domingo, 16 de julio de 2006

Tierna La Noche

Hace muchas lunas que este post debió salir aquí (mas o menos a pocos días de iniciado este año). Sin embargo por diversas razones, no pude subirlo sino hasta ahora. Y quiero aprovechar la oportunidad, para dedicar este episodio, de una manera muy especial a mis amigos Imoq, Harlock y Josega, quienes con su interés y entusiasmo, me animaron a concluir esta "pequeña" historia. A ellos, como también a ti... muchísimas gracias. De todo corazón.

Sería el primer o segundo día útil del 2006, un lunes o martes quizás. Aún estaba fresca en mi memoria la no tan grata noche de año nuevo que tuve que pasar en casa. Una velada que a fin de cuentas, no vale la pena reproducir en estas líneas, salvo que en mi triste y absoluta solitud, minutos después de las doce campanadas, alcé mi copa de champaña a la salud de Diego, lamentando lo que pudo haber sido una linda velada entre los dos, pero que desafortunadamente motivos ajenos a nuestra voluntad se habían encargado de echar a perder.

Precisamente, a pocas horas de caer esa tarde, sostuve una última comunicación con él, vía messenger. Tenía unas enormes ganas de verme y quería saber si disponía de tiempo, más tarde, para darle el encuentro y charlar en persona, como de costumbre. Indudablemente no vi ningún inconveniente en ello, así que raudamente partí del ciber a tomar el bus respectivo y encontrarlo más tardar en una hora, en el lugar indicado por él.

Seis y media o siete de la noche. La oscuridad comenzaba a apoderarse perezosamente de las calles, cuando apuraba el paso por la avenida que me conducía al lugar donde debía encontrar a Diego. En esta ocasión no se trataba del supermercado de siempre, ni de una calle cercana a su casa. Ahora el escenario sería otro: un insospechado gimnasio al que había estado asistiendo desde mediados de diciembre y que durante mi caminata, despertaba más de una morbosa suspicacia. Imaginarlo en ropa de ejercicios que entallase exquisitamente su contextura, me hacían acelerar el paso cada vez con más vehemencia. Quizás con un poco de suerte, hasta podría alcanzarle antes de que tome la ducha respectiva y me esperase en la puerta del gym, tal como inicialmente quedamos. Me excitaba la idea de llegar un poco antes. Y es que, con el grado de confianza que hemos alcanzado hasta el momento ¿qué de malo podría existir entonces, si Diego me concediera el enorme privilegio de verlo completamente desnudo alguna vez? Hoy quizás, estaba a pocos minutos de aquella maravillosa oportunidad.

Para cuando llegué, Diego aún no estaba en las afueras del local, tal y como licenciosamente esperaba. Entusiasmado entonces, ingresé al gym y pregunté al recepcionista si podía darme alguna razón sobre él. Muy cortésmente, el tipo me dio la libertad de buscarlo por mi cuenta, recorriendo los amplios sectores del lugar. Afortunadamente no me costó mucho tiempo ubicarlo, bastó subir a la segunda planta para encontrarlo agitadísimo, dándole duro a una trotadora, con los brazos y cuello bañadísimos de sudor.

¡Dios, cómo se veía precioso! Un sinfín de veces he escrito en este blog que cuando Diego me regala su tierna sonrisa de siempre, me arrebata el corazón. Me nace instintivamente arrancarle el suyo y comérmelo allí mismo, a vista y paciencia de todo el mundo... pero esta ocasión era diferente. Ahora, todo su cuerpo se encontraba empapado de un muy estimulante sudor. Gotas y gotas de transpiración recorrían las ondas de su revuelto cabello, además de su frente, mejillas, cuello y otras partes más de su encantadora anatomía, que por obvias razones no mostraba a plenitud, pero que evidentemente sufrían -para mi deleite- los efectos de aquel adiestramiento físico.

La escena tenía una fuerte connotación sexual. Verlo así, en una condición tan provocativamente viril, elevó mi pensamiento al máximo. Imaginé que así, exactamente en esas mismas condiciones, debería él de verse durante una impetuosa y ardiente faena sexual. Hubiera probado allí mismo de aquel exquisito almíbar destilado de su cuerpo... de no ser porque volví a Tierra y noté que al lado suyo se encontraba otro tipo, ya maduro, en la trotadora de al lado.

Al notar mi presencia, Diego no esperó ni un minuto para bajar del aparato ése y dirigirse hacia mí. Y por primera vez en mucho tiempo, no nos saludamos como solíamos hacerlo, con ese fuerte y excitante abrazo de siempre. Y es que mis escrúpulos, mas el hecho de haber tomado un baño una hora antes, me detuvo de apacharrurlo a mis anchas. Prejuicio estúpido, visto a la distancia, pero bueno... será que aún no me acostumbro a que el sudor de otro hombre se impregne en mi ropa así nomás. Será para la próxima.

- Tengo que terminar unas rutinas más, antes de salir ¿me esperas?
- Claro hombre, no hay problema.
- Puedes acompañarme al lado mientras hago los ejercicios, hay muchas cosas de qué hablar...

