martes, 20 de setiembre de 2005

Una Raya Más Al Tigre

Me ha agradado mucho leer la preocupación de quienes se toman la molestia de leerme respecto a mi estado de salud (thank u Antonino!) y respecto al plano afectivo también (idem thanx Serginho). La verdad creo que fue algo que le di más importancia de la debida, pero bueno... en ese momento me parecía de lo peor que justo el día en que tenía una cita previamente pactada (y esperada ansiosamente por quien escribe) ocurriese ese pequeño percance que nunca antes me había sucedido. Afortunadamente la cosa no pasó a mayores y al pasar de uno o dos días, la cosa esa (ampolla, hinchazón, divieso o lo que fuese) que me brotó tan de pronto e impertinentemente en la encía, tal como apareció se esfumó.

Pero bueno, tampoco la cosa era para tanto. Algunos bienintencionados amigos lectores como Daniel o Lobito (a propósito, congratulations por su entrevista maestro) de pronto me comentan que en lo que respecta a mi situación con Vicente, debería tener un poquito más de dignidad y mantenerme firme en no llamarle, buscarle o escribirle. Obvio de que tienen toda la razón del mundo: estarle rogando a alguien para que te vea puede convertirse en los más deleznable que alguien puede hacerle a otra persona en la vida. La vaina aquí es que curiosamente el buen Vicente hasta la fecha jamás se ha dignado a decirme que lo deje de buscar, llamar o escribir. Es decir, si le jodiera la paciencia el hecho de que yo lo ande fastidiando para encontrarnos, ya hace rato que me lo hubiera hecho saber, pues según él, para nada tiene pelos en la lengua como para decírmelo de una buena vez. Y muy por el contrario, jura y rejura que sí, que tiene harta disposición e intención para encontrarnos próximamente, pero que las circunstancias le son tan adversas que hasta la fecha y luego de más de tres meses en medio de tales avatares, esto aún no ha podido concretarse.

A lo que iba. ¿Qué puede impulsar a un hombre a mentir de esa forma (si es que efectivamente lo esta haciendo, claro está)? Es decir, si a mí una persona me cansa de estarle soportando su terquedad e insistencia para encontrarse conmigo, pues lo más lógico sería hacerle ver que sencillamente deje de joderme la paciencia de una buena vez, que lo único que esta consiguiendo es el efecto contrario de no querer volver a verlo nunca más. Y si esta misma persona me preguntase sobre el por qué de mi cambio de actitud, pues le diría las razones sin tapujos o roches, de eso ni vuelta que darle. Pero ¿para qué complicarse la vida -digo yo- en estar engañando, creando falsos intereses y expectativas en los demás, si verdaderamente ya no queremos volver a verlos más o porque sencillamente ya se perdió el interés que existía entre ambos anteriormente?

Eso es lo que precisamente no termina de cuadrarme en Vicente. Como bien predijo la encantadora y solícita Isabella (aunque al parecer más pudo su femenina intuición y su sentido común que sus artilugios), ese mismo lunes en que quedé para encontrarme con Vicente, éste se disculpó por teléfono cancelando nuevamente nuestra tantas veces pactada cita, pues el delicado estado de salud del familiar que me comentó pudo más que los planes que tenía previstos para ese día. En conclusión, naca la pirinaca. Una vez más, postergación hasta nuevo aviso. Cosa que por cierto, ya no me sorprendió.

Más que la indignación, se me vino a la cabeza la abrumadora duda de por qué alguien tan centrado y maduro como (se supone que puede ser) Vicente se prestase al jueguito de ver la cara de estúpido a alguien y postergar una y otra vez un nuevo encuentro. ¿Tenía sentido seguir en ese plan? O mejor dicho ¿acaso le gustaba la idea de dejarme plantado una y otra vez? ¿Por qué nunca decirme de una buena vez que sencillamente no quiere volver a verme más, que pienso es lo más lógico que un hombre de su edad haría en su lugar? (Bueno... de cualquier edad, pensándolo bien) La verdad y hasta ese momento no le encontré sentido al jueguito este.

