sábado, 8 de julio de 2006

Un Joven Ante El Amor

Hoy me topé con un libro de catequesis, de esos que se estilan para adoctrinar a quienes aspiran al sacramento de la confirmación, de acuerdo a los tradicionales preceptos católicos. Hojeándolo, me encontré con un testimonio supuestamente firmado por un adolescente que se encuentra ante los bamboleos hormonales propios de su edad. Sin embargo, desafortunadamente este texto contenía una sutil manipulación entrelíneas. Reproduzco a continuación las citas más sobresalientes de dicha nota:

Antes me bastaban los compañeros, pero ahora parece que veo a la mujer con otros ojos, me siento atraído hacia ella... El año pasado me resultaban insoportables las compañeras de clase, ahora me encanta estar con ellas. Y hay una por la que siento especial atracción. Creo que sería muy feliz si un día me dijese: "Te quiero". Mis compañeros me dicen que soy un romántico y un idealista, pero prefiero serlo.

[...] Mis padres comentando estas cosas, siempre dicen lo mismo: "ustedes no saben lo que es amar; lo que tienen que hacer es estudiar; los amoríos a su edad les distraen y les llenan la cabeza de pájaros". Yo creo que exageran, pero algo de razón tienen, [...] a mí me parece que, si quisiese de verdad a una chica, hasta estudiaría más y haría las cosas con más ilusión. [...]

[Mi abuela] me respondió con frases que me quedaron muy grabadas. El sexo es importante en el amor, pero no lo es todo, hay cosas más valiosas como el cariño, el respeto, la comprensión, el dialogo... Quizá mi abuela sepa bastante del amor, porque lleva cuarenta años de casada, y ella y mi abuelo forman una pareja feliz.

[...] El otro día en clase salió el tema y el profesor nos dijo cosas interesantes. Es joven y lleva pocos años casado. Nos decía que la mujer y el hombre se complementan, que han nacido el uno para el otro, pero que el amor verdadero es exigente y que hay que ir aprendiendo a amar poco a poco desde jóvenes. Le preguntamos a qué edad se podía empezar a ser novios y recuerdo que dijo [...] que no hay una edad establecida, pero que sí es necesaria una cierta madurez para poder ser novios formales. Cuando le preguntaron por el sexo, dijo que hoy se abusa mucho de él y que, sin embargo, no lo era todo en el amor. Que puede haber amor sin sexo y sexo sin amor. Lo importante es amar de verdad... El sexo sólo tiene sentido cuando la persona está preparada para una relación sólida y estable. Le escuché con atención y sus palabras me hicieron mucho bien.

Quisiera que este amor que empiezo a sentir, fuera madurando poco a poco. Sé que tendré que esforzarme para alcanzar así un día el verdadero amor.

Me pregunté qué hubiese pensado yo, de haber leído este texto a la misma edad que el tipo que cuenta esta historia. O lo que es peor, qué pensaría cualquier otro adolescente no-heterosexual al que lo pongan en la obligación de analizar y "aprobar" estas ideas como "correctas", si es que a pesar de todo, deseara cumplir de forma sincera con los mandatos que dicten su fe.

El testimonio que publico líneas más abajo, definitivamente no lo encontrarán en ningún libro de catequesis. Mucho menos en algún otro texto católico, o de alguna otra fe que se precie de ser cristiana; pero ayudaría bastante que así fuera. Al menos, a mí me hubiese ayudado a comprender mejor muchas cosas. Y ojalá que su publicación cumpla en algo el cometido que reza casi al final. Ahí les va:

Cuando niño, me daba lo mismo estar con chicos o chicas. Aunque a decir verdad, muchas veces las chicas eran menos crueles que los varones cuando de acercarse a conversarme se trataba. Que recuerde, a esa edad nunca sentí algún apasionamiento o atracción por alguien de mi mismo sexo. Y la verdad, eso jamás me hubiera importado, hasta que llegué a la turbulenta adolescencia.

Noté que de pronto, muchos chicos comenzaban a sentir interés por otras chicas, generalmente las más guapas. Curiosamente alguna vez, creí sentir lo mismo por más de una chica, pero también noté que sexualmente no me interesaban para nada y que más bien, los hombres mucho mayores que yo, me parecían sumamente estimulantes. Pensé que por entrar a la pubertad, era normal que alguien de mi edad sintiese estos deseos tan encontrados, de enamorarme platónicamente de las chicas más simpáticas del colegio, a la vez de desear que un hombre maduro me invite a desnudarle y tocarle por donde yo desee.

Cada vez más compañeros míos comentaban que ya tenían enamorada, y la verdad, yo también quería una. Imaginé que sería lo máximo tener una chica al lado, que te escuche, que te diga "te quiero" y que te apoye en cada momento. Sin embargo, por una desconocida y afortunada razón, nunca insistí lo suficiente por conseguir una novia y de esta forma lograr quedar bien con los compañeros, con la familia y sobre todo, conmigo mismo.

Nunca admití en ese entonces albergar algún sentimiento homosexual por alguien. Y es que era cierto, me "enamoraba" de un montón de chicas, pero casi nunca le presté atención a algún otro chico de mi edad. Me parecía asquerosa la idea de ver a dos hombres besándose o haciendo vida de pareja, mientras por las noches seguía imaginando a maravillosos tipos de edad madura, haciéndome partícipe de fantásticas orgías propias de la pubertad.