Lo supuse. Luego de la última vez que lo vi, obviamente le habrían pasado muchas cosas, sobre todo en esa reunioncita de fin de año a la que me aseguró asistiría. Y todo porque su "amiguita" ésa, le había comentado que también acudiría. Motivo más que suficiente para él, de hacer guardia en el lugar incluso desde un día antes.

No me sorprendió tal actitud suya. Lamentablemente para salir con Diego, una de las cláusulas implícitas -jamás renegociadas por quien escribe-, dictaba que cada vez que nos encontrásemos, él daría rienda suelta (casi siempre) a contarme bajo un lujo de innecesarios detalles, todas las impresiones que tuviera luego de cualquier nuevo (y fallido) encuentro con una que otra tipa por la que pudiera sentir algún interés (que para mí, a fin de cuentas vendría a ser la misma), en pos de mantenerme "informado" de tan trascendentales novedades. Hábito que por cierto, no me parecía premeditado bajo una mala intención, sino más bien como consecuencia del imperioso e incontenible deseo de un solitario muchacho que ansiaba proclamar a gritos -a quien fuere-, lo vivo que se sentía por dentro. Muy a su pesar de que, lamentablemente, a su alrededor otras personas apenas los consideren como para tomarlo en cuenta. ¿Era justo entonces, que sea yo quien le imponga condiciones para iniciar una plática?

- Esperame aquí, mientras hago los ejercicios con las máquinas de al fondo... ¿está bacán este lugar, no? Tienes un montón de cosas en qué alegrar la vista mientras me esperas... no tardaré mucho...

Reconozco que nunca antes había entrado a un gimnasio. Obvio de que entonces, de pronto todo me pareciera tan novedoso. Hombres de cuerpos bien moldeados andando de aquí para allá, señoritas de atractivas curvas, recorriendo y cruzándose en cada lugar por donde se me ocurriese avistar. Todos ellos, de un físico envidiable, que seguramente harían suspirar a más de un(a) mortal... pero que al cabo de tres minutos en ese mismo plan, terminaron por aburrirme. Busqué entonces con la mirada a Diego. Allí estaba él, alejado a unos considerables metros de mí, recostado boca abajo en una de esas máquinas de levantar pesas con las piernas. ¡Dios...! Era tan excitante verlo así, recostado... observándole su tan empapadísima espalda cubierta por ese mojado suéter gris. Una y otra vez me venían las ganas de aventarme sobre él, desgarrarle las ropas y comérmelo allí mismo, delante de todo el mundo. Sonreí maliciosamente por mi pervertida imaginación. Y como si respondiera a mis pensamientos, en ese preciso momento Diego me devuelve la mirada. Disimulo entonces mi expresión, sobre todo para evitar cualquier interpretación de burla o algo parecido.

Cada cierto tiempo, Diego dejaba una máquina para dirigirse a otra. Una era para trabajar las piernas, otra para trabajar brazos, otra para sabrá Dios qué más... Lo cierto es que cada vez que lo veía así de empeñoso en sus rutinas, el morbo iba en aumento. Si no era viendo su sudoroso cuerpo ejercitándose en cada vez más provocativas posturas, eran las malditas máquinas que no dejaban de mostrar de forma cada vez más evidente, cargadísimas imágenes de indiscutible connotación sexual (por cierto ¿nadie lo ha notado antes?). Piezas metálicas lubricadas -algunas de fálico aspecto-, comenzando a hacer contacto con otras cóncavas. A friccionarse entre ellas. A atravesarse una contra la otra, de forma rítmica, estridente, violenta... una y otra vez, emulando bajo el acero impúdicas y turbadoras imágenes de coito.

- No sabes... tenías razón cuando me hablaste de la fiesta de fin de año...

Mi alma volvió al cuerpo. Imperceptiblemente Diego se había acercado a mi lado, haciendo un alto a sus rutinas. Trataba de conversarme, algo agitado aún.

- La fiesta no fue la gran cosa, la pasamos bien, pero no la disfruté como hubiese querido...

Recordé mi noche de año nuevo. No creo que él la hubiese pasado tan mal como yo. Solo y con una copa de champaña. brindando a su salud. Y algo triste, ante la imposibilidad de llamarle al cel, pues obviamente en medio de tanto jolgorio y diversión a su alrededor, dudaba que él hubiese podido notar o recibir cualquier llamada. Así se hubiese tratado de la mía.

- Estaban mis patas de la universidad, ahí nos vacilamos un poco... ahhhh, fue también Betsy...

Betsy era la tipeja de la que me habló la última vez. Aquella boba y superficial que me presentó en el nefasto Matsuri. La misma tipa que según él, era "buenísima gente" y que me recomendó "conocerla un poco mejor". La misma de quien me habló hasta el cansancio que le gustaba tanto, que alguna vez se tomó la molestia de obsequiarle un ramito de flores y... la misma quien le respondió con una miserable patada en el culo cuando él le propuso ser enamorados.

- Fue con ese imbecil que me contó que le gustaba... ese mismo que según ella, si no fuera por él, me hubiese aceptado a mí cuando me le mandé...

