa ponla en tu Hi-5 -respondió.

Vaya, tal parece que no anda muy enterado que hace ya varios meses eliminé definitivamente mi perfil de Hi-5. Y por lo visto, a diferencia de otros tiempos, Diego ya no chequeaba las novedades que solía subir yo en aquella página. Por lo menos, no se molestó en preguntar sobre el por qué mi profile de aquella web ya no existía más.

- No pongo fotos mías en el Hi-5, no me gusta hacer eso... aunque debo reconocer que ésta imagen que me saqué hace unos días, no está tan mal...
- ¿Ves? No seas tonto, ponla en tu Hi-5.
- No. No es mi estilo el Hi-5, lo sabes.
- Ok.
- A ti sí te encanta eso, ¿no?
- Ja ja ja ja... sí pues.
- Qué tal fascinación...
- Ja ja... cada loco con lo suyo... más bien voy fugando, hablamos tío... cuidate y saludos... ya estaremos hablando...
- Oye, entonces llamas ¿no?
- Sí, vamos a ver, espérate... voy a arreglar mis cosas esta semana...
- Ok, como digas.
- Bye


* * *


Días después de esta conversación, analicé más concienzudamente la situación. Y la verdad, no estaba seguro de poder resistir verlo cara a cara, como si nada hubiera pasado… cuando realmente era todo lo contrario. Imaginé lo doloroso que sería encontrármelo personalmente, y que una vez más, se gaste en detallarme todo lo que le había ocurrido estos últimos meses. Y sobre todo, de conocer más acerca de aquella muchacha sin nombre, que a partir de ahora gozaba de todas las atenciones y afectos de este adolescente de quien alguna vez me sentí intensamente atraído. Del único hombre en toda mi vida, a quien tuve el coraje de confesar mis sentimientos, sin tapujos ni vergüenza alguna. De la única persona en este mundo que puede jactarse de haber recibido mis mejores y muy sinceras atenciones, durante estos últimos cuatro años.

Admitir que estaba derrotado, que lo había perdido, que las cosas a lo mejor jamás volverían a ser igual, era algo que tarde o temprano tendría que aprender a sobrellevar. Pero seguir a su lado, continuar siendo su confidente, y que me siga compartiendo cuán feliz es hoy al lado de otra persona... a costa de mi infelicidad y desdicha, era algo que muy cobardemente ya no podría resistir más. Y por ello, cuatro o cinco días después de esta conversación, y presagiando quizás que una vez más Diego acabe "haciendo promesas que sabemos que no hay que cumplir" (tal y como reza una de sus canciones favoritas de Fangoria), bloqueé y eliminé a Diego de mi lista de contactos, tratando así de encontrar la solución a todos mis males.

Y hasta hoy, último día de este triste mes, el teléfono de casa nunca recibió llamada alguna, ni correo suyo a mi bandeja de entrada. Algo que desafortunadamente, no me sorprende la verdad.

domingo, 16 de julio de 2006

Tierna La Noche

Hace muchas lunas que este post debió salir aquí (mas o menos a pocos días de iniciado este año). Sin embargo por diversas razones, no pude subirlo sino hasta ahora. Y quiero aprovechar la oportunidad, para dedicar este episodio, de una manera muy especial a mis amigos Imoq, Harlock y Josega, quienes con su interés y entusiasmo, me animaron a concluir esta "pequeña" historia. A ellos, como también a ti... muchísimas gracias. De todo corazón.

Sería el primer o segundo día útil del 2006, un lunes o martes quizás. Aún estaba fresca en mi memoria la no tan grata noche de año nuevo que tuve que pasar en casa. Una velada que a fin de cuentas, no vale la pena reproducir en estas líneas, salvo que en mi triste y absoluta solitud, minutos después de las doce campanadas, alcé mi copa de champaña a la salud de Diego, lamentando lo que pudo haber sido una linda velada entre los dos, pero que desafortunadamente motivos ajenos a nuestra voluntad se habían encargado de echar a perder.

Precisamente, a pocas horas de caer esa tarde, sostuve una última comunicación con él, vía messenger. Tenía unas enormes ganas de verme y quería saber si disponía de tiempo, más tarde, para darle el encuentro y charlar en persona, como de costumbre. Indudablemente no vi ningún inconveniente en ello, así que raudamente partí del ciber a tomar el bus respectivo y encontrarlo más tardar en una hora, en el lugar indicado por él.

Seis y media o siete de la noche. La oscuridad comenzaba a apoderarse perezosamente de las calles, cuando apuraba el paso por la avenida que me conducía al lugar donde debía encontrar a Diego. En esta ocasión no se trataba del supermercado de siempre, ni de una calle cercana a su casa. Ahora el escenario sería otro: un insospechado gimnasio al que había estado asistiendo desde mediados de diciembre y que durante mi caminata, despertaba más de una morbosa suspicacia. Imaginarlo en ropa de ejercicios que entallase exquisitamente su contextura, me hacían acelerar el paso cada vez con más vehemencia. Quizás con un poco de suerte, hasta podría alcanzarle antes de que tome la ducha respectiva y me esperase en la puerta del gym, tal como inicialmente quedamos. Me excitaba la idea de llegar un poco antes. Y es que, con el grado de confianza que hemos alcanzado hasta el momento ¿qué de malo podría existir entonces, si Diego me concediera el enorme privilegio de verlo completamente desnudo alguna vez? Hoy quizás, estaba a pocos minutos de aquella maravillosa oportunidad.

Para cuando llegué, Diego aún no estaba en las afueras del local, tal y como licenciosamente esperaba. Entusiasmado entonces, ingresé al gym y pregunté al recepcionista si podía darme alguna razón sobre él. Muy cortésmente, el tipo me dio la libertad de buscarlo por mi cuenta, recorriendo los amplios sectores del lugar. Afortunadamente no me costó mucho tiempo ubicarlo, bastó subir a la segunda planta para encontrarlo agitadísimo, dándole duro a una trotadora, con los brazos y cuello bañadísimos de sudor.

¡Dios, cómo se veía precioso! Un sinfín de veces he escrito en este blog que cuando Diego me regala su tierna sonrisa de siempre, me arrebata el corazón. Me nace instintivamente arrancarle el suyo y comérmelo allí mismo, a vista y paciencia de todo el mundo... pero esta ocasión era diferente. Ahora, todo su cuerpo se encontraba empapado de un muy estimulante sudor. Gotas y gotas de transpiración recorrían las ondas de su revuelto cabello, además de su frente, mejillas, cuello y otras partes más de su encantadora anatomía, que por obvias razones no mostraba a plenitud, pero que evidentemente sufrían -para mi deleite- los efectos de aquel adiestramiento físico.

La escena tenía una fuerte connotación sexual. Verlo así, en una condición tan provocativamente viril, elevó mi pensamiento al máximo. Imaginé que así, exactamente en esas mismas condiciones, debería él de verse durante una impetuosa y ardiente faena sexual. Hubiera probado allí mismo de aquel exquisito almíbar destilado de su cuerpo... de no ser porque volví a Tierra y noté que al lado suyo se encontraba otro tipo, ya maduro, en la trotadora de al lado.

Al notar mi presencia, Diego no esperó ni un minuto para bajar del aparato ése y dirigirse hacia mí. Y por primera vez en mucho tiempo, no nos saludamos como solíamos hacerlo, con ese fuerte y excitante abrazo de siempre. Y es que mis escrúpulos, mas el hecho de haber tomado un baño una hora antes, me detuvo de apacharrurlo a mis anchas. Prejuicio estúpido, visto a la distancia, pero bueno... será que aún no me acostumbro a que el sudor de otro hombre se impregne en mi ropa así nomás. Será para la próxima.