Pero también me detuve a ver por otro lado. ¿Y si de verdad el tipo estaba tan, pero tan piña que justo cada día que planificaba algo para los dos, de pronto aparecía y/o sucedía algún imprevisto que de pronto jodiera todo y no le quedaba otra que postergar todo lo planeado una vez más? No es que yo sea -o quiera hacerme- el ingenuo a estas alturas. Tantas veces aplazar algo huele más que sospechoso, pero... ¿y si hay algo detrás de todo esto? Algo que yo no sepa pero que sea un motivo tan fuerte como para que de la noche a la mañana todo entre los dos hubiese cambiado tan de repente... pues desde que lo conozco nunca antes se había comportado así.

A los días de haber ocurrido este incidente, y luego de haberle manifestado mi pesar por el delicado estado de salud que se encontraba el familiar suyo, recibo un email de su parte contándome que las cosas estaban ya más calmadas y que se encuentra aprovechando el poco tiempo disponible que le queda para solucionar unos asuntos que dejó pendiente a causa de este imprevisto. Le respondí entonces que ojalá todo le salga tal como espera y que Dios mediante, la buena estrella nos acompañe para encontrarnos pronto alguuuuuuuuuuun día y conversar como dos buenos amigos que -al fin y al cabo- intentamos serlo. ¿Y saben? Les comento algo, despues de todo, esta situación no hace que me jale los pelos, para nada. Si Vicente quiere que volvamos a vernos, pues bien por él. No muero porque eso suceda. Además estos últimos días como que han estado ocurriéndome otras cosas digamos más "relevantes" como para seguir preocupándome por si un tipo inventa o no mil y un mentiras para evadirme porque no tiene la suficiente sangre en la cara como para decirme que no desea verme más (y ojo, que el de tener "las cuentas claras desde un principio" siempre fue cosa de él).

Vaya uno a saber por fin con qué clase de locos nos encontramos cada día. Si al menos manejase con el mismo aplomo otras cosas en mi vida (¿aló Diego?). Ufffff...

9 comentarios:

SERGINHO® dijo...

ta`bueno volver a saber de ud. y saber que se encuentra bien..

abrazo¡

Anónimo dijo...

Por qué la gente no se toma el trabajo de decir que no? Pues porque es malintencionada, egocéntrica y cruel. O que se yo, cada uno tiene sus razones. Ánimo niño! A buscar nuevas cosas que rápido se encuentran.

Saludos.

P.S.: Te mandé el famoso mail y rien de rien.

Ramiego dijo...

Serginho

Pues gracias por la preocupación. Los malditos deberes que me han mantenido tan sepultado, que apenas he podido conectarme a la red estos últimos días. Veamos con que nos sale usted en sus próximas entregas (y ojalá que la rutina del trabajo no mate mi buena intención).

Daniel

Eso miso digo yo. La verdad que justo en este post, esperaba más comentarios por aquí de la gentita y compartiera en algo su experiencia, porque a decir verdad ésta es una duda que me intriga y que hasta ahora sigue en el aire sin respuesta: ¿por qué mentimos a alguien que no queremos ver más? o ¿por qué no ser directos y decir las cosas tal como son?

Help... ¿alguien sabe la respuesta?

Pablillous dijo...

gracias por el comentario, gracias por tomarte el tiempo de explayarte en el....
Fue muy especial leer lo que escribiste..

abrazos

Pablillous dijo...

ah se me olvidaba...si te hubieras recuperado de algo asi..el tiempo todo lo cura


abrazos

Ramiego dijo...

Uy hombre, si te contara... en estos días ando muy sensible a temas como esos. Creo que a algunos nos da más fuerte cada fin de mes, ja ja ja...

Seguimos reading...

Kat dijo...

es cierto, no le podemos ganar al tiempo

Anónimo dijo...

la respuesta a tus preguntas de porque no le decimos a alguien que no queremos verle más y porque no somos directos al decir algo, es porque somos idiotas y preferimos pasarlo mal a tener que hablar

Ramiego dijo...

Kat

Tienes razón. Aunque no comulgue del todo con eso de que el tiempo sea la panacea universal a todos nuestros males, nadie puede negar que éste es un consejero muy sabio cuando de reflexionar se trata. Total, más sabe el diablo por viejo...

Maifred

Es cierto, la respuesta es tan simple como esa. Más la duda iba más allá: ¿por qué a los seres humanos nos gusta complicarnos la vida, sobretodo aún más cuando de relaciones de pareja se trata? Creo que es una duda que nadie se atreverá a responder concienzudamente. Por lo menos aquí.