Otra de las cláusulas implícitas en nuestras conversaciones era no mencionarle una sola palabra, mientras él desarrollaba su elaborado monólogo. Muchas veces cuando lo oía, me apenaba enterarme de ciertas cosas que pasaban por su cándida cabecita. Su falta de amor propio, su extraordinaria ingenuidad, su lógica infantil ante ciertas situaciones... si hasta parecía que este niño no fuera de este mundo. Parecía como arrancado de un cuento de hadas o de otra dimensión, muy diferente al crudo mundo real. Mundo que cada vez que recordaba, no tardaba en renegar de él.

A veces, este inteligente silencio mío, formaba parte de una iluminada estrategia para así perder mi atención en otras cosas alrededor -de hecho más interesantes-, que considerar muchos de los "importantísimos" detalles que Diego no frenaba de contar. Como por ejemplo, lo que le contó o hizo ésa (u otra) tipeja la última vez, o lo que el amiguito más popular de su grupo hizo que dejó boquiabierto a todos... y leseras así. Algunas veces hasta me sentí tentado de cerrar los ojos, so pretexto de "concentración absoluta" mientras me aturdía con sus desordenadas historias, mas ello hubiera sido imperdonable.

- ...dime si no te parece correcto. ¿Tengo o no tengo razón?
- Claro... claro... seguramente... yo hubiese hecho lo mismo que tú dices... -respondí con aparente atención.
- Lo más importante de todo esto hermano, es que no te equivocaste... siempre tuviste la razón cuando me dijiste que lo de la fiesta de año nuevo no era una gran idea...
- Ja ja ja... ahora no se te ocurra pensar que soy infalible pues... yo ya pasé por esa etapa de las fiestas, de la bulla, de la chupeta y los excesos...
- Claro... de perseguir a las flacas también...

Sonreí por su ocurrencia. Haciendo memoria, hace mucho que no me había interesado por una chica. Mucho, mucho tiempo.

- Y no sabes lo que hice cuando vi a Betsy con su gil en la discoteca... luego de haber tomado un poco, yo...

Abruptamente Diego enmudeció. Sonrió ruborizado, con un gesto de incredulidad.

- No hermano, esto te lo debo contar más rato. Acá no. Además en un toque debo volver a terminar los ejercicios, voy a acabarlos rápido... me doy un baño y te lo cuento cuando salgamos...

Mis pervertidos pensamientos nuevamente se encendieron. Moría de ganas por verlo desnudo. No quería dejar este mundo sin que eso ocurriera, por lo menos una vez. Un año atrás, cuando salimos a veranear a un balneario al sur de la capital, disfruté el inimaginable privilegio de verlo al descubierto, enfundado únicamente por un bendito y cautivador short. Era una delicia verlo así, tan robusto y casi desnudo, exponiendo su velluda anatomía ante la luz del sol y mis ojos. Jamás en toda mi vida me imaginé que una situación como ésa me llegaría a ocurrir. Salvo en una cama o en donde se nos hubiese ocurrido hacer el amor... de haber ocurrido el remotísimo e hipotético caso, claro está.

Quería acompañarlo a las duchas, a como dé lugar, pero lamentablemente eso no era posible. Maldije mi suerte de no haberme inscrito en ese gimnasio semanas antes para compartir el baño con Diego en esos momentos, pero... quién sabe. Tal vez ese día no era el día. Quizás todo era cuestión de tener más paciencia.

Para cuando Diego terminó sus ejercicios y tardaba considerablemente al darse un baño, decidí esperarlo en recepción. Durante esos largos minutos, moría por saber lo que se encontraría haciendo, imaginando las partes de su riquísimo cuerpo que estaría jabonando, tratando de oír sus jadeos mientras refrescaba cada uno de los recónditos rincones de su impoluta piel. Era un tremendo castigo esperar sentado por tanto tiempo, a alguien que se encontraba en tan voluptuosas condiciones, tan cerca de mí y separados apenas por una maldita pared.

- Espero que no te haya hecho esperar mucho...

Mierda, ¿es que acaso este mocoso no sabe que mostrarse así ante mí, tan provocativamente y sin previo aviso... es un crimen? Estaba vestido, sí. Pero, además de la fragancia del jabón en su piel, un fuerte y estimulante aroma de su colonia favorita (y por ende, la mía también) impregnado en sus ropas y cuerpo, se respiraba por todo el ambiente.

Se veía adorable. Y su travieso cabello todo húmedo, le daba un toque original de sensualidad. Como recién salidito del hostal.

- ¿Vamos saliendo? Aún no terminé de contarte lo que pasó con Betsy...

Nos marchamos del lugar, rumbo a caminar por varias cuadras más. Mientras tanto, Diego se esmeraba a cada minuto de contarme los pormenores de su fiesta.

- Primero quedamos en encontrarnos en una casa, de ahí partimos a una disco... no fue la gran cosa... al final terminé por aburrirme... me cagaba de sueño.... tenías razón... esas fiestas no son como las pintan...

Las noches al lado de Diego no tenían pierde. Aunque otras veces, tampoco tenían la recompensa esperada. Pero en fin, esta vez era lo de menos.

- Ahhhh... te decía lo de Betsy ¿no? Esa comadre se pasó... llevó al imbecil ése que te dije... estuvo toda la noche con él... conversando... bailando... apenas tuvo tiempo para saludarme y hablar un ratito conmigo...
- ¿Ah, sí? -pregunté algo apático.
- Ajá... en un momento dado que habíamos chupado unas chelas mis patas y yo... puta, me armé de valor... así todo borracho... y le dije...
- Qué cosa...
- Que era una huevona... que no sabía lo que se perdía al no estar conmigo... que eligió mal por no ser enamorados... por escoger a ese imbecil... me llegó al pincho si su gil me escuchó, no sé... se lo dije y más rato me fui...