- Tengo que terminar unas rutinas más, antes de salir ¿me esperas?
- Claro hombre, no hay problema.
- Puedes acompañarme al lado mientras hago los ejercicios, hay muchas cosas de qué hablar...

Lo supuse. Luego de la última vez que lo vi, obviamente le habrían pasado muchas cosas, sobre todo en esa reunioncita de fin de año a la que me aseguró asistiría. Y todo porque su "amiguita" ésa, le había comentado que también acudiría. Motivo más que suficiente para él, de hacer guardia en el lugar incluso desde un día antes.

No me sorprendió tal actitud suya. Lamentablemente para salir con Diego, una de las cláusulas implícitas -jamás renegociadas por quien escribe-, dictaba que cada vez que nos encontrásemos, él daría rienda suelta (casi siempre) a contarme bajo un lujo de innecesarios detalles, todas las impresiones que tuviera luego de cualquier nuevo (y fallido) encuentro con una que otra tipa por la que pudiera sentir algún interés (que para mí, a fin de cuentas vendría a ser la misma), en pos de mantenerme "informado" de tan trascendentales novedades. Hábito que por cierto, no me parecía premeditado bajo una mala intención, sino más bien como consecuencia del imperioso e incontenible deseo de un solitario muchacho que ansiaba proclamar a gritos -a quien fuere-, lo vivo que se sentía por dentro. Muy a su pesar de que, lamentablemente, a su alrededor otras personas apenas los consideren como para tomarlo en cuenta. ¿Era justo entonces, que sea yo quien le imponga condiciones para iniciar una plática?

- Esperame aquí, mientras hago los ejercicios con las máquinas de al fondo... ¿está bacán este lugar, no? Tienes un montón de cosas en qué alegrar la vista mientras me esperas... no tardaré mucho...

Reconozco que nunca antes había entrado a un gimnasio. Obvio de que entonces, de pronto todo me pareciera tan novedoso. Hombres de cuerpos bien moldeados andando de aquí para allá, señoritas de atractivas curvas, recorriendo y cruzándose en cada lugar por donde se me ocurriese avistar. Todos ellos, de un físico envidiable, que seguramente harían suspirar a más de un(a) mortal... pero que al cabo de tres minutos en ese mismo plan, terminaron por aburrirme. Busqué entonces con la mirada a Diego. Allí estaba él, alejado a unos considerables metros de mí, recostado boca abajo en una de esas máquinas de levantar pesas con las piernas. ¡Dios...! Era tan excitante verlo así, recostado... observándole su tan empapadísima espalda cubierta por ese mojado suéter gris. Una y otra vez me venían las ganas de aventarme sobre él, desgarrarle las ropas y comérmelo allí mismo, delante de todo el mundo. Sonreí maliciosamente por mi pervertida imaginación. Y como si respondiera a mis pensamientos, en ese preciso momento Diego me devuelve la mirada. Disimulo entonces mi expresión, sobre todo para evitar cualquier interpretación de burla o algo parecido.

Cada cierto tiempo, Diego dejaba una máquina para dirigirse a otra. Una era para trabajar las piernas, otra para trabajar brazos, otra para sabrá Dios qué más... Lo cierto es que cada vez que lo veía así de empeñoso en sus rutinas, el morbo iba en aumento. Si no era viendo su sudoroso cuerpo ejercitándose en cada vez más provocativas posturas, eran las malditas máquinas que no dejaban de mostrar de forma cada vez más evidente, cargadísimas imágenes de indiscutible connotación sexual (por cierto ¿nadie lo ha notado antes?). Piezas metálicas lubricadas -algunas de fálico aspecto-, comenzando a hacer contacto con otras cóncavas. A friccionarse entre ellas. A atravesarse una contra la otra, de forma rítmica, estridente, violenta... una y otra vez, emulando bajo el acero impúdicas y turbadoras imágenes de coito.

- No sabes... tenías razón cuando me hablaste de la fiesta de fin de año...

Mi alma volvió al cuerpo. Imperceptiblemente Diego se había acercado a mi lado, haciendo un alto a sus rutinas. Trataba de conversarme, algo agitado aún.

- La fiesta no fue la gran cosa, la pasamos bien, pero no la disfruté como hubiese querido...

Recordé mi noche de año nuevo. No creo que él la hubiese pasado tan mal como yo. Solo y con una copa de champaña. brindando a su salud. Y algo triste, ante la imposibilidad de llamarle al cel, pues obviamente en medio de tanto jolgorio y diversión a su alrededor, dudaba que él hubiese podido notar o recibir cualquier llamada. Así se hubiese tratado de la mía.

- Estaban mis patas de la universidad, ahí nos vacilamos un poco... ahhhh, fue también Betsy...

Betsy era la tipeja de la que me habló la última vez. Aquella boba y superficial que me presentó en el nefasto Matsuri. La misma tipa que según él, era "buenísima gente" y que me recomendó "conocerla un poco mejor". La misma de quien me habló hasta el cansancio que le gustaba tanto, que alguna vez se tomó la molestia de obsequiarle un ramito de flores y... la misma quien le respondió con una miserable patada en el culo cuando él le propuso ser enamorados.

- Fue con ese imbecil que me contó que le gustaba... ese mismo que según ella, si no fuera por él, me hubiese aceptado a mí cuando me le mandé...

Otra de las cláusulas implícitas en nuestras conversaciones era no mencionarle una sola palabra, mientras él desarrollaba su elaborado monólogo. Muchas veces cuando lo oía, me apenaba enterarme de ciertas cosas que pasaban por su cándida cabecita. Su falta de amor propio, su extraordinaria ingenuidad, su lógica infantil ante ciertas situaciones... si hasta parecía que este niño no fuera de este mundo. Parecía como arrancado de un cuento de hadas o de otra dimensión, muy diferente al crudo mundo real. Mundo que cada vez que recordaba, no tardaba en renegar de él.

A veces, este inteligente silencio mío, formaba parte de una iluminada estrategia para así perder mi atención en otras cosas alrededor -de hecho más interesantes-, que considerar muchos de los "importantísimos" detalles que Diego no frenaba de contar. Como por ejemplo, lo que le contó o hizo ésa (u otra) tipeja la última vez, o lo que el amiguito más popular de su grupo hizo que dejó boquiabierto a todos... y leseras así. Algunas veces hasta me sentí tentado de cerrar los ojos, so pretexto de "concentración absoluta" mientras me aturdía con sus desordenadas historias, mas ello hubiera sido imperdonable.

- ...dime si no te parece correcto. ¿Tengo o no tengo razón?
- Claro... claro... seguramente... yo hubiese hecho lo mismo que tú dices... -respondí con aparente atención.
- Lo más importante de todo esto hermano, es que no te equivocaste... siempre tuviste la razón cuando me dijiste que lo de la fiesta de año nuevo no era una gran idea...
- Ja ja ja... ahora no se te ocurra pensar que soy infalible pues... yo ya pasé por esa etapa de las fiestas, de la bulla, de la chupeta y los excesos...
- Claro... de perseguir a las flacas también...

Sonreí por su ocurrencia. Haciendo memoria, hace mucho que no me había interesado por una chica. Mucho, mucho tiempo.

- Y no sabes lo que hice cuando vi a Betsy con su gil en la discoteca... luego de haber tomado un poco, yo...

Abruptamente Diego enmudeció. Sonrió ruborizado, con un gesto de incredulidad.