Seguí pensando que todo era normal, que tarde o temprano este "sucio deseo" por los hombres acabaría, y que si en algún momento debía de tomar a una mujer como novia o futura esposa, tendría que comenzar por excitarme con algún cuerpo femenino, tal como lo dictan los padres machistas, las leyes, la Iglesia Católica y la sociedad. Lamentablemente ese momento nunca llegó y más bien, comprendí que me era más fácil aceptar la "repugnante idea" de tener alguna relación sentimental y completa únicamente con otra persona de mi mismo sexo, que vivir con la cabeza llena de pájaros, ilusionándome con romances platónicamente absurdos con alguna chica y que muy probablemente nunca llegaría a consumarse en el ámbito sexual.

Desgraciadamente, cuando noté cómo serían las cosas conmigo de ahora en adelante, no encontré alguien que me diese un apoyo o la ayuda necesaria para continuar. Cada profesor o consejero de educación sexual con que me topaba, no paraba de repetir la cantaleta de que lo normal y aceptado por todo el mundo es la relación entre un hombre y una mujer. Que ellos se complementan, que una relación verdadera entre ambos géneros lo es todo, y que cualquier cosa que se encuentre al margen de estos parámetros era motivo de burla o condena, sencillamente por el hecho de "no ser algo normal".

A la edad que tengo el día de hoy, creo haber madurado lo suficiente como para entender lo que significa comenzar una relación sólida y estable. Sin embargo, sigo cruzándome con personas y textos que enseñan que una relación sentimental entre dos hombres, por más adultos y conscientes que estos sean, es algo sucio, prohibido e inmoral. Sin ir muy lejos, la Iglesia Católica insta el sacramento del matrimonio entre dos seres que se juran un amor auténtico ante Dios, pero a su vez las condena terriblemente si estas dos personas son del mismo sexo.

La verdad, no me importa si las mentes cuadradas de los clérigos de hoy no entienden los sentimientos del ser humano, pero lamento que estas enseñanzas tan desvirtuadas e inconsecuentes, dadas por una institución que preconiza el amor como base de su credo, envenene y conflictúe aún más las mentes de los niños y adolescentes que estén atravesando por una experiencia similar a la mía. Y creo que si seguimos aceptando estas cosas tan apaciblemente, este ciclo seguirá repitiéndose por muchos años más.

Modestamente, pienso que ayudaría un poquito encontrar o conocer de más experiencias similares a ésta, en libros de preparación espiritual, juvenil, y por qué no, de catequesis también; en lugar de tantos otros testimonios "políticamente correctos" que sigo encontrando por ahí. Muchos tendremos que esforzarnos verdaderamente en ello, si de veras queremos alcanzar el verdadero amor.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

.

Me ha encantado este post, querido Mauricio. Lo has bordado.

Creo que muchos de nosotros se van a sentir totalmente identificados con lo que has escrito. Lástima que tus palabras no tengan la difusión que se merecen.

Sólo te ha faltado explicar una cosa, y es por qué crees tú que te “enamorabas” de las niñas guapas. En mi caso creo que se trataba de una mezcla de circunstancias: el miedo, la imitación de mis semejantes, la negación de aquello que descubría en mí y que no me gustaba... Siempre he pensado que en mi más temprana adolescencia me obligaba a acercarme a las chicas, si bien, como tú bien has expuesto, no ponía mucho empeño en ello, dado que mi verdadera naturaleza, mi verdadero yo, siempre estaban ahí para empujarme al camino que verdaderamente deseaba recorrer.

Te felicito por esta entrada. Me ha encantado. Deseo que todo el mundo lo lea.

Un beso.

Ramiego dijo...

Querido Harlock:

Muchas gracias por tus palabras, la verdad es que me han halagado, hasta podría decirse que mucho más de la cuenta.

Sobre tu consulta, pues sinceramente que me ha dejado pensando y bueno... he reflexionado bastante sobre el punto. Mas, te puedo asegurar que en aquellos años en que comencé a fijarme en niñas (aproximadamente desde los 6 años), la atracción que sentía por ellas era de un tipo muy sincero e inocente. Me gustaban porque eran bonitas, agradables, simpáticas, de conducta apropiada, de buena plática, aplicaditas... en fin. Pero también puedo asegurarte que dicha atracción era netamente platónica. Un "amor de chicuelos", propiamente dicho. Y creo que para nada tuvo que ver en ese entonces el entorno o los amigos. Sencillamente este "enamoriscamiento" ocurría y tal. Ya con el tiempo, supuse que la motivación sexual también llegaría, cosa que como bien sabes, nunca sucedio (al menos heterosexualmente hablando).

En la adolescencia, cuando me percaté de que algo "no andaba bien", pues supuse que teniendo una chica al lado se "solucionarían" las cosas. Te diré que tuve todas las oportunidades disponibles para "formalizar" con una jovencita a la cual quise mucho, pero que precisamente por ese cariño que profesé hacia ella durante tanto tiempo, es que jamás intenté concretar seriamente algo entre los dos (una historia algo confusa, que espero desarrollar en este mismo blog en los próximos días). Bien dicen que el amor utiliza a veces recursos de los más complejos para darse a conocer.

A Dios gracias (y a mis años, ya era hora también) en este aspecto las cosas están muy bien aclaradas conmigo. Esperemos también que la persona que decida aceptarme como pareja, también las tenga bien claras (y que por cierto, que no demore tanto en aparecer ¿no?).

Un fuerte abrazo y seguimos en contacto.

Anónimo dijo...

.

Estupendo, has saciado mi curiosidad. Y estaré esperando que transformes esa vivencia con la chica en un nuevo post.

Un beso.