Carajo, al fin este tipo me cuenta algo digno de resaltar. Mis respetos.

- No me gustó esa fiestecita... me moría de sueño, te decía... y antes de las tres de la mañana, quería largarme a mi casa y estar en mi cama...

Su respuesta me regocijó. No pude evitar soltar una sonora carcajada. "Te conozco más que tú, huevas", pensé.

- Eso es lo que me gusta de ti huevón, que siempre tienes la razón... tú nunca te equivocas... me dijiste ese día la última vez que esa fiestecita no iba a ser la gran cosa, que no me haga ilusiones con esa vaina, pero terco yo... no te hice caso... ahí está pues... pero igual... ya aprendí mi lección...
- No es eso Diego, todos nos equivocamos, es sólo que ya te dije. Ya he pasado por esas cosas y sé como comienzan y cómo acaban. No en vano tengo la edad que tengo... aparte de que no me gustan mucho esas fiestas... peor aún si va un montón de gente que ni sé quienes son, ni sé si me caerán bien...
- De todos modos hermano, con esto ya aprendí... el otro año estoy seguro que mi velada para la noche de año nuevo será de la putamadre, porque la pasaré muchísimo mejor que con esa gente atorrante...

Otra vez la mula al trigo. Ahora qué gran idea se le habría ocurrido.

- Falta mucho para eso Diego, trescientos sesenta y algo días todavía...
- No hermano, yo sé que esta vez no me voy a equivocar... esta vez no habrá pierde...

Imaginé que me soltaría otra "genial" ocurrencia, de esas que no me interesan mucho escuchar.

- Voy a pasar toda la noche de año nuevo con una persona a la que quiero mucho, es de putamadre y la pasaremos juntos de amanecida... viendo tele y videos de Chickfactor en mi cuarto...

Grandioso. Ahora me hablará de la fulanita de turno y de las tretas para convencerla. Tanta ingenuidad suya era de campeonato, definitivamente.

- ¿Y a quién vas a convencer de pasar toda la noche contigo en tu casa? -pregunté- ¿qué persona tan incauta va a aceptarte una cosa así?

Diego miró fijamente a mis ojos. Infaliblemente, sonrió.

- Tú pues huevón... ¿de quién otro crees que estoy hablando?

Su respuesta me cautivó. A veces no podía creer que algo así pudiera estar ocurriéndome. Que alguien tan encantador como Diego me considerase en sus tan inocentes planes, aún así no me fiase de antemano y por completo de su palabra. Por cierto, ¿sabrá éste condenado que cuando por momentos olvido lo que siento por él... de pronto, de una u otra forma vuelve a conquistarme con estos detalles?

Lo olvidaba. Huelga precisar todos los libidinosos deseos que me asaltaron minutos después.


* * *


- Vamos a comer unos sanguches de acá a unas cuadras...
- Te pasas huevón, acabas de hacer ejercicios y quieres embutirte de grasa de nuevo. ¿Para qué el sacrificio del gimnasio entonces? -le reprendí.
- No pessss... es que en serio, no he almorzado... estoy a dieta por estos días y me cago de hambre... de verdad en la tarde no he comido nada...
- Okey, está bien...

Mientras enrumbamos a la sanguchería, Diego contaba sus planes de este nuevo año a plazo inmediato.

- Tenemos que ir a Larcomar. Está bien lindo cuando lo adornan por navidad...
- Sí, me imagino... pero todo eso lo van a desarmar el seis a lo mucho... así que, si quieres ir, tiene que ser antes de ese día...
- TENEMOS QUE IR... de hecho. Y llevas tu cámara o yo llevo la mía para tomarnos fotos... sí o sí...
- Ja ja ja... bueno, ya...
- Espera...

Diego se detuvo. La sanguchería se divisaba a unos prudentes metros de nuestras narices.

- ¿Ese es el local...? -pregunté.
- Sí, pero no es eso...
- ¿Entonces...?

Se acercó a mí, extendiendo sus brazos de par en par, dispuesto a ofrecerme algo muy especial.

- ¡Ven para acá huevón, FELIZ NAVIDAD...!

Me abrazó fuertemente, en medio de calle, en plena vía pública. Recordé entonces que no nos habíamos saludado personalmente por estas fiestas. En ese momento las palabras sobraron, pues ambos sabíamos que nuestros mejores deseos eran recíprocos. Una vez más, me sentí el ser más feliz del planeta. Y creo no equivocarme cuando pienso que Diego también se sintió así.

Luego de unos segundos, nos separamos. Fue un lindo momento, pero no quise extenderme más de la cuenta.

- ¡FELIZ AÑO NUEVO...! ven acá otra vez... -exclamó él.

Nuevamente me abrazó. Qué decir ahora... Hablar de lo afortunado que era de haberlo conocido, de tenerlo hoy a mi lado, de que me quiera tan sinvergüenzamente en plena acera y delante de anónimos transeúntes... a estas alturas resulta ocioso redundar. Agregaría salvo que, a mis años, ya era hora de que conozca por fin a alguien tan valioso como él.