- No hermano, esto te lo debo contar más rato. Acá no. Además en un toque debo volver a terminar los ejercicios, voy a acabarlos rápido... me doy un baño y te lo cuento cuando salgamos...

Mis pervertidos pensamientos nuevamente se encendieron. Moría de ganas por verlo desnudo. No quería dejar este mundo sin que eso ocurriera, por lo menos una vez. Un año atrás, cuando salimos a veranear a un balneario al sur de la capital, disfruté el inimaginable privilegio de verlo al descubierto, enfundado únicamente por un bendito y cautivador short. Era una delicia verlo así, tan robusto y casi desnudo, exponiendo su velluda anatomía ante la luz del sol y mis ojos. Jamás en toda mi vida me imaginé que una situación como ésa me llegaría a ocurrir. Salvo en una cama o en donde se nos hubiese ocurrido hacer el amor... de haber ocurrido el remotísimo e hipotético caso, claro está.

Quería acompañarlo a las duchas, a como dé lugar, pero lamentablemente eso no era posible. Maldije mi suerte de no haberme inscrito en ese gimnasio semanas antes para compartir el baño con Diego en esos momentos, pero... quién sabe. Tal vez ese día no era el día. Quizás todo era cuestión de tener más paciencia.

Para cuando Diego terminó sus ejercicios y tardaba considerablemente al darse un baño, decidí esperarlo en recepción. Durante esos largos minutos, moría por saber lo que se encontraría haciendo, imaginando las partes de su riquísimo cuerpo que estaría jabonando, tratando de oír sus jadeos mientras refrescaba cada uno de los recónditos rincones de su impoluta piel. Era un tremendo castigo esperar sentado por tanto tiempo, a alguien que se encontraba en tan voluptuosas condiciones, tan cerca de mí y separados apenas por una maldita pared.

- Espero que no te haya hecho esperar mucho...

Mierda, ¿es que acaso este mocoso no sabe que mostrarse así ante mí, tan provocativamente y sin previo aviso... es un crimen? Estaba vestido, sí. Pero, además de la fragancia del jabón en su piel, un fuerte y estimulante aroma de su colonia favorita (y por ende, la mía también) impregnado en sus ropas y cuerpo, se respiraba por todo el ambiente.

Se veía adorable. Y su travieso cabello todo húmedo, le daba un toque original de sensualidad. Como recién salidito del hostal.

- ¿Vamos saliendo? Aún no terminé de contarte lo que pasó con Betsy...

Nos marchamos del lugar, rumbo a caminar por varias cuadras más. Mientras tanto, Diego se esmeraba a cada minuto de contarme los pormenores de su fiesta.

- Primero quedamos en encontrarnos en una casa, de ahí partimos a una disco... no fue la gran cosa... al final terminé por aburrirme... me cagaba de sueño.... tenías razón... esas fiestas no son como las pintan...

Las noches al lado de Diego no tenían pierde. Aunque otras veces, tampoco tenían la recompensa esperada. Pero en fin, esta vez era lo de menos.

- Ahhhh... te decía lo de Betsy ¿no? Esa comadre se pasó... llevó al imbecil ése que te dije... estuvo toda la noche con él... conversando... bailando... apenas tuvo tiempo para saludarme y hablar un ratito conmigo...
- ¿Ah, sí? -pregunté algo apático.
- Ajá... en un momento dado que habíamos chupado unas chelas mis patas y yo... puta, me armé de valor... así todo borracho... y le dije...
- Qué cosa...
- Que era una huevona... que no sabía lo que se perdía al no estar conmigo... que eligió mal por no ser enamorados... por escoger a ese imbecil... me llegó al pincho si su gil me escuchó, no sé... se lo dije y más rato me fui...

Carajo, al fin este tipo me cuenta algo digno de resaltar. Mis respetos.

- No me gustó esa fiestecita... me moría de sueño, te decía... y antes de las tres de la mañana, quería largarme a mi casa y estar en mi cama...

Su respuesta me regocijó. No pude evitar soltar una sonora carcajada. "Te conozco más que tú, huevas", pensé.

- Eso es lo que me gusta de ti huevón, que siempre tienes la razón... tú nunca te equivocas... me dijiste ese día la última vez que esa fiestecita no iba a ser la gran cosa, que no me haga ilusiones con esa vaina, pero terco yo... no te hice caso... ahí está pues... pero igual... ya aprendí mi lección...
- No es eso Diego, todos nos equivocamos, es sólo que ya te dije. Ya he pasado por esas cosas y sé como comienzan y cómo acaban. No en vano tengo la edad que tengo... aparte de que no me gustan mucho esas fiestas... peor aún si va un montón de gente que ni sé quienes son, ni sé si me caerán bien...
- De todos modos hermano, con esto ya aprendí... el otro año estoy seguro que mi velada para la noche de año nuevo será de la putamadre, porque la pasaré muchísimo mejor que con esa gente atorrante...

Otra vez la mula al trigo. Ahora qué gran idea se le habría ocurrido.

- Falta mucho para eso Diego, trescientos sesenta y algo días todavía...
- No hermano, yo sé que esta vez no me voy a equivocar... esta vez no habrá pierde...

Imaginé que me soltaría otra "genial" ocurrencia, de esas que no me interesan mucho escuchar.

- Voy a pasar toda la noche de año nuevo con una persona a la que quiero mucho, es de putamadre y la pasaremos juntos de amanecida... viendo tele y videos de Chickfactor en mi cuarto...

Grandioso. Ahora me hablará de la fulanita de turno y de las tretas para convencerla. Tanta ingenuidad suya era de campeonato, definitivamente.

- ¿Y a quién vas a convencer de pasar toda la noche contigo en tu casa? -pregunté- ¿qué persona tan incauta va a aceptarte una cosa así?

Diego miró fijamente a mis ojos. Infaliblemente, sonrió.

- Tú pues huevón... ¿de quién otro crees que estoy hablando?

Su respuesta me cautivó. A veces no podía creer que algo así pudiera estar ocurriéndome. Que alguien tan encantador como Diego me considerase en sus tan inocentes planes, aún así no me fiase de antemano y por completo de su palabra. Por cierto, ¿sabrá éste condenado que cuando por momentos olvido lo que siento por él... de pronto, de una u otra forma vuelve a conquistarme con estos detalles?

Lo olvidaba. Huelga precisar todos los libidinosos deseos que me asaltaron minutos después.


* * *


- Vamos a comer unos sanguches de acá a unas cuadras...
- Te pasas huevón, acabas de hacer ejercicios y quieres embutirte de grasa de nuevo. ¿Para qué el sacrificio del gimnasio entonces? -le reprendí.
- No pessss... es que en serio, no he almorzado... estoy a dieta por estos días y me cago de hambre... de verdad en la tarde no he comido nada...
- Okey, está bien...

Mientras enrumbamos a la sanguchería, Diego contaba sus planes de este nuevo año a plazo inmediato.

- Tenemos que ir a Larcomar. Está bien lindo cuando lo adornan por navidad...
- Sí, me imagino... pero todo eso lo van a desarmar el seis a lo mucho... así que, si quieres ir, tiene que ser antes de ese día...
- TENEMOS QUE IR... de hecho. Y llevas tu cámara o yo llevo la mía para tomarnos fotos... sí o sí...
- Ja ja ja... bueno, ya...
- Espera...

Diego se detuvo. La sanguchería se divisaba a unos prudentes metros de nuestras narices.

- ¿Ese es el local...? -pregunté.
- Sí, pero no es eso...
- ¿Entonces...?

Se acercó a mí, extendiendo sus brazos de par en par, dispuesto a ofrecerme algo muy especial.