Acabado este nuevo abrazo, ahora fui yo quien me atreví a hacer lo mismo una vez más.

- FELIZ SANTOS REYES... -le expresé.

Sí, lo sé. Acá no se acostumbra saludar por bajada de reyes. Pero qué diantres... un abrazo de Diego no tiene precio. Y tres abrazos suyos en un mismo día, ni hablar.

- Tenemos que tomarnos unas fotos juntos huevón. Como sea... antes del seis... -comentó luego.

Me sorprendió su impetuosidad. Hasta parecía que actuaba así, sabiendo que me ello me agradaba. ¿Será acaso que me conoce tan bien como yo a él? ¿Acaso él comenzaba a sentir lo mismo que yo? ¿Era correcto seguir dejándome llevar así? ¿Debería cifrar mis esperanzas en Diego... una vez más?

La armonía y felicidad reinante en nuestros corazones era envidiable. Ninguno de los dos sospecharía que esas mismas fotos que nos tomamos días después, formarían parte del detonante en una discusión que en los próximos meses, nos separaría de nuevo. Muy probablemente con insospechadas consecuencias para los dos.


* * *


- ¿Tú que vas a pedir?


Ya sentados en un par de banquetas, Diego me miraba directamente. Sus ojitos iluminaban una felicidad desbordante. La inexplicable felicidad de compartir un suculento sanguche con quien escribe.

- No hombre, ya vine almorzado desde mi casa... come tú nomás...

Al frente nuestro, una atenta señorita estaba dispuesta a retirarse, luego de asegurarse de la única orden pedida por Diego.

- Mira, si no tienes plata, dime nomás... -comentó él.
- No es eso muchacho... es sólo que no soy amigo de comer grasas así nomás... yo no soy de comer hamburguesas, sandwichs ni esas cosas... no por dármelas de light o algo parecido, sino porque simplemente no me gustan tanto...

Por momentos, la empleada del lugar observaba a Diego de manera muy atenta. Disimulaba una tímida sonrisa antes de retirarse a preparar su pedido.

- ...más bien, quien debería preocuparse por consumir cosas más light, tendría que ser otro... porque esa pancita no es gratis... -bromeé, al mismo tiempo que no resistí la tentación de frotarle el vientre, escondido en su holgada ropa.
- Sí... sí...sí... lo sé... -contestó algo apático.

La escena era jocosa. A veces me gustaba verlo así, con la carita apesadumbrada luego de algún incómodo comentario de mi parte... sobre su peso, por ejemplo. Se veía tan risiblemente tierno (o tiernamente risible), que no podía evitar sonreírle de oreja a oreja, contagiándole mi regocijo de tal manera, que irremediablemente él volvía a iluminar esa peculiar felicidad en su rostro, borrando así cualquier anterior pesar.

A lo lejos, más adentro del lugar, se escuchaba una emisora tocando las canciones de moda.

- Escucha... -señaló.
- Qué...
- Es Miranda...!

Sonaban las primeras notas de "Don". De pronto el rostro de Diego se iluminó aún más, e impetuosamente comenzó a mover la cabeza al ritmo de la canción.

- De putamadre huevón... viva Miranda carajo...!

Su ocurrencia me conmovió. Cuando conocí la música de este grupo, por ese entonces Diego y yo estábamos distanciados. Fue poco tiempo después de que le dije que me gustaba, durante esos tortuosos meses en que perdimos comunicación, hace unos pocos meses atrás.

- ...con mis idas y vueltas... te cansé con mi cámara lenta...

Por aquellos días me hubiera gustado escribirle contándole que me habían hablado de un grupo llamado Miranda! y de que estaba seguro que le gustaría. Pero ¿cómo podría hacerlo? En todo ese tiempo, apenas recibí un escueto mail de su parte que aún recordaba yo en sus hirientes palabras. De ese "miedo y asco" que alguna vez dijo sentir por mí. "Por eso me alejé una vez de ti y lo hago ahora, porque en todo el sentido de la palabra me da miedo... no quiero ser para ti tal vez una dependencia psicológica, ni quiero que tú seas una para mí. Así que pienso que como hemos decidido está bien, de esta forma los dos podremos crecer como personas".

- ...podría pasar... que me hagas hablar... yo creo que tienes el don de curar este mal...

Quién hubiera dicho por ese entonces, que nuevamente Diego y yo volveríamos a encontrarnos. Y es más, que yo pudiera darme el lujo de hacerle conocer la música de un grupo que a fin de cuentas, no tardó convertir en uno de sus preferidos.

- ...putamadre, ese tema y "Casualidad" son lo máximo... -comentó.

Recordé esa otra canción. Cuando comencé a prestarle más atención, noté que parte de su letra se emparentaba con la zozobra que padecí durante todo el tiempo que nos distanciamos. Semanas antes de que me respondiera con ese supuesto y definitivo adiós, yo le había enviado un mensaje a su correo, disculpándome por todo el daño que pude haberle ocasionado tras este incidente. Y mientras escribía ese correo con las palabras más adecuadas posibles, lo hacía escuchando precisamente "Casualidad", una y otra vez. Paradojas del destino, la canción "menos adecuada" que considerar (dada las circunstancias anteriormente señaladas), resultó siendo la que más disfrutó. Recordé entonces lo que me dijo la última vez que nos vimos: "Escuché su letra y sé por qué me la enviste al correo... me la mandaste porque habla de nosotros ¿verdad?".

No sabía qué pensar. El mes pasado, cuando fui yo quién le hablé de "nosotros" por segunda vez, fue él quien se ruborizó. No quiso que vuelva a mencionar de nuevo "esos" sentimientos míos hacia él. "Si las cosas van a ser así, es mejor que dejemos las cosas aquí nomás..." comentó algo triste, poco antes de despedirse y perderse arrastrando el paso por las calles, aquella tarde gris. Ahora, poco más de tres semanas después, era él quien decía -e inimaginablemente dentro de un atiborrado vehículo público- que sentía que una de las canciones más sentimentales de Miranda! "hablaba de nosotros". Y lo más gracioso, que a pesar de todo esto, ahora lo tenía a mi lado, cantando de lo más feliz, como si nada hubiera pasado.

- Oye Mauri, ¿te has fijado en la comadre que nos ha atendido?
- Qué tiene...
- No ha dejado de mirarme y sonreírme todo el rato desde que estamos acá...

Tenía razón. La señorita en cuestión no disimulaba las miradas que furtivamente dirigía hacia mi acompañante. No la culpo. Pienso que dicha empleada no actuaba así por coquetería, sino más bien porque éste niño se veía tan encantadoramente tierno, que bien podría robarse más de un corazón aquella noche, aún sin proponérselo.

- Le gustarás seguro... pero ya está algo tía para ti... -le susurré risueñamente.

Reímos. Sin embargo Diego no ocultaba su extrañeza.

- Creo que ya se dio cuenta de que te has dado cuenta... -le alerté, sin dejar la broma.
- Uhmmm, seh... pero no sé... no entiendo...
- ¿Qué cosa no entiendes?
- Pues que le guste yo.
- Carajo Diego... te he repetido un montón de veces...
- Sí... ya sé... "que no soy nada feo, que soy simpático..." -respondió como laxa letanía.
- ¿Entonces?
- Es que... si soy así como dices... no comprendo por qué no se fijan en mí las chicas que me gustan...

No dije nada, había recibido una puñalada.


* * *


Un incidente similar ocurrió noches después, cuando luego de haber paseado por varios de sus lugares favoritos, decidimos hacer una parada -para variar- en otra sanguchería relativamente cercana a su casa. Nos ubicamos en una mesa, y luego de pedir su porción de alimentos ricos grasas saturadas, preguntó si se me antojaba algo para comer. Y una vez más, como es mi costumbre, me negué a nutrir mi organismo con comida chatarra. Al rato, y antes de terminar de consumir su enorme sanguchón, se dirigió al mostrador a hablar con la señora que atendía el lugar. Al poco rato volvió a nuestra mesa, con un par de botellas personales de gaseosa en la mano.

- A qué no sabes lo que me pasó cuando le pedí a la tía la gaseosa para ti... -contaba mientras gentilmente me alcanzaba una botella que -como un noble gesto de su parte- invitaba por cuenta suya.
- Qué cosa...
- Le pasaba la voz a la tía para que me atienda... ¿y sabes lo que me dijo?
- Uhhhm, no sé... ¿algo malo...?
- No...
- ¿Entonces...?
- Me dijo "muñeco"...
- Ja ja ja ja ja...
- En serio, no es broma. "¿Señora, puede atenderme?" le dije. Y me respondió "Sí, muñeco... qué deseas..."
- Ja ja ja ja ja...
- Nunca me había pasado esto antes... ahora resulta que le gusto a todo el mundo...
- Yo te dije...
- Sí, lo sé... es sólo que tanto tiempo que pensé lo contrario que...
- Ahhhh... con qué gente retrógrada te juntarás para que pienses o te hagan pensar así pues...

Diego seguía intrigado, parecía no creer que algo tan simple le acabara de ocurrir, repitiendo en voz bajita por varias veces, esa palabra que le alegró la noche.

- Ya oye, apúrate que se nos va a hacer más tarde y te ganes después un problema en tu casa... -comenté.

Con toda la licencia que me ofrecía el momento, no pude evitar soltar -con algo de sorna- la anecdótica palabrita, por varios días (e incluso semanas) más.

- Ya pues "muñecón", termina de dar curso a tu combo... "muñecote".


* * *


Habrían pasado un par de horas, quizás tres, desde que salimos del gimnasio. Antes de dejarlo en su casa, pasamos por el supermercado de siempre, rumbo a los cines que estaban al lado, a revisar la cartelera de la semana. Tomamos asiento en una de las bancas del amplio hall de exhibición.

- Ha sido una bonita noche, no me puedo quejar... más bien no hay que demorar mucho acá, porque sino en tu casa terminaran de ponerse saltones... -comenté.
- Un rato más, todavía hay tiempo... además no he salido mucho esta semana, salvo al gym... hay que ver un rato la cartelera antes...