- ¡Ven para acá huevón, FELIZ NAVIDAD...!

Me abrazó fuertemente, en medio de calle, en plena vía pública. Recordé entonces que no nos habíamos saludado personalmente por estas fiestas. En ese momento las palabras sobraron, pues ambos sabíamos que nuestros mejores deseos eran recíprocos. Una vez más, me sentí el ser más feliz del planeta. Y creo no equivocarme cuando pienso que Diego también se sintió así.

Luego de unos segundos, nos separamos. Fue un lindo momento, pero no quise extenderme más de la cuenta.

- ¡FELIZ AÑO NUEVO...! ven acá otra vez... -exclamó él.

Nuevamente me abrazó. Qué decir ahora... Hablar de lo afortunado que era de haberlo conocido, de tenerlo hoy a mi lado, de que me quiera tan sinvergüenzamente en plena acera y delante de anónimos transeúntes... a estas alturas resulta ocioso redundar. Agregaría salvo que, a mis años, ya era hora de que conozca por fin a alguien tan valioso como él.

Acabado este nuevo abrazo, ahora fui yo quien me atreví a hacer lo mismo una vez más.

- FELIZ SANTOS REYES... -le expresé.

Sí, lo sé. Acá no se acostumbra saludar por bajada de reyes. Pero qué diantres... un abrazo de Diego no tiene precio. Y tres abrazos suyos en un mismo día, ni hablar.

- Tenemos que tomarnos unas fotos juntos huevón. Como sea... antes del seis... -comentó luego.

Me sorprendió su impetuosidad. Hasta parecía que actuaba así, sabiendo que me ello me agradaba. ¿Será acaso que me conoce tan bien como yo a él? ¿Acaso él comenzaba a sentir lo mismo que yo? ¿Era correcto seguir dejándome llevar así? ¿Debería cifrar mis esperanzas en Diego... una vez más?

La armonía y felicidad reinante en nuestros corazones era envidiable. Ninguno de los dos sospecharía que esas mismas fotos que nos tomamos días después, formarían parte del detonante en una discusión que en los próximos meses, nos separaría de nuevo. Muy probablemente con insospechadas consecuencias para los dos.


* * *


- ¿Tú que vas a pedir?


Ya sentados en un par de banquetas, Diego me miraba directamente. Sus ojitos iluminaban una felicidad desbordante. La inexplicable felicidad de compartir un suculento sanguche con quien escribe.

- No hombre, ya vine almorzado desde mi casa... come tú nomás...

Al frente nuestro, una atenta señorita estaba dispuesta a retirarse, luego de asegurarse de la única orden pedida por Diego.

- Mira, si no tienes plata, dime nomás... -comentó él.
- No es eso muchacho... es sólo que no soy amigo de comer grasas así nomás... yo no soy de comer hamburguesas, sandwichs ni esas cosas... no por dármelas de light o algo parecido, sino porque simplemente no me gustan tanto...

Por momentos, la empleada del lugar observaba a Diego de manera muy atenta. Disimulaba una tímida sonrisa antes de retirarse a preparar su pedido.

- ...más bien, quien debería preocuparse por consumir cosas más light, tendría que ser otro... porque esa pancita no es gratis... -bromeé, al mismo tiempo que no resistí la tentación de frotarle el vientre, escondido en su holgada ropa.
- Sí... sí...sí... lo sé... -contestó algo apático.

La escena era jocosa. A veces me gustaba verlo así, con la carita apesadumbrada luego de algún incómodo comentario de mi parte... sobre su peso, por ejemplo. Se veía tan risiblemente tierno (o tiernamente risible), que no podía evitar sonreírle de oreja a oreja, contagiándole mi regocijo de tal manera, que irremediablemente él volvía a iluminar esa peculiar felicidad en su rostro, borrando así cualquier anterior pesar.

A lo lejos, más adentro del lugar, se escuchaba una emisora tocando las canciones de moda.

- Escucha... -señaló.
- Qué...
- Es Miranda...!

Sonaban las primeras notas de "Don". De pronto el rostro de Diego se iluminó aún más, e impetuosamente comenzó a mover la cabeza al ritmo de la canción.

- De putamadre huevón... viva Miranda carajo...!

Su ocurrencia me conmovió. Cuando conocí la música de este grupo, por ese entonces Diego y yo estábamos distanciados. Fue poco tiempo después de que le dije que me gustaba, durante esos tortuosos meses en que perdimos comunicación, hace unos pocos meses atrás.

- ...con mis idas y vueltas... te cansé con mi cámara lenta...

Por aquellos días me hubiera gustado escribirle contándole que me habían hablado de un grupo llamado Miranda! y de que estaba seguro que le gustaría. Pero ¿cómo podría hacerlo? En todo ese tiempo, apenas recibí un escueto mail de su parte que aún recordaba yo en sus hirientes palabras. De ese "miedo y asco" que alguna vez dijo sentir por mí. "Por eso me alejé una vez de ti y lo hago ahora, porque en todo el sentido de la palabra me da miedo... no quiero ser para ti tal vez una dependencia psicológica, ni quiero que tú seas una para mí. Así que pienso que como hemos decidido está bien, de esta forma los dos podremos crecer como personas".

- ...podría pasar... que me hagas hablar... yo creo que tienes el don de curar este mal...

Quién hubiera dicho por ese entonces, que nuevamente Diego y yo volveríamos a encontrarnos. Y es más, que yo pudiera darme el lujo de hacerle conocer la música de un grupo que a fin de cuentas, no tardó convertir en uno de sus preferidos.

- ...putamadre, ese tema y "Casualidad" son lo máximo... -comentó.

Recordé esa otra canción. Cuando comencé a prestarle más atención, noté que parte de su letra se emparentaba con la zozobra que padecí durante todo el tiempo que nos distanciamos. Semanas antes de que me respondiera con ese supuesto y definitivo adiós, yo le había enviado un mensaje a su correo, disculpándome por todo el daño que pude haberle ocasionado tras este incidente. Y mientras escribía ese correo con las palabras más adecuadas posibles, lo hacía escuchando precisamente "Casualidad", una y otra vez. Paradojas del destino, la canción "menos adecuada" que considerar (dada las circunstancias anteriormente señaladas), resultó siendo la que más disfrutó. Recordé entonces lo que me dijo la última vez que nos vimos: "Escuché su letra y sé por qué me la enviste al correo... me la mandaste porque habla de nosotros ¿verdad?".

No sabía qué pensar. El mes pasado, cuando fui yo quién le hablé de "nosotros" por segunda vez, fue él quien se ruborizó. No quiso que vuelva a mencionar de nuevo "esos" sentimientos míos hacia él. "Si las cosas van a ser así, es mejor que dejemos las cosas aquí nomás..." comentó algo triste, poco antes de despedirse y perderse arrastrando el paso por las calles, aquella tarde gris. Ahora, poco más de tres semanas después, era él quien decía -e inimaginablemente dentro de un atiborrado vehículo público- que sentía que una de las canciones más sentimentales de Miranda! "hablaba de nosotros". Y lo más gracioso, que a pesar de todo esto, ahora lo tenía a mi lado, cantando de lo más feliz, como si nada hubiera pasado.

- Oye Mauri, ¿te has fijado en la comadre que nos ha atendido?
- Qué tiene...
- No ha dejado de mirarme y sonreírme todo el rato desde que estamos acá...

Tenía razón. La señorita en cuestión no disimulaba las miradas que furtivamente dirigía hacia mi acompañante. No la culpo. Pienso que dicha empleada no actuaba así por coquetería, sino más bien porque éste niño se veía tan encantadoramente tierno, que bien podría robarse más de un corazón aquella noche, aún sin proponérselo.

- Le gustarás seguro... pero ya está algo tía para ti... -le susurré risueñamente.

Reímos. Sin embargo Diego no ocultaba su extrañeza.

- Creo que ya se dio cuenta de que te has dado cuenta... -le alerté, sin dejar la broma.
- Uhmmm, seh... pero no sé... no entiendo...
- ¿Qué cosa no entiendes?
- Pues que le guste yo.
- Carajo Diego... te he repetido un montón de veces...
- Sí... ya sé... "que no soy nada feo, que soy simpático..." -respondió como laxa letanía.
- ¿Entonces?
- Es que... si soy así como dices... no comprendo por qué no se fijan en mí las chicas que me gustan...

No dije nada, había recibido una puñalada.


* * *


Un incidente similar ocurrió noches después, cuando luego de haber paseado por varios de sus lugares favoritos, decidimos hacer una parada -para variar- en otra sanguchería relativamente cercana a su casa. Nos ubicamos en una mesa, y luego de pedir su porción de alimentos ricos grasas saturadas, preguntó si se me antojaba algo para comer. Y una vez más, como es mi costumbre, me negué a nutrir mi organismo con comida chatarra. Al rato, y antes de terminar de consumir su enorme sanguchón, se dirigió al mostrador a hablar con la señora que atendía el lugar. Al poco rato volvió a nuestra mesa, con un par de botellas personales de gaseosa en la mano.

- A qué no sabes lo que me pasó cuando le pedí a la tía la gaseosa para ti... -contaba mientras gentilmente me alcanzaba una botella que -como un noble gesto de su parte- invitaba por cuenta suya.
- Qué cosa...
- Le pasaba la voz a la tía para que me atienda... ¿y sabes lo que me dijo?
- Uhhhm, no sé... ¿algo malo...?
- No...
- ¿Entonces...?
- Me dijo "muñeco"...
- Ja ja ja ja ja...
- En serio, no es broma. "¿Señora, puede atenderme?" le dije. Y me respondió "Sí, muñeco... qué deseas..."
- Ja ja ja ja ja...
- Nunca me había pasado esto antes... ahora resulta que le gusto a todo el mundo...
- Yo te dije...
- Sí, lo sé... es sólo que tanto tiempo que pensé lo contrario que...
- Ahhhh... con qué gente retrógrada te juntarás para que pienses o te hagan pensar así pues...

Diego seguía intrigado, parecía no creer que algo tan simple le acabara de ocurrir, repitiendo en voz bajita por varias veces, esa palabra que le alegró la noche.

- Ya oye, apúrate que se nos va a hacer más tarde y te ganes después un problema en tu casa... -comenté.

Con toda la licencia que me ofrecía el momento, no pude evitar soltar -con algo de sorna- la anecdótica palabrita, por varios días (e incluso semanas) más.

- Ya pues "muñecón", termina de dar curso a tu combo... "muñecote".


* * *


Habrían pasado un par de horas, quizás tres, desde que salimos del gimnasio. Antes de dejarlo en su casa, pasamos por el supermercado de siempre, rumbo a los cines que estaban al lado, a revisar la cartelera de la semana. Tomamos asiento en una de las bancas del amplio hall de exhibición.

- Ha sido una bonita noche, no me puedo quejar... más bien no hay que demorar mucho acá, porque sino en tu casa terminaran de ponerse saltones... -comenté.
- Un rato más, todavía hay tiempo... además no he salido mucho esta semana, salvo al gym... hay que ver un rato la cartelera antes...

Minutos después de examinar las películas en proyección, comenzó a contarme de cosas que le habían pasado estos últimos días. De cosas muy personales referidas a él, a su familia e incluso las impresiones de uno que otro amigo en estos privados aspectos. Esta vez, lo escuché con profunda atención, mientras no dejaba de deleitarme viendo lo precioso que se veía así, en su encantadora ropa de ejercicios.

- Sabes que muchas veces me siento como desgastado... agotado ante tantos rollos y cosas que me pasan... tú sabes como es mi vida de complicada hermano, pero pucha... como sea me levanto para seguir adelante... y créeme en verdad, que tú has tenido mucho que ver en todo esto... me has ayudado bastante... de verdad, muchas gracias...
- No tienes por qué darlas...
- En serio... de verdad que me has ayudado mucho en todos estos años que te conozco. Hay cosas que, si no hubiera sido por ti, no sé como las hubiera superado... siempre has estado a mi lado cuando te he necesitado, y sé que no siempre he retribuido ese gesto que has tenido conmigo siempre...
- Bueno, de nada... -contesté algo ruborizado.
- Y de verdad, no sabes cuánto me ayuda que estés aquí, conmigo ahora. Sabes que sigo pensando que en verdad eres un enviado del cielo. Cuando salgo contigo y conversamos, créeme que me siento... como sí comenzara a recargarme de energía... una energía muy positiva que me ha ayudado mucho... a pesar de todos los problemas que se me siguen presentando... con todo, he podido seguir adelante. En serio, no sabes cuánto te lo agradezco...

Tal arranque de honestidad merecía una respuesta de mi parte.

- Bueno... sí. Ya que estamos en la hora de las "confesiones"... je je je... diré también que... en todos estos años que te conozco, con todos los problemas y situaciones que hemos pasado hasta la fecha... pues digamos que igual me han ayudado también a madurar... Y sí. Cuando converso contigo, luego siento ese mismo que tú dices, como revitalizado, con una energía especial....

Desvié la mirada. Temí que se le ocurriera mencionar "ése" oscuro incidente que nos separó la última vez.

- Tenemos que aprovechar estas vacaciones para ir al cine. Y con un poco de suerte, también escaparnos este verano al sur, como el año pasado... -comentó ya más optimista.

Me gustó la idea. Particularmente, porque en todo el tiempo que nos conocemos, jamás hemos ido juntos al cine. La última vez que planificamos ver nuestra primera película juntos -con un par de años de anticipación inclusive- a fin de cuentas resultó un desastre total, pues faltando pocos días para su estreno, una imprudente discusión había abortado por completo nuestros planes.

- Ésta se ve bacán... ¿Qué tal "Crónicas de Narnia"?

Visualicé el momento. A Diego y a mí, en medio de una sala que amenazadoramente tornaba a volverse cada vez más y más oscura. Me asaltó entonces más nítidamente la imagen de la última vez que salí al cine, con un amigo.. Y la verdad, de lo último que me acuerdo hasta la fecha era de qué trataba la dichosa película que fuimos a ver, pues buena parte de la proyección mi acompañante no dejaba de buscar mis manos y entrelazarlas junto a las suyas, de tocarme muy impetuosamente los brazos, muslos y otras partes más, aprovechando la complicidad que ofrecía la oscuridad del lugar. Al final no me aguanté ante tanta fogosidad y sucumbí a nuestros apetitos, intercambiando con él múltiples besos y caricias, sin importarnos la "imprudencia" de mostrarnos así ante cualquier parroquiano, así sea en una sala llena de espectadores.

Fue entonces que sentí miedo. No por las suspicacias que de seguro le lloverían en casa al enterarse de salir al cine conmigo, uno de estos días. Tampoco me dio miedo de que muy probablemente, fuéramos a la misma sala donde por última vez -y por más de una ocasión-, salí con mi anterior compañero, pues podía existir la posibilidad de encontrarme al susodicho o a cualquier otra persona que anteriormente me haya visto con él y soltar algún comentario fuera de lugar, involucrando innecesariamente a Diego en este embrollo. Era comprensible tener cuidado ante dichas circunstancias, pero mi preocupación no iba por ese lado.