Minutos después de examinar las películas en proyección, comenzó a contarme de cosas que le habían pasado estos últimos días. De cosas muy personales referidas a él, a su familia e incluso las impresiones de uno que otro amigo en estos privados aspectos. Esta vez, lo escuché con profunda atención, mientras no dejaba de deleitarme viendo lo precioso que se veía así, en su encantadora ropa de ejercicios.

- Sabes que muchas veces me siento como desgastado... agotado ante tantos rollos y cosas que me pasan... tú sabes como es mi vida de complicada hermano, pero pucha... como sea me levanto para seguir adelante... y créeme en verdad, que tú has tenido mucho que ver en todo esto... me has ayudado bastante... de verdad, muchas gracias...
- No tienes por qué darlas...
- En serio... de verdad que me has ayudado mucho en todos estos años que te conozco. Hay cosas que, si no hubiera sido por ti, no sé como las hubiera superado... siempre has estado a mi lado cuando te he necesitado, y sé que no siempre he retribuido ese gesto que has tenido conmigo siempre...
- Bueno, de nada... -contesté algo ruborizado.
- Y de verdad, no sabes cuánto me ayuda que estés aquí, conmigo ahora. Sabes que sigo pensando que en verdad eres un enviado del cielo. Cuando salgo contigo y conversamos, créeme que me siento... como sí comenzara a recargarme de energía... una energía muy positiva que me ha ayudado mucho... a pesar de todos los problemas que se me siguen presentando... con todo, he podido seguir adelante. En serio, no sabes cuánto te lo agradezco...

Tal arranque de honestidad merecía una respuesta de mi parte.

- Bueno... sí. Ya que estamos en la hora de las "confesiones"... je je je... diré también que... en todos estos años que te conozco, con todos los problemas y situaciones que hemos pasado hasta la fecha... pues digamos que igual me han ayudado también a madurar... Y sí. Cuando converso contigo, luego siento ese mismo que tú dices, como revitalizado, con una energía especial....

Desvié la mirada. Temí que se le ocurriera mencionar "ése" oscuro incidente que nos separó la última vez.

- Tenemos que aprovechar estas vacaciones para ir al cine. Y con un poco de suerte, también escaparnos este verano al sur, como el año pasado... -comentó ya más optimista.

Me gustó la idea. Particularmente, porque en todo el tiempo que nos conocemos, jamás hemos ido juntos al cine. La última vez que planificamos ver nuestra primera película juntos -con un par de años de anticipación inclusive- a fin de cuentas resultó un desastre total, pues faltando pocos días para su estreno, una imprudente discusión había abortado por completo nuestros planes.

- Ésta se ve bacán... ¿Qué tal "Crónicas de Narnia"?

Visualicé el momento. A Diego y a mí, en medio de una sala que amenazadoramente tornaba a volverse cada vez más y más oscura. Me asaltó entonces más nítidamente la imagen de la última vez que salí al cine, con un amigo.. Y la verdad, de lo último que me acuerdo hasta la fecha era de qué trataba la dichosa película que fuimos a ver, pues buena parte de la proyección mi acompañante no dejaba de buscar mis manos y entrelazarlas junto a las suyas, de tocarme muy impetuosamente los brazos, muslos y otras partes más, aprovechando la complicidad que ofrecía la oscuridad del lugar. Al final no me aguanté ante tanta fogosidad y sucumbí a nuestros apetitos, intercambiando con él múltiples besos y caricias, sin importarnos la "imprudencia" de mostrarnos así ante cualquier parroquiano, así sea en una sala llena de espectadores.

Fue entonces que sentí miedo. No por las suspicacias que de seguro le lloverían en casa al enterarse de salir al cine conmigo, uno de estos días. Tampoco me dio miedo de que muy probablemente, fuéramos a la misma sala donde por última vez -y por más de una ocasión-, salí con mi anterior compañero, pues podía existir la posibilidad de encontrarme al susodicho o a cualquier otra persona que anteriormente me haya visto con él y soltar algún comentario fuera de lugar, involucrando innecesariamente a Diego en este embrollo. Era comprensible tener cuidado ante dichas circunstancias, pero mi preocupación no iba por ese lado.

Mi ansiedad apuntaba exclusivamente a la sola idea de pensar que Diego estaría tan cerca de mí, en medio de la penumbra de la sala. Y es que ante tan tentadoras circunstancias, ¿podría acaso refrenar mis impulsos tan airosamente? Él, tan cerca, tan tranquilo, tan dispuesto... y yo, al lado suyo, atormentándome cada minuto ante la imposibilidad de ceder a mis deseos. De llegar ese momento, ¿podría acaso detener las ansias de tocarle? ¿de sentir el calor de sus manos entre las mías, por lo menos una sola vez? ¿de deleitarme recorriendo los vellos de su piel siquiera con la punta de mis dedos? ¿de arrancarle de forma apasionada un beso a sus codiciados labios? Mi pavor se tornó absoluto.

- Ésa es entonces. Dame tiempo de juntar algo de plata y te aviso para ver la peli... a lo mejor en una semana o dos, la hacemos...

Sus palabras despertaron los temores que me imaginaba. Con un "Ya se verá" quise poner punto final al tema, a pesar de que él seguía entusiasmado con querer ver alguna otra película más.

- Después podríamos ver esta otra comedia... la que han estrenado la semana pasada no, porque no me gustan las películas de terror...