Mi ansiedad apuntaba exclusivamente a la sola idea de pensar que Diego estaría tan cerca de mí, en medio de la penumbra de la sala. Y es que ante tan tentadoras circunstancias, ¿podría acaso refrenar mis impulsos tan airosamente? Él, tan cerca, tan tranquilo, tan dispuesto... y yo, al lado suyo, atormentándome cada minuto ante la imposibilidad de ceder a mis deseos. De llegar ese momento, ¿podría acaso detener las ansias de tocarle? ¿de sentir el calor de sus manos entre las mías, por lo menos una sola vez? ¿de deleitarme recorriendo los vellos de su piel siquiera con la punta de mis dedos? ¿de arrancarle de forma apasionada un beso a sus codiciados labios? Mi pavor se tornó absoluto.

- Ésa es entonces. Dame tiempo de juntar algo de plata y te aviso para ver la peli... a lo mejor en una semana o dos, la hacemos...

Sus palabras despertaron los temores que me imaginaba. Con un "Ya se verá" quise poner punto final al tema, a pesar de que él seguía entusiasmado con querer ver alguna otra película más.

- Después podríamos ver esta otra comedia... la que han estrenado la semana pasada no, porque no me gustan las películas de terror...

Comencé a preocuparme. ¿Qué podría suceder si estos planes suyos se volvían realidad?

- Ya oye, mira qué horas son, te van a fregar en tu casa...
- Okey, vámonos.

sábado, 8 de julio de 2006

Contigo Se Va

Extrañaba a Diego. No tanto como hace un tiempo atrás, con esa enfermiza obsesión de querer tenerlo al lado mío a cada momento, cuando por ahí me invadía algún ataque profundo de depresiva soledad, pero... sí. Éstas últimas semanas estuve pensando en él, casi secretamente. Como quien trata de engañarse a sí mismo y fingir que de todo aquel volcánico sentimiento que me provocó alguna vez, ya nada quedaba, y que podría hacer mi vida tranquilamente, prescindiendo de cualquier cosa que me lo recuerde, sin ningún problema.

Lo recordaba de cuando en cuando, es cierto. Muchas veces en las noches, antes de dormir, mientras me masturbaba imaginando que algún día, él por fin daría rienda suelta a su verdadera sexualidad, encubierta en aquella anodina personalidad que se esmeró en presentarme durante estos últimos cuatro años que nos conocemos, bajo dispares y desconcertantes resultados.

No tenía noticias suyas desde marzo, cuando en los primeros días de aquel mes intercambiamos agrias palabras, como resultado ante una infantil circunstancia que por el momento no viene al caso detallar. Lo cierto en todo caso, era que nos enemistamos muy seriamente. Le dije que no me gustaba que llamara al teléfono de mi casa a las horas que le daba la gana, a pesar de advertirle una y otra vez que a ciertas horas era mejor de que no lo hiciera. Le increpé que yo no era su pareja, ni nada "raro" como para que se tome esa libertad de joderme timbrando irrespetuosamente ese teléfono más allá de las once de la noche, despertando e incomodando a todos los que la habitamos... Pero a él igual, lo mismo le daba. Y todo por el simple hecho de que el niño solía hacer lo mismo con cualquier otro amigo suyo, y que con ninguno de ellos había tenido problemas o recibido quejas al respecto.

Mi enojo no quedaba allí. Le hice ver que por esa estúpida actitud suya, era un maldito desconsiderado con mi familia. Y peor, que por esos días se estaba convirtiendo en un jodido de mierda por insistirme una y otra vez en que le devuelva unos devedés que me prestó semanas atrás y que paradójicamente, nunca se me había ocurrido pedírselos, pero que lamentablemente por falta de tiempo, no pude darme abasto de entregárselos de una buena vez, y que por fin me dejase de cargosear por esa estupidez de una puta vez.

También le solté que era un maldito ingrato por haberle pedido un favor que luego de tenerme esperando buen tiempo, al final no le dio la gana de hacerlo (y fiel a su estilo, bajo un culo de pretextos poco verosímiles). Todo ello cuadraba muy bien para que luego de aquella discusión, no nos volviéramos a dirigir la palabra por tiempo indefinido. Jamás volví a tener noticias suyas, ya sea por teléfono, email o messenger. Y la verdad, no me importaba si me hubiese bloqueado o eliminado de su lista de contactos. Mas si alguna vez, luego de este incidente, se le ocurriera volver a hablarme, pues mínimo que tendría que ponerse de hinojos ante tanta desfachatez suya de comportarse conmigo, de esta manera tan hijo-de-puta.

La verdad, ya estaba harto de él. Tal como iban las cosas, jamás hubiéramos llegado a algo. Su actitud ambigua, más que hartarme, ya me estaba aburriendo. No me salía a cuenta que Diego sólo quisiera verme para contarme que tal o cual fulana le gustaba, pero que por enésima vez, ella lo trató mal porque conoció a otro tipo que era "más simpático que él" y bla bla bla. Una historia que me sé de memoria y que al parecer, nunca dejaba de ocurrirle, para desgracia de mis oídos.

Creo que esa fue la oculta (pero fundamental) razón por la cual corté cualquier conexión con Diego estos últimos meses. Si él nunca me hubiese gustado, creo que las cosas hubieran sido más fáciles. Como amigo, es divertido, honesto, tierno e inocente hasta el tuétano. Pero tomarlo en cuenta para algo más y asumir el papel de confidente suyo, de ver pero no tocar, no obstante tener la palabra exacta para decirle casi siempre que "mañana será otro día...", la verdad cansa. Sobre todo cuando te das cuenta que sientes algo muy fuerte por él y no tomas las precauciones necesarias para no ahogarte en una vorágine pasional, tal como la que experimenté hace aproximadamente un año atrás.

En fin. Estos días que he tenido algo más de tiempo como para dedicarme a mis pasatiempos, retomé cosas que había dejado de lado. Como por ejemplo, escribir más seguido en este blog, continuar con el otro que dejé pendiente, encontrarme con amistades que hace buen tiempo no veía (¡por fin, Braian!), y otros innumerables etcéteras. De cuando en cuando me preguntaba cómo estaría Diego, si todo marcharía bien, si las cosas en su casa o en los estudios estaban manejándose de la mejor forma... Una curiosidad harto comprensible, luego de haber sido el confidente absoluto de muchos de sus pesares por un buen tiempo. Mas, sin ninguna palta o rollo que lamentar, asumí que si este niño no me escribía o llamaba, era porque sencillamente le estaría yendo maravillosamente bien y que por lo tanto, no necesitaría para nada que yo me manifestase escribiendo o llamándole para saber qué novedades con él.

Estas últimas semanas que estuve de tiempo más holgado, lo recordé más intensamente. Quería saber de él, verle de nuevo, luego de la última vez, casi cinco meses después, pero... si bien es cierto que las ganas eran latentes, tampoco eran absolutas. Me hubiese gustado que él se comunicase de alguna manera (única posibilidad para contactarnos otra vez) para responderle con la debida cortesía y reiniciar nuestra "relación". Sin embargo, como no se manifestaba, no me pareció prudente ni correcto "arrastrarme" otra vez para reencontrarnos. Y por unos instantes, imaginé que probablemente Diego habría encontrado alguna otra tipa en la cual perder el tiempo y quién sabe, a lo mejor esta nueva fulana le habría dado el sí, y que por fin se cumpliría el sueño dorado de toda su vida: el de tener enamorada.

Hoy sábado 8, entré al ciber con el único propósito de actualizar este blog. Me conecté además al messenger con la intención de quizás, con un poco de suerte, encontrarme con alguno que otro amigo al que hace buen tiempo no le converso por la red y hurgar en una que otra cosita más por ahí.

- A los años.

Me dirigí a la ventanita donde procedía este saludo. ¡Mierda! Era Diego.

- Qué tal las cosas, me imagino que bien... -prosiguió.

El corazón comenzó a latirme violentamente, tal como hace buen tiempo atrás

- Si, gracias por preguntar, espero que te haya ido igual. -respondí.
- Por mi parte te cuento que pasé mis cursos de la universidad, no imaginas cómo, fue casi una proeza, pero ya acabó pues...
- Imagino que así fue, bien por ti.
- Qué novelas, cómo te ha tratado la vida...

Su pregunta me causó gracia. Me dieron ganas de alcanzarle la dirección de mi blog para que se "actualice" al respecto. No he dejado de escribir sobre mí por casi un año, y esa interrogante suya me parecía fuera de foco, hasta paradójica. Obviamente nunca ha leído uno de mis post. Y por lo que lo conozco, creo que jamás se tomaría el trabajo de hacerlo.

- Novelas, no muchas... -respondí- Quizás lo más interesante que me esté pasando en estos días es volver a dedicarme a uno que otro hobbie que hacía antes, nada del otro mundo. Mas bien tú ¿todo bien contigo? ¿con tu familia? ¿todo ok?
- Si, todo bien.

De pronto y sin anestesia, el rumbo de la conversación trasmutó.

- Tengo enamorada.

Su confesión me dejó estólido. Precisamente hace unos días, me pasó por la cabeza esa remota posibilidad. Y ahora, Diego mismo me lo estaba confirmando. Y en tiempo real.

- Es rebuenísima gente, la quiero mucho.

Continué impávido. Sentí como si a mi alrededor me gritasen que reaccionara de alguna forma. Un grito, un arranque de furia, un insulto, cualquier respuesta... pero no. Sinceramente, no sentí deseo alguno de reaccionar con un exabrupto. Su declaración me sorprendió, es cierto. Pero también me hizo sentir algo inexplicable. Mas puedo asegurar que nada de ello se acercaba siquiera al dolor o a la decepción. Lo único que lamenté en todo caso es que sus labios, esos tiernos labios que alguna vez soñé serían únicamente míos y que imploré al Altísimo por el privilegio de probar su néctar una preciosa mañana, ya no serían castos nunca más. Como cuando los vi y deseé por primera vez.

- ... aprobé mis cursos. Bueno, antes de que eso pasara, obvio que fue un infierno en casa. Y cuando por fin aprobé, sentí como si mi vida se arreglara...

Diego seguía escribiendo, pero yo no sabía qué decir, qué responder. ¿Preguntar quién era la tipa a la que se refería? No gracias, ya pasé por esa etapa masoquista que en verdad, no se la deseo a nadie. Pero tampoco podía ser un falso de mierda y desearle felicidades por su nueva parejita. Sobre todo si existía una tipa que logró alcanzar y disfrutar en poco menos de cuatro meses, lo que yo no pude conseguir en cuatro años. Ella, quienquiera que fuere, había ganado el cuerpo de ese joven que por más de mil noches, gobernó cada una de mis más enfebrecidas y orgiásticas fantasías. ¿Atreverme a preguntarle desde cuándo...? ¿Cómo así...? No, no lo quiero saber, ni me interesaba entrar en detalles. Has tu vida cholo, pero no me pidas que te aplauda. Peor si es gratis.

- Bien por ti - digité.
- Y bueno, entré a conectarme viendo unas cosas, aparte de que también cambié de correo, porque el otro parece que me lo hackearon. Por eso es que por este correo casi ya no entro. Te doy el nuevo...

No me interesó pedírselo. Después de todo, ya para qué.

- ...además de amanecidas interdiarias con los libros, de perderme en el tiempo al no llegar a saber qué días tenía clases o qué días tenía evaluaciones y que con eso se definía mi vida...

Cholito, no me interesa. Ya tienes quién se entere de tus cosas. No me gustan los platos de segunda mesa.

- ¡...qué stress, Dios! Y para variar, salí el martes de vacaciones y mi papá ya quiere que empiece a estudiar este lunes...

No estaba molesto, pero tampoco me sentía feliz. Sabía que este día, tarde o temprano llegaría. Mas en mi ingenuo corazón, creí que esta situación jamás se presentaría tan pronto. Imaginaba que enterarme de algo así, ocurriría por un mail de Diego, de acá a unos cuantos años. Cuando probablemente él radicase en el extranjero buscando una oportunidad de trabajo, tal como hacen la mayoría de los peruanos en estos tiempos.

- ...aparte de eso, pues subí de peso. Pero no tanto como antes... es que es la única forma de soportar las amanecidas, con el frío que hace por mi casa, je je je... -proseguía él.

No me nacía preguntarle nada. Estaba seguro de que él se moría por darme detalles de su "buena noticia". Lógica algo estúpida, si tomamos en cuenta que casi un año atrás, me le declaré y con todo el bochorno del mundo. Pero Diego nunca se ha caracterizado precisamente por gozar de una perspicacia digna de resaltar. Así que, ni intento imaginar qué cualidades habrá considerado para escoger como pareja a una chica "rebuenísima gente". Sin embargo, nobleza obliga. Y por cortesía me animé a soltar unas cuantas palabras.

- Bien, me alegro por ti. Mis novedades en todo caso no son tan trascendentales. Quizás un día, cuando tenga tiempo, te escriba lo que ha ocurrido conmigo.

Cosa que ni cagando pienso hacer, dicho sea de paso. Si quiere saber sobre mí, pues que busque en google o lea este blog, por último. Además, estoy seguro que lo último que pueda interesarle a él en estos momentos, es saber precisamente sobre mí.

- ...bueno, aprobar tiene sus ventajas, por eso hoy día me voy de paseo con mis tíos. ¡Yeah! Como siempre, la gentita nice que visita San Isidro, ja ja ja...

Bueno, al menos no me dijo que se iba con la tipa. "Mal de muchos..." dice el refrán.

- Entonces, me voy yendo. Tengo que hacer unas cosas... estamos hablando, saludos...
- Ok, chau.
- Mas bien ya sabes, cualquier cosa, un fonazo...

Sí huevas, espera sentado nomás... pero ¡Un momento! ¿Me parece o acaso esta conversación presenta leves tintes de provocación? ¿Me estaría hablando únicamente para pavonearse ante mí de que ahora tenía enamorada? Y de ser así... ¿por qué?

No, no y no Mauricio. Si es o no así, es lo de menos ahora. Sea esto parte de una infame mentira o una cruda realidad, no puedes pisar el palito otra vez. Aunque a decir verdad, hace buen tiempo que no me nace hacer algo por Diego, aún así se tratase de pisar palitos e incluso minas personales.

- Fue bueno hablar contigo, aunque sea sólo por un toque. Chau. -se despidió.

Hasta ahora me pregunto si después de todo, fue bueno hablar con él. La verdad, no lo sé.