Comencé a preocuparme. ¿Qué podría suceder si estos planes suyos se volvían realidad?

- Ya oye, mira qué horas son, te van a fregar en tu casa...
- Okey, vámonos.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

.

Este título promete.

Un beso.

Anónimo dijo...

Muy buen episodio. Elegiste el nombre de una de mis canciones favoritas de Fey para titularlo.
Y también hiciste que me dieran ganas de irme a comprar un sanguchón.

Josega.

Ramiego dijo...

Valga la aclaración, "Tierna La Noche" es también el nombre del disco de Fey, en donde se encuentra precisamente éste tema.

De todos modos, igual el disco es buenísimo. También lo disfruté y me pareció un buenísimo título... Muy ad hoc ¿verdad?

Saludos

Princesa de cuentos infinitos dijo...

woow!! ahora tu me moviste mi mundo!! sabes, esa pelicula fue la primera ( y la unica) que fui a ver con mi ex-novio, fuimos en calidad 100% de amigos, mis amigas (e incluso yo) esperabamos mas de esa tarde que solo ver la pelicula, esa noche me senti rara, lo recuerdo, feliz por haber ido con el, triste por que mi madre me reprendio el no haber avisado que la pelicula duraba tanto y confundida, y sabes hoy es maas triste por que upps debi de haber hecho caso a la corazonada que tuve mientras veia la pelicula de Narnia (por cierto me encanto la pelicula)pero nooo!! soy una necia, y hay voy encontra hasta de mi misma y ya ambos sabemos todo lo que paso :s... plooopp!!bueno te dejo, seguire leyendo!! a que no sabes que!! ya en un par de semanas entro a la universidaad!! ya al fin terminaran estos 2 meses y semanas de aburridas vacacionees, mañana ire a arreglar algo de mi horario y a averiguar donde llevare unas materias y listoo!!!aun que quien sabe como se ponga mi mundo con tantas cosas despues de las elecciones !!:s... nos vemoos!!! cuidate!! te mando un besoo!!
Cris G. =*

Anónimo dijo...

.

¡Ay, qué intenso! Me lo he leído todo, todo, de un tirón y al final me he quedado con ganas de más. Me gustaría saber si al final hubo quedada para ir al cine y, sobre todo, si el próximo final de año tu amado cumple su promesa y te dedica la noche. Bueno; en ambos casos, tendré que esperar.

Qué capacidad de aguante, mi querido Mauricio. No sé cómo puedes soportar estas situaciones en las que una y otra vez Diego hace alusión a sus enamoradas y a que le gustan las chicas. Yo hubiese tirado la toalla hace mucho tiempo. Eres digno de admirar por tu perseverancia.

Por otra parte, este chico me tiene totalmente confundido con sus actitudes y gestos. Claro que qué te voy a contar a ti, ¿no?

Y nada, te dejo. Espero que pronto nos sigas contando qué sucedió después.

Un beso.

Anónimo dijo...

.

¡Ah, y muchísimas gracias por haberme dedicado este post!

Me siento muy halagado.

Más besos.

Ramiego dijo...

Querido Capitán:

La verdad, cuando escribo acerca de Diego, en la mayoría de veces -para bien o para mal- me extiendo demasiado. Me alegra saber que en todo caso, este relato haya sido de tu agrado. De la misma forma que espero también hayan disfrutado todos aquellos que tuvieron a bien de perder su tiempo leyéndolo y comentándolo.

Sobre el "aguante" que dices, pues no sé. Aquella noche (la del gimnasio), las cosas entre Diego y yo estaban calmadas: ni yo pensaba en él tan apasionadamente como antes, ni él mostraba para nada alguna actitud esquiva hacia mí... todo lo contrario. Aquella "tierna" noche podría catalogarla como una reunión de dos amigos que se quieren mucho, nada más, acaso con un sentimiento muerto -o dormido- por parte mía, que por momentos parecía querer renacer de las cenizas.

Sobre sus "enamoradas", te recuerdo que hasta la fecha sólo ha tenido una (a la actualidad según me ha contado, pues no me consta). Y en enero de este año (en que sucedio este episodio), él aún no había conseguido pareja alguna durante toda su vida (¡snif!). Permíteme entonces comentarte que... los comentarios "hetero" de Diego respecto a las chicas, sinceramente me parecen tan artificiales, que me recuerdan a mí mismo cuando durante mi adolescencia soltaba "ocurrencias" como esas, para demostrar al resto del mundo cuan "normal" era. Imagino en todo caso que Diego al igual que yo, estaría atravesando una etapa de "enamoramiento platónico" hacía alguna mujer, mas no así un interés completo (¿me dejo entender?).

Y lo que sucedio después, tranqui... todo a su momento. No dudes que un día de estos termino de redactarlo.

No tienes de que agradecer por la dedicatoria. Siempre que escribo chorradas de textos inmensos, me pregunto si amigos tan buenísmos como tú tendrán el suficiente aguante de terminar de leerlos. Y créeme, siempre pienso en tí (junto a otros "mini-fans" de esta novela-de-nunca-acabar) cuando publico una entrada nueva por aquí.

Un fuerte beso y un abrazote de oso para tí. Tus palabras me halagan mucho más de lo que puedas imaginarte.