¿Alguien sí?
Un Joven Ante El Amor

Hoy me topé con un libro de catequesis, de esos que se estilan para adoctrinar a quienes aspiran al sacramento de la confirmación, de acuerdo a los tradicionales preceptos católicos. Hojeándolo, me encontré con un testimonio supuestamente firmado por un adolescente que se encuentra ante los bamboleos hormonales propios de su edad. Sin embargo, desafortunadamente este texto contenía una sutil manipulación entrelíneas. Reproduzco a continuación las citas más sobresalientes de dicha nota:

Antes me bastaban los compañeros, pero ahora parece que veo a la mujer con otros ojos, me siento atraído hacia ella... El año pasado me resultaban insoportables las compañeras de clase, ahora me encanta estar con ellas. Y hay una por la que siento especial atracción. Creo que sería muy feliz si un día me dijese: "Te quiero". Mis compañeros me dicen que soy un romántico y un idealista, pero prefiero serlo.

[...] Mis padres comentando estas cosas, siempre dicen lo mismo: "ustedes no saben lo que es amar; lo que tienen que hacer es estudiar; los amoríos a su edad les distraen y les llenan la cabeza de pájaros". Yo creo que exageran, pero algo de razón tienen, [...] a mí me parece que, si quisiese de verdad a una chica, hasta estudiaría más y haría las cosas con más ilusión. [...]

[Mi abuela] me respondió con frases que me quedaron muy grabadas. El sexo es importante en el amor, pero no lo es todo, hay cosas más valiosas como el cariño, el respeto, la comprensión, el dialogo... Quizá mi abuela sepa bastante del amor, porque lleva cuarenta años de casada, y ella y mi abuelo forman una pareja feliz.

[...] El otro día en clase salió el tema y el profesor nos dijo cosas interesantes. Es joven y lleva pocos años casado. Nos decía que la mujer y el hombre se complementan, que han nacido el uno para el otro, pero que el amor verdadero es exigente y que hay que ir aprendiendo a amar poco a poco desde jóvenes. Le preguntamos a qué edad se podía empezar a ser novios y recuerdo que dijo [...] que no hay una edad establecida, pero que sí es necesaria una cierta madurez para poder ser novios formales. Cuando le preguntaron por el sexo, dijo que hoy se abusa mucho de él y que, sin embargo, no lo era todo en el amor. Que puede haber amor sin sexo y sexo sin amor. Lo importante es amar de verdad... El sexo sólo tiene sentido cuando la persona está preparada para una relación sólida y estable. Le escuché con atención y sus palabras me hicieron mucho bien.

Quisiera que este amor que empiezo a sentir, fuera madurando poco a poco. Sé que tendré que esforzarme para alcanzar así un día el verdadero amor.

Me pregunté qué hubiese pensado yo, de haber leído este texto a la misma edad que el tipo que cuenta esta historia. O lo que es peor, qué pensaría cualquier otro adolescente no-heterosexual al que lo pongan en la obligación de analizar y "aprobar" estas ideas como "correctas", si es que a pesar de todo, deseara cumplir de forma sincera con los mandatos que dicten su fe.

El testimonio que publico líneas más abajo, definitivamente no lo encontrarán en ningún libro de catequesis. Mucho menos en algún otro texto católico, o de alguna otra fe que se precie de ser cristiana; pero ayudaría bastante que así fuera. Al menos, a mí me hubiese ayudado a comprender mejor muchas cosas. Y ojalá que su publicación cumpla en algo el cometido que reza casi al final. Ahí les va:

Cuando niño, me daba lo mismo estar con chicos o chicas. Aunque a decir verdad, muchas veces las chicas eran menos crueles que los varones cuando de acercarse a conversarme se trataba. Que recuerde, a esa edad nunca sentí algún apasionamiento o atracción por alguien de mi mismo sexo. Y la verdad, eso jamás me hubiera importado, hasta que llegué a la turbulenta adolescencia.

Noté que de pronto, muchos chicos comenzaban a sentir interés por otras chicas, generalmente las más guapas. Curiosamente alguna vez, creí sentir lo mismo por más de una chica, pero también noté que sexualmente no me interesaban para nada y que más bien, los hombres mucho mayores que yo, me parecían sumamente estimulantes. Pensé que por entrar a la pubertad, era normal que alguien de mi edad sintiese estos deseos tan encontrados, de enamorarme platónicamente de las chicas más simpáticas del colegio, a la vez de desear que un hombre maduro me invite a desnudarle y tocarle por donde yo desee.

Cada vez más compañeros míos comentaban que ya tenían enamorada, y la verdad, yo también quería una. Imaginé que sería lo máximo tener una chica al lado, que te escuche, que te diga "te quiero" y que te apoye en cada momento. Sin embargo, por una desconocida y afortunada razón, nunca insistí lo suficiente por conseguir una novia y de esta forma lograr quedar bien con los compañeros, con la familia y sobre todo, conmigo mismo.

Nunca admití en ese entonces albergar algún sentimiento homosexual por alguien. Y es que era cierto, me "enamoraba" de un montón de chicas, pero casi nunca le presté atención a algún otro chico de mi edad. Me parecía asquerosa la idea de ver a dos hombres besándose o haciendo vida de pareja, mientras por las noches seguía imaginando a maravillosos tipos de edad madura, haciéndome partícipe de fantásticas orgías propias de la pubertad.

Seguí pensando que todo era normal, que tarde o temprano este "sucio deseo" por los hombres acabaría, y que si en algún momento debía de tomar a una mujer como novia o futura esposa, tendría que comenzar por excitarme con algún cuerpo femenino, tal como lo dictan los padres machistas, las leyes, la Iglesia Católica y la sociedad. Lamentablemente ese momento nunca llegó y más bien, comprendí que me era más fácil aceptar la "repugnante idea" de tener alguna relación sentimental y completa únicamente con otra persona de mi mismo sexo, que vivir con la cabeza llena de pájaros, ilusionándome con romances platónicamente absurdos con alguna chica y que muy probablemente nunca llegaría a consumarse en el ámbito sexual.

Desgraciadamente, cuando noté cómo serían las cosas conmigo de ahora en adelante, no encontré alguien que me diese un apoyo o la ayuda necesaria para continuar. Cada profesor o consejero de educación sexual con que me topaba, no paraba de repetir la cantaleta de que lo normal y aceptado por todo el mundo es la relación entre un hombre y una mujer. Que ellos se complementan, que una relación verdadera entre ambos géneros lo es todo, y que cualquier cosa que se encuentre al margen de estos parámetros era motivo de burla o condena, sencillamente por el hecho de "no ser algo normal".

A la edad que tengo el día de hoy, creo haber madurado lo suficiente como para entender lo que significa comenzar una relación sólida y estable. Sin embargo, sigo cruzándome con personas y textos que enseñan que una relación sentimental entre dos hombres, por más adultos y conscientes que estos sean, es algo sucio, prohibido e inmoral. Sin ir muy lejos, la Iglesia Católica insta el sacramento del matrimonio entre dos seres que se juran un amor auténtico ante Dios, pero a su vez las condena terriblemente si estas dos personas son del mismo sexo.

La verdad, no me importa si las mentes cuadradas de los clérigos de hoy no entienden los sentimientos del ser humano, pero lamento que estas enseñanzas tan desvirtuadas e inconsecuentes, dadas por una institución que preconiza el amor como base de su credo, envenene y conflictúe aún más las mentes de los niños y adolescentes que estén atravesando por una experiencia similar a la mía. Y creo que si seguimos aceptando estas cosas tan apaciblemente, este ciclo seguirá repitiéndose por muchos años más.

Modestamente, pienso que ayudaría un poquito encontrar o conocer de más experiencias similares a ésta, en libros de preparación espiritual, juvenil, y por qué no, de catequesis también; en lugar de tantos otros testimonios "políticamente correctos" que sigo encontrando por ahí. Muchos tendremos que esforzarnos verdaderamente en ello, si de veras queremos alcanzar el verdadero